Aguaviva, una pequeña incursión en Terruel
Un poco tristes por no poder entrar en la ermita de la Balma, continuamos nuestro camino hacia el norte, siguiendo el cauce del río Bergantes hasta llegar a la población turolense de Aguaviva. Es un trayecto muy interesante, especialmente en su primer tramo cuando la carretera se acerca más al río (bastante caudaloso en esta zona), y discurre por una garganta. Poco a poco el paisaje se hace más seco y menos arbolado al entrar en la provincia de Teruel.
Aguaviva es un curioso pueblo con su propia lengua, una mezcla de aragonés, castellano y valenciano: el chapurriau, lo llaman por estas tierras. //Refuerza el origen del chapurriau como mezcla de lenguas//
Lo más destacado de la población es su Iglesia Parroquial de San Lorenzo, una gigantesca mole en el centro de la población; construida en el siglo XVII es de estilo manierista-barroco con tres naves, cabecera poligonal y torre campanario. También es curioso el conjunto formado por el ayuntamiento y la plaza, junto a la Iglesia; y sus dos ermitas la de San Gregorio (barroco del siglo XVIII) y la de Santa Bárbara renacentista del Siglo XVII. Quedan algunas casas señoriales de estilo renacentista aragonés, como la Casa Mir en la calle Larga.
De los alrededores caba citar el puente Cananillas del siglo XVII, el molino harinero y la nevera. El entorno natural, especialmente el cercano río Bergantes, es de gran belleza y, en verano, un lugar ideal para hacer excursiones y contemplar la flora y la fauna, pero en esta época del año es poco apetecible.
Zorita del Maestrazgo
Por la misma carretera regresamos a la provincia de Castellón y visitamos la población de Zorita. El pueblo está en un pequeño cerro por lo que, tras abandonar la carretera, ascendemos por calles irregulares aparcando en las eras. A lo lejos podemos ver la ermita de la Balma suspendida sobre la montaña.
La estructura del pueblo nos hace adivinar que la villa estaba amurallada, de hecho podemos ver enclavado en una casa (Casa Peralta-el Castell) los restos de un torreón defensivo del siglo XIV. Los edificios más destacados son la Iglesia de la Virgen de la Asunción (siglo XVIII) y el ayuntamiento.
La Iglesia, como las del resto de las poblaciones de la comarca, es un edificio enorme desproporcionado y sobrio, una mole gigantesca que parece caída del cielo en medio del resto de las casas. La cúpula muestra los típicos azulejos azules brillantes. Su portada es renacentista herreriana sin adornos ni alardes, elegante, y frente a ella se abre una plazoleta, un lujo en este entramado de calles estrechas y empinadas, adornada por los restos de una campana.
Hay junto a la Iglesia un bar-restaurante-centro social donde aprovechamos para almorzar unos magníficos bocadillos de tortilla de jamón tamaño familiar. Tras reponer fuerzas paseamos por Zorita, un pueblo encantador, precioso, con casas de piedra muy bien arregladas, de las que sobresalen los balcones de madera y los trabajados aleros.
De todos los edificios merece especial mención el ayuntamiento, construcción de piedra con un pequeño porche al que se accede por un airoso arco de medio punto. En él podemos contemplar, a izquierda del arco, el escudo de la ciudad esculpido en piedra en el año 1889.
Palanques
Abandonamos Zorita y regresamos a la CV-14, a pocos kilómetros un desvío a la derecha nos llevará al pueblo de Palanques tras atravesar un largo puente sobre el cauce del Bergantes. Palanques es un pequeño pueblecito que parece desparramado por la falda de una montaña. Subimos por sus estrechas calles y dejamos el coche en la plaza del ayuntamiento, un coqueto edificio del siglo XVIII con un porche y arcadas.
En la parte alta de la población se encuentra la Iglesia Parroquial, destacan en ella el airoso campanario y la portada barroca. A la derecha de la fachada principal, tras atravesar un pequeño arco, se abre un bonito jardín que ocupa la parte trasera del templo. Además en la pared lateral podemos ver la antigua portada gótica (un sobrio arco de medio punto con grandes dovelas). Desde la Iglesia podemos seguir un sendero donde se indica el camino para llegar a las pinturas rupestres. Siguiendo las indicaciones llegamos a un precioso mirador desde el que se contempla todo el valle del Bergantes y la población de Zorita.
Seguimos ascendiendo hasta el camposanto que corona la colina, el sendero hacia las pinturas pasa junto a su tapia, una vez coronada la montaña (donde de nuevo tenemos unas preciosas vistas del valle) descendemos por la vertiente contraria al pueblo. Entre pinos y un penetrante olor a romero y tomillo llegamos a unos abrigos rocosos donde contemplar los restos de la pinturas tras una reja. Como siempre que hemos intentado contemplar arte rupestre, la búsqueda y el entorno siempre han superado a las propias pinturas, de las que quedan escasos restos, son curiosas escenas de caza que podemos reconocer por los paneles explicativos que les acompañan.
Tras visitar la Balma quedamos con la reflexión sobre la gran importancia que los abrigos rocosos tienen en la cultura de toda la zona. En ellos pintaron los prehistóricos, no sabemos si con fines mágicos o como mera forma de expresión, pero también es en estos abrigos donde aparecieron milagrosamente figuras de vírgenes y donde lenvantamos templos que cuelgan sobre acantilados, como el de la Balma. El abrigo rocoso es un escondite que la naturaleza nos ofrece para defendernos de la naturaleza misma, pero un refugio frágil.
Ortells
Seguimos hacia el sur, dirección Morella y llegamos a la población de Ortells, una pedanía morellana. El pueblo está muy arreglado en la zona baja con casas de piedra usadas en vacaciones. La mayoría son de piedra y han tratado de conservar el aspecto general del pueblo. El centro de la población es la plaza mayor en la que se encuentra el imponente edificio del Palacio de los Brusa del siglo XV. Un enorme caserón con aspecto de invulnerable fortaleza, cuyas ventanas parecen puestas al azar y se protegen con fuertes rejas de hierro. Frente a él un edificio, centro social, con arcadas, cierra la plaza.
El otro gran edificio de la población es la Iglesia Parroquial de San Blas y Santa Magdalena, con muros de piedra lisos y una portada barroca añadida, el campanario cuadrado está rematado en punta y tiene reloj. Alrededor de la Iglesia hay una zona con casas casi abandonadas y balcones destartalados pero de encanto decadente, casi de pueblo abandonado.
Tiene fama Ortells de una excelente gastronomía, de hecho es habitual que gentes de la provincia realicen excursiones los fines de semana para comer allí. Sus platos más conocidos son la coqueta de panoli y, para el duro invierno, la Olla de Ortells un chute de calorías contra el frío. Sin embargo nosotros decidimos comer en Forcall, nuestra siguiente parada.