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miércoles, 19 de junio de 2019

El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922

Proseguixc en més cosetes.
Francisco Martínez y Martínez; El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922

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Francisco Martínez y Martínez, El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922



EL FOLKLORE VALENCIANO EN EL DON QUIJOTE
POR
FRANCISCO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ
DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA
VALENCIA
MCMXXII

EL FOLKLORE VALENCIANO EN EL DON QUIJOTE  POR  FRANCISCO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ  DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA  VALENCIA  MCMXXII

Tirada de 107 Ejemplares
ejemplar número 28.
DEDICADO AL
Sr. D. Eduardo de Oliver-Copons
Junio de 1922.





A don Rodolfo Schevill, Profesor en la Universidad de California (Bertkeley), erudito escritor cervántico, que con el polígrafo Bonilla, honra de España, tan acertadamente está anotando las obras del Príncipe de los ingenios castellanos el señor Miguel de Cervantes Saavedra, por si le puede servir para sus trabajos lo que he podido agenciar tocante al juramento del Cura del cuento, el que mostró deseos de conocer.

Muy honrado su amigo y devoto.
Francisco Martínez.

EL POR QUÉ DE ESTE FOLLETO.

/ Nota de Ramón Guimerá Lorente: ortografía actualizada en parte. /

Como los escritos que se publican en la prensa diaria, si bien suelen ser los más leídos, también son los que menos se guardan, ya que por la índole de la publicación son los impresos más falaces, desapareciendo a la ocasión de miles de necesidades las grandes hojas que a despique de su magnitud resultan más livianas que las propias secas de los árboles cuando son arrebatadas por el cierzo al llegar la época de desnudarse aquéllos, ocurriendo que al siguiente día de la publicación ya es viejo el papel, y a las pocas semanas una rareza bibliográfica, casi más difícil de alcanzar que un incunable, si bien no obtengan el precio de éste, teniendo que recurrir, a reverter el artículo impreso, a las cuartillas manuscritas si es uno de interés y se le escapó o no llegó a conocer en el momento de ser alumbrado, al que le interesa, cosa que ocurre con frecuencia. Este caso se está dando al presente, en que hay personas interesadas en conocer un muy curioso artículo para los cervantistas, que el joven y laureado poeta nuestro amigo el publicista Puig Espert, haciéndonos grande honor publicó en la prensa valenciana a nosotros dirigido, en el que como se verá da cuenta de un antiguo cuento de esta tierra, que sirvió para que Cervantes, con la galanura que le caracteriza, pusiese en el capítulo primero de la segunda parte del Don Quijote, en boca del Barbero, el juramento del Cura de la su mula la andariega, pasaje que hasta ahora ningún comentarista del singular libro de caballerías había acertado a descifrar.
Con este motivo daremos a conocer nuevas variantes del repetido romance que conocimos después de publicada la carta en que acusábamos recibo del dicho artículo, carta que, en su reproducción, tendremos que dividirla para colocar en el correspondiente sitio los nuevos datos adquiridos, con lo que damos algo de novedad al folleto.
No creemos haber apurado la materia por lo que dirigimos el ruego a todo lector de que si conoce alguna variante del curioso cuento o romance, o bien fuese éste entero, es decir, toda la narración en verso, como es muy posible haya existido, nos la comunique, con la seguridad de que su nombre se hará constar y no tendrá fin nuestro agradecimiento.

CERVANTES Y VALENCIA (1)

A mi distinguido amigo don
Francisco Martínez y Martínez.

«Lejos de nuestro ánimo pretender con estas líneas sentar plaza de erudito. Únicamente muévenos al escribirlas, nuestro acendrado amor a la patria valenciana, no desmentido nunca y probado en cien ocasiones. Y así, este artículo va enderezado a demostrar una vez más la ya numerosa serie de concomitancias que existen entre Valencia y Cervantes, tratando de un punto, oscuro según el eminente folklorista don Francisco Rodríguez Marín, al que le pedimos mil perdones por este tan grande atrevimiento nuestro. Además, nunca nos hubiésemos lanzado a mal pergeñar estas cuartillas, sin que las precediese la supraescrita dedicatoria a don Francisco Martínez y Martínez, nuestro cervantista amigo, bajo cuya advocación las ponemos, y al cual imploramos también benevolencia, si justamente provocamos sus iras al invadir un campo tan especialmente suyo.
»Con estas palabras, y con la confesión de que únicamente a la casualidad se debe el descubrimiento, quede nuestro orgullo aquietado, si tal vez nos acometiese algún pensamiento de vanidad.
»Y vamos al asunto.

(1) Las Provincias.- Jueves 24 de Marzo de 1921.

»Cien veces hemos pasado largas horas leyendo nuestro «Quijote», anotado por don Juan Antonio Pellicer, y siempre tuvimos emociones nuevas, únicamente comparables con las sentidas la primera vez que leímos el monumento de caballerías valenciano de Martorell y Galba; pero jamás experimentamos sentimiento tan hondo de orgullo patrio como hace unos días, al pasar nuestra mirada por el primer capítulo de la segunda parte del Divino Loco. Allí se hace referencia a un romance que el señor Rodríguez Marín desconoce, y que nosotros, con toda la modestia sea dicha, conocemos.
»El capítulo trata, como es sabido, «De lo que el Cura y el Barbero pasaron con Don Quixote cerca de su enfermedad». El primero, queriendo averiguar qué tal andaba el caballero de salud y juicio, le hace sabedor «que el Turco baxaba con una poderosa armada, y que no se sabía su designio, ni a dónde había de descargar tan gran nublado, y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta en ella toda la Cristiandad, y Su Majestad había hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia, y la isla de Malta». A lo que don Quijote respondió: «Si se tomara mi consejo, aconsejarale yo (al rey) que usara de una prevención, de la qual su Magestad la hora de agora debe estar muy ageno de pensar en ella». Y al preguntarle de qué medio se valdría para conjurar el peligro del Turco, y así quedar mejor convencidos de su renacida locura, y luego de contestar don Quijote que no lo quería decir, para que no «amaneciese mañana en los oídos de los señores Consejeros» y otro se llevase de su trabajo el premio, dijo el barbero:
«Doy la palabra para aquí y para delante de Dios de no decir lo que vuesa merced dixere a Rey, ni a Roque, ni a hombre terrenal: juramento que aprendí del romance del Cura, que en el prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula la andariega>>.

»En el «Quijote» comentado por don Diego Clemencín, Madrid 1835, dice en la página 7 de la referida segunda parte:

«DEL ROMANCE DEL CURA

>>Sería, como se ha dicho también del entremés de la Perendanga en las notas del prólogo, alguno de los innumerables que se han perdido sin que quede memoria ni rastro de ellos, y se cantaban vulgarmente en tiempo de Cervantes, Allí estaría la expresión proverbial ni Rey ni Roque, que probablemente tuvo su origen en el juego del ajedrez, donde el Rei es la pieza principal, y el Roque o la Roca o Torre una de las principales. Usase dicha expresión para excluir todo género de personas, aun las de mayor consideración, como son las piezas del Rei y del Roque en el ajedrez.»
»Y en el V tomo, página 30, de la edición con notas de don Francisco Rodríguez Marín. - «La Lectura», Madrid, 1912, escribe este erudito cervantista:
«14. La frase ni rey ni roque, que equivale a nadie, dicho con encarecimiento, está tomada del juego del ajedrez: de las dos piezas que tienen esos nombres, bien que al roque se le llama ahora torre. Así hacen mal los que, como Cortejón, escriben roque con mayúscula, cual si se tratara del nombre del santo que tiene el perro a los pies y es abogado contra la peste.»
«17. Ninguno de los anotadores del «Quijote» dio con este romance. Yo tampoco, y justo es decirlo y no pasar de largo disimuladamente, como si el tal romance fuera cosa que por harto sabida, pudiera dejarse en silencio.»
«Los señores Clemencín y Rodríguez Marín coinciden en sus apreciaciones en lo esencial, acerca de la primera parte de la contestación del barbero, esto es, la explicación de las palabras dixere a Rey ni a Roque (con mayúscula el uno y sin ella el otro); pero en lo tocante al romance del Cura, ninguno de los dos anotadores puede aventurar nada, siendo más sincero que Clemencín don Francisco, al confesar de plano que lo desconoce.
«Permítanos, pues, nuestro admirable folklorista, que del espíritu de él le hagamos conocedor.
>>La esencia del romance, a que sin duda se refería el Barbero, era, según nuestro parecer modestísimo, un cuento de nuestra querida tierra que, aunque por la tradición salvado del olvido, ha llegado a nuestros días, no con toda su prístina pureza, mas lo bastante completo para servirnos de argumento poderoso. Cervantes, dadas sus íntimas relaciones con Valencia, pudo conocerlo en toda su integridad, quizás todo en romance, y hacer de él mención en su obra.
»Se titula el cuento «El jurament del Retor», y es como lo transcribo seguidamente, sin quitar ni poner tilde y con todas las inexactitudes que pueda contener.
»Erase que era hace muchos años, un Cura de almas del pueblo de Riola (provincia de Valencia), que regresaba a su parroquia, cabalgando a mujeriegas en guapa mula, después de cobrar los arriendos de las fincas que su iglesia poseía.
«Mediaba la tarde, cuando en un recodo del camino le asaltaron cuatro ladrones, los cuales, quieras o no quieras, le hicieron apear de su cavalgadura, robándole el dinero cobrado y la «andariega», alejándose después, no sin antes hacerle jurar «por Dios y por su corona» que de lo sucedido no había de dar cuenta «ni a home ni a dona.»
»Anda que andarás y sumido en el mayor de los desconsuelos, llegó por fin el buen Cura a su parroquia.
»Era fiesta al día siguiente: la fiesta mayor del lugar.
»En los bancos del presbiterio de la iglesia, todo el Cabildo Municipal, presidido por el alcalde. La única nave del templo, llena de feligreses.
»Al salir el Cura de la sacristía para ir a celebrar el Santo Sacrificio, columbró debajo del púlpito a los cuatro que le desvalijaron, y al instante le sugirió una idea feliz.
»Dió comienzo la misa, y al Prefacio, en vez de las palabras de ritual, entonó lo siguiente, que transcribimos en idioma valenciano para que no pierda lo más mínimo del sabor popular:

«Venint de Tarrós (1)
i anant a Riola
me robaren quaranta onces
i una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diria jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.

»Y con la presente poesía, o lo que sea, pues de esta guisa tan destartalada ha llegado a nosotros, entonada con música del Prefacio, da fin al cuento que, según nosotros, conoció Cervantes e hizo de él una ligera referencia en su «Quijote», aludiendo a su primitiva forma romancesca.
«Desearíamos que esta nuestra opinión modestísima, pero levantada sobre un recio pedestal como es el de la tradición, llegase a convencer al eximio investigador de la «sabiduría popular», D. Francisco Rodríguez Marín, pues ello nos sería grato, no tanto por nuestra satisfacción personal, como por servir en algo con este aportamiento a los trabajos de nuestro buen amigo, el Sr. Martínez y Martínez, en orden a las relaciones de Cervantes con nuestra querida patria valenciana.

(1) Desconocemos la existencia de este pueblo o partida. Quizás antiguamente tuviese realidad.

F. PUIG-ESPERT.»


DE CUÁNDO CERVANTES DEBIÓ (1)
APRENDER EL CUENTO
O ROMANCE DEL JURAMENTO DEL CURA.
(1) Las Provincias. - Miércoles 25 de Mayo de 1921.

Sr. D. Francisco Puig-Espert.

«Mi amigo muy distinguido: Su artículo inserto en Las Provincias del 24 de Marzo, titulado «Cervantes y Valencia», a mí dirigido, he estimado sobremanera, por lo que me honra y por la aclaración y comentario a una frase del «Don Quijote» que los maestros en cervantismo solo atisbaron, pero sin que tuviesen la fortuna de dar en el clavo, cosa no extraña, ya que el cuento es valenciano, y, por tanto, desconocido para los castellanos; pero usted, que reúne distintos aspectos en el concierto literario, inspirado poeta valenciano, ameno prosista castellano, erudito, investigador, y, sobre todo, con una gran dosis de observación y mayor amor al trabajo, cosas estas últimas que nuestro enervador ambiente no deja que abunde entre el elemento joven, y aún hace mezquinear un tanto en el maduro, lo ha atisbado muy bien.
»El resultado del trabajo de la tarea del folklorista, poco comprendida por la generalidad entre nosotros, lo ha obtenido usted, ya que, al recoger un cuento popular de nuestra tierra, le ha dado explicación de las frases socarronas del rapabarbas del lugar de la Mancha, de cuyo nombre no se quiso acordar Cervantes, cuando aquél, con el muy simpático cura, sacerdote de ecuanimidad
admirable, le quieren tomar al zarandeado caballero de la Triste Figura el pulso moral de su averiada mollera, y se encuentran con que Alonso Quijano el Bueno continúa siendo Don Quijote de la Mancha; indudablemente conocía nuestro cuento el tal de Saavedra, y a él aludió por boca del Barbero, cuando éste daba palabra de no revelar el secreto de lo que oyere ni a Rey ni a Roque, ni a hombre terrenal; juramento que aprendí del romance del Cura, que en el Prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las doblas y la mula la andariega (1); ahora bien, que con variantes, cosa no extraña, ya que en la actualidad yo le conozco con alguna también, aunque insignificante, como
ocurre en algún pueblo de la provincia de Castellón, según adelante veremos. He podido observar en mi rebusca folklórica que el pueblo tiene tendencia a hacer suyos los cuentos que llegan a él, por lo que sin duda los adapta a sus localidades y aun al carácter de sus gentes, y hasta las instituciones que le son más familiares y potestades más conocidas son transformadas; así vemos que lo que en siglos anteriores fué el Rey en la Ribera de Valencia, de seguro es el alcalde y regidores; en la Plana subsiste aquél; en cambio, en la Marina de Alicante nombran con el genérico de la Justicia; en estos países son tres los bandoleros, a los que atisba baix de la trona el ladino sacerdote al volverse a decir Dominus vobiscum durante la misa; esto apuntamos para que no choque la variante del Rey
por otras autoridades, cosa nada extraña al cabo de tres siglos; a mayor abundamiento, cuando desde que lo oyó contar Cervantes hasta que lo escribió, transcurrieron muchos años y más acaecimientos, en su mayoría desdichados, de esos que contristan el ánimo y apenan la vida, haciendo a ésta carga pesada, o, por lo menos, poco estimable.

(1) Segunda parte del «Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha», por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte... En Bruselas, 1616, página 4.

»Este vuestro bien forjado artículo leí en Altea, siendo un recreo más de los allí gozados: al regreso a esta ciudad, admirada por Cervantes, al tratar de colocarlo en su correspondiente sitio en la enciclopedia cervanto-valenciana, me encontré con lo que yo no guardaba memoria, con lo que había olvidado, de tal modo, que me vino de nuevas (esta pícara memoria me hace unas jugarretas a lo mejor), con un artículo que mi buen amigo el malogrado D. J. Luis Martín Mengod publicó en Diario de Valencia el 26 de Julio de 1915, en el que dice: «Siempre que leo la gran obra de Cervantes, fijo mi atención en una frase que me recuerda un cuento valenciano que aprendí en mi niñez, y que no he olvidado nunca. La referencia es precisa y terminante. Cervantes conocía el
cuento, aunque no en nuestra lengua, sino en castellano, y no en prosa, sino en verso, porque bien claro dice que se trata de un romance.» Relata el cuento después, diciendo que «...A un cura le robaron, en el trayecto de Valencia a Catarroja, la mula en que caminaba y cien duros que llevaba en los bolsillos, amenazándole el ladrón con grandes males si decía a cualquier hombre o mujer el
delito que había cometido.» A poco, el sacerdote, celebrando misa ante el Rey, en Valencia, al llegar al Orate frates ve al ladrón, de pie, debajo del púlpito, y al prefacio, en vez de las pertinentes palabras, canta:

«Anant de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent duros
y una mula rocha:
me digueren que no ho diguera
a ningún home ni a ninguna dona.
y agarren al lladre,
que está baix la trona

«Termina el curioso artículo invitando a que si hubiese alguna persona que íntegro lo conociera, lo publicase, llamamiento que no se hizo en vano, ya que en el número del indicado periódico del día 29 del supradicho mes y año se publicó una carta, firmada por Un villarrealense, en la que se repite el cuento de referencia, con la variante de que el dinero son cien doblones (lo que es más valenciano que los duros), y los ladrones tres, siendo lo cantado en la solemnidad del prefacio algo diferente del anterior; dice así:

«Un día, anant de camí,
de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no ho había de dir
a ningún home ni dona.
»A vos. Pare Etern, ho dich,
que no sou home ni dona,
pera qu' els feu agarrar,
que son els de baix de la trona.»

A esta carta seguía otra de D. Manuel Bellido Rubert, en la que escribe: «El romance es así:
>>Verum dignum et justum est...

»Al pasar per Catarrocha
me ixqueren sinch lladres,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona que portaba.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no eu tenía que dir
a ningún home ni dona.
»Vos ho dich a vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona;
¡agarreu a eixos lladres,
qu' están baix de la trona!...»

<<Y a continuación dice: «Yo lo aprendí en dialecto castellonense, y cambiada la población de Catarrocha por la de Malet, de esta provincia....» menos mal, que confiesa la traición hecha al cuento de su país.
»En el mío, los dineros son cien florines (1), y solo recuerdan los últimos versos del prefacio, que dicen:

A vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona,
vos dich, que 'ls lladres
que m' han robat,
son els tres qu' están
baix de la trona.»

»Y ya, puesto que he transcrito las cuatro versiones que se acaban de ver, copiaré la de usted, que, a fuer de verídico, he de decir que no es de las que menos me gustan, por el mucho sabor que tiene. Decía en su artículo así:

«Venint de Tarrós,
anant a Riola,
me rebaren quaranta onses
y una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diría jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.»

(1) El florinet es una monedita de oro cuyo valor era el de catorce reales valencianos, o sean veintiocho sueldos, actualmente cinco pesetas veinticinco céntimos.

»Como muy bien afirma usted, ningún comentarista de la magna obra de Cervantes conocía el repetido romance valenciano, ya que, mientras no nos prueben lo contrario, afirmaremos que jamás existió en castellano, y paladinamente, y con su natural gracejo, el Patriarca de los cervantistas, D. Francisco Rodríguez Marín, en su primera edición del «Don Quijote», confiesa el desconocimiento del cuento; pero vino la segunda, en el año 1916, con variaciones de la parte externa, crecimiento de notas y aumento de comentarios, y ya transcribió nuestro buen amigo y maestro escuetamente el mentado artículo de Martín Mengod, que le remitió, según dice, un fraile francisco, lo que ha poco hemos podido comprobar, en la repetida segunda edición, que es una de las muchas que, por desgracia, no enriquecen nuestra colección; suponemos que al publicar la tercera edición del «Don Quijote» nuestro D. Francisco, acompañado esta vez por el notable dibujante Ricardo Marín, que por cierto tiene algún dibujo asaz chocante por ciertos descuidos, o mejor impremeditaciones, supongo habrá reproducido el cuento insertado en Diario de Valencia. Es edición ésta de la que sólo han podido percanzar ejemplares potentados y magnates, por su precio fabuloso para un libro moderno, así que solo le conocemos de vista, por haber figurado en la exposición que en ésta nuestra ciudad se hizo por la feria del año 18, de los dibujos originales del dicho señor Marín.
»Pero todo esto, mi trabajador amigo Puig, en concepto mío, no hace desmerecer un ápice su trabajo, ya que usted, al dar la explicación al pasaje del primer capítulo de la incomensurable segunda parte del «Ingenioso Hidalgo de Cervantes», lo hacía por su propia y espontánea observación, desconociendo, bien me consta, lo publicado sobre la materia, así que su descubrimiento por tal puede pasar, a mayor abundamiento, habiéndolo presentado de tan galano modo.»
Al llegar a este punto de nuestra carta, no podemos continuar sin transcribir las nuevas variantes o versiones que conocemos del repetido cuento: es una la que nos proporcionó espontáneamente nuestro buen amigo el investigador y escritor D. José Rodrigo Pertegás, que la oyó en su niñez a un maestro de primeras letras en esta ciudad de Valencia llamado D. Timoteo Corella, natural de la Vall de Almonacid (Castellón de la Plana), que había vivido en pueblos de la provincia de Alicante; dice así:

«Anant de Elda a Novelda
me ixqueren unos lladrones
me furtaren els diners
y una burreta senyores.
»Me feren jurar per Deu
no hu digues a home ni a dona
a vos he hu dich Pare Etern
que no sou home ni dona.
»Li digau a Toni Ten
que agarre a eixos dos lladres
que hi ha ahi baix de la tròna.» / la tilde parece estar justo perpendicular, ni ò ni ó /

A mitad del mes de Diciembre del próximo pasado año, nos dirigimos al simpático amigo el Catedrático de la Universidad de Barcelona Dr. Carreras y Artau, fundador del Arxiu d' Etnografía i Folklore de Catalunya, en demanda de noticias referentes al cuento que nos viene ocupando y recibimos la siguienre nota:

«Una vegada diu qu'era un Retor que celebrava l'Ofici de Pascua, y la majordona no s'havía recordat de preguntarli abans com volía'l cabrit per dinar y com que passava l'hora de còurel, ella que se'n va a la Iglesia ab lo cabrit a les mans. Lo Senyor Rector ell que al Dominus vobiscum se la vèu, y pensantse desseguida'l perqué hi anava, aixís que va a ser a cantar lo Prefaci hi va dir ab lo mateix tò, que poca gent se'n va adonar, diu:

» - Dona nostra, dona nostra
vos que del cabrit feu mostra
mitx rustit y mitx bullit
cap y peus a la cassola...
per Christum Dominum nostrum - .

>>Y vet'aqui que allavores la majordana, sabent com havia de fer lo cabrit, se'n va tornar tota cofoya (1). (Recullit a Esparraguera).
»Hi ha una altra rondalla, que's podría dir variant d'aqvesta, en la que un Rector, á qui havian robat la mula fentli jurar que no ho diría á cap home ni á cap dona, un diumenge que mentres deya l'Ofici va veure'ls lladres sota la trona, 'ls descubreis, sense fallar á la promesa, cantant per Prefaci:

» - Anant jo de camí - vers Vall-Prahona
Los lladres me van robar - la mula roja,
y me feren jurar - sus ma corona
que no ho podía dir - á cap home ni á cap dona.
Y a Vos Pare Etern vos ho dich - putx no sou home ni dona:
agafeu-los, Joan Blanch - que s'estan sota la trona,
y, per que'ls coneguen millor - porten camisola groga. / com los llassos de los pancatalanistes /
Per Christum Dominum nostrum.
(Massanet de Cabrenys). »

Tenemos noticia de otra imitación en un convento de regulares franciscos, pero como al darnos la noticia se nos dijo que con anterioridad se le había contado la anécdota a nuestro amigo el Patriarca de los cervantistas D. Francisco Rodríguez Marín, el que pensaba aprovecharla, hacemos mutis para que él sea el que la dé a conocer a los aficionados al folklore y a las cosas cervánticas, ya que en ambos estudios es maestro consumado.

«(1) (Pau Bertran y Bros: Rondallistica, rondalla n.°23 «Lo Cabrit de Pàscua».
(Vol. dels Jochs Florals de 1888, págs. 252-255 de Barcelona.)
Fon publicada desprès en la tirada apart que's feu d'aqvest treball. (Barcelona, Estampa de la Renaixensa, 1888, un fascicle de 106 págs. in 4.°.)
La del «Cabrit de Pasqva» es troba també en <El Rondallari Catalá d'En Pau Bertran y Bros», publicat per R. Miqvel y Planas, 1909. Pág. 306. >

Ahora, lector, reanudaremos la interrumpida epístola que decía así:

«Y vamos con el epígrafe que rotula esta carta, con lo que intentaremos demostrar que el tal de Saavedra conocía el romance en nuestra lengua, pues aparte de no existir en castellano, le era la armoniosa parla valenciana familiar.
»De seguro que muchos se dirán: ¿Cómo Cervantes, de nación castellano, conocía el cuento valenciano y la lengua valenciana? Voy a mostrar mi pensamiento, pero advirtiendo antes que fundándome en hechos ciertos, atestiguados por documentos antiguos y fehacientes, he de abrir un ventanillo / lo finestró de José Miguel Gracia Zapater, catalanista de La Codoñera / a la imaginación y dejar que ésta vuele, aunque no soy poeta, y se retrotraiga a la décima-sexta centuria, y después de haber terminado la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros, como llama a la de Lepanto el que cobró en ella las heridas que toda la vida fueron su orgullo, por las que tuvo que ser llevado al Hospital de Mesina, en donde se curaban todos los heridos de aquella facción prodigiosa, y entrándonos por aquél ver los amigos de quienes se podía acompañar el Manco de la batalla naval.

»Documentalmente probado, se sabe que el capitán Diego de Urbina formó su compañía en Valencia, a la cual pertenecieron los hermanos Rodrigo y Miguel de Cervantes, que, naturalmente, no sólo en el camino de Valencia a Vinaroz, donde embarcaron el domingo de la Trinidad del año 1571, en la galera «Capitana», del Comendador Mayor de Castilla, para Italia, sino durante la travesía, y después, en el vagar por tierra firme, fueron los de Saavedra compañeros de los valencianos, y no podían menos de ser también amigos, ya que el constante trato en una navegación, y la camaradería por pueblos, en hosterías, y tal vez en aventuras propias de la soldadesca de aquellos tiempos, no sólo aproxima a los individuos, si que estrecha las amistades; así, pues, no dudo en asegurar el que el valenciano Juan Bautista Villanueva, aparte de otros soldados de la compañía de Urbina, camarada de Miguel de Cervantes, fué además su amigo, lazo que indudablemente se estrechó en el Hospital de Mesina, en el que los dos ingresaron, después de la batalla de Lepanto, a curarse de las heridas que se granjearon en aquella función, defendiendo cada uno su puesto en la galera «Marquesa», de Juan Andrés Doria, que formaba parte de la escuadra del veneciano general Agustín Barbarico, nave ésta que fué muy combatida, hasta el extremo que los turcos mataron más de cuarenta hombres de su dotación, cayendo herido Miguel de Cervantes de un arcabuzazo en la mano izquierda, estando defendiendo el esquife, y el Villanueva, de una flecha, en la espalda, junto a la proa, punto que defendió durante toda la gran batería con un arcabuz; y qué cosa más natural, que, si durante el período álgido de la calentura no, en la larga convalecencia se buscasen los dos camaradas, ya que las mismas desgracias tanto aunan, y se entretuviesen en mutuas confidencias, en contarse las cosas de sus familias, las particulares de sus casas, las tradiciones de sus pueblos; en estos momentos oigo /. hay un punto aquí / yo, al Villanueva, hablando en valenciano, narrar cosas de esta tierra para entretener el tedio, y entre ellas, el cuento o romance del cura de la mula de pas molt acaminadora y los ladrones. Y no le extrañe al buen amigo el que en lengua valenciana le hablase el de esta tierra al de Alcalá, ya que ésta le era bien conocida, como adelante los años demostró, para lo que tenía sus motivos, el más poderoso la constante comunicación con sus camaradas de la compañía mentada,
perteneciente al tercio del valenciano D. Miguel de Moncada, compuesta casi en su totalidad por valencianos, en la que permanecieron los dos camaradas hasta que fué reformada, amén del privilegiado talento del futuro autor del «Don Quijote», que le hacía fácil todas las cosas, a más el gran espíritu observador de que gozó, que no dejaba que se le escapase detalle, avalorado con la buena costumbre de recoger y leer lodo papel escrito que se le ponía por delante.
»Por cierto que, como en otra ocasión manifestamos, los dos soldados se separaron en momento bien triste para el de Saavedra, y fué en el desgraciado en que la escuadra de galeotas de Amante Mami se apoderó de la galera «El Sol», en la que los dos hermanos, Rodrigo y Miguel, venían, y fueron hechos esclavos, y al revés, el Juan Bautista Villanueva, que con los otros había embarcado en Nápoles para España, aportó en ésta, por haber llegado a tiempo, el socorro a la galera, de la que, sin duda, el valenciano no había sido transbordado, como los dos Cervantes.

»Y como para dar gracias por su delicadeza en honrarme con la dedicatoria de su bonito artículo y oportuna aclaración a un pasaje del «Don Quijote», es ya demasiado larga esta epístola, corto el hilo, pues a mí, en estos achaques cervanto-valencianos me ocurre lo que a Sancho con los refranes, que se le enzarzan como las cerezas, que en tirando de una, allá van les atres en pomell, que es más bonito y propio que en sarta. Pero no finalizaré sin decirle que estoy encantado de que usted haya entrado en el campo cervántico (y con tan buen pie), en el que mucho queda por hacer aún, y que para mí es grande honor el poder formar escuela, siquiera sea por el displicente derecho de los años; así, pues, mi joven amigo, no le coarte el temor a provocar mis iras, pues ha producido sentimientos contrarios, acrecentando el añejo afecto que le profesaba su muy amigo
F. MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ.

Mayo de 1921.

ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE FOLLETO A LOS XIII DÍAS DEL  MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE  LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS  DESAMPARADOS, PATRONA DE LA INSIGNE  CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-  BLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DEL  HIJO DE FRANCISCO VIVES  MORA, CALLE DE  HERNÁN CORTÉS,  NÚMERO 8   L. + D.

ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE FOLLETO A LOS XIII DÍAS DEL
MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE
LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS
DESAMPARADOS, PATRONA DE LA INSIGNE
CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-
BLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DEL
HIJO DE FRANCISCO VIVES
MORA, CALLE DE
HERNÁN CORTÉS,
NÚMERO 8

L. + D.


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Homenage al Compte de Lumiares. Obra de tèrra saguntina (barro saguntino). Agotada.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Primera tanda.
Discurs en l'acte lliterari-musical celebrat el día XIX de Febrer del any MCMXIV en la Acadèmia Valencianista.
Las joyas de Isabel la Católica no sirvieron para el descubrimiento de América. Segunda edición.
Martín Juan de Galba; coautor de Tirant lo Blanch.
Melchor Valenciano de Mendiolaza, jurado de Valencia, procurador de Miguel de Cervantes Saavedra, Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, y general de la Duquesa de Villa-Hermosa. Notas biográficas.
San Francisco, Cervantes y Valencia. Discurso leído en el acto literario-musical en honor de Miguel de Cervantes, por la V. O. T. Franciscana el 24 de Noviembre de 1916.
Algo de Bibliografía Valenciano-Vicentista.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Segona tanda.
Don Guillén de Castro no pudo ser el falso Alonso Fernández de Avellaneda.

BIBLIOTECA CERVANTINA DE AUTORES VALENCIANOS.

El Curioso impertinente. Comedia en tres jornadas y en verso de D. Guillén de Castro.  https://es.wikipedia.org/wiki/El_curioso_impertinente
Falla del Tros-Alt: Don Quijote y Sancho Panza.
La última aventura de Don Quijote. Falla de la calle de Ruzafa. 
http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/impresion.cmd?path=1007174&posicion=69&destino=..%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.cmd%3Fposicion%3D69%26path%3D1007174%26presentacion%3Dpagina%26idBusqueda%3D1527Juan Antonio Mayans y Siscar y Juan Antonio Pellicer y Saforcada; Cartas Cervantinas.
En Joseph Bodríay Roig. De Don Quixot a Cervantes, Goig.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

JORNADA SÉPTIMA. NOVELA NOVENA.

JORNADA SÉPTIMA. NOVELA NOVENA.

Lidia, dona de Nicostrato, vol a Pirro. Este, per a pugué créurela, li demane tres coses y ella les fa totes, y ademés de aixó, en presénsia de Nicostrato se revolque en Pirro, y a Nicostrato li fa creure que no es verdat lo que ha vist.

Tan los habíe agradat la história de Neifile que no podíen dixá de enríuressen ni de parlá de ella, y encara que lo rey moltes vegades los haguere ordenat silénsio. Habénli manat a Pánfilo que contare la seua, después de que callare la juventut, aixina va escomensá:
No crec yo, reverendes siñores, que ñague res, per serio y perillós que sigue, que no se atrevixque a féu qui en ardó vol. Aixó, encara que haigue sigut probat en moltes históries, yo probaré de contáton una, y escoltaréu com una Siñora va tindre mol mes favorable la fortuna que sensato lo coneiximén. Y per naixó no aconsellaría a dingú que les patades de la que tos parlaré se arriesgo a seguí, perque no sempre la fortuna está disposada de un modo, ni tots los hómens del món se poden burlá tan fássilmen.

A Argos, siudat antiguíssima de Acaya, mol mes famosa per los seus antics reys que per la seua grandesa, va ñabé un home noble de nom Nicostrato, que ya prop de la vellea la fortuna li va doná per dona a una gran Siñora, mol hermosa y tirada cap abán, que se díe Lidia. Teníe este home, que ere noble y ric, mols criats, gossos y falcóns de cassa, y li enchisáe la cassera. Teníe entre los seus atres doméstics un jovenet cortés, adornat, mol majo de cos, y en ma dreta per a consevol cosa que haguere volgut fé, de nom Pirro, al que Nicostrato mes que a cap atre volíe, y mol se fiabe de ell. De éste, Lidia se va enamorá en molta passió, tanta que ni de día ni de nit podíe tíndre lo pensamén a datra part mes que en ell; y de este amor, o Pirro no sen acatáe o igual no u volíe, aixina que no sen preocupabe gens. De aixó la Siñora portáe al ánimo un doló intolerable; del tot disposada a félay sabé, va quirdá a una camarera seua, de nom Lusca, de la que sen fiáe mol, y li va di assó: - Lusca, los benefissis que has ressibit de mí te han de fé obedienta y fiel, y per naixó has de tindre cuidado en lo que ara te diré, que cap persona u séntigue may, mes que aquell a qui yo te mana. Com veus, Lusca, yo soc una dona jove y fresca, y plena de totes les coses que consevol pot dessichá, y en ressumen, exepte de una cosa, no puc queixám; y ésta cosa es que los añs del meu home són massa si se comparen en los meus, aixina que de alló de lo que les dones joves mes disfruten vic poc contenta; y sin embargo, dessichánu com les atres, fa mol tems que vach dessidí no voldre (si la fortuna me ha sigut poc amiga al donám un home tan agüelo) sé yo enemiga de mí mateixa, y sabré trobá la manera de conseguí lo que vull. Hay pensat que esta falta la podría arreglá als brassos de Pirro, com que mes digne de aixó es que cap atre, y hay ficat en ell tan amor que may me trobo be, mes que cuan lo vech o penso en ell; si no me ajunto en ell pronte, sértamen crec que me moriré. Y per naixó, si la meua vida te es volguda, per lo michá que milló te paregue li significarás lo meu amor y tamé li rogarás de la meua part que vullgue víndre a mí cuan tú vaigues a buscál.

La camarera va di que u faríe de bona gana, y cuan li van pareixe lo tems y lloch oportuns, emportánse a Pirro apart, lo milló que va sabé, li va doná la embaixada de la seua Siñora. Sentín aixó, Pirro se va extrañá mol, perque no sen habíe acatat de res, y se li va ficá la mosca detrás de la orella, pensán que la Siñora vullguere probál, per lo que va contestá enseguida:

- Lusca, no me puc creure que estes paraules vinguen de la meua Siñora, y per naixó has de tindre cuidadet en lo que dius; si vingueren de ella, no crec que siguere en ánim de cumplíles, pero si les diguere en serio, lo meu siñó me honre mes de lo que me mereixco, no li faría esta traissió, per la meua vida, y tú cúidaten de no parlám de estes coses. Lusca, sense assustás per les seues dures paraules, li va di:

- Pirro, de éstes y de consevol atra cosa que la Siñora me mano te parlaré tantes vegades com ella meu encomano, te agrado o te molesto. Y enfadada, en les paraules de Pirro sen va entorná cap a la Siñora, la que, al sentíles va dessichá morís; y después de algúns díes va torná a parláli a la camarera:

- Lusca, saps que a la primera destralada no cau la carrasca; per lo que me pareix que has de torná an aquell que tan leal li vol sé al seu Siñó, en perjuissi meu, y cuan trobos lo tems convinén, amóstrali lo meu ardó y fésu com pugues, pero que la cosa tingue efecte, perque si no se pot conseguí, yo me moriré y ell se creuríe que habíe sigut per probál; y de lo que busquem, que es lo seu amor, se seguiríe lo odio. La camarera va consolá a la Siñora y, buscán a Pirro, lo va trobá alegre y ben disposat, y aixina li va di: - Pirro, yo te vach mostrá fa pocs díes en quín gran foc la teua Siñora y meua está per l´amor que te té, y ara un atra vegada te u hay de repetí, que si tú continúes tan du com lo atre día, ella viurá poc tems; per lo que te rogo que vullgues consolála en lo seu dessich; y si te emperres en dí que no, encara que yo te tenía per sabut, te tindré per un saboc.
¿Quína glória mes gran que una Siñora com ella, tan guapa, tan noble, tan rica, te vullgue sobre totes les coses? Ademés de aixó, ¡cuán obligat te has de sentí a la fortuna, pensán que te ha ficat dabán tal oportunidat, mol apropiada per a la teua juventut, y encara refugi per a les teues nessessidats! ¿A quí coneixes paregut a tú que estigue milló del que tú podríes está, si u penses be? ¿Quín atre trobarás que tingue armes, caballs, robes y dinés, y pugue está com tú estarás, si vols consedíli lo teu amor? Obri, pos, lo pensamén a les meues paraules, y recorda que sol una vegada te passará, que la fortuna vingue a trobát en cara alegre y en los brassos uberts. Si ara no la saps ressibí, al trobát después pobre y pidolán, de tú mateix y no de ella te haurás de queixá. Y ademés de aixó, no se té que tindre la mateixa lealtat entre los criats y los Siñós que entre amics y paréns; tal los tenen que tratá los del servissi com an ells los traten. ¿Esperes tú, si tingueres una dona guapa, o mare, o filla, o germana, que li agradare a Nicostrato, que ell entropessaríe en la lealtat que tú vols guardáli en la seua dona? Tonto eres si tu creus; pots está segú que si rogán y festeján no u conseguire, faríe aná la forsa. Tratem, pos, an ells y a les seues coses com ells mos traten a natros y a les nostres; agarra ara lo benefissi de la fortuna, no la apartos; ix a trobála al camí, y ressibixla cuan ve, que per sert, si no u fas, ademés de la mort que sense cap duda se seguirá de la teua Siñora, tú te arrepentirás tantes vegades que voldrás seguíla.

Pirro, que moltes vegades habíe estat donánli voltes a les paraules que Lusca li habíe dit, habíe dessidit que, si ella tornáe an ell un atra vegada, li donaríe un atra resposta, y del tot se plegaríe a complaure a la Siñora, si puguere assegurás de que no lo estáe ficán a proba; y per naixó va contestá: - Mira, Lusca, totes les coses que me dius sé que són verdat; pero yo tamé sé que lo meu siñó es mol sabut y espabilat, y com fique a la meua ma tots los seus assuntos, mol me barrunto que Lidia, en lo seu consell y voluntat faigue aixó per a probám, y per naixó, si tres coses que yo li demana vol fé per a aclarímu, lo que me demano después u faré sense chistá. Y les tres coses que vull són éstes: primera, que en presénsia de Nicostrato ella mateixa mato al seu falcó mes cassadó; segona, que me envió una treneta de la barba de Nicostrato, y, tersera, un quixal de ell, de los mes sans.

Estes coses li van pareixe mol difíssils a Lusca y a la Siñora; pero Amor, que es bon consoladó y gran mestre de consells, la va fé dessidís a féu, y per la camarera li va enviá a dí que alló que li habíe demanat u faríe, y pronte; y ademés de aixó, encara que mol listo reputabe a Nicostrato, li va di que en presénsia seua se gitaríe en Pirro y que a Nicostrato li faríe creure que no ere verdat. Pirro, pos, se va quedá a la espera de lo que faríe la noble Siñora. Ella, al cap de uns pocs díes, cuan Nicostrato donáe un gran amorsá, com acostumabe a fé assobín, an algúns gentilhomens, y habén ya alsat los mantels, vestida de vellut verd y mol adornada, eixín de la seua cámara, an aquella sala aon estáen ells va acudí, y veénla Pirro y tots los demés, sen va aná cap a la percha aon estabe lo falcó, al que Nicostrato volíe tan, y soltánlo com si lo vullguere pendre a la ma, lo va agarrá y lo va empastrá contra lo muro, matánlo. Nicostrato va cridá: «¡Ay, dona! ¿Qué has fet?», no li va contestá res, sino que giránse cap als nobles hómens que en ell habíen minjat, los va di: - Siñós, tanta vengansa me pendría de un rey que me afrentare, com u hay fet de este falcó. Hau de sabé que este muixonot me ha pres tot lo tems que se té que dedicá a la dona, durán mol tems. Apenes apunte la aurora, ya está Nicostrato eixecat y pujat a caball, en lo seu falcó a la ma, y cabalgán per los plans veénlo volá; y yo, com veéu, sola y descontenta, al catre que me hay quedat; per naixó moltes vegades hay tingut dessichos de fé lo que ara hay fet, y sol me reteníe lo tindre que féu dabán de hómens que justos jutges siguen de la meua querella, com crec que u siréu vatros. Los nobles Siñós que la escoltáen, sen enríen tots de les seues paraules, y giráen lo coll cap a Nicostrato, que estabe enfadat, y li van escomensá a di: - ¡Ah, qué be ha fet la Siñora al vengá la seu afrenta en la mort del falcó! Y en datres bromes sobre tal materia, habén ya la Siñora tornat a la seu cámara, en rissa van convertí lo cabreo de Nicostrato.

Pirro, vist aixó, se va di a sí mateix:

«Soberbio escomensamén ha donat la Siñora a los meus felisos amors: ¡Deu faigue que persevero!». Matat, pos, per Lidia lo falcó, no van passá mols díes cuan, están ella a la seua alcoba juns en Nicostrato, ell fénli cusigañes y caríssies, van escomensá a tontejá, y ell, jugán chugán, estiránla del pel, li va doná ocasió de ficá en efecte la segona cosa demanada per Pirro; y agarránlo de la barba, y rién, tan fort va estirá que li va arrancá una bona mota de pel, de lo que queixánse Nicostrato, ella va di:

- ¿Per qué tens que ficá esta cara per tráuret uns sis pelets de la barba? ¡Ara saps lo que sentía yo cuan me estirabes fa poquet dels pels!

Y aixina continuán de una paraula en atra lo joguet, la dona se va guardá los pels de la barba que li habíe arrencat, y lo mateix día los va enviá al seu amán. La tersera cosa li va fé cavilá mes a la Siñora, pero tamé (com ere espabilada y amor la fée espabilá mes) va trobá lo modo de cumplíu. Nicostrato teníe dos sagalets confiats per son pare per a que an aquella casa adeprengueren bones maneres. Estos, cuan Nicostrato minjáe, la un li talláe o trincháe y li servíe lo plat, y lo atre li escansiáe y donabe de beure. Fen cridá als dos, los va doná a entendre que los fée pudó lo aliento o alé, y los va enseñá que, cuan servigueren a Nicostrato, tiraren lo cap cap a atrás tan com pugueren, y no li digueren aixó may a dingú.

Los jovenets, creénsu, van escomensá a seguí aquelles maneres que la Siñora los habíe enseñat; ella una vegada li va preguntá a Nicostrato:

- ¿Ten has donat cuenta de lo que fan estos sagals cuan te servixen?
Va di Nicostrato: - Claro que sí, pero no hay volgut preguntá per qué u fan.
La Siñora li va di:

- No cal que u preguntos, que yo te u diré. Te u hay amagat mol tems per a no disgustát, pero ara que men dono cuenta de que datres escomensen a acatássen, ya no ting que amagátu. Aixó te passe perque la boca te put, te fa pudó, y no sé quina sirá la raó, perque aixó no solíe passá; y ésta es una cosa mol desagradable, tenín que tratá tú en gentilhomens, y per naixó se ha de vore la manera de arregláu.
Va di entonses Nicostrato:

- ¿Qué podrá sé assó? ¿Tindré algún quixal querat?
A lo que Lidia va di:

- Potsé sí.

Y portánlo cap a una finestra li va fé obrí la boca com un rap o un sirulo - siluro de Mequinensa, y después de mirá be totes les pesses, de dal, de baix, de la dreta, de la esquerra, li va di:

- Oh, Nicostrato, ¿cóm pot sé que no ten haigues acatat? Ne tens una an esta part que, per lo que me pareix, no sol está querada, mes be está tota podrida, y casi segú que si no se trau corromprá a les que están a la vora; per lo que te aconsellaría que te la arrancaren antes de que lo assunto vaigue mes abán.

Va di entonses Nicostrato:

- Ya que aixina te pareix, estic de acuerdo, que vaiguen a buscá a escape a un Maestrebarres que me la trague.
A lo que la Siñora va di: - No fará falta que per a naixó vingue cap maestre, me pareix que sense buscán cap yo mateixa te la arrencaré prou be. Y, per atra part, estos maestres són tan crueles al fé estos servissis que lo cor no me podríe patí de vóret a les mans de un extrañ; y per naixó voldría féu yo mateixa, que al menos, si te fa mol mal, yo te la soltaré incontinenti, cosa que lo destripaquixals no faríe.

Fénse, pos, portá los instruméns propis de tal faena y fen eixí de la cámara a tots menos a Lusca, se van tancá a dins y van fé gitás a Nicostrato damún de una taula. Ficánli les mordasses a la boca, y pessigán un quixal del señ, per mol fort que ell va cridá y plorá de doló, ben aguantat com estáe, la Siñora li va arrencá lo quixal. Amagánlo enseguida, y cambiánlo per un atre querat y podrit que Lidia teníe a la burchaca, an ell, casi mich mort, lay van amostrá, dién:

- Mira lo que has tingut a la boca tan tems.

Creénsu ell, encara que tan doló habíe aguantat, y encara mol se queixáe, sin embargo, después de vórel fora, li va pareixe está curat, y poc a poc se va aná reconfortán, menguán lo doló, y va eixí de la cámara.

La Siñora li va enviá al seu amán lo quixal per mich de Lusca. Este, ya segú del seu amor, se va oferí disposat a tot lo seu gust. La Siñora, dessichán assegurál mes y pareixénli cada hora mil antes de está en ell, volén cumplí lo que li habíe prometut, fen vore que estáe dolenta, están después de minjá Nicostrato visitánla, com sol estáe en ell Pirro, los va demaná, per a aliviás de les molesties, que la ajudaren a baixá hasta lo jardí. Per lo que aguantánla Nicostrato de un costat y Pirro del atre, la van arrimá al vergé, y a un planet al peu de una bona perera la van dixá. Allí, están assentats un ratet, va di la Siñora, que ya li habíe fet informá a Pirro de lo que teníe que fé: - ¡Pirro, ting gran dessich de minjám alguna de estes peres; puja a la part mes alta y avíamen unes cuantes de les mes maduretes!

Pirro, puján a la perera ágilmen, va escomensá a aviá peres cap aball, y mentres les tiráe, va di: - Ey, Siñó meu, ¿qué es assó que feu? ¿Y vosté, Siñora, cóm no teniu vergoña de féu están yo presén? ¿Se creuen que soc lo cèlio de Tortosa? Vosté estabe fa un momén mol dolenteta, ¿cóm se ha curat tan pronte per a fé estes coses? Per a fé aixó tenen moltes hermoses alcobes; ¿per qué no sen van an alguna de elles a fé estes gorrinades? Sirá mol milló que féu están yo dabán, o damún.
La Siñora, giránse cap al home, va di:

- ¿Qué diu este Pirro? ¿Alusine?

Va di entonses Pirro:

- No alusino, no, Siñora; ¿no se creuen lo que vech?

Nicostrato se extrañáe mol, y va di:

- Pirro, verdaderamen crec que ensomies truites.

A lo que Pirro va contestá:

- Siñó meu, yo no ensomio res, y vosté tampoc ensomie; vosté se meneje tan que si aixina se menejare esta perera, no ne quedaríe cap a dal, la solada siríe grossa.

Va di la Siñora entonses:

- ¿Qué pot sé aixó? ¿Podríe sé que li pareguere verdat lo que diu? Si yo estiguera sana, pujaría a la perera, a dal de tot, per a vore quínes maravilles són eixes que diu que veu.

Pero Pirro, a la punta de la perera, parlabe y continuabe lo discurs, aixina que Nicostrato li va di: - Baixa aquí.

Y ell va baixá; y li va di:

- ¿Pero qué dius que veus?

Va di Pirro:

- Crec que me teníu per sompo o alelat. Yo los veía als dos, vosté damún de la vostra dona, ya que ting que díu; y después, al aná baixán, los hay vist eixecás y ficás com ara están, assentats.
- De verdat - va di Nicostrato -, tens que está alusinán per lo que dius, no mos ham mogut gens desde que vas pujá a la perera, estáem tot lo rato com tú mos veus.

A lo que va di Pirro:

- ¿Per qué hauríem de discutí? Yo tos hay vist la un damún del atra.
Nicostrato se extrañáe mes a cada momén, tan que va di: - ¡Vull vore si eixa perera está encantada y si qui está ahí dal veu maravilles! Y se va empiná soca amún; y cuan ya estáe a dal de tot, la seua dona y Pirro van escomensá a refregás an terra.
Veén aixó Nicostrato, va escomensá a quirdá:

- ¡Ay, dona roína! ¿Qué estás fen? ¿Y tú, Pirro, de qui yo mes men fiaba? Y dién aixó va escomensá a baixá de la perera. La Siñora y Pirro díen: - Estem aquí assentadets.

Y al vórel baixá se van alsá y se van assentá de la mateixa guisa que ell los habíe dixat. Al arribá a baix Nicostrato y vórels aon los habíe dixat, va escomensá a insultáls.
Y Pirro li díe:

- Nicostrato, ara men dono cuenta de que, com vos díeu antes, vach vore coses engañoses mentres estaba damún de la perera; y u vech cla perque a vosté li ha passat lo mateix. Y que yo dic la verdat no tos u pot demostrá res mes que lo señ, y pensá per qué la vostra dona, que es honestíssima y mes prudén que cap, si vullguere engañátos, u faríe dabán dels vostres ulls. Res vull di de mí, que primé me dixaría fé a cuarts que pensá en assó, no ya féu en presénsia vostra. Per lo que la raó de estes visións han de vindre de la perera, perque res del món me haguere fet creure que vos no estáeu aquí baix refregántos en la vostra dona si no haguera sentit de vosté mateix que li ha paregut que yo u faia, que ni may u faría, ni u pensaría. La Siñora, que tota enfadada se habíe eixecat, va escomensá a di: - Mala ventura tingues si me tens per tan poc sensata que, si vullguera arribá an estes miseries que tú dius habé vist les faiguera dabán dels teus ulls. Pots está segú de aixó, si alguna vegada lo dessich me vinguere, no me vindríe aquí, sino que me voría capás de féu de amagatóns a una de les nostres alcobes, de guisa o manera que tú may ten enterares. Nicostrato, al que verdat li pareixíe lo que díen la un y l´atra, que dabán de ell no hagueren fet lo que habíe vist, dixán les paraules y los renecs sobre aquell assunto, va escomensá a raoná sobre lo extrañ del fet y del milacre de la vista que aixina cambiabe a qui pujáe a la perera. Pero la Siñora, que de la opinió que Nicostrato mostrabe habé tingut de ella estáe enfurruñada, va di: - Esta perera no ne fará datra, ni a mí ni a cap atra dona, de estes deshonres, si yo puc; y per naixó, Pirro, ves y busca una destral y en dos asclades tállala, y véngamos als dos, encara que mol milló siríe fótreli en lo cas de la estral al cap de Nicostrato, que sense cap considerassió tan pronte se ha dixat segá los ulls de la inteligénsia; que, encara que als dos que tens a la cara los pareguere lo que dius, per res habíes de creure lo que la teua men te presentáe. Pirro, a escape, va aná a buscá una destral y va tallá la perera a ran de soca, y cuan la Siñora la va vore an terra, li va di a Nicostrato: - Pos com ya vec abatut al enemic de la meua honestidat, la meua ira se ha acabat. Y a Nicostrato, que lay demanáe, benignamen lo va perdoná, manánli que no se li ocurriguere pensá may mes de aquella manera, que mes que an ella lo volíe. Aixina, lo pobret home cornut, juns en ella y en lo seu amán sen van torná cap a la casa, y allí, después, moltes vegades Pirro de Lidia y ella de ell, en mes calma van chalá tot lo que van vullgué.
Deu mos u dono a natros.

martes, 25 de agosto de 2020

JORNADA SÉPTIMA. NOVELA SEGONA.

JORNADA SÉPTIMA. NOVELA SEGONA.

Peronellaembutix al seu amán a una engerra al torná lo seu home a casa; habén venut lo home esta engerra de fang (o tinalla), ella li diu que ya la habíe venut ella a un home que está a dins mirán si está sansera y sense bades; eixín este, fa que lo home la llimpio y después se la emporte a casa seua.

En grandíssima rissa va sé escoltada la história de Emilia, y la orassió va sé alabada com a bona y santa per tots. Va maná lo rey a Filostrato que continuare, y ell va escomensá: caríssimes siñores meues, són tantes les burles que los hómens tos fan, y espessialmén los marits, que cuan alguna vegada passe que alguna al home lay fa, no sol hauríeu de está contentes de que alló haigue passat, y de enterátos per sentílay an algú, sino que hauríeu vatres mateixes de aná contánu per tot arreu, per a que los hómens sápiguen que si ells ne saben, les dones per la seua part, tamé; lo que es mol útil, perque cuan algú sap que l´atre sap, no se atrevix a engañálfássilmen. ¿Quí dude, pos, que lo que avui direm sobre esta materia, sén conegut per los hómens, no siríe grandíssima ocasió de que se refrenon en burlátos, sabén que vatres, si voléu, sabríeu burláls an ells? Es, pos, la meua intensió contátos lo que una joveneta, encara que de baixa condissió, va fé per a salvás.

No fa mol tems que un pobre home, a Nápoles, va pendre per dona a una hermosa y atractiva joveneta de nom Peronella (Petronila); y ell en lo seu ofissi, que ere obré, y ella filán y cusín, guañáen mol poc, y gobernáen la vida com milló podíen. Va passá que un jove galán, veén un día an esta Peronella y agradánli mol, se va enamorá de ella, y tan de una manera y datra la va marechá que va arribá a intimá en ella. Y per a está juns van quedá que, com lo seu home se eixecáe pronte tots los matins per a aná a treballá o a buscá traball, que lo jove se estiguere a un puesto de aon lo veiguere eixí; y sén lo barri aon estabe, que se diu Avorio, mol solitari, una vegada eixit ell, éste entrare a casa; y aixina u van fé moltes vegades. Pero va passá un matí que, habén eixit lo bon home, y Giannello Scrignario, que aixina se díe lo jove, entrat a la casa y están en Peronella, después de un rato (normalmen en tot lo día no tornáe) a casa sen va entorná, y trobánse la porta tancada per dins, va cridá, y se va escomensá a dís: - Oh, Deu, alabat sigues sempre, que, encara que me haigues fet pobre, al menos me has consolat en una bona y honesta jove per dona. Enseguida ha tancat la porta per dins, en cuan yo men hay anat, per a que dingú pugue entrá aquí a molestála.

Peronella, sentín al home, y coneixénli la veu, va di: - ¡Ay! Giannelo meu, morta soc, que aquí está lo meu home, que ha tornat, y no sé qué vol di aixó, que may ha tornat an esta hora; potsé te ha vist cuan entrabes. Pero per amor de Deu, sigue com sigue, fícat an eixa tinalla o engerra que veus ahí y yo aniré a obríli, y veigám qué signifique este torná tan pronte a casa.

Giannello rápidamen va saltá a dins de la tinalla, y Peronella, anán a la porta, li va obrí al seu home, y en mala cara li va di:

- ¿Pos quína novedat es ésta que tan pronte tornes a casa este matí? Me pareix que avui no vols pegá golpe, que te vech torná en les ferramentes a la ma; y si aixó fas, ¿de qué viurem? ¿De aón traurem lo pa? ¿Creus que permitiré que me empeños la meua roba, que no fach mes que día y nit filá y cusí, tan que ting la carn desapegada de les ungles, per a pugué per lo menos tíndre oli en lo que ensendre lo nostre cresol? Home, no ña cap veína que no se maravillo y que no sen burlo de mí en tanta faena y tot lo que hay de aguantá; y tú me tornes a casa en les mans penján, cuan hauríes de está a la faena.

Y dit aixó, va escomensá a gemegá y va torná a di:

- ¡Ay! ¡Triste de mí, qué desgrassiada que soc! ¡En mala hora vach naixe! Vach vindre aquí, cuan haguera pogut tíndre un jove de possisió y no vach volé, y tíndre que acabá en este, que no pense quí se va emportá a casa. Les demés se divertixen en los seus amáns, y no ña cap que no ne tingue o dos o tres, y chalán, y li amostren al home la lluna per lo sol; y yo, ¡miserable de mí!, com soc bona y no me ocupo de estes coses, només ting mals y mala ventura. No sé per qué no preng algún amán, com fan les atres. Enténu be, home meu, que si vullguera obrá mal, be trobaría en quí, que ne ñan de ben colocats que me volen y me festegen, y me han enviat propostes de mols dinés, o si vull roba o joyes, y may me u ha dixat fé lo cor, perque soc filla de ma mare; ¡y tú me tornes a casa cuan tindríes que está al tall!

Va di lo home:

- ¡Bah, dona!, no te enfados, per Deu; has de creure que te conec y sé quí eres. Men hay anat a treballá, pero se veu que tampoc u saps, avui es lo día de San Caleone y no se treballe, y per naixó men hay entornat tan pronte cap a casa; pero no hay dixat de buscá y trobá lo modo de que avui tingam pa per a un mes, que hay venut an este que veus aquí detrás de mí la engerra, que saps que ya fa tems que mos fa nosa a casa: ¡y me done sing monedes de plata!

Va di entonses Peronella:

- Y tot aixó es ocasió del meu doló: tú que eres un home y vas per ahí y hauríes de sabé les coses del món, has venut una tinalla per sing monedes, cuan yo, pobra dona, no habíes apenes eixit de casa cuan, veén lo que estorbabe, lay hay venut per set a un bon home que, ara mateix, está a dins mirán si no está badada o esbadocada.

Cuan lo home va sentí aixó se va ficá mol contén, y li va di al que habíe vingut en ell per a péndrela: - Bon home, vésten en Deu, que ya sens que la meua dona la ha venut per sat cuan tú no men dones mes que sing.

Lo bon home va di: - ¡Sigue en bona hora! Y sen va aná.

Giannello, que estabe en les orelles tiesses per a vore si de algo teníe que preocupás o protegís, sentides les explicassións de Peronella, rápidamen va eixí de la tinalla; y com si no haguere sentit res de la tornada del home, va escomensá a di:

- ¿Aón estéu, bona dona?

A lo que lo home, que acudíe, va di:

- Aquí estic, ¿qué vols?

Va di Giannello:

- ¿Quí es vosté? Vull parlá en la dona en la que hay fet lo trate de esta engerra.
Va di lo bon home:

- Parlo en confiansa en mí, que soc lo seu home.

Va di entonses Giannello:

- La tinalla me pareix que está sansera, pero hay vist que hau tingut a dins algo que se ha fet malbé, está tota bruta de no sé quina cosa, tan seca que no puc tráurela en les ungles, y no me la emporto si abans no la vech llimpia.

Va di Peronella entonses:

- No, per assó no se desfará lo trate; lo meu home la rascará.

Y lo home va di:

- Sí, u faré ara mateix.

Y dixán les ferramentes, va ensendre un cresol y va agarrá un sepillo, va entrá a dins y va escomensá a rascá.

Y Peronella, com si vullguere vore lo que fée, ficat lo cap a la boca de la tinalla, que no ere mol alta, y ademés de aixó un dels brassos al muscle, li va escomensá a di al seu home: - Rasca aquí, y aquí, y tamé allí... Mira que aquí ne ha quedat una miqueta.
Y mentres aixina estabe y al home enseñabe y corregíe, Giannello, que no habíe satisfet aquell matí lo seu dessich cuan va víndre lo home, veén que com volíe no podíe, se les va ingeniá en satisfél com puguere; y arrimánse an ella, que tapáe la boca de la tinalla, tal com per los amples cams los desenfrenats caballs ensesos per l´amor assalten a les yegües de Partia, va portá a efecte lo seu dessich juvenil; lo que se va completá casi al mateix pun que se va acabá de rascá la tinalla, y ell se va apartá y Peronella va traure lo cap de la engerra, y lo home va eixí fora. Per lo que Peronella li va di a Giannello:

- Agarro esta llum, bon home, y miro si está limpia com vol; y ell, mirán a dins, va di que estabe be y que estáe contén, y donánli set monedes se la va fé portá a casa seua.

jueves, 25 de febrero de 2021

JORNADA DÉSSIMA. NOVELA QUINTA.

JORNADA DÉSSIMA. NOVELA QUINTA.

Doña Dianora li demane a micer Ansaldo un jardí de giné tan majo com al mach; micer Ansaldo, comprometénse en un nigromante, lay done; lo home li consedix que faigue lo que vullgue micer Ansaldo, que, escoltada la generosidat del home, la libere de la promesa y lo nigromante, sense voldre res de lo seu, libere de la seua a micer Ansaldo.

Per tots los de la alegre compañía habíe sigut ya micer Gentile pujat al sel en sumes alabanses cuan lo rey li va maná a Emilia que continuare; ella, desenvoltamen, aixina va escomensá:

Blanes siñores, dingú dirá en raó que micer Gentile no va obrá en magnifissensia; pero di que no se pugue en mes potsé no demostro que se pot mes: lo que penso contátos en una noveleta meua.
Al Friuli, puesto alt, fret, pero mol adornat de majes montañes, mols rius y clares fons, ña una siudat que se diu Udine (Údine), a la que va viure una hermosa y noble Siñora de nom doña Dianora, casada en un gran home ric de nom Gilberto, mol amable y de bona índole; y va mereixe esta Siñora per lo seu valor sé mol volguda per un noble y gran baró que teníe per nom micer Ansaldo Gradense, home de alta condissió y en les armes y en la cortessía conegut a tot arreu. Este, volénla mol y fen tot lo que podíe pera sé volgut per nella, y assobín solissitánla en embaixades, en vano se esforsabe. Y sénli ya a la Siñora cansinesles solissituts del caballé, y veén que, encara que li negare tot lo que ell demanáe, ell no dixabe de insistí, va pensá que podríe tráuressel de damún demanánli algo extrañ y al seu juissi impossible; y a una dona que an ella acudíe moltes vegades de part dell, li va di un día aixó:

- Bona dona, tú me has afirmat moltes vegades que micer Ansaldo me vol sobre totes les coses y maravillosos dons me has oferit de part seua; regalos que vull que se quedo perque per naixó no hay de vóldrel. Si puguera está segura de que me vol tan com diéu, sense falta me entregaría an ell y faría lo que ell vullguere; y per naixó, si puguere assegurám de aixó en algo que li vach a demaná, estaría disposada a lo que me manare. Va di la bona dona: - ¿Qué es, Siñora, lo que voléu que faigue?

Va contestá la Siñora: - Lo que dessicho es aixó: vull tindre, al próxim mes de chiné, prop de esta siudat, un jardí ple de herbes verdes, flos y ábres frondosos, com si fore mach; aixó, si no u fa, que no envío ni a tú ni a dingú mes a parlám, si mes me solissite, tal com hasta ara u hay tingut amagat al meu home y als meus paréns, me queixaré an ells y ben pronte mel trauré de damún.

Lo caballé, escoltada la petissió de boca de la correvesydili, y la promesa de la seua Siñora, encara que li pareixíe algo mol difíssil, casi impossible de fé, y veén que per naixó li habíe demanat la dama alló, pera que abandonare tota esperansa, se va proposá, sin embargo, intentá fé tot lo que puguere, y per moltes parts del món va aná buscán a vore si trobabe algú que li donare ajuda o consell; y ne va trobá un que li va di, que si li pagabe be, li prometíe féu en arts nigromántiques. Micer Ansaldo, consertánu per una grandíssima cantidat de perres, va esperá lo tems que li habíe dit la Siñora. Vingut lo giné, en grans gelades, escarches y gebrades, neu, canalobres, broma y tot lo que correspón al crúo hivern, lo valerós home a un hermossíssim prat prop de la siudat en les seus arts va fé apareixe, lo primé matí de giné, segóns los que u van vore testimoniaben, un dels mes hermosos jardíns que may va vore dingú, en herbes verdes, ábres frondosos y fruites de totes les classes. Cuan micer Ansaldo, contentíssim, va vore alló, fen cullí alguna fruita de les mes majes que ñabíen y arrencán flos de les mes vistoses, de amagatóns u va fé portá a la seua Siñora, y la va invitá a vore lo jardí per nella demanat pera que per puguere vore cuán la volíe y enrecordássen de la promesa que li habíe fet y sellat en juramén, y lealmen procurare después cumplíla. La Siñora, vistes les flos y les fruites, y habén sentit parlá a mols del maravellós jardí, va escomensá a arrepentís de la seua promesa; pero en tot lo seu arrepentimén, dessichosa de vore coses extrañes, en moltes atres dames de la siudat va aná a vore lo jardí, y no sense maravella alabánlo mol, mes triste que cap atra dona va torná a casa, pensán en alló a lo que estabe obligada. Y va sé tan gran lo doló que, no podén agamál a dins, va eixí fora, y lo seu home sen va acatá; y va voldre que li contare quína ere la raó. La Siñora, per vergoña, u habíe callat mol tems, pero, al remat, obligada, lay va contá tot.
Gilberto, sentín alló se va enfadá mol; después, considerán la bona intensió de la Siñora, foragitán la ira, en mes discressió, va di: - Dianora, no es cosa prudén ni honesta escoltá embaixades de cap classe, ni negossiá en cap condissió la castidat en dingú. Les paraules ressibides per al cor escoltades per los oíts tenen mes forsa de la que mols pensen, y casi tot los es possible als que se volen. Mal vas fé, pos, primé escoltánlo y después fén un trate; pero com conec la puresa de la teua intensió, pera liberat del llas de la promesa feta, te consediré lo que no li consediría a dingú mes, portánme an aixó tamé la temó al nigromante, al que micer Ansaldo, si lo burlares, podríe demanáli algo roín per a natros. Vull que acudíxques an ell y, si pots, te les ingenios en fé que, conserván la teua honestidat, sigues liberada de esta promesa; pero si no puguere sé, per esta vegada, consedíxli lo cos, pero no l´ánim. La dona, sentín al seu home, plorabe y negabe que tal grassia vullguere dell. Gilberto va voldre, per mol que la seua dona se negare, que fore aixina, per lo que, arribat lo día siguién, al eixí la aurora, sense adornás o arreglás massa, en dos dels seus criats dabán y en una camarera zaguera, sen va aná la Siñora a casa de micer Ansaldo. Este, al sentí que la seua Siñora habíe vingut a vórel, se va alegrá mol, y eixecánse y fen cridá al nigromante, li va di:

- Vull que veigues lo que me ha fet conseguí lo teu art. Y eixín a trobála, en reverensia la va ressibí honestamen, y a una hermosa cámara en un gran foc van entrá tots; y fénla assentá, li va di: - Siñora, tos rogo, si lo llarg amor que tos hay tingut mereix algún galardón, que no tos molesto dím la verdadera raó que an esta hora tan matinera tos ha fet vindre y en tanta compañía. La Siñora, vergoñosa y casi en llágrimes als ulls, va contestá: - Siñó, ni amor que tos tinga ni la paraula donada me porten aquí, sino la orden del meu home, que, tenín mes respecte a les faenes del vostre amor que a la seua honra y la meua, me ha fet acudí aquí, y perque ell mu mane estic disposada per esta vegada a fé lo que vullgáu. Micer Ansaldo, si primé se habíe extrañat, sentín a la Siñora mol mes se va maravellá, y conmogut per la generosidat de Gilberto, la seua fogosidat se va torná compassió, va escomensá a cambiá, y va di: - Siñora, no vullgue Deu, ya que aixina es com vos diéu, que siga yo qui taco lo vostre honor, del que té compassió lo meu amor; y per naixó, lo está aquí vos, sirá com si estiguere aquí man germana, y, cuan vullgáu, libremen podréu anáton, en la condissió de que al vostre home, per tanta cortessía com ha sigut la seua, li donéu les grassies que cregáu conveniéns, tenínme a mí sempre daquiabán com amic y servidó.

La Siñora, sentín estes paraules, mes contenta que may, va contestá: - res podíe fém creure, tenín en considerassió les vostres costums, que datra cosa se haguere de seguí de la meua vinguda mes que lo que vech que feu; per lo que tos estaré sempre obligada. Y despedínse, honrosamen acompañada va torná en Gilberto y li va contá lo que li habíe passat; de aixó se va seguí una mol estreta y leal amistat entre los dos.
Lo nigromante, al que micer Ansaldo ya volíe donáli la prometuda recompensa, vista la generosidat de Gilberto en micer Ansaldo y la de micer Ansaldo en la Siñora, va di:

- Después de habé vist a Gilberto sé liberal en la seua honra y a vos en lo vostre amor, tamé yo hay de sé liberal en la meua recompensa; y per naixó, sabén que tos correspón a vos, vull que sigue vostra.

Lo caballé se va avergoñí y va intentá tan com va pugué félay agarrá, sansera o en part; pero después de cansás en vano, habén lo nigromante fet desapareixe lo jardí después del tersé día y volén anássen, li va doná llisensia y lo va despedí; y apagat al cor lo fogós amor, per la dona se va quedá ensés lo afecte.