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martes, 22 de diciembre de 2020

Lo corv. Edgar Allan Poe.

Lo corv.

Edgar Allan Poe.

Traducsió de Ramón Guimerá Lorente (Moncho).


Lo corv. Edgar Allan Poe. Traducsió de Ramón Guimerá Lorente, Moncho

Traducsió de una versió trobada a internet
que no té res a vore en la original de Edgaret "The Raven".
Carlos Arturo Torres.


I

Una nit pavorosa, ñirviós
relligía un mamotreto gros
cuan vach creure escoltá
un extrañ soroll, de repén
com si algú tocare suavemén
a la meua porta: «Visita impertinén
es, vach di, y res mes».

II

¡Ah! Men enrecordo mol be; ere al ivern,
impassién yo medía lo tems etern
cansat de buscá
als llibres la calma tranquilisadora
al doló de la morta Leonora
que habite en los ángels ara
¡pera sempre mes!

III

Vach sentí los cruixits y l´elástic
rosá de les cortines, un fantástic
terror, com may sentit había
y vach volé aquell soroll explicám,
lo meu espíritu oprimit calmá per fin:
«Un viaché perdut es,
vach di, y res mes».

IV

Ya en mes calma: «Caballé
vach cridá, o dama, suplicátos vull
tos servigáu excusá
pero la meua atensió no estabe ben desperta
y va sé la vostra cridada tan inserta...»
Vach obrí allabonses de gom a gom la porta:
oscurina, y res mes.

V

Miro al no res, exploro la tiniebla
y séntigo entonses que la meua mén
se ompli de idees com cap atre mortal
les va tindre abáns,
y escolto en oíts anhelans
«Leonora » unes veus sussurrans
murmurá, y res mes.

VI

Torno a la meua estansia en temó
y torno a escoltá mes fort fotre cops;
«algo, me dic, toque a la finestra,
compendre vull la siñal arcana
y calmá esta angustia sobrehumana»:
¡lo ven, y res mes!

VII

La finestra vach obrí: revolán
vach vore entonses un corv aleteján
com un muixó de un atra edat;
sense mes seremonia va entrá a la sala
en gesto siñorial y negres ales
y damún de un busto, al dintel de Palas,
se va posá, y res mes.

VIII

Miro al muixó negre, sonrién
dabán del seu grave y serio continén
y li escomenso a parlá,
no sense intensió irónica:
«Oh corv, oh venerable ave anacrónica,
¿quín es lo teu nom a la regió plutónica?»
Va di lo corv: «May mes».

IX

En este cas tan raro
me vach extraña de escoltá tan cla
tal nom pronunsiá
y ting que confessá que me vach assustá
pos dingú, crec, va tindre lo gust
de un corv vore, posat damún de un busto
en tal nom: «May mes».

X

Com si haguera volcat l´alma,
va callá lo muixó y ni un momén
les plomes va sorollá,
«datres de mí han fugit y yo me crec
que ell sen anirá demá sense tardá
com ya m´ha abandonat la esperansa»;
va di lo corv: «¡May mes! »

XI

Una resposta al escoltá directa
me vach di, no sense inquietut secreta,
«Es aixó y res mes.
Tot lo que va adependre de un amo desgrassiat,
al que tossut ha perseguit la fortuna
y sol este estribillo ha conservat
¡eixe may mes, may mes!»

XII

Vach girá l´assiento hasta quedám enfrente
de la porta, del busto y del vidén corv
y entonses ya, reclinat a la blana cadira
en somnis fantastics me afonaba,
pensán sempre en qué volíe di
aquell may mes, may mes.

XIII

Mol tems me vach quedá aixina ensomián,
y aquell extrañ muixó
sense pará mirán;
ocupabe lo diván
de vellut, aon juns mos assentabem
y en lo meu dol, pensaba que Ella,
may mes ocuparíe esta habitassió.

XIV

Entonses me va pareixe l´aire denso
com una auló de sucarrat incienso
de un invissible altá;
y escolto veus repetí:
«Olvida a Leonor, béute lo nepenthes
beu l´olvido a les seues fons»;
va di lo corv: «¡May mes! »

XV

«Profeta, vach di, augur de atres edats
que van aventá les negres tempestats
aquí peral meu mal,
huésped de esta morada de tristesa,
dísme, oscur engendre de la nit de paó,
si una mel ñaurá per a la meua amargó»:
va di lo corv: «¡May mes!»

XVI

«Profeta, vach di, o dimoni, tú, corv,
per Deu, per mí, per la meua gran doló,
per lo teu poder fatal
dísme si alguna vegada a Leonora
tornaré a vore a la eternal aurora
aon está felís en los querubins»;
va di lo corv: «¡May mes! »

XVII

«Que sigue esta paraula la radera,
torna a la plutónica rivera»,
vach cridá: «¡No tornos mes,
no dixos ni potades, ni una ploma
y lo meu espíritu, rodejat de densa broma
libera del pes que té!»
Va di lo corv: «¡May mes! »

XVIII

Y lo corv parat, fúnebre y adusto
seguix sempre de Palas posat al busto
y en la llum del meu cresol,
proyecte una taca umbría a la alfombra
y la seua mirada de demoni assombre...
¡Ay! ¿La meua alma en dol
de la seua sombra se podrá apartá?
¡May mes!

https://narrativabreve.com/2017/02/el-cuervo-allan-poe-en-estado-puro.html

Aquí os ofrezco la traducción de Julio Cortázar y, tras esta, la versión original (The Raven).

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos.  Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

//


Once upon a midnight dreary, while I pondered weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of some one gently rapping, rapping at my chamber door.
`’Tis some visitor,’ I muttered, `tapping at my chamber door –
Only this, and nothing more.’

Ah, distinctly I remember it was in the bleak December,
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow; – vainly I had sought to borrow
From my books surcease of sorrow – sorrow for the lost Lenore –
For the rare and radiant maiden whom the angels named Lenore –
Nameless here for evermore.

And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me – filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating
`’Tis some visitor entreating entrance at my chamber door –
Some late visitor entreating entrance at my chamber door; –
This it is, and nothing more,’

Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
`Sir,’ said I, `or Madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you’ – here I opened wide the door; –
Darkness there, and nothing more.

Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the darkness gave no token,
And the only word there spoken was the whispered word, `Lenore!’
This I whispered, and an echo murmured back the word, `Lenore!’
Merely this and nothing more.

Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping somewhat louder than before.
`Surely,’ said I, `surely that is something at my window lattice;
Let me see then, what thereat is, and this mystery explore –
Let my heart be still a moment and this mystery explore; –
‘Tis the wind and nothing more!’

Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately raven of the saintly days of yore.
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he;
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door –
Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door –
Perched, and sat, and nothing more.

Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
`Though thy crest be shorn and shaven, thou,’ I said, `art sure no craven.
Ghastly grim and ancient raven wandering from the nightly shore –
Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’

Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning – little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door –
Bird or beast above the sculptured bust above his chamber door,
With such name as `Nevermore.’

But the raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only,
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing further then he uttered – not a feather then he fluttered –
Till I scarcely more than muttered `Other friends have flown before –
On the morrow he will leave me, as my hopes have flown before.’
Then the bird said, `Nevermore.’

Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken,
`Doubtless,’ said I, `what it utters is its only stock and store,
Caught from some unhappy master whom unmerciful disaster
Followed fast and followed faster till his songs one burden bore –
Till the dirges of his hope that melancholy burden bore
Of “Never-nevermore.”‘

But the raven still beguiling all my sad soul into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird and bust and door;
Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore –
What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore
Meant in croaking `Nevermore.’

This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom’s core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion’s velvet lining that the lamp-light gloated o’er,
But whose velvet violet lining with the lamp-light gloating o’er,
She shall press, ah, nevermore!

Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor.
`Wretch,’ I cried, `thy God hath lent thee – by these angels he has sent thee
Respite – respite and nepenthe from thy memories of Lenore!
Quaff, oh quaff this kind nepenthe, and forget this lost Lenore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’

`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil! –
Whether tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted –
On this home by horror haunted – tell me truly, I implore –
Is there – is there balm in Gilead? – tell me – tell me, I implore!’
Quoth the raven, `Nevermore.’

`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us – by that God we both adore –
Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore –
Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?’
Quoth the raven, `Nevermore.’

`Be that word our sign of parting, bird or fiend!’ I shrieked upstarting –
`Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken! – quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!’
Quoth the raven, `Nevermore.’

And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming,
And the lamp-light o’er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted – nevermore!

miércoles, 6 de enero de 2021

Lo Camí, VI.

VI.

Pero Daniel, lo Mussol, sí que sabíe ara lo que ere tindre lo ventre sec y lo que ere un aborto. Estes coses se fan sensilles y comprensibles a determinada edat. Antes, li pareixíen una cosa de bruixes.
Lo desdoblamén de una dona no trobe puesto al servell humano mentres no se fa evidén la pancha delatora. Y assó no passe casi may abáns de la Primera comunió. Los ulls no valen, antes de eixa edat, pera constatá les coses palmaries y simples, tan, que mes abán, mos abrume. Pero tamé Germán, lo Tiñós, lo fill del sabaté, sabíe lo que ere un ventre sec y lo que ere malparí. Germán, lo Tiñós, sempre va sé un bon amic, a totes les ocasions; hasta a les mes difissils. No va arribá, en Daniel, lo Mussol, a la mateixa intimidat que lo Moñigo, per ejemple, pero aixó no ere achacable an ell, ni a Daniel, lo Mussol, ni a cap de les coses y fenómenos que depenen de la nostra voluntat. Germán, lo Tiñós, ere un mosset esmirriat, fluix y blancot de cara, pálit.

Pot sé en un pel menos negre no se li hagueren notat tan los rogles, les calves. Perque Germán teníe calves desde mol chiquet y seguramen per assó li díen lo Tiñós, encara que, per supost, les calves no foren de tiña propiamen parlán. Son pare, lo sabaté, ademés del talleret - a ma esquerra de la carretera, segóns se puje, passat lo palau de don Antonino, lo marqués - teníe deu fills: sis com Deu mane, desglosats en unidats, y datres cuatre de dos bessonades. La seua dona ere mellissa y sa mare de la seua dona, la sogra, u habíe sigut y ell teníe una germana a Cataluña que ere mellissa tamé y habíe tingut tres chiquets de una vegada, y va eixí, per naixó, als diaris y lo gobernadó los habíe socorregut en un donatiu. Tot aixó ere sintomátic sense cap duda. Y dingú apearíe al sabaté de la seua creensia de que estos fenómenos se debíen a un bacilo, "com consevol atra enfermedat". Andrés, lo sabaté, vist de frente, podíe passá per pare de familia numerosa; vist de perfil, impossible. En motius de sobres li díen al poble:
"Andrés, lo home que de perfil no se veu". Y aixó ere casi literalmen sert per lo esmirriat y prim que ere. Y ademés, teníe una mol acusada inclinassió cap a abán, algúns díen que per lo seu treball, datres que per lo seu afán insassiable de perseguí, hasta pédreles de vista, les pantorrilles de les chiques que desfilaben dins del seu cam visual. Veénlo en esta dispossisió resultabe poc creíble, vist de frente o de canto, que siguere pare de deu criatures. Y per si fore poca la prole, lo talleret de Andrés, lo sabaté, estabe sempre ple de verderols, canaris y cagarneres o cardelines engabiats y a la primavera atabalaben en lo seu cri-cri punchán mes de una dotsena de grills. Lo home, atraít per lo misteri de la fecundassió, fée en aquells animalets tota classe de experimentos. Crusabe femelles de canari en verderols y canaris mascles en cardelines femelles pera vore lo que eixíe, y ell assegurabe que los hibrids oferíen entonassións mes delicades y cadensioses que los de pura rassa. Per damún de tot, Andrés, lo sabaté, ere un filósofo. Si li díen: "Andrés, ¿pero no ne tens prou en deu fills que encara busques la compañía dels muixóns?", responíe: "Los muixóns no me dixen escoltá als sagals". Per un atra part, la majó part dels fills estaben ya en edat de espabilás y casi de saltá del niu. Los pijós añs habíen passat a la historia. Per sert que al cridá a quintes a la primera parella de bessons va tindre una discussió acalorada en lo Secretari perque lo sabaté assegurabe que eren de reemplassos diferens.

- Pero home de Deu - va di lo Secretari -, ¿cóm han de sé de diferenta quinta sén bessons? A Andrés, lo sabaté, se ni en van aná los ulls detrás de les fortes cuixes de una mossa que habíe anat a justificá la aussensia de son germá. Después va amagá lo coll, en un movimén que recordabe al caragol que se embutix a la seua clasca, y va contestá:
- Mol fássil; Andressín va naixe a les dotse menos deu del día de San Silvestre. Cuan va naixe lo Mariano ya ere añ nou. Sin embargo, com los dos estaben inscrits al Registre lo 31 de desembre, Andrés, "lo home que de perfil no se veu", va tindre que asseptá que se emportaren juns als dos chics. Un atre de sons fills, Tomás, estabe ben colocat a la siudat, a una empresa de autobusos, autocars o coches de línia. Un atre, lo Garcho, li ajudabe a la sabatería. Les demés eren chiques, exepte, naturalmen, Germán, lo Tiñós, que ere lo mes menut o cagarniu. Germán, lo Tiñós, va sé lo que va di de Daniel, lo Mussol, lo día que este se va presentá a la escola, que mirabe les coses com si sempre estiguere assustat. Afinán un poc, resultabe sé Germán, lo Tiñós, qui habíe rebatejat a Daniel, pero este no li guardabe cap rencor per naixó, al contrari, va trobá en ell, desde lo primé día, una leal amistat. Les calves del Tiñós no van sé obstácul pera una comprensió. Si auncás, les calves van fassilitá aquella amistat, ya que Daniel, lo Mussol, va sentí desde lo primé momén una vehemen curiosidat per aquelles isletes blanques, ubertes al espés océano de pel negre que ere lo cap del Tiñós. Sin embargo, a pesá de que les calves del Tiñós no constituíen cap motiu de preocupassió a casa del sabaté ni al seu reduít rogle de amics, la Pesteta gran, guiada per lo seu frustrat instinto maternal en lo que englobabe a tot lo poble, va dessidí intervindre al assunto, per mes que lo assunto ni li anabe ni li veníe, ni li fotíe res. Pero la Pesteta gran ere mol afissionada a fotres aon dingú la cridáe. Creíe que lo seu interés sense mida per lo prójimo lo dictabe lo seu fervén anhel de caridat, lo seu alt sentit de la fraternidat cristiana, cuan lo sert ere que la Pesteta gran fée aná esta treta pera pugué ensumá per tot arreu com disfrassada, pero poc convinsén, de prudensia y discressió. Una tarde, están Andrés, "lo home que de perfil no se veu", atrafegat al seu cuchitril, lo va sorprendre la arribada de doña Lola, la Pesteta gran.

- Sabaté - va di, apenes va está dabán dell -, ¿Cóm té vosté al sagal en eixes calves?

Lo sabaté no va pedre la compostura ni va apartá la vista de la seua faena.

- Díxol está, siñora - va contestá -. De aquí sen añs no se li vorán les calves.

Los grills, los verderols y les cagarneres armaben un sarabastall espantós y la Pesteta y lo sabaté habíen de entendres a crits.

- ¡Tingue! - va afegí ella, autoritaria -. Per les nits li fique esta pomada. Lo sabaté va alsá la vista cap an ella, va agarrá lo tubo, lo va mirá y remirá per tot arreu y, después, lay va torná a la Pesteta. - Guárdossel - va di -; aixó no val. Al chiquet li va apegá les calves un muixó. Y va continuá treballán.

Alló podíe sé verdat y podíe no séu. Germán, lo Tiñós, sentíe una afissió sense mida per los muixóns. Seguramen se tratabe de una reminissensia de la seua primera infansia, desarrollada entre estridens piulits de verderols, canaris y cardelines. Dingú a la vall enteníe de muixóns tan com Germán, lo Tiñós, que ademés, per los muixóns, ere capás de passás una semana sansera sense minjá ni beure. Esta cualidat va influí mol, sense duda, en que Roc, lo Moñigo, se avinguere a fé amistat en aquell sagal físsicamen tan defissién. Moltes tardes, al eixí de les classes, Germán los díe:

- Anem. Sé aón ña un niu de vileros. Té dotse críes. Está a la tapia del boticari.

O be: - Veniu en mí al prat del Indiano. Está plovisnán y los tords eixirán a picotejá les boñigues. Germán, lo Tiñós, distinguíe com dingú a los muixóns per la violensia o los espasmos del vol o per la manera de piulá; adivinabe los seus instins; coneixíe, en detall, les seues costums; pressentíe la influensia dels cambis atmosferics en ells y se diríe que, de habéu dessichat, haguere adeprés a volá. Aixó, com pot suposás, constituíe pera lo Mussol y lo Moñigo un don de inapressiable valor.

Si anaben a cassá muixóns no podíe faltá la compañía de Germán, lo Tiñós, com a un cassadó que se estime en algo no pot faltáli lo gos. Esta debilidat del fill del sabaté li va portá per un atra part mol serios contratems. En serta ocasió, buscán un niu de gribes entre la malea de damún del túnel, va pedre lo equilibri y va caure aparatosamen damún de la vía, trencánse un peu. Al cap de un mes, don Ricardo lo va doná per curat, pero Germán, lo Tiñós, va renquejá de la cama dreta durán tota la seua vida. Claro que an ell no li importabe aixó massa y va seguí follán nius tan afanós com abáns del percanse.

A un atra ocasió, va caure a plom de un siré silvestre o bort, aon acassabe als tords, damún de una enmarañada romiguera. Una de les punches li va esgarrá lo lóbulo de la orella dreta de dal a baix, y com ell no va voldre que lay cusigueren, li va quedá lo lobulet esguellat en dos parts com la coa de un frac. Pero tot aixó eren gajes del ofissi y a Germán, lo Tiñós, may se li va ocurrí queixás de la seua coixera, de lo seu lóbulo partit, ni de les seues calves que, com díe son pare, les hi habíe apegat un muixó. Si los mals proveníen dels muixóns, benvinguts foren. Ere la seua una espessie de ressignassió estoica sense límits previssibles.

- ¿No te fa mal aixó? - li va preguntá un día lo Moñigo, referínse a la orella.

Germán, lo Tiñós, va sonriure, en la seua sonrissa pálida y trista de sempre.

- Alguna vegada me fa mal lo peu cuan ha de ploure. La orella no me fa mal may - va di.

Pero pera Roc, lo Moñigo, lo Tiñós teníe un valor superió al de un simple experto en muixóns, un ornitólogo en potensia. este ere la seua propia constitussió endeble. En este aspecte, Germán, loTiñós, ere un reclam insuperable pera buscá camorra. Y Roc, lo Moñigo, nessessitabe les camorres com lo pa de cada día. A les romeríes dels pobles de la comarca, durán lo estiu, lo Moñigo trobabe moltes ocasions de entrená los seus musculs. Assó sí, may sense una causa sobradamen justificada. Ña un afán latén de pujansa y hegemonía al colosso de un poble cap als colossos dels pobles veíns, villorrios y aldees. Y Germán, lo Tiñós, tan arguellat y delicat, constituíe un bon pun de contacte entre Roc y los seus adversaris; una magnífica fita pera desllindá supremassíes.
Lo prossés hasta les hostilidats no variabe may. Roc, lo Moñigo, estudiabe lo terreno desde lluñ. Después, li sussurrabe al oít al Tiñós:

- Arrímat y quédat miránlos, com si vullgueres furtals les avellanes que se mingen.

Germán, lo Tiñós, se arrimabe acollonit. De totes formes, la primera bufetada o galtada ere inevitable. No ere cosa de enviá al dimoni la seua bona amistat en lo Moñigo per una coissó que durabe sol un rato. Se aturabe a dos metros del grupet y mirabe als seus componens fito fito. La resposta no se fée esperá:

- No mos miros aixina, pasmat, estaquirot. ¿Es que no te han donat may una guarra?

Lo Tiñós, impertérrit, aguantabe les mirades sense pestañejá o clucá los ulls, y sense cambiá de postura, encara que les cames li tremolaben una mica. Sabíe que Daniel, lo Mussol, y Roc, lo Moñigo, esperaben detrás del taulat dels musics.
Lo colosso del grupo enemic insistíe:

- ¿Has sentit, merdeta (mierdica)? Ya estás colán de aquí o te óbrigo
l´alma en canal.

Germán, lo Tiñós, fée com si no u sentiguere, los dos ulls com a dos faros, sentrats al paquet de avellanes, coto y sense pronunsiá cap paraula. Considerabe ya lo puesto del pressunto impacte y si la herba que patejabe estaríe prou blaneta pera amortiguá la caiguda.
Lo gall adversari perdíe la passiensia:

- Ti, bachillé, pera quen adeprengues.

Ere una cosa inexplicable, pero sempre, en estos casos, Germán, lo Tiñós, sentíe abáns la consoladora presensia del Moñigo a la seua esquena que la coissó de la galtada.
La seua consoladora presensia y la seua veu próxima, calenta y protectora:

- Li has pegat al meu amic, ¿verdat? - y afegíe, mirán compassivamen a Germán -:
¿Li has dit tú algo, Tiñós?

- No hay ubert la boca. Me ha pegat perque los miraba.

La riña ya estabe armada y lo Moñigo portáe, ademés, la raó en cuan que l´atre li habíe pegat al seu amic sol per mirál, es a di, segóns les elementals normes del honor dels sagals, sense prou motiu ni justificassió.

Y com la superioridat de Roc, lo Moñigo, en aquell empeño ere cosa descontada, sempre acababen assentats al "campo" del grupo adversari y minjánse les seues avellanes.

jueves, 7 de enero de 2021

Lo Camí, XI.

XI. 

Roc, lo Moñigo, va dixá de admirá y voldre a Quino, lo Manco, cuan se va enterá de que este habíe plorat hasta fartás lo día que se va morí la seua dona. Perque Quino, lo Manco, ademés de la ma, habíe perdut a la seua dona, la Mariuca. Y no siríe perque no lay avisaren. Mes que dingú la Josefa, que estabe enamorada dell, y lay refregabe per los nassos a la mínima oportunidat, y moltes vegades sense esperá la oportunidat.

- Quino, pénsau. Mira que la Mariuca está tíssica perduda.

Quino, lo Manco, se sulfurabe.

- ¿Y a tú qué collóns te importe, si se pot sabé? - díe.

La Josefa tragabe bilis y lo dixáe. Per la nit plorabe, a soles, a la seua alcoba, hasta amerá lo cuixí y se jurabe no torná a intervindre al assunto. Pero en son demá se olvidabe de la seua determinassió. Li agradabe massa Quino, lo Manco, pera abandoná lo campo sense cremá lo radé cartucho. Li agradabe perque ere tot un home: fort, serio y cabal. Fort, sense sé un animal com Paco, lo ferré; serio, sense arribá al esceptissisme, com Pancho, lo Sensedéu, y cabal, sense sé un san, com don José, lo mossen, u ere.
En fin, lo que se diu un home equilibrat, un home que no pecabe ni per exés ni per defecte. Quino, en realidat, no creíe en la tuberculossis. Lo món, pera nell, estabe ple de prims y gorts. Mariuca ere prima, com primes eren doña Lola y doña Irene, les Pestetes y Andrés, lo sabaté. Y ell ere gort, com u ere tamé Cuco, lo factó. Pero assó no volíe di que los atres estigueren doléns y ells sanos. De la Mariuca díen que estabe tíssica desde que va naixe, pero ahí la teníen als seus vintytrés añs, fresca com una flo.

Quino se va arrimá an ella sugestionat mes que enamorat. La seua natural tendensia lo inclinabe a les femelles gordetes, de formes calentes, caigudes per lo seu propi pes, y exuberáns. Concretamen, cap a dones com la Josefa, pretes, denses y apelmassades. Pero Quino, lo Manco, reflexionabe aixina: "A les siudats, los siñorets se casen en les femelles flaques. Algo espessial tindrán les primes cuan los siñorets, que tenen estudis y talento, les busquen aixina". Y se va arrimá a la Mariuca perque ere prima. Als pocs díes, sí que se va encaprichá. Se va enamorá segamen de ella perque teníe la mirada trista y sumissa com un corderet y la pell blavosa y clarejabe com la porcelana. Se van entendre. A la Mariuca li agradabe Quino, lo Manco, perque ere la seua antítessis: massís, vigorós, corpulén y en uns ulls aguts y punchadós com a bisturís.

Quino, lo Manco, va dessidí casás y los veíns se li van fotre damún:
"La Mariuca está delicada". "La Mariuca está dolenta". "La tissis es mala compañía".
Pero Quino, lo Manco, va saltá per damún de tot y un matí relluén de primavera se va presentá a la porta de la iglesia embutit a un traje blau y en un mocadó blang lligat al coll. Don José, lo mossen, que ere un gran san, los va beneí. La Mariuca li va ficá la aliansa al dit anular, de annulus, lo del anell, de la ma zurda, perque Quino, lo Manco, teníe secsionada la ma dreta.

La Josefa, a pesá de tots los intentos, no va pugué amargáli la lluna de mel. La Josefa se va proposá que li pesare tota la vida sobre la consiensia la sombra de la seua desgrassia. Pero no u va conseguí. A la iglesia, a la primera amonestassió, va saltá com una pantera, cridán, mentres corríe cap al altá de san Roc y ficán al san per testigo, que la Mariuca y Quino, lo Manco, no se podíen casá perque ella estabe tíssica. Va ñabé, primé, un revol y, después, un silensio fet de sen silensios, al templo. Pero don José coneixíe milló que ella los impediméns y tot lo dret Canónic.

- Filla - li va di -, la ley del siñó no prohibix als doléns contraure matrimoni. ¿U has entés?

La Josefa, desesperada, se va dixá caure sobre les grades del presbiterio y va escomensá a plorá com una loca, mesánse lo pel y demanán compassió. Tots la compadíen, pero ressultabe inoperán fabricá, en un momén, un atre Quino. Desde los bangs del fondo, aon se assentaben los homens, lo Manco sonreíe tristemen y se donabe cops amistosos en lo muñó a la barbilla. La Pesteta gran, al vore que don José dudabe, sense sabé quín partit pendre, se va adelantá hasta la Josefa y la va traure de la iglesia, agarránla compassivamen per les axiles. (La Pesteta gran va pretendre, después, que don José, lo retó, diguere un atra missa en atensió an ella, ya que entre traure a la Josefa de la iglesia y aténdrela un rato al atrio se li va passá lo Sanctus. Y ella afirmabe que no se podíe quedá sense missa per fé una obra de caridat, y que alló no ere just, ni raonable, ni lógic, ni moral y que se la minjaben per dins los remordiméns y que ere la primera vegada que li passabe alló a la seua vida... A dures penes don José va lográ apassiguála y tornáli la seua inestable pas de consiensia). Después va continuá lo san sacrifissi com si res, pero al domenge siguién no va faltá a missa ni Pancho, lo Sensedéu, que se va colá subreptissiamen al coro, detrás de lo armonio. Y lo que passe. Aquell día, don José va lligí les amonestassións y no va passá res. Al pronunsiá lo mossen lo nom de Quino va eixí un suspiro aufegat del bang que ocupabe la Josefa. Pero res mes. Pancho, lo Sensedéu, va di, al eixí, que la piedat ere inútil, un traste, que an aquell poble no se traíe res en llimpio sén un bon creyén y que, per tan, no tornaríe a patejá la iglesia.

Lo gros va passá durán lo refresco lo día de la boda, cuan dingú pensabe pera res en la Josefa. Que dingú pensare en ella potsé fore lo motiu que la va espentá a cridá la atensió de aquella bárbara manera. De totes maneres va sé alló una fosca y dolorosa contingensia. Lo seu crit se va sentí perfectamen desde lo corral de Quino, lo Manco, aon se reuníen los convidats. Lo crit proveníe del pon y tots van mirá cap al pon. La Josefa, tota despullada, estabe pujada al pretil, de cara al riu, y mirabe la fiera corrén en los ulls fora de les cassoletes. Tot lo que sels va ocurrí a les dones pera evitá la catástrofe va sé cridá, ficá los ulls com a plats, y desmayás. Dos homens van apretá a corre cap an ella, segóns díen pera aguantála, pero les seues dones los van maná agramen tirás cap atrás, perque no volíen que los seues homens veigueren de prop a la Josefa en pilota picada. Entre estes dudes, la Josefa va torná a cridá, va eixecá los brassos, va ficá los ulls en blang y se va aviá a la fosca corrén del Chorro. Van acudí cap allí tots menos los novios. Al poc tems va torná a la taberna lo juez

Quino, lo Manco, li díe en eixe momén a la Mariuca: - Eixa Josefa es una burra.

- Ere...- va corregí lo juez.

Per aixó van sabé la Mariuca y Quino, lo Manco, que la Josefa se habíe matat.

Pera enterrála al sementeriet apegat a la iglesia van ñabé los seus mes y menos, pos don José no se aveníe a donáli entrada al fossá a una suissida y no u va consentí sense antes consultáli al ordinari. Al final van arribá notíssies de la siudat y tot se va arreglá, pos, per lo vist, la Josefa se habíe suissidat en un estat de enajenassió mental transitori.

Pero ni la sombra de la Josefa va valé pera avinagrá les mels de Quino al seu viache de bodes. Los novios van passá una semana a la siudat y de tornada li va faltá tems a la Mariuca pera anunsiá als cuatre vens que estabe preñada.

- ¿Tan pronte? - li va preguntá la Chata, que no se explicabe cóm unes dones se quedaben preñades gitanse una nit en un home y datres no, encara que se gitaren en un home totes les nits de la seua vida.

- Míratela esta. ¿Qué té la cosa de particulá? - va di la Mariuca.

Y la Chata va mastegá una palabrota per dins.

Lo prossés de gestasió de la criatura no va sé normal. Tal com se li abultabe la pancha a la Mariuca se li afilabe la cara de una manera alarmán. Les dones van escomensá a murmurá que la chica no aguantaríe lo parto. Lo parto sí quel va aguantá, pero se va quedá al sobreparto. Va morí tíssica a la semana y mija de criá y va sé als sing mesos justos de suissidás la Josefa. Les comares del poble van escomensá a explicás entonses la pressa de la Mariuca per a pregoná lo seu estat, encara abáns de apeás del tren que la va portá de la siudat. Quino, lo Manco, segóns díen, va passá la nit sol, plorán jun al cadáver, en la chiqueta ressién naixcuda als brassos y acarissián tímidamen, en lo retortigat muñó, la inerte melena rubia de la morta.
La Pesteta gran, al enterássen de la desgrassia, va fé este comentari:

- Aixó es un cástic de Deu per habés minjat lo cocido abáns de les dotse.

Se referíe a lo del naiximén prematuro, pero l´ama de don Antonino, lo marqués, teníe raó al comentá que seguramen no ere alló un cástic de Deu, ya que la Irene, la Pesteta menuda, se habíe minjat no sol lo cocido, sino lo caldo tamé abáns de les dotse, y no li habíe passat res. En aquella época, Daniel, lo Mussol, sol teníe dos añs, y cuatre Roc, lo Moñigo. Sing añs después van escomensá a visitá a Quino de tornada del bañ a la Badina del Inglés, o de peixcá cangrejos o madrilles. Lo Manco ere tot generosidat y los donabe una tassada de sidra de barril per una perra chica. Ya entonses la tasca de Quino anabe de capa caiguda. Lo Manco tornabe les lletres sense pagá y los proveedós li negaben la mercansía. Gerardo, lo Indiano, lo va afiansá varies vegades, pero com no vée en Quino cap propósit de enmendás, passats uns mesos lo va abandoná a la seua sort. Y Quino, lo Manco, va escomensá a aná de tomb en tomb, de mal a pijó. Assó sí, ell no perdíe les ganes de charrá y continuabe regalán lo poc que li quedabe.
Roc, lo Moñigo, Germán, lo Tiñós, y Daniel, lo Mussol, solíen assentás en ell al bang de pedra de la carretera. A Quino, lo Manco, li agradabe charrá en los chiquets mes que en los grans, potsé perque ell, a fí de cuentes, no ere mes que un chiquet gran tamé.
A vegades, al llarg de la conversa, ixíe lo nom de la Mariuca, y en ell lo record, y a Quino, lo Manco, se li ameraben los ulls y, pera dissimulá la emossió, se pegabe cops en lo muñó a la barbilla. En estos casos, Roc, lo Moñigo, que ere enemic de llágrimes y de sentimentalismes, se eixecabe y coláe sense di res, emportánse als dos amics cusits als pantalóns. Quino, lo Manco, los mirabe tot parat, sense entendre may lo motiu que impulsabe als sagals pera marchá tan de repén de la seua vora, sense doná cap raó.

Quino, lo Manco, may se va vanagloriá en los tres menuts de que una dona se haguere matat despullada per nell. Ni va aludí an aquella contingensia de la seua vida. Si Daniel, lo Mussol, y los seus amics sabíen que la Josefa se habíe aviát en pilota al Chorro desde lo pon, ere per Paco, lo ferré, que no dissimulabe que li habíe agradat aquella dona y que si ella haguere volgut, siríe, an estes altures, la segona mare de Roc, lo Moñigo. Pero si ella va preferí la mort que lo seu enorme pitral y lo seu pel roch y risat, que se u minjare en lo seu pa. Lo que mes despertabe la curiossidat dels tres amics als tems cuan a la taberna de Quino se despachabe una tassada de sidra de barril per sing séntims, ere sabé la causa per la que al Manco li faltabe una ma. Constituíe la raó una historia sensilla que lo Manco contabe en sensillés.

- Va sé mon germá, ¿sabéu? - díe -. Fée lleña. Als concursos guañabe sempre lo primé premio. Partíe un trong gros en pocs minuts, antes que dingú. Ell volíe sé boxejadó.

La vocassió de son germá de Quino, lo Manco, aumentabe la tentassió dels sagals. Quino prosseguíe:

- Claro que aixó no va passá aquí. Va sé a Vizcaya fa quinse añs. No está lluñ Vizcaya¿sabéu? mes allá de estos montes - y siñalabe la punta fosca, empenachada de broma, del Pic Rando. A Vizcaya tots los homens volen sé forts y mols u són. Mon germá ere lo mes fort del poble, per assó volíe sé boxejadó; perque los guañabe a tots. Un día, me va di: "Quino, aguántam este trong, que vach a partíl en cuatre destralades". Aixó me u demanabe assobín, encara que may partiguere los trongs en cuatre asclades. Assó ere un di. Aquell día lay vach aguantá firme, pero al momén de descarregá lo cop, yo vach adelantá la ma pera féli una advertensia y ¡zas! - les tres caretes infantils expresaben, an aquell momén, un mateix nivell emossional. Quino, lo Manco, se mirabe cariñosamen lo muñó y sonreíe -: La ma va saltá a cuatre metros de distansia, com un ascla 

- continuabe -. Y cuan yo mateix vach aná a replegála, encara estabe calenta y los dits se retortigaben sols, nerviosamen, com la coa de una sargantana.

Lo Moñigo tremolabe al preguntáli:

- ¿Te... te importe amostrám de prop lo muñó, Manco?

Quino adelantabe lo bras, sonrién:

- Al contrari - díe.

Los tres chiquets, animats per la amable consessió del Manco, miraben y remiraben la incompleta extremidat, lo sobaben, ficaben les ungles brutes per les bades de la carn, se féen la un al atre indicassións y, al remat, dixaben lo muñó sobre la taula de pedra com si se tratare de un objecte ya inútil.

La Mariuca, la chiqueta, se va criá en lleit de cabra y lo mateix Quino li va prepará los biberóns hasta que va cumplí un añet. Cuan la yaya materna li va insinuá una vegada que ella podíe fes cárrec de la chiqueta, Quino, lo Manco, su va pendre tan a pit y se va enfadá tan que ell y la seua sogra ya no van torná a dirigís la paraula. Al poble asseguraben que Quino li habíe prometut a la difunta no dixá la criatura en mans de atre, encara que tinguere que criála en los propis pits. Aixó li pareixíe a Daniel, lo Mussol, una evidén exagerassió. A la Mariuca-uca, com la cridaben al poble pera indicá que ere una consecuensia de la Mariuca morta, la volíen tots menos Daniel, lo Mussol.
Ere una chiqueta de ulls blaus, en lo cabell dorat y la part alta de la cara pleneta de peques. Daniel, lo Mussol, va coneixe a la chiqueta mol pronte, tan, que lo primé record della se perdíe a la seua memoria. Después sí, recordabe a la Mariuca-uca, encara una coseta de cuatre añs, rondán los díes de festa per la vora de la formachería. La chiqueta despertabe en la mare de Daniel, lo Mussol, lo instín de la maternidat prematuramen trencada. Ella dessichabe una chiqueta, encara que haguere tingut la careta plena de peques com la Mariuca-uca. Pero assó ya no podríe sé. Don Ricardo, lo meche, li va di que después del aborto li habíe quedat lo ventre sec. Lo seu ventre, pos, se fée vell sense esperanses. De aquí que sa mare de Daniel, lo Mussol, sentiguere cap a la menuda huérfana una inclinassió casi maternal. Si la veíe pindongueján per les inmediassións de la formachería, la cridáe y la assentabe a la taula.

- Mariuca-uca, filla - díe, acarissiánla -, voldrás una mica de collada, ¿verdat?

La chiqueta assentíe. Sa mare del Mussol la ateníe solíssita.

- Menuda, ¿tens prou sucre? ¿Te agrade?

Tornabe a assentí la chiqueta, sense parlá. Al acabás la dolsaina, sa mare de Daniel se interessabe per los pormenors doméstics de la casa de Quino:

- Mariuca-uca, filla, ¿quí te rente la roba?

La chiqueta sonreíe: - Lo pare.

- ¿Y quí te fa lo minjá?

- Lo pare.

- ¿Y quí te pentine les trenes?

- Lo pare.

- ¿Y quí te rente la cara y les orelles?

- Dingú.

Sa mare de Daniel, lo Mussol, sentíe llástima de ella. Se eixecabe, ficáe aigua a una grela y li rentabe les orelles a la Mariuca-uca y, después, li pentinabe en cuidadet les trenes. Mentres fée esta operassió musitabe com una letanía: "Pobra chiqueta, pobra chiqueta, pobra chiqueta..." y, al acabá, díe pegánli una surreta al culet:

- Bueno, filla, aixina estás mes curioseta.

La chiqueta sonreíe débilmen y entonses sa mare de Daniel, lo Mussol, la agarrabe als brassos y la besabe moltes vegades, frenéticamen. Podríe sé que per naixó a Daniel, lo Mussol, este cariño de sa mare cap a la Mariuca-uca li faiguere que no fore san de la seua devossió. Pero no; lo que enfadabe a Daniel, lo Mussol, ere que la menuda Uca vullguere embutí lo nas a totes les salses y intervindre activamen en assuntos impropis de una dona y que no li tocaben. Sert es que la Mariuca-uca disfrutabe de una envejable libertat, una libertat una mica assalvachada, pero la Mariuca-uca ere una dona, y una dona no pot fé lo mateix que ells féen ni tampoc ells parlá de "aixó" dabán della. No haguere sigut delicat ni oportú. Per lo demés, que sa mare la vullguere y la convidare a collada los domenges y díes de festa, no li donabe ni fred ni caló. Li molestabe la insessán mirada de la Mariuca-uca a la seua cara, lo seu afán per a interseptá totes les contingensies y eventualidats de la seua vida.

- Mussol, ¿Aón anirás avui?

- Al dimoni. ¿Vols vindre?

- Sí - afirmabe la chiqueta, sense pensá lo que díe.

Roc, lo Moñigo, y Germán, lo Tiñós, sen enríen y lo puncháen, diénli que la Uca-uca estabe enamorada dell. Un día, Daniel, lo Mussol, pera desfés de la chiqueta, li va doná una moneda y li va di: - Uca-uca, tin aixó y vésten a la farmassia a pesám.

Ells sen van aná al monte y, al torná, ya de nit, la Mariuca-uca los aguardabe en passiensia, assentada a la porta de la formachería. Se va eixecá al vórels, se va arrimá a Daniel y li va torná la moneda.

- Mussol - va di -, diu lo boticari que pera pesát hi has de aná tú.

Los tres amics sen enríen mol y ella los mirabe en los seus intensos ulls blaus, probablemen sense enténdrels. Uca-uca, a vegades, habíe de fotre ma a tota la seua astussia pera pugué aná aon lo Mussol. Una tarde, se van trobá los dos sols a la carretera.

- Mussol - va di la chiqueta -. Sé aón ña un niu de muixóns negres en polls emplomats.

- Dísme aón está - va di ell.

- Vine en mí y tel enseño - va di ella.

Y, eixa vegada, sen va aná en la Uca-uca. La chiqueta no li traíe l´ull de damún en tot lo camí. Entonses sol teníe nou añs. Daniel, lo Mussol, va sentí la impresió de les seues nines a la carn, com si li escarbaren en un punchó.

- Uca-uca, ¿per qué dimonis me mires aixina? - va preguntá.

Ella se va avergoñí, pero no va apartá la mirada.

- Me agrade mirát - va di.

- No me miros, ¿sens?

Pero la chiqueta o nol va sentí o li va fé un cas com un cabás.

- Te hay dit que no me miros, ¿no me has sentit? - va insistí ell.

Entonses ella va acachá los ulls.

- Mussol - va di -. ¿Es verdat que te agrade la Mica?

Daniel, lo Mussol, se va ficá colorat. Va dudá un momén, notán com un extrañ bambolleo al cap. Ignorabe si en estos casos se teníe que enfadá o si, per lo contrari, teníe que sonriure. Pero la sang continuabe acumulánseli al cap y, pera abreviá, se va indigná.
Va dissimulá, fén vore que li costabe saltá la valla de un prat.

- A tú no te importe si me agrade la Mica o no - va di.

Uca-uca va insinuá débilmen:

- Es mes gran que tú; te porte deu añs.

Se van enfurruscá. Lo Mussol la va dixá sola a un prat y ell sen va entorná cap al poble sense enrecordássen mes del niu. Pero en tota la nit no va pugué olvidá les paraules de Mariuca-uca. Al gitás va sentí una rara sensassió. Sin embargo, se va dominá. Ya al llit, va recordá que lo ferré li contabe moltes vegades la historia de la Pesteta menuda y don Dimas y sempre escomensabe aixina: "lo carnús ere quinse añs mes jove que la Pesteta...". Va sonriure Daniel, lo Mussol, a la oscurina. Va pensá que la historia podríe repetís y se va adormí arrullat per la sensassió de que lo voltaben los efluvios de una plássida y extraña felissidat.

Lo Camí, XV.

XV.

Don Moissés, lo maestre, díe assobín que ell nessessitabe una dona mes que un guiso. Pero portáe deu añs al poble diénu y encara seguíe sense la dona que nessessitabe.
Les Pestetes, les Llebres y don José, lo mossen, que ere un gran san, reconeixíen que lo Peó nessessitabe una dona. Sobre tot per dignidat professional. Un mestre no pot presentás a escola de consevol manera; no es lo mateix que un formaché o un ferré, per ejemple. Lo cárrec exigix. Claro que lo primé que exigix lo cárrec es una remunerassió sufissién, y don Moissés, lo Peó, careixíe de ella. Aixina que tampoc teníe res de particulá que don Moissés, lo Peó, se embutiguere cada día al mateix traje en lo que va arribá al poble, deu añs atrás, tot apedassat y ple de remiendos, y inclús que no gastare roba interió. La roba interió costabe un ull de la cara y lo maestre pressisabe los dos ulls de la cara pera desempeñá la seua faena. Camila, la Llebre, se va portá mal en ell; don Moissés, lo maestre, va está encaprichat de ella una temporada y ella li va doná carbasses, perque díe que ere un caratorta y un bocatorsuda. Aixó ere una tontería, y Paco, lo ferré, portáe raó al afirmá que assó no ere cap inconvenién, ya que la Llebre, si se casabe en ell, podríe sentráli la boca y adressáli la cara a forsa de besál. Pero Camila, la Llebre, no estabe per la labor y se va obstiná en que pera besá la boca del maestre li hauríe de besá la orella y aixó li ressultabe desagradable. Paco, lo ferré, no va di ni que sí ni que no, pero va pensá que sempre siríe menos desagradable besáli la orella a un home que besáli los morros a una llebre. Aixina que la cosa se va desfé en aigua de borraines. Camila, la Llebre, va continuá penjada del teléfono y don Moissés, lo maestre, acudín cada día a la escola sense roba interió, en los puñs desfilagarchats y los colses apedassats o hasta foradats. Lo día que Roc, lo Moñigo, los va di a Daniel, lo Mussol, y a Germán, lo Tiñós, los seus proyectes va sé un día de sol de vacassións, cuan Pascual, lo del molí, y Antonio, lo Buche, jugaben una partida al rogle de les birles.

- Escolta, Mussol - va di -; ¿Per qué no se case la Sara en lo Peó?

Per un momén, Daniel, lo Mussol, va vore lo sel ubert. ¿Cóm sén alló tan sensill y

pertinén no se li habíe ocurrit abáns an ell?

- ¡Claro! - va replicá -. ¿Per qué no se casen?

- Dic - va afegí a mija veu lo Moñigo -, que pera que dos se cason ña prou en que se entenguen en algo. La Sara y lo Peó se pareixen en que cap dels dos me pot vore a mí ni en pintura. A Daniel, lo Mussol, li anabe pareixén lo Moñigo un payo inteligén. No veíe cap manera de cambiá de exclamassió, tan perfecte y sugestiu li pareixíe tot alló.

- ¡Claro! - va repetí.

Va continuá lo Moñigo:

- Figúrat lo que siríe viure yo a casa meua en mon pare, los dos sols, sense la Sara. Y a la escola, don Moissés sempre me tindríe alguna considerassió per lo fet de sé germá de la seua dona, y inclús a vatros per sé los millós amics de son germá de la seua dona. Crec que me explico, ¿no?

- ¡Claro! - va torná a di.

- ¡Claro! - va di lo Tiñós.

Lo Moñigo va moure lo cap dudán:

- Lo cas es que ells se vullguen casá - va di.

- ¿Per qué no hauríen de voldre? - va afirmá lo Mussol -. Lo Peó fa deu añs que nessessite una dona y a la Sara no li disgustaríe que un home li diguere cuatre cosetes. La teua germana no es gens guapa.

- Es fea com un dimoni, ya u sé; pero tamé es fea la Llebre.

- ¿Es escrupulosa la Sara? - va di lo Tiñós.

- Qué va; si li cau una mosca a la lleit, sen enriu, y li diu:
"Prepárat, que vas de viache", y se la trague en la lleit com si res. Después sen enriu un atra vegada - va di Roc, lo Moñigo.

- ¿Entonses? - va di lo Tiñós.

- La mosca ya no torne a donáli guerra; es cosa de un momén. Casás es diferén - va di lo Moñigo. Los tres van está un rato callats. Al remat, Daniel, lo Mussol, va di:

- ¿Per qué no fem que se veiguen?

- ¿Cóm? - va preguntá lo Moñigo.

Lo Mussol se va eixecá de un bot y se va espolsá les possaderes:

- Vine, ya u vorás.

Van eixí del corro de les birles a la carretera. La actitut del Mussol revelabe una febril exitassió.

- Li escriurem una nota al Peó com si fore de la Sara, ¿me enténs? Tan germana ix totes les tardes a la porta de casa a cusí pera vore passá la gen. Li escriurem que ella l´espere y cuan ell hi vaigue y la veigue se creurá quel está esperán de verdat.

Roc, lo Moñigo, adoptabe un gesto furo, enfurruñat, habitual en ell cuan algo no lo cuadrabe del tot.

- ¿Y si lo Peó reconeix la lletra? - va argumentá.

- La desfigurarem - va intervindre, entusiasmat, lo Tiñós.

Va afegí lo Moñigo:

- ¿Y si li enseñe la carta a la Sara?

Daniel va cavilá un momén.

- Li escriurem que cremo la carta antes de aná a vórela y que may li parlo de eixa carta si no vol que se mórigue de vergoña y que no lo torno a mirá a la cara.

- ¿Y si no la creme? - va di, tossut, lo Moñigo.

- La cremará. Lo asquerós Peó té temó de quedás sense dona. Ya es una mica agüelo y ell sap que tors la boca. Y que assó fa feo. Y que a les dones nols agrade besá la boca de un home a la orella. Ya lay va di la Llebre ben claret - va di lo Mussol.

Roc, lo Moñigo, va afegí com parlán per an ell:

- Ell no dirá res per la cuenta que li corre; está acollonit desde que la Camila li va doná carbasses. Tens raó. Paulatinamen renaixíe la confiansa al ample pit del Moñigo. Ya se veíe sense la Sara, sense la constán amenassa de la regla del Peó a les puntes dels dits a la escola; disfrután de una independensia que hasta entonses no habíe conegut.

- ¿Cuán li escriurem la carta, entonses? - va di.

- Ara mateix.

Estaben enfrente de la formachería y van entrá. Lo Mussol va agarrá un llapis y un papé y va escriure en caracters tipografics: "Don Moissés, si vosté nessessite una dona, yo nessessito un home. L´espero a les set a la porta de casa meua. No me parlo may de esta carta y crémola. Me moriría de vergoña y nol tornaría a mirá a la cara. Faigue vore que se topete en mí de cassualidat. Sara".

Al hora de diná, Germán, lo Tiñós, li va embutí la carta al maestre per deball de la porta y a les set menos cuart de aquella mateixa tarde entrabe en Daniel, lo Mussol, a casa del Moñigo a esperá los acontessiméns desde la finestrota de la pallissa.

Lo assunto estabe ben planejat y tot, pero va faltá un pel de conill de anássen a pique.
La Sara, com de costum, teníe tancat al Moñigo a la pallissa cuan ells van arribá. Y eren les set menos cuart. Daniel, lo Mussol, creíe que, nessessitán com nessessitabe lo Peó una dona desde fée deu añs, no se retrasaríe ni un minut.

La veu de la Sara se sentíe per lo forat de la escala. Encara que habíe sentit un milló de vegades aquella retahíla, Daniel, lo Mussol, no va pugué evitá ara un tremoló:

- Cuan los meus ulls de vidre y fora de les cassoletes per lo horror de la inminén mort fixon en Vos les seues mirades lánguides y moribundes...

Lo Moñigo debíe sabé que eren casi les set, perque responíe atropelladamen, sense donáli tems a la Sara de acabá la frasse:

- Jesús misericordiós, tin compassió de mí.

La Sara se va pará al escoltá que algú pujabe per la escala. Eren lo Mussol y lo Tiñós.

- Hola, Sara - va di lo Mussol, impassién -. Perdona al Moñigo, no u tornará a fé.

- Qué te saps tú lo que ha fet, carnús - li va di ella.

- Algo roín sirá. Tú nol castigues may sense motiu. Tú eres justa.
La Sara va sonriure, complaguda.

- Esperéu un momén - va di, y va seguí rápidamen, ansián acabá en lo cástic:

- Cuan perduts los meus sentits, tot lo món desaparegue de la meua vista y gemega yo entre les angusties de la radera agonía y los afáns de la mort...

- Jesús misericordiós, tingáu compassió de mí. Sara, ¿has acabat?

Ella va tancá lo devossionari.

- Sí.

- Hale, óbrim.

- ¿Has escarmentat?

- Sí, Sara; avui me has fet agarrá temó.

Se va eixecá la Sara y va obrí la porta de la pallissa vissiblemen satisfeta.
Va escomensá a baixá la escala a pas lento. Al primé replá se va girá.

- Ojito de fé marranades - va di, com si tinguere un pressentimén.

Lo Moñigo, lo Mussol y lo Tiñós se van arrimá cap a la finestrota de la pallissa sense intercambiá cap paraula. Lo Moñigo va apartá les taragañes de una sarpada y se va assomá al carré. Va preguntá angustiat lo Mussol:

- ¿Ha eixit ya?

- Está traén la cadira y lo ganchillo. Ya se assente - La seua veu se va fé de repén apremián -. ¡Lo Peó ve pel racó del carré!

Lo cor del Mussol se va ficá a ballá com un lloco desbotonat, mes encara que cuan va sentí chulá al rápit a la entrada del túnel y ell lo esperabe a dins en los cansonsillos baixats, o cuan sa mare li va preguntá a son pare, en un extrañ retintín, si teníen al Gran duc com un huésped de lujo. Lo de avui ere encara mol mes emossionán y trassendental que tot alló. Va ficá la cara entre les del Moñigo y lo Tiñós y va vore que don Moissés se parabe frente a la Sara, en lo cos una mica de costat y les mans a la esquena, y li guiñabe o clucabe un ull y li sonreíe hasta la orella per la punta esquerra de la boca.
La Sara lo mirabe parada y, al remat, avergoñida per tantes clucaines y tanta sonrissa, va di:

- Bona tarde, don Moissés, ¿qué diu de bo?

Ell entonses se va assentá al pedrís a la vora de ella. Va torná a fé una serie de momos rápits en la boca, en lo que demostrabe que estabe contén.

La Sara lo observabe assombrada.

- Ya estic aquí, sagala - va di ell -. No hay sigut morós, ¿verdat?
De lo demés no diré ni una paraula. No te preocupos. Don Moissés parlabe mol be.
Al poble no se ficaben de acord sobre quí ere lo que milló parlabe de tots, encara que en los candidatos coinsidíen: don José, lo mossen; don Moissés, lo mestre, y don Ramón, lo alcalde - boticari.

La melosa veu del Peó al seu costat y les paraules que empleabe van desconsertá a la Sara.

- ¿Li... Li passe a vosté algo avui, don Moissés? - va di. Ell va torná a guiñáli l´ull en un sentit de complissidat y no va contestá.

A dal, a la finestra de la pallissa, lo Moñigo va sussurrá a la orella del Mussol:

- Es un gorrino charraire. Está charrán de lo que no hauríe de charrá.

- ¡Chist!

Lo Peó se va incliná ara cap a la Sara y li va agarrá una ma en ossadía.

- Lo que mes admiro de les dones es la sinseridat, Sara; grassies. Tú y yo no nessessitam recovecs ni dissimulá - va di.

Tan roija se li va ficá la cara a la Sara que lo seu pel pareixíe menos roch. Se arrimabe la Chata, en una enjerra de aigua al bras, y la Sara se va separá de la ma del Peó.

- ¡Per Deu, don Moissés! - va cuchichejá en un rapto de inconfessada complassensia -. ¡Que poden vóremos! A dal, a la finestrota de la pallissa, Roc, lo Moñigo, y Daniel, lo Mussol, y Germán, lo Tiñós, sonreíen bobamen, sense mirás. Cuan la Chata va doblá lo racó, lo Peó va torná a la cárrega.

- ¿Vols que te ajuda en eixa roba? - va di.

Ara li agarrabe les dos mans. La Sara, en un movimén instintiu, va amagá la robeta detrás della, atossigada per la roijó.

- Les mans quietes, don Moissés - va di.

A dal, a la pallissa, lo Moñigo sen va enriure per lo bajinis:

- Ji, ji, ji. Es una braga - va di.

Lo Mussol y lo Tiñós tamé van riure. La confussió y lo aparén enfado de la Sara no amagaben un vehemen goch. Entonses lo Peó va escomensá a díli sense pará coses boniques dels seus ulls y de la seua boca y del seu pel, sense donáli tems de respirá, y a la legua se advertíe que lo cor virgen de la Sara, huérfana encara de requiebros, se derretíe com lo gel deball del sol. Al acabá la retahíla de piropos, lo maestre se va quedá mirán de prop, fixamen, a la Sara.

- ¿A vore si has adeprés ya cóm son los teus ulls, sagala? - va di.

Ella va riure, atontadota.

- ¡Qué coses té, don Moissés! - va di.

Ell va insistí. Se notabe que la Sara evitabe parlá pera no defraudá en les seues frasses vulgars al Peó, que ere un dels que milló parlaben al poble. Sense duda la Sara volíe recordá algo majo que haguere lligit, algo elevat y poétic, pero lo primé que li va vindre al cap va sé lo que mes vegades habíe repetit.

- Pos... Los meus ulls són... són... vidriosos y fora de les cassoletes, don Moissés - va di, y va torná a riure. La Sara se va quedá tan ampla. La Sara no ere lista. Pensabe que aquelles paraules per lo mero fet de vindre al devossionari habíen de sé mes apropiades pera aplicáles als ángels que als homens y se va quedá tan a gust. Ella va interpretá la expresió de assombro que se va dibuixá a la cara del maestre favorablemen, com un indissi de sorpresa al constatá que ella no ere tan basta y tosca com seguramen habíe ell imaginat. En cambi, lo Moñigo, allá dal, se va resselá algo:

- La Sara ha degut di alguna bobada, ¿no?

Lo Mussol va aclarí:

- Los ulls de vidre y fora de les cassoletes són los dels morts.

Lo Moñigo va sentí ganes de aviáli un tubot al cap a san germana. No obstán, lo Peó va sonriure hasta la orella dreta. Teníe que nessessitá mol una dona cuan transigíe en alló sense di res. Va torná a requebrá a la Sara en ahínco y al cuart de hora, ella estabe com assompada, en les galtes roijes y la mirada perduda al buit, igual que una sonámbula.
Lo Peó va voldre assegurás la dona que nessessitabe:

- Te vull, ¿saps, Sara? Te voldré hasta lo final del món. Vindré a vóret tots los díes an esta mateixa hora. Y tú, tú, dísme - li agarrabe una ma, aparentán un efervessén apassionamén -, ¿me voldrás sempre?

La Sara lo va mirá com enajenada. Les paraules li acudíen a la boca en una fluidés extraña; ere com si ella no fore ella mateixa; com si algú parlare per nella desde dins del seu cos.
- Lo voldré, don Moissés - va di -, hasta que, perduts los sentits, tot lo món desaparegue de la meua vista y gemega yo entre les angusties de la radera agonía y los afáns de la mort.

- ¡Aixina me agrade! - va di lo mestre, entussiasmat, y li va apretá les mans y va tancá dos vegades los ulls, y atres cuatre se li va estirá la boca hasta la orella y, al final, sen va aná y antes de arribá al racó va girá varies vegades lo cap y li va sonriure convulsivamen a la Sara. Aixina se van fé novios la Sara y lo Peó. En Daniel, lo Mussol, van sé una mica desconsiderats, tenín en cuenta la part que ell habíe jugat en aquell entenimén. Habíen sigut novios añ y mich y ara que ell teníe que marchá al colegio a escomensá a progressá sels ocurríe fixá la boda pera lo dos de novembre, lo día de les Ánimes Beneites

Andrés, "lo home que de perfil no se veu", tampoc va aprobá aquella fecha y u va di aixina sense secretisme: - Los homens que busquen una dona se casen a la primavera; los que van buscán una fregona se casen al ivern. No falle may. A la Nochebuena, la vespra de Nadal siguién, la Sara estabe de mol bon humor. Desde que se va fé novia del Peó se li habíe suavisat lo carácter. Hasta tal pun que, desde entonses, sol dos vegades habíe tancat al Moñigo a la pallissa pera lligíli les recomendassións del alma. Ya se habíe guañát algo. Per afegit, lo Moñigo traíe millós notes a escola y ni una vegada va tindre que eixecá la Historia Sagrada, en los seus mes de sen grabats a tot coló, per damún del cap. Daniel, lo Mussol, en cambi, va traure ben poc de tot alló. A vegades se lamentabe habé intervingut al assunto, pos sempre ressultabe mes confortadó aguantá la Historia Sagrada veén que lo Moñigo fée lo mateix al seu costat, que tindre que aguantála sense compañía. La vespra de Nadal, la Sara estabe de mol bon talante y li va preguntá al Moñigo mentres voltabe lo pollastre que se rostíe al forn:

- Dísme, Roc, ¿Li vas escriure tú una nota al maestre diénli que yo lo volía?

- No, Sara - va di lo Moñigo.

- ¿De verdat? - va di ella.

- Te u juro, Sara - va afegí.

Ella se va portá un dit que se habíe cremat a la boca y cuan lo va traure va di:

- Ya día yo. Siríe lo únic bo que hagueres fet en tota la teua vida. Va, apártat de ahí, carnús.