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jueves, 11 de enero de 2018

Noms propis català

Si al teu DNI fique Carlos, no eres Carles. A España Carlos V, que se díe Karl al seu país, se díe Carlos, en latín Carolus.

Si yo me vull di Moncho, m'hay de cambiá lo nom al DNI, mentrestán siré Ramón, en tilde a la o, encara que tot deu me conegue com Moncho, en ch. Guimerá en tilde a la á.

Si escrius en castellá, España, Cataluña, Logroño, van en ñ
Si escrius en catalá, en ny
y si escrius en chapurriau, en ñ. 
Antigamén, la ñ ere nn, y después se va ficá la virgulilla.

Barcelona en chapurriau es Barselona, antigamén, Barcino, Barcinona, Barchinona, etc. No conserven Barcino ni Barcinona, pero Valderrobres en catalá te que sé Vall-de-Roures. Tot mol democrátic y sientífic, com sempre diuen. Uall de Roures ix an algún texto. 

Alguns ejemples de catalanistes que se cambien lo nom per a pareixe mes catalans:

Natxo Sorolla, Ignacio Sorolla Vidal

Desideri Lombarte, Desiderio

Carles Sancho Meix, Carlos  

Carles Terès, Carlos Terés

Hèctor Moret, Héctor

Ramon Mur, Ramón Mur

Tomàs Bosque, Tomás Bosque

Josep Miquel Gràcia Zapater, José Miguel Gracia Zapater

Joan Lluïs Camps Juan, Juan Luis Camps Juan , ell no se cambie lo nom, atres lay cambien.

Màrio Sasot Escuer, Mario 

Fermí, Fermín

Quim Arrufat , Joaquín

Joaquim Montclús i Esteban, Joaquín o Juaquín Montclús o Monclús Esteban

Hipòlit Solé Llop, Hipólito , Pólit

Francesc Josep Celma Tafalla, Francisco José, de momén no se cambie lo nom.

Celia Antolín Bellés , no Bellès. 

Javier Arrufat Molinos no se cambie lo nom. Es de Monroch.

Josep Antoni Carrégalo Sancho, José Antonio

Francesc Xavier , Francisco Javier, Escudero y algún atre.

Aragonés:
 

Chuse Inazio Nabarro, José Ignacio Navarro o Nabarro



Viccionari, Llista de noms propis en català

http://www.idescat.cat/cat/poblacio/poblonomast.html

http://justicia.gencat.cat/ca/serveis/cercador_de_noms

lunes, 10 de junio de 2019

Tomo I, texto XXXVIII, Carlos III Navarra, rey Martín de Aragón


XXXVIII.
Reg. 2252, fol. 123. 21 de octubre de 1409.

Rey muy caro e muy amado hermano. Con muy gran crebamiento de corazon nos conviene soven renovar la dolor que havemos de la trista et muy dolorosa muert de nuestro primogenito e fijo vuestro el rey de Sicilia de gloriosa recordacion e agora no menos quando nos conviene scrivir de los afferes que tocan nuestra muy cara fija e vuestra la reyna de Sicilia su muger la qual ell sobre todas cosas amava e nos por conseguient amamos aquella tanto como en vida del dito rey su marido faziamos e la havemos e havremos todos tiempos por fija nuestra muy cara: e es muyto consonant a razon quar nos la li esleimos por muger e la saquemos de la vuestra casa paternal e la embiemosal dito nuestro primogenito por reyna e muger suya. Rey muy caro y muy amado hermano porque a vos sea bien cierto que todo lo que desuso es contenido no solament lo havemos a corazon antes de feyto lo hemos metido en buena execucion significamosvos que encontinent sabida por nos la dita muert muy dolorosa ordenemos que la dita reyna fija vuestra et nuestra fos regidora e lugartenient nuestra en el regno de Sicilia en aquella maniera que era vivendo el dito rey de Sicilia su marido e ahun con muyto mayor e amplo poder e ordenamos ahun mas que ella estea en aquellas ciudades villas e lugares e vaya por todas aquellas partes del regno que mas li plazeran liberament e assin como ella esleira e que le sea feyta aquella honor e obediencia que a nos seria feyta si eramos personalment en aquell regno en el qual con la ayuda de nuestro Senyor Dios entendemos pasar muy prestament por visitar la dita reyna e poner aquell en buen estado. Porque rey muy caro e muy amado hermano en caso que a la dita reyna fija nuestra et vuestra muy cara plazera aturar e remaner en el dito regno de Sicilia nos ne havremos muy gran plazer e consolacion e li faremos fazer en aquell tanta honra como a nos mesmo: e si no hi querra remaner mas passar en estas partes nos la faremos bien e honorablament acompanyar e despues si querra estar en nuestra cort havremosne muy grant placer e la havremos e tractaremos como a fija nuestra muy cara: e si mas querra tornar en vuestro regno nos la faremos acompanyar en tal manera que sera devidamente satisfeyto a vuestra honra e a la nuestra e a la suya. De todas estas cosas rey muy caro e muy amado hermano e de otras provisiones que sobre este feyto havemos mandado fazer vos pora informar mossen Arnau de Luça al qual ne havemos dito nuestra intencion. Rey muy caro e muy amado hermano la sancta Trinidad sea vuestra continua proteccion. Dada en Barchinona dius nuestro siello secreto a XXI dia de octobre del anyo de la natividat de Nuestro Senyor mil CCCC nueve. - REX MARTINUS. - Dominus rex mandavit michi - Bernardo Medici. - El rey Daragon hermano vuestro (1).

(1) Habla con el rey don Carlos el noble de Navarra.


https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_III_de_Navarra

Carlos III, el noble, Navarra, Detalle de su escultura yacente en el sepulcro de la Catedral de Pamplona (Janin Lomme de Tournai, 1416)
Carlos III, el noble, Navarra, Detalle de su escultura yacente en el sepulcro de la Catedral de Pamplona (Janin Lomme de Tournai, 1416)

Ver documento de adopción de Jaime I y el rey don Sancho de Navarra (siglo XIII) para comparar el estilo y vocabulario de los dos documentos.

jueves, 23 de mayo de 2019

FUNDACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE PANO


2.81. FUNDACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE PANO
(SIGLO VIII. SAN JUAN DE LA PEÑA)

FUNDACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE PANO  (SIGLO VIII. SAN JUAN DE LA PEÑA)


En los momentos inmediatamente posteriores a la conquista musulmana de Zaragoza, la principal ciudad del valle medio del Ebro, no era extraño advertir la presencia de pequeños grupos de cristianos huidos y escondidos en bosques, cuevas y montes que esperaban a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos por si podían regresar a los hogares que habían abandonado de manera precipitada. Estos fugitivos solían reunirse para llorar sus penas, solicitar la ayuda de Dios y ayudarse unos a otros. Fue en una de estas reuniones cuando, ante la permanencia de los moros en la ciudad, surgió la idea de reconquistar las tierras perdidas y tratar de fundar una ciudad cristiana.
Animados por esta ilusionante idea, los cristianos huidos —que conocían perfectamente la zona, pues no en vano era su casa— escogieron una cumbre inaccesible, la cima del monte Pano, como lugar de asentamiento de su primera ciudad tras la invasión agarena. Dicho monte, que situado entre Santa Cruz de la Serós y Botaya, está coronado en su cima por una extensa llanura, por lo que el trazado y la construcción fueron fáciles, máxime cuando aún hoy por allí abundan la piedra y la madera. Se dieron cita en aquel lugar familias enteras que se rigieron por los antiguos usos y costumbres bajo la protección de la Cruz, el auténtico símbolo de su fe.
No tardó mucho en llegar la noticia de la existencia de esta nueva y pequeña comunidad a oídos de Abdelaziz, gobernador musulmán de Zaragoza, quien, temeroso de que aquel intento pudiera constituir algún peligro, dispuso inmediatamente un ejército, capitaneado por Abdemelic, para tratar de someter a la ciudad de Pano.

Cuando los cristianos advirtieron la presencia del ejército musulmán se aprestaron a defender sus casas. En principio, las dificultades para acceder al lugar escogido pudieron mantener a salvo sus casas y enseres por un cierto espacio de tiempo, pero finalmente acabó imponiéndose el mayor poderío humano y bélico del ejército atacante, que penetró en la ciudad y la arrasó por completo, frustrando así el sueño de aquellas familias.
Nada quedó en la ciudad de Pano, salvo esta historia.

[Martínez y Herrero, B., Sobrarbe y Aragón..., I, págs. 46-48.]


El Real Monasterio de San Juan de la Peña situado en Botaya, al suroeste de Jaca, Huesca, Aragón (España), fue el monasterio más importante de Aragón en la alta Edad Media. En su Panteón Real fueron enterrados un buen número de reyes de Aragón. Forma parte del camino aragonés del Camino de Santiago. Su enclave es extremadamente singular.


Cuenta la leyenda, que un joven noble de nombre Voto (en algunas versiones, Oto), vino de caza por estos parajes cuando avistó un ciervo. El cazador corrió tras la presa, pero ésta era huidiza y al llegar al monte Pano, se despeñó por el precipicio. Milagrosamente su caballo se posó en tierra suavemente. Sano y salvo en el fondo del barranco, vio una pequeña cueva en la que descubrió una ermita dedicada a San Juan Bautista y, en el interior, halló el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés. Impresionado por el descubrimiento, fue a Zaragoza, vendió todos sus bienes junto a su hermano Félix se retiró a la cueva, e iniciaron una vida eremítica.

Este sería el inicio del Monasterio del que escribía don Miguel de Unamuno:

...la boca de un mundo de peñascos espirituales revestidos de un bosque de leyenda, en el que los monjes benedictinos, medio ermitaños, medio guerreros, verían pasar el invierno, mientras pisoteaban la nieve jabalíes de carne y hueso, salidos de los bosques, osos, lobos y otros animales salvajes.

Claustro de San Juan de la Peña.
Claustro de San Juan de la Peña.


Se habitan estas montañas poco después de la conquista musulmana, al construir el castillo de Pano, destruido en el año 734. El origen legendario del Reino de Aragón también encuentra en el monasterio cueva de San Juan de la Peña su propia historia, cuando reunidos los guerreros cristianos junto a Voto y Félix deciden por aclamación nombrar a Garcí Ximénez su caudillo que les conducirá a la batalla por reconquistar tierras de Jaca y Aínsa, lugar este donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.

Reinando en Pamplona García Íñiguez y Galindo Aznarez I, conde de Aragón, comienzan a favorecer al Monasterio. El rey García Sánchez I concedió a los monjes derecho de jurisdicción, y sus sucesores hasta Sancho el Mayor, continuaron esta política de protección. Allí pasó sus primeros años San Íñigo. En el reinado de Sancho Ramírez de Aragón adquiere su mayor protagonismo llegando a ser panteón de los reyes de Aragón.

Fueron devastadores los incendios de 1494 y 1675. A raíz del último de ellos, se construyó el Monasterio Nuevo. El Monasterio Antiguo fue declarado Monumento Nacional el 13 de julio de 1889 y el Monasterio Moderno el 9 de agosto de 1923. La restauración fue dirigida por el arquitecto modernista aragonés Ricardo Magdalena.

Probablemente existiera algún tipo de cenobio anterior al siglo XI, pero la construcción de mayor importancia empieza el año 1026 por iniciativa de Sancho el Mayor. En el año 1071 el rey Sancho Ramírez cede el conjunto existente a los monjes cluniacenses y favorece su reforma. En este momento se levanta el conjunto que hoy queda, en mayor o menor medida. La reforma benedictina de Cluny no podía obviar la construcción de un claustro que se finalizará ya entrado el siglo XII.

A finales del siglo XI son un conjunto de capiteles de influencia jaquesa del claustro con temas de animales fantásticos y algunos motivos geométricos y vegetales donde destacan los roleos. Un segundo grupo, formado por veinte capiteles, fue encargado en el último tercio del siglo XII al llamado maestro de San Juan de la Peña, autor anónimo, también conocido como Maestro de Agüero, probablemente para sustituir otro anterior.​ El pequeño recinto ofrecía un cerramiento diáfano en forma de arcadas separadas por columnas. Los arcos se veían rematados con cenefas con el típico taqueado jaqués.

El Maestro desarrolla un programa sobre escenas bíblicas donde aparecen entre otras el Anuncio a los pastores, la Natividad, la Anunciación, la Epifanía, el Bautismo y la Circuncisión de Jesús, la Última Cena, episodios sobre Caín y Abel, la Creación de Adán y Eva, así como su Reprobación y posterior condena al trabajo. Seguramente el maestro de Agüero solo elaboró los capiteles para dos alas del claustro ya que a finales del siglo XII el monasterio entró en franca decadencia. El programa iconográfico que plantean los 26 capiteles que conservamos parece enfocar la Salvación a través de la Fe escogiendo los episodios más significativos para ello.

Se trabaja con bajorrelieves casi todos dominados por un horror vacui muy acentuado que provoca contorsiones en algunas figuras que superan el propio marco sacando un brazo como en la escena de Jesús y los Apóstoles. Los gestos son exagerados, casi teatrales, acentuando los ojos y la boca, y confiriendo narratividad a las escenas. En cuanto a las formas, estas se someten a esquemas geométricos que dominan desde la configuración del rostro o los pliegues de los paños, hasta los movimientos de caballos o de la misma agua que se vierte de un jarro a otro.

En el piso superior se encuentra el Panteón real. En él, durante cinco siglos se enterraron algunos de los monarcas de Aragón y de Navarra. Su aspecto actual data del siglo XVIII.

En San Juan de la Peña, los reyes de Aragón fueron sepultados en tumbas de piedra colocadas en tres órdenes superpuestos, desde la roca hacia afuera, presentando a la vista solo los pies del féretro. El panteón real ocupa las dependencias de la antigua sacristía de la iglesia alta, que data del siglo XI; fue reformado por Carlos III en 1770, siguiendo las indicaciones de don José Nicolás de Azara y del conde de Aranda, quien quiso ser enterrado en el atrio. La reforma solo afectó a la decoración, quedando los sepulcros en el mismo lugar; se levantó delante de ellos una pared en la que se colocaron láminas de bronce con las inscripciones correspondientes, se distribuyó por la sala profusión de estucos y mármoles, colocando en la pared frontera unos medallones con relieves que representan escenas de legendarias batallas.

Alberga los restos de algunos monarcas navarros que reinaron en Aragón, de los primeros condes aragoneses y de los tres reyes iniciales de la dinastía ramirense, Ramiro I, Sancho Ramírez, Pedro I, junto con sus esposas.

En 1889 se le otorga el título de Monumento Nacional que en 1920 es completado con la declaración por parte del rey Alfonso XIII como Sitio Nacional. Ya el 2 de febrero de 2004, el Gobierno de Aragón completa su declaración como Bien de interés cultural con la protección del conjunto monástico y su entorno.

La mayor parte del fondo documental del Monasterio se trasladó al Archivo Histórico Nacional de Madrid, donde se encuentra en la sección de Clero. Atendiendo a los trabajos publicados, la documentación se divide en tres grandes grupos:

Textos más antiguos, entre 507 y 1064, que se recogen en el Cartulario de San Juan de la Peña.
Documentos fechados entre 1064 y 1194.
Documentos fechados entre 1195 y finales del siglo XV.

Según la leyenda española sobre el Santo Grial, este permaneció en el monasterio, después de pasar por diversas ubicaciones como la cueva de Yebra de Basa, monasterio de San Pedro de Siresa, iglesia de San Adrián de Sásabe, San Pedro de la Sede Real de Bailo, la Catedral de Jaca, desde 1071 hasta 1399.

La necesidad de atraer a los peregrinos a Santiago que pasaban por el cercano camino de Jaca al monasterio aconsejó que en él se ubicara la reliquia. En 1399 el rey Martín I se llevó el vaso sagrado al palacio de la Aljafería de Zaragoza, donde estuvo más de veinte años, después de una breve estancia en Barcelona, acompañando al rey y posteriormente se trasladó a la Catedral de Valencia.

El primer lugar en España donde se celebra con el rito Romano es en el Reino de Aragón en el monasterio de San Juan de la Peña, el 22 de marzo de 1071, durante la estancia del Santo Cáliz en el monasterio y a continuación se oficializa en el resto del reino, sustituyendo al rito mozárabe.

Martínez y Herrero, Bartolomé (1866). Sobrarbe y Aragón : estudios históricos sobre la fundación y progreso de estos reinos, hasta que se agregó á los mismos el Condado de Barcelona. pp. 54-59. http://bibliotecavirtual.aragon.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=3703

Enríquez de Salamanca, Cayetano, Rutas del románico en la provincia de Huesca, Las Rozas (Madrid), 1987, pág. 42, ISBN 84-398-9582-8.

Lapeña Paúl, Ana Isabel (1997). «Documentos en romance del Monasterio de san Juan de la Peña (primera serie, siglo XIII-1325)». Alazet, 9, pp. 215-249.

La introducción del rito romano en Aragón y Navarra.




  • Sitio web oficial del Monasterio de San Juan de la Peña (en español, francés e inglés)


  • http://www.jacetania.es/jacetaneas/opencms/site/web/conoce_la_comarca/jaca/botaya/?comboIdiomas=spanish

    jueves, 2 de diciembre de 2021

    DVA, Borao, Apéndice + anexo vocabulario

    APÉNDICE.

    DVA, diccionario, voces, aragonesas, Gerónimo Borao, kindle


    INTRODUCCIÓN.
    (Las páginas se refieren al original, no coinciden en formato doc, html)
    PÁGINA 6.

    El autor del famoso diálogo de las lenguas, obra escrita en el siglo de oro, y publicada en el XVIII por Mayans, con sus Orígenes y otras piezas literarias, se supone ser el protestante Juan de Valdés.

    IBIDEM.

    Citando el erudito arabista Sr. Gayangos al morisco aragonés Mohamad Rabadán, natural de Rueda de Jalón y autor de un poema aljamiado en honor del anaví Muhamad, el cual se incluye por primera vez en los apéndices a la Historia de la literatura española del sabio anglo-americano Ticknor, dice de su cuenta que “en Aragón, sobre todo, donde por causas locales comenzó antes la amalgama y fusión de las dos lenguas (española y árabe) hubo pueblos en que se hablaba y escribía una jerga casi ininteligible para los no versados en la lengua arábiga.”

    PÁGINA 27.

    Solamente hablando con impropiedad, aunque impropiedad a veces inevitable, se puede considerar a la aragonesa como tal lengua o idioma por más que un autor moderno diga que “hasta la misma Andalucía y el Aragón no se han emancipado aún completamente de sus primitivos idiomas”, y por más que en la comedia Tesorina de Jaime Huete se diga “pero, si por ser su natural lengua aragonesa, no fuese por muy cendrados términos, cuanto a esto merece perdón”. Otra cosa es que en los autores aragoneses se note tal cual locución o modismo provincial, como los notó Zurita, aunque en él son rarísimos, el crítico Sepúlveda, o como se vislumbran en Avellaneda, en quien a posteriori han podido advertirse desde que Cervantes, que debió de conocerle, lo declaró aragonés en varios pasajes del Quijote.
    Sobre el fingido Avellaneda, cuyo lenguaje se ha examinado muy poco, nos permitiremos una ligera digresión por lo que tiene de interesante a nuestro objeto.
    Cervantes publicó en 1605, y después en 1608, las cuatro partes de D. Quijote, que después él quiso que se llamaran una sola y primera parte, a la cual dio cima con el encantamiento del héroe manchego, el cual, razonablemente maltratado por el cabrero y los disciplinantes, fue restituido con aquella industria a su aldea, en donde el autor le dejó tan finado, como que habló de lo poco que la tradición conservaba acerca de sus posteriores aventuras en Zaragoza y concluyó con los versos que a su muerte se escribieron, pero dejando, no obstante, al lector con esperanza de la tercera salida de D. Quijote. Al cabo de algunos años, y cuando ya Cervantes tenía adelantada su inmortal novela, hasta el capítulo LIX, que es en donde empieza a ocuparse de Avellaneda, publicó este en Tarragona el año 1614 una continuación que Lesage tradujo al cabo de un siglo, en 1704, y que después se ha reimpreso en 1732, en 1805 y por Rivadeneira en nuestros días, habiendo merecido a todos en general fuertes dicterios, pero habiendo sido calificada por Montiano como superior a la del mismo Cervantes Saavedra.
    Bueno es que este contestara, en el suyo delicadísimo, al torpe prólogo de Avellaneda; bueno es que continuara su Quijote con la decencia y el donaire que tantas veces hubieron de faltar a su competidor; bueno es que pusiera la inimitable segunda parte suya muy por encima (que lo está mucho en efecto), de la del atrevido ingenio tordesillesco; bueno es que le hiciera las repetidas y chispeantes alusiones que se leen en varios lugares, que le motejara por haber abandonado como ingrata a Dulcinea del Toboso, que le deseara quemado y hecho polvos por impertinente, y aún que trajera hacia el fin de la historia a D. Alonso Tarfe, grandísimo amigo del otro D. Quijote, para que se sacara testimonio por ante un alcalde y un escribano sobre la autenticidad del verdadero hidalgo de la Mancha; pero no anduvo tan cuerdo el gran Cervantes en aquel juego de pelotear los diablos ante Altisidora con el libro de Avellaneda, ni en inquietarse porque este llamara a Sancho comilón, ni en privar a Zaragoza del honor que en recibir a D. Quijote le había dado ya la tradición (en el último capítulo de la primera parte); ni en tener por cosas dignas de reprensión (reprehension)... que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos... y que yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia, porque aquí dice que la mujer de S. Panza mi escudero se llama Mari-Gutiérrez, y no se llama tal sino Teresa Panza. (cap. 59). Dejando esto último como menos importante, si bien prueba una vez más la distracción con que Cervantes escribía, cuando no recordó aquellas sus palabras del cap. VII, aunque lloviese diez reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari-Gutiérrez; vengamos a lo del lenguaje aragonés. Que el autor tuviera esa patria no es para nosotros dudoso desde que Cervantes, que le habría muy bien conocido, nos lo aseguró varias veces, ya no con aire de sospecha, sino con toda la resolución de quien hablaba sobre seguro: que el tal aragonés fuera inquisidor está punto menos que resuelto, si, como creemos, se ha interpretado bien una frase de Cervantes: que fuera además religioso de la orden de Predicadores se tiene hoy por muy probable, aunque más lo dudaría Clemencín, fundado en los cuadros y expresiones lúbricas e indecentes del segundo D. Quijote, pero desconociendo la mayor procacidad con que, respecto a nuestros tiempos, en aquellos dorados se escribía: que fuera, en fin, el inquisidor general fr. Luis de Aliaga, o el dominico Joaquín Blanco de Paz con quien se enemistó Cervantes en Argel, o un autor de comedias criticadas en la primera parte del Quijote, como afirma resueltamente D. Vicente de los Ríos, es una cuestión literaria que permanece todavía sub judice, aunque en favor de la primera opinión ha aducido tan buenas conjeturas el laborioso y perspicaz escritor D. Cayetano Rosell, que casi hay que rendirse a su opinión, no porque el episodio de los Felices amantes revele un tan gran conocimiento de los conventos de religiosas que no lo pudiera tener quien no los hubiera menudamente visitado, sino por las analogías de estilo entre el Quijote de Avellaneda y la Venganza de la lengua española de Aliaga, y por la coincidencia de haber denostado a Aliaga el Conde de Villamediana en una décima satírica, con el nombre de Sancho Panza, mientras se designaba con el mismo a Avellaneda en un vejamen de Zaragoza; no siendo por otra parte muy descaminada, aunque desde luego gratuita, la sospecha que ha expuesto Rossell de que, conocido Aliaga en la corte con el nombre de Sancho Panza, tomara Cervantes ese apodo para popularizarlo en su simple escudero, de que resultara la venganza literaria del supuesto Avellaneda.
    Para nosotros es todo ello indiferente sino la patria de este autor, y ese es por otra parte el único dato averiguado; pero lo difícil de concebir es cómo encontró Cervantes digno de reprensión el lenguaje aragonés, que sólo conoció porque tal vez escribe sin artículos. Lo ligero y tenue de esta indicación, que luego declararemos ser también poco justa, prueba á lo menos la ninguna diferencia que había entre el lenguaje aragonés y el castellano (a finales del s. XVI y principios del XVII); y aunque nuestro Diccionario, en que hemos llegado a reunir un número bastante considerable de voces, parece que está probando lo contrario, convéngase en que el lenguaje no es en sí desemejante y que el de los escritores es absolutamente común cuando no idéntico.
    Hemos leído con algún cuidado la obra de Avellaneda (cuyo lenguaje han convenido, aun sus impugnadores, en que es muy de alabar), y deseando que nos suministrase alguna materia a nuestro Vocabulario, ya que no la hemos obtenido de otros escritores positivamente aragoneses pero siempre escritores en muy buen castellano; no ha podido logrársenos el deseo sino en un reducidísimo número de voces y locuciones. Las únicas palabras que hemos sorprendido son zorriar, repapo, malvasía, repostona, mala-gana y buen-recado, de cuyas cuatro primeras (quizá no todas aragonesas) ya hemos dado cuenta en nuestro Diccionario, habiendo de decir de las otras que la una se halla en el capítulo XXXI en aquel pasaje “a quien, por aguardar que convaleciese de una mala gana que le había sobrevenido en Zaragoza, no quiso dejar D. Carlos,” y la otra en el XXXV “Mal se puede cerrar, replicó D. Carlos, carta sin firma, y así decid de qué suerte soléis firmar. ¡Buen recado se tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutiérrez amiga de tantas retóricas.” - También leemos en los capítulos XXVI y XXIX “echemos pelillos a la mar y con esto tan amigos como de antes... dése pues por las entrañas de Dios por vencido, como mi amo le suplica, y tan amigo como de antes;” en el XXVII “la primera cosa que hizo en despertar”, locución que Rossell corrige con las de al despertar o en despertando; y en el XVII y otros muchos (porque esta es en él manera de decir muy de su gusto) “a la que llegó (cuando llegó) delante della, se hincó de rodillas.”
    No anotamos zorrinloquios por circunloquios porque, en boca de Sancho Panza, no puede ser eso sino un barbarismo dispuesto graciosamente y de propósito; ni hendo cruel penitencia por haciendo, porque nos parece del mismo carácter, aunque hay pueblos en Aragón que dicen vinon por vinieron, tuvon por tuvieron, etc.; mas respecto de omisiones, todo lo que hemos hallado ha sido haberse callado por dos veces la preposición de, lo cual se verifica en aquellas locuciones de los cap. XVII y XIX “cerca (de) los muros de una ciudad de las buenas de España... pero llegando a pasar por delante (de) su monasterio,” las cuales son a uso latino y de uso catalán; y haberse suprimido otras tantas el artículo en el capítulo VII en donde dice “ello es verdad que no todas (las) veces nos salían las aventuras como nosotros queríamos... y con esto hacía toda (la) resistencia que podía para soltarse,” a cuyas frases no es lícito agregar aquella otra “a falta de colcha no es mala (la) manta.”
    He ahí pues a qué proporciones queda reducido el reparo de Cervantes, aún más diminuto para el que recuerde aquel pasaje de P. de Mejía en su coloquio del porfiado, “por que en invierno no es menester fresco, y en verano no lo hay todas veces.”


    PÁGINA 68.
    Algunas palabras de las que se citan en la Introducción se han omitido en el Vocabulario; unas porque, si bien se encuentran en documentos aragoneses, se hallan también en otros castellanos de la edad media, escritos en el mal latín de aquellos tiempos; otras porque no tienen para nosotros un valor conocido. Sean ejemplo alyala o aliala, esto es “praestatio quoe pro investidura et laudemiis fundi alicujus recens comparatidatur, scilicet duo morabatini et septem denarii,” cuyo pago solía expresarse en las escrituras con la frase aliala paccata; apacon cuya voz hemos oído sin que conozcamos a punto fijo su significado; brunias que hemos trasladado a la pág. 7 en un documento citado por Briz Martínez; cazeno, que puede ser roble o encina, pero que no hemos visto en ningún Diccionario, aunque Briz en el citado documento lo escribe, como en latín, de esa manera y sin explicación alguna; macano, que se encuentra en el mismo caso y que, escrito con cedilla, pudiera ser manzano (maçano), leyéndose por lo demás en un documento lusitano citado por Ducange “unam copam deauratam in Maçanis et circa bibitorium et circa pedem;” marcización, que se nos ha comunicado como palabra alguna vez leída, pero que nosotros no hemos alcanzado a conocer en ningún documento ni podido por consiguiente interpretarla; mazarecchos, que hemos visto usado en escrituras aragonesas sin entenderlo, aunque de persona doctísima sabemos que significaba en la edad media una especie de copa traída de Egipto (como maçano: “unam copam deauratam in Maçanis”).

    Página 73.
    Entre los autores de nota que han dudado acerca de la autenticidad de los poemas atribuidos a D. Alfonso el Sabio, a lo menos en el estado en que han llegado hasta nosotros, se encuentra el no sospechoso crítico D. L. F. de Moratín.

    IBIDEM.
    A propósito del verbo caler, nos parece oportuno añadir a los escritores que decimos haberlo usado el muy insigne autor del Libro de Patronio, el cual dice en su cuento XVI “ruégovos que me consejedes lo que vieredes que me cale mas de facer.”

    Página 96.
    Que la Celestina no es de Juan de Mena, de quien en efecto no lo parece, lo prueba, entre otros, N. Antonio (Nicolás).

    Página 99.
    Entre los nombres cuyo diminutivo único es el en ico podemos citar a abanico, que procede de abano voz anticuada, y que es el único usual, como todos saben, por más que la Academia conserve abanillo y se lea en Lope y otros,
    a cuyas flores servía
    de abanillo el manso viento
    (El premio del bien hablar, III. 2.)

    VOCABULARIO.

    ACUDIDERO. n. Es muy usual decirse que hay en una casa muchos acudideros, cuando hay muchas atenciones que cubrir.
    AGUADA. n. Rocío de la mañana. (aigualera; ROSADA : escarcha)
    AHORCADO. n. Se dice tener hueso de ahorcado de aquel que es muy venturoso en sus empresas. -n. Entre los jugadores de dominó se da aquel nombre a la ficha de palo doble que no puede colocarse por haber jugado todas las del suyo.
    ALFAZ. n. Alfalfa. (aufals, alfals, alfalz)
    ALHODERA. n. En un documento citado por Briz Martínez se lee: “non ponam tibi azaquia aut alhodera qua tibi terram tuam tollam.”
    (GLOS: Alhoder, alhodera port. Lo mismo que alhodra. "In qua non ponam tibi azaquia, aut alhodera”. V. Ducange, Glos. in v. alfechna. Alhodra. Especie de tributo que los moros pagaban en España. De alfárda, "colecta" en R. Martín, o de alfárda, "impot foncier" en Kazimirski. De fárda, mudado el fatha de la 1.a radical en o, el f en h, y mediante la metátesis de las dos últimas articulaciones, se hizo hódra, y con anteposición del art. ar. al, alhódra.)
    ANHELANTES (ACADEMIA DE LOS). n. Cuerpo literario fundado durante el siglo de oro en la ciudad de Zaragoza, y del cual nos queda como muestra de su espíritu y mérito poético el Mausoleo que dedicó en 1636 a Baltasar Andrés de Uztarroz, discípulo predilecto de Simón de Abril.
    ARES Y MARES (TENER). n. Tener mucho, pero suele decirse irónica o dubitativamente: también se dice contar ares y mares, hablar de ares y mares etc.
    ARNÉS (JUSTAS DEL). n. Torneos que parece que celebraba tres veces por año una cofradía que existía en Zaragoza bajo la advocación de S. Jorge.
    AZEMBLA. n. Acémila, voz antic. que vemos empleada en el Códice tantas veces citado de los Privilegios de la Unión.
    BESANTE. n. Moneda de plata que valía 3 sueldos y 4 dineros barceloneses.
    (GLOS: Mitical cast. y port., matical, metical, methcaes, pl. port. Moneda de Castilla que en tiempo de D. Alonso X valía 18 pepiones. De mitscál "bisancius" en R. Martín, hebr. *, "ponderatio, pondus." Conde, Memoria sobre la moneda arábiga, en especial la acuñada en España por los príncipes Musulmanes. V. Memorias de la Acad. de la Hist., V, 225. )
    CARRACUCA. n. Se usa de esta extraña palabra en la frase “más perdido que Carracuca” denotando que no hay esperanza o remedio para alguno.
    CARRAZÓN. n. Balanza de grandes dimensiones.
    (GLOS: Carrazón. Balanza de grandes dimenciones. Borao. De carastón, del gr. *, "la balanza de que se servía Arquímedes. V. Dozy, Supl., y cf. calasti.)
    COSPILLO. n. Se usa en la frase más bruto que el cospillo para significar el mayor grado de rusticidad o descortesía.
    CHULAPO. n. Pilluelo.
    CHUMOSO. n. Zumoso, pegajoso, o todo aquello que despide o suda fácilmente algún barniz, sustancia, pringue o líquido espeso. (chumá : ixí aigua; ya chume la fon)
    CHUPA-LÁMPARAS. n. Se dice por la persona sucia o desaseada.
    EMPANELADO. n. Lo labrado a paneles o entrepaños.
    EMPANELAR. n. Labrar una pieza de carpintería a paneles: la Academia, que explica entrepaño y entrepañado, no admite entrepañar.
    EN. n. Don, tratamiento: era usual principalmente en Cataluña y en general en los documentos lemosines, pero alguna vez se ha usado en documentos puramente aragoneses.
    (Lo llibre dels poetas:

    GUERAU DE CABRERA.

    Cabra juglar,

    non puesch mudar

    qu'eu non chan, pos a mi sab bon;

    e volrai dir

    senes mentir,

    e contarai de ta faison:

    mal sabs viular

    e pietz chantar

    del cap tro en la fenizon,

    non sabs finir,

    al mieu albir,

    á tempradura de Breton.

    Mal t' ensegnet

    cel que 't mostret

    los datz a menar ni l'arson.

    Non saps balar

    ni trasgitar

    a guisa de juglar Guascon.

    Ni sirventesc

    ni balaresc

    non t' auc dir e niulla fazon;

    bons estribotz

    non tiers pel potz,

    retroencha ni contenson.

    Ja vers novel

    bon d'En Rudel

    non cug que 't pas sotz lo guingnon,

    de Markabrun

    ni de negun

    ni d'En Anfos ni d'En Eblon.

    Jes gran saber

    non potz aver,

    si fors non ieis de ta rejon.

    Pauc as apres

    que non sabs jes

    de la gran jesta de Carlon,

    con en transportz

    per son esfortz

    intret en Spaingna abandon,

    de Ronsasvals (Roncesvalles)

    los colps mortals

    que fero 'l dotze compaignon,

    com foron mort

    e pres a tort,

    trait pel trachor Gonelon

    al amirat

    per gran pechat

    et al bon rei Marselion.

    Del Saine cuit

    e' ajas perdut

    et oblidat los motz e 'l son.

    Ren non dizetz

    ni non sabetz;

    pero no i ha meillor chanson.

    E de Rotlan (la Chanson de Roland; Rolando)

    Sabs atretan

    coma d'aisó que anc non fon.

    Conte d'Arjús

    non sabes plus

    ni del reprojer de Marcon

    ni sabs d'Ajolz

    com anet solz

    ni de Marchari lo felon;

    ni d'Aufelis

    ni d'Anseís

    ni de Guillermes lo baron.

    De Florisen

    non sabs nien

    ni de las ganas de Milon;

    del Loerenc

    non sabs co venc
    ….

    Ni sabs d'Erec

    com conquistec

    l'esparvier for de sa rejon.

    Ni sabs d'Amic

    com si guaric

    Ameli, lo sieu compaignon;

    ni de Robert

    ni de Gribert

    ni del bon Alvernatz Ugon,

    de Veziá

    non sabs co-s va,

    ni de Guondalbon lo Grizon,

    del duc Augier

    ni d'Olivier

    ni d'estout ni de Salomon,

    ni de Loer

    ni de Rainier

    ni de Girart de Rossillon,

    ni de Daví,

    ni de Raí,

    ni de Berart, ni de Bovon.

    De Constantí

    non sabs que dí,

    de Roma ni de Prat Neiron,

    de Gualopin,

    ni de Guarin,

    ni de Sanguin,

    ni d'Olitia, ni de Dovon;

    de Guajeta

    ni d'Aigleta

    ni de Folcueis ni de Guion;

    ni de Aimar,

    ni de Guasmar,

    ni de Faquele, ni d'Orson;

    del orgoillós

    non sabés vos

    de Cambrais ni de Bernison;

    ni de Darnais

    non sabés mais

    com n'Aimeric en fos lo don.

    Mon-Melian

    vas oblidan

    on Carles fon mes en preizon.

    Ja de Mauran

    Om no 't deman

    ni de Daurel ni de Beton.

    Jes non saubés

    si m'ajut fes,

    del setge que a Troja fon.

    d'Antiochá

    non sab res ja

    ni de Milida la faison.

    Ni de Saurel

    non sabs qu'el pel

    ni de Valflor, ni de Merlon;

    Ni de Terric

    non sabs, so-t dic.

    Ni de Rambaut ni d'En Aimon.

    Ni d'Esimbart

    ni de Sicart

    ni de Albaric lo Borguognon;

    ni de Bernart

    ni de Girart

    de Viviana ni de Bovon,

    Ni de Jausbert

    non sabés cert

    ni de Folquier ni de Guion;

    ni de Guormon

    qui tot lo mon

    cuidava conquerre per son;

    ni d'Aguolan

    ni de Captan,

    ni del rey Braiman l'esclavon;

    ni del beu rei

    non sabs que 's fei,

    d'Alixandre fil Filipon,

    d'Apoloiné

    non sabés re

    qu'estors de man de Perizon;

    de Daire ros

    que tan fou pros

    qu 's defendet de traizon.

    Ni d'Olivier

    non sabs chantier,

    ni de Verdun ni de Vosprezon

    Ni de Cardueill,

    ni de Marcueill,

    ni d'Aimol, ni de Guion:

    ni sols d'Itís,

    ni de Biblís

    ni de Caumús nuilla faisson;

    de Piramús

    qui for los murs

    Sofri, per Tibes possion;

    ni de París,

    ni de Florís

    ni de Bell'Aia d'Avignon;

    Del Formanés.

    ni del Danés

    ni d'Antelmen, ni de Frizon;

    de Rainoal

    ab lo tival

    non sabs ren, ni del gran baston,

    ni de Marcueill

    con perdet l'oill

    á la porta d'un aguillon,

    ni de Bramar

    non sabs chantar,

    de l'auca ni d'En Auruzon;

    ni del vilan

    ni de Tristan

    c' amaba Icent a lairon,

    ni de Gualvaing

    qui ses compaing

    fazia tanta venaison,

    ni d'Aldaer

    ni de Rainer

    ni d'Eranberg ab lo furguon;

    ni de Rainier

    ni de Folquier

    ni del bon vassall Aubion;

    de Lionás

    ja non sabrás

    ni de Tebas ni de Caton

    de Nersisec

    d'Arumalec

    ni de Calcan lo rei felon,

    de Fideús

    ni de Formús

    que sofrí tanta passion,

    del cavalier

    ni del liurer

    que sus en la garda mort fon;

    ni de Riqueut

    ni de Mareut

    ni d'Arselot la contençon.

    No saps upar

    mot guariar

    en glieiza ni dedinz maizon.

    Va, Cabra boc,

    quar be 't conoc

    qui te envia urtar al mouton. )


    ESCOCIDO. n. Escarmentado. (escocer; si algo escuece, uno escarmienta)
    ESCUDILLAR. n. Vaciar el puchero sobre la fuente o plato en que ha de servir a la mesa el contenido, y así se dice “escudillar las judías, las patatas, las puches, etc.: la Academia, limitando mucho la significación, dice que “es echar el caldo en las escudillas y distribuirlo y servirlo,” con cuya definición no se explica aquella frase de H. de Mendoza, tan frecuente por otra parte en Aragón, “me parecía más conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla que de lo que me pedía (Lazarillo de Tormes).” -n. En sentido figurado, descubrir un secreto, hacer indiscretamente una confianza, y así se dice “yo le había revelado mi plan y él lo escudilló al punto en el teatro.” -n. Escudillar la sopa calarla o echar en ella el caldo de la olla: en un Diccionario castellano hemos visto, sin embargo, esa acepción.
    FORLIER. n. En un Códice de oficios palatinos de Jaime II se ofrecen pintados varios de ellos, entre otros el forlerius, forlerio o aposentador, correspondiente al traversier francés y origen de nuestro furriel, sobre lo cual puede verse a Covarrubias y Latassa B. a. II. 33.
    GAÑA. n. Cierta parte dentada o en forma de sierra que tienen en lo inferior de la cabeza algunos pescados.
    MALVASÍA. n. La Academia presenta como castellana esta voz en sentido de uva dulce cuyos sarmientos importaron los catalanes en España desde la isla de Chio en tiempo de las Cruzadas: Avellaneda dice en el cap. X de su Quijote “que tengo en el cuerpo tres de malvasía que llaman en esta tierra (habla en Zaragoza), y a fé con razón, porque está mal la taza cuando está vacía della.”
    PANEL. n. Entrepaño, voz de carpintería: en francés panneau. (panó)
    POTE (COLOR DE). n. Color quebrado o muy bajo, principalmente en el rostro.