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domingo, 5 de diciembre de 2021

DVA, Borao, P

PABOSTRE. Preboste. (paborde)

Del cat. prebost.

1. m. y f. Persona que es cabeza de una comunidad, y la preside o gobierna.

2. m. y f. Persona que en un determinado ámbito político, económico, profesional, etc., tiene una posición de gran poder e importancia.

3. m. Mil. capitán preboste.

PABOSTRÍA. n. Prebostazgo. (oficio de preboste)

PACENTAR, PAGENTAR. Apacentar. (Pasturá; pasturo, pastures, pasture, pasturem o pasturam, pasturéu o pasturáu, pasturen; pastura)

PACISCENTE. n. Pactante.

PADOLAMENTO. n. Género de peso, según Ducange apoyado en un documento de 1272.

PADRASTROS. n. Mastranzos.

PAJARILLA. a. Palomilla, insecto que destruye la cebada.

PAJAROTEAR. n. Hacer vida alegre, ociosa y disipada: nacen de ahí algunos derivados, como pajaroteo y pajarotero: en Castilla pajarear y pajarero.

PAJUZ. PAJUZO. a. Paja medio podrida, desechada de las eras y los pesebres. (pallús : se fa aná pera sostre, pera eixugá lo fem; pajar: pallissa)

PALA. n. Tira de tela en las camisas y otras prendas de vestir.

PALABRILLA. n. El bozo que se hace con un cabo del ramal para sujetar a las bestias o impedirles que coman o muerdan.

PALETA. n. El mancebo de albañil que maneja la llana y la paleta.

- a. media-paleta, el oficial de albañil que sale de aprendiz y aún no gana gajes de mancebo: es también muy usual la aplicación de esa frase a todo oficio o profesión.

PALLADA. n. Parvada.

PALLASO. n. Maceta o tiesto. - Úsase en el alto Aragón así como paellaso.

PAN. n. Rosal dice que tomó los nombres de sus precios, como en la corona de Aragón las vuitenas, quaernas (quaternas: 4) y otras suertes de panes.

PANDERETA. n. Panderete.

PANES. d. Trigo en yerba.

PANETE. n. Diminutivo de pan. Se conserva esa voz en la denominación vulgar de una de las iglesias memorables de Zaragoza, la cual fue primitivamente palacio real de los árabes con el nombre de azuda, (la Zuda) sirvió de hospedaje a Alfonso I cuando reconquistó la ciudad en 18 de Diciembre de 1118, llamóse después San Juan de Jerusalén, y hoy, y ya en tiempo de Blancas (pág. 119 de sus Comentarios), se da a conocer comúnmente con el título de San Juan de los Panetes.

PANICERO. El que tenía a su cuidado el servicio del pan en la casa real.

PANIQUESA. d. Comadreja. - n. Niño o niña de mucha viveza y movilidad. (mustela)

PANIQUESA. d. Comadreja. - n. Niño o niña de mucha viveza y movilidad. (mustela)


PANIZO. p. Maíz. (Panís)

PANOLLA. d. Mazorca, panoja. (Panolla de panís, panolles; panollo : atontat)

Manuel Riu Fillat insulte a amics del chapurriau, Ignacio Sorolla li riu les poques grássies

PANSO. n. Paso, seco, consumido: se aplica a las frutas así como la voz pansado.
En el Capbreu del peage que se pagaba en el puente de Luna (1436) se dice carga de pansas un sueldo: en el Glosario del Memorial histórico tomo V. se lee: pansa, cosa extendida o expuesta al sol, de pandere; uvas pansas, pasas. (pansa, panses; yo bec a vegades un vi de 14,5% de Italia, en “uva leggeramente appassita)

PANTASMA. n. Fantasma: es voz vulgar que se usa también metafóricamente.

PAPAHIGO. Aparato a manera de embudo para coger higos del árbol.

PAPELERO. n. Hazañero, finge-negocios.

PAQUETERO. El contrabandista que introduce en España paquetes de contrabando venciendo los Pirineos.

PARADERO, PARADERA. Compuerta o tajadera, formada de tablas portátiles.

PARAR. n. Se llaman gastos de parar la mesa los que ha ocasionado el proceso de Aprehensión desde el apellido hasta la reportación, y son de cuenta del que se opone al aprehendiente cuando obtiene sobre este la ventaja del juicio. - n. Disponer, preparar, y así se dice parar la mesa en sentido de cubrirla con los manteles, o, como dice la Academia, de ponerla. - n. Mullir, cuando se habla de colchones, cojines etc.

parar fuerte: mantenerse en buena salud: en Navarra se usó pararse mal sentirse mal.

PARAULA. n. Palabra: es voz anticuada de las incluidas por Blancas en su Índice. (incluso palaura, palaures; paraula, paraules)

PARCO. p. Parce o premio que dan algunos maestros, principalmente en la Escuela Pía, y que sirve para obtener perdón de ciertos castigos.

PARDINA. a. Despoblado, esto es, yermo o sitio que en otro tiempo tuvo población.
Se halla incluido por primera vez en la última edición de la Academia. - n. Prado. (Lapardina com apellit a Valderrobres, per ejemple)

PAREILLA. n. Matrimonio: voz usada en el fuero de Sobrarbe para designar los hijos legítimos, que allí se llaman hijos de pareilla. (Parella, parelles, parell : par: 2)

PAREJO. d. Poco limpio en aderezar la comida. - n. Dotado de cierta desaprensión y que todo lo lleva por igual. (Parello: al cavá, dixá lo tros cavat igual)

PARICIONERO. n. Pastor que se ajusta con algún ganadero para servirle durante la parición.

PARIHUELAS. n. Parihuela.

PARIZONAR. n. Parir el ganado.

PARRA. (subirse a la) n. Ofenderse, picarse de alguna alusión.

PARRANDA (de). n. De jolgorio, de gran diversión, ociosidad o pasatiempo. (No estaba muerto, que estaba de parranda)

PARRÓN. n. Vasija grande para ordeñar la leche en las cabrerías.

PARTE. n. Con la expresión ¿de qué parte? se indica que de ninguna manera, y así se dice ¿de qué parte he de temerle? ¿de qué parte ha de triunfar?

PARVADA. n. Gran cantidad.

PASADAS (a todas). n. Enajenación absoluta sin condiciones de retracto u otras: es frase que se usa en oposición con la de a carta de gracia.

PASAMÁN. d. Pasamano. (Passamans, en plural en chapurriau, pero no cuan se diu “passa la ma per la paret”)

PASAMANOS. n. Pasamano.

PASAMIENTO. n. Pase de cuentas. - n. Pasar, en el sentido de la última acepción que da a esta palabra la Academia.

PASIO. p. Pasión, por la parte del Evangelio. (La passió de Cristo)

PASIONERO. a. El sacerdote destinado en el Hospital de Zaragoza a la asistencia espiritual de los enfermos.

PASTENCO. n. La res que se echa al pasto: suele hacerse la división de las que aún maman en caloyos, ternascos y pastencos, y a estos se les llama también corderos lechales.

PASTRÓN. n. Bofetón o puñada, voz familiar.

PATERA. n. Enfermedad del ganado en las pezuñas. (pata; pota)

PATIO. n. Portal cubierto.

PAUL. d. Pradería común. (prat; prato; prado)

PAVANA. n. Salida de pavana es expresión que significa réplica intempestiva, insuficiente o grotesca, y también porte inesperado, desenlace poco delicado en algún asunto.

PAVISO. d. Pavia. - d. Tonto, lerdo.

PEAL. n. Se usa en la frase poner a uno como un peal equivalente a poner a uno como un trapo, pero es extensiva también a los malos tratamientos de obra.

PECINA. d. Riña, contienda, alboroto.

PECULLO. d. Peculio, voz anticuada.

PECHO ARRIBA. n. A repecho.

PEDER. n. Peer. (Fotres un pet, petá, petás; m’hay futut un pet; ting petera).

PEDRADA. d. Pedrea, apedreada.

PEDREGADA. n. Pedrea. (Granizo; granís; granissada)

PEDREÑA. d. Pedernal.

PEDUCO. n. Calzado tosco que se usa en las montañas.

PEIRÓN. n. Columna u obelisco que contiene alguna imagen y que se halla únicamente a la entrada de las aldeas: llámase también pairón.

PELADIZO. n. Piel que cubre la carne de las frutas: la gente vulgar dice pelarzo.

PELELE. c. Pobrete, falto de inteligencia y de fortuna: simple, inútil, dice la Academia.

PELINDUSCA. n. Ramera, mujer de mala vida. (pelandusca; puta, prostituta)

PELUCHÓN. n. Pelo crespo o descompuesto: se dice también del que lo lleva.

PELLA. c. El cogollo de la col. (Lo grumo de la col)

PELLEJERO. n. Entre ganaderos el que se dedica a comprar pieles de desecho o de reses mortecinas. (Pelleté; pelleter; tamé es lo que traballe la pell; peletero)

PELLEJANA. n. Persona de malas prendas o de mala vida: las rameras fueron llamadas pellejas (según Rosal) porque vestían pieles de cabra roja o zorra entre los pastores de Roma, y de ahí verosímilmente se ha derivado esa palabra, muy usada en Aragón. (Y zorra, vulpeja; vulpes)

PELLETA. p. Pelleja.

PELLÓN. a. Parte considerable de una cantidad: así se dice “ya ha pagado un buen pellón”, “le ha entrado un buen pellón con la dote de su esposa”.

PÉNAME. a. Pésame.

PENAR. d. Pesarle a uno, arrepentirse. (Me pene no habé fet alló cuan podía féu)

PENDIJO. n. Cualquiera adorno pendiente cuando se usa sólo por vanidad, como las borlas de un bastón, las cruces de honor y los dijes de las señoras en el cuello, las orejas o brazos.

PENDONEAR. n. Disipar el tiempo, callejear, concurrir a todo lo que sea distracción.

PENDONERO. n. Haragán, vago, amigo de diversiones y pasatiempos. (Pendón)

PENEQUE. c. Borracho.

PENEQUE. c. Borracho.

PENONES. n. Edictos o decretos del Rey, según Ducange. (Penó: pendón, estandarte)

PEÑORA. n. Prisión. - n. Multa o pena. (pignora, pignorare)

PEÑORAR. n. Prender. Dice Cuenca, “a los Señores de vasallos no se les peñora o prende.” - n. Multar, apenar.

PEONÍA. a. Peonada, jornal: lo que un peón trabaja en un día.

PERCAZAR. d. Apercazar o coger con dificultad.

PERDIGANA. a. Perdigón. (perdiu minuda, perdiganes, críes de perdiu).

PERDIGUERO. d. Perdigón.

PERERA. d. Peral. (Si vols que te diga quina fruita fa este abre, espérat)

PERINDOLA. n. Perinola.

PERJUDICIOSO. n. Perjudicial. (prejudicio, perjuicio; prejudici)

PERNADA. n. Predio rústico, según Ducange.

PERNERA. La parte del pantalón que cubre cada pierna. (Lo camal, de cama)

PERO. n. Esta conjunción adversativa tiene alguna vez oficios de partícula afirmativa, equivaliendo a sí, como es fácil, pero muy fácil.

PEROLA. n. Cazo. (olla; hortereta, hortera; perolas : tetas como cazos)

PEROLÓN. n. Perol grande, vasija de cobre u otro metal destinada a varios usos.

PERPAGAR. n. Pagar completamente, voz anticuada.

PERRERA. n. Berrinche.

PESCATERO. n. Pescadero, el que vende pescado. (peixcaté, peixcatera)

PETAFIO. n. Persona o cosa que sirve de estorbo: en Navarra se dice petacho.

PETENAR. d. Retozar.

PETRERÍA. n. Barreño, aguamanil: léese en leges palatinae Jac. II. Maj.

PEZ COCA. n. Jugo resinoso un poco más grueso que la pez ordinaria: sirve comúnmente para la formación de los barnices.

PEZOLAGA. d. Tronera, persona de poco asiento y mal de porte. (Pessolaga, pesolaga)

PICACHOVA. n. Instrumento o herramienta para demoler, de que generalmente usan los albañiles, y se distingue en que el hierro tiene pico en un extremo y boca en el otro.

PICAJOSO. n. El que se pica o resiente sin gran motivo y con bastante frecuencia.

PICA-PELÓN. n. Se usa en la frase estar de pica-pelón, en equivalencia de estar contrapuntado.

PICAPORTE. n. Llavín con que se abre la puerta exterior de las habitaciones.

PICAR. p. Machacar, desmenuzar. (Picá; pico, piques, pique, piquem o picam, piquéu o picáu, piquen)

PICOLETA. n. Pico de que usan los albañiles para demoler. - n. Taza con que se sirve el caldo u otros líquidos a los enfermos que no pueden incorporarse en la cama.

PICOR. p. Picazón, escozor. (picassó, del añ de la picassó; coissó, coentó)

PICOTA. d. Piquera. - n. No saber ni picota, no saber pizca, no conocer una jota, no tener noticia alguna de lo que se trata.

PICOTEAR. n. Picar o ir comiendo de poco en poco.

PICULÍN. n. Volatín, titerero como otros dicen, buratín como hay quien escribe a la italiana.

PICHÓN. c. Palomino o polluelo de paloma. (Pichó, pichons; críes de colom, coloms)

PIE. d. Medida para la aceituna. - n. hacer pies, empezar a sostenerse el niño sobre ellos: en Castilla se dice hacer piernas en otro sentido. (Un peu de olives)

PIEDRA. n. Díjose a piedra perdida en equivalencia de la expresión actual a fuego graneado, como puede verse en Zurita: hoy se dice en significación de apresuradamente.

PIERDE. n. Pérdida, y así se dice es calle que no tiene pierde. (carrera o carré que no té pérdua)

PIGRE. a. Tardo, negligente o desidioso: conforma, más que el castellano pigro, con la etimología latina. - n. Desaplicado o poco aprovechado en la escuela.

PIGÜELA. n. Echadiza, indirecta.

PIGÜESA. d. Viruelas. (Pigota)

PILLA. a. Pillaje.

PILMA. d. Vizma. - d. Trampa, deuda.

PILÓN. n. Guarda-cantón, poste. - n. Columna en que se exponían al público los miembros de los malhechores, cuando estaba en uso esa repugnante práctica: llamábase pilón de los cuartos. (descuartizados)

PILOTERO. n. Uno de los operarios en las fábricas antiguas de papel.

PIMENTÓN. p. Pimiento. (primentó, primentons; primentonera la planta)

PIMIENTA (hacer). n. Tomarse vacación.

PINCHAR. c. Punzar. (punchá; puncho, punches, punche, puncham o punchem, puncháu o punchéu, punchen)

PINCHE. c. Ayudante, marmitón de cocina.

PINCHÓN. d. Punzón. (punsó, punchó; puncha : espina - de rosa, zarza, etc.)

PINGANETAS. n. Se usa en la frase estar en pinganetas, que significa estar en cuclillas, estar mal sentado o acomodado, estar en peligro de caer: en Castilla estar en pinganitos es hallarse en puestos elevados o en buena fortuna.

PINGO. n. Sustantivo con que suele designarse al que es demasiado suelto, haragán y desaseado: generalmente se aplica a la mujer.

PINOCHA. d. Panoja. (panolla de panís; mazorca de maíz; panizo)

PINTA. n. Clarión. (clarió: argila blanca; arcilla blanca)

PINTAR. n. Tallar, esculpir: así llaman los pastores a los adornos que hacen en la madera con cualquiera instrumento cortante. - n. pintarla, figurar, garbear, darse importancia.

PINTURRUTEAR. n. Pintorrear, pintarrajar. (pintarrajear)

PIÑEROL. n. En Alcañiz el pájaro loxia curvirostra

Piñerol

PIÑORAR, c. Sacar prendas por algún adelanto que se ha hecho: dícese también peñorar y ambas son voces anticuadas. (pignorar, pignorare; peñora, piñora)

PIPIRIJAINA. n. Se dice compañía de pipirijaina a la tropa de malos comediantes, y reunión de pipirijaina a la de poco pelo o menor importancia de la que conviene.

PIQUERO. d. Albañil, alarife.

PIQUETE. n. Esquila de poco volumen que se pone en los rebaños a los borregos o corderos de desvezo.

PIRULO. n. Perinola pequeña y redonda sin las iniciales, ni por consiguiente las suertes, que tiene la perinola común.

PISADERA. n. Se dice de la reja colocada en el acera de una calle para dar ventilación y luz a algún sótano: puede aplicarse en general, como adjetivo, a todo lo que haya de ser pisado.

PISAZO. n. Pisada, pisotón: esta última palabra todavía no se halla admitida por la Academia. (patejada, potejada, palsigada, calsigada)

PITAÑAR. n. Casa de mala especie: vivienda extraviada, sospechosa y de pobre apariencia.

PITÓN. a. Piedrezuela con que juegan los muchachos a los cantillos.

PIZARRA. n. Encerado para verificar operaciones matemáticas o de otra ciencia a la vista de muchos.

PIZCO. c. Pellizco. (Pessic, pessics; pessigá)

PLACER (A). a. Despacio, poco a poco.

PLANTERO. n. Simiente. (planté de ensiam : simiente, plantero de lechuga)

PLANZÓN. d. Estaca de olivo u otro árbol. (plansó, pera plantá)

PLATADA. n. El comestible contenido en un plato colmado. (platerada de arrós)

PLEGADERA. n. Tablón que, colocado verticalmente o de canto y arrastrado por una o dos caballerías, va amontonando la mies en la era, dirigido por el labrador que lo sujeta con una esteva.

PLEGADOR. a. El que recoge limosna para alguna cofradía o comunidad.

PLEGAR. d. Hacer la llega (plega). - n. Concluir una cosa, quedar uno sin esperanza, y en este sentido se dice “ya hemos plegado.” (Ya ham plegat)

PLIEGA. n. Llega. (plega, dels quintos)

PLIEGUE. n. Se dice ¡buen pliegue va a tener!, en sentido de ¡buena vida, buen fin va a tener!

POCEAR. d. Sacar agua de un pozo con pozales o cubos. (poar, pouar, pová)

POCHA. n. Ave. - n. La bolsa que forma la camisa u otra prenda a la parte del pecho.

POCHADA. n. Lo que se contiene dentro de esa cavidad.

POCHO. c. Pálido, descolorido. - n. judías pochas, judías desgranaderas.

PODER. n. Úsase en la frase es cosa que me puede, como diciendo que me incomoda, que me saca de mí. (que puede con mis nervios)

POLPA d. Pulpa.

POLLO. a. Caballón o margen a trechos para que se detenga el agua. - n. Gargajo.

PONTAGERO. n. El empleado a cuyo cargo estaba el cobro del derecho de pontazgo.

PONTARRÓN. n. Aumentativo despectivo de puente.

PORCIÓN. n. Tablilla de chocolate de una onza o de tres cuartos.

PORCHE. c. Poste, soportal.

PORGADERO. a. Harnero, cedazo, zaranda o criba. (porgadó, porgadora, sedás, aré, criba, ventadó)

PORGAR. d. Aechar (cribar; porgá; porgo, porgues, porgue, porguem o porgam, porguéu o porgáu, porguen)

PORGUESAS. d. Aechaduras o desperdicios después de aechado o cribado el trigo. (Al carré pla venen blat, a Vilanova porgueres, y al carré de la muleta, la flo de les bachilleres)

PORRETÓN. n. Ave que no ha salido del nido y permanece todavía implume.

PORTADERA. n. Vasija de madera para transportar las uvas de la caja al lagar.

PORTATA. n. Acción de llevar, conducir, custodiar, instruir, tramitar &c, y así se dice “por la portata de procesos” en un tratado de los Oficios y Salarios de la Corona.

PORTEGADO. n. Pórtico de iglesia, voz local que por nuestra parte no hemos oído, pero nos ha sido comunicada por persona competente. (Portalada)

POSADOR. n. Posadero, mesonero.

POSO. c. Parte gruesa de los líquidos que queda en el fondo de la vasija.

POSTILLERÍA. n. Postigo: así se desprende de una declaración dada en 1522 por la corte del Justicia, condenando en 60 dineros a los que quiebren puerta o postillería.

POTREAR. n. Molestar, aburrir, cansar, apurar a uno.

POZAL. c. Cubo de pozo. (Poal, poval, galleta)

POZALEAR. d. Revolver el agua de un pozo subiendo y bajando sin objeto los pozales.

PRECIOS. d. Estimación del daño causado en los campos.

PREDICADERA. a. Púlpito.

PRENDADA. n. Apenamiento, o intimación de alguna pena.

PRENDAR. n. Apenar o intimar alguna pena.

PRESA. a. Puchero de enfermo.

PRESERO. n. Puchero de dos tazas de caldo.

PRESTAR. c. Dar de sí, extenderse las telas.

PRIETO. p. Mezquino, mísero, tacaño. (de puñ preto : de puño apretado; agarrat)

PRIVILEGIOS. n. Leyes o fueros políticos, código constitucional de los aragoneses. PROBAR. c. Catar.

PROBATINA. n. Prueba, ensayo, tentativa.

PROCESO DE CAMBRA. n. El que se hacía en lugar escondido: se llamaba también de cámara y estaba prohibido en Aragón.

PROCURA. p. Procuradoría.

PROCURADOR. a. Se dice procurador astricto del obligado a seguir ciertas causas, especialmente criminales, en las cuales nunca se procedía de oficio en Aragón.


PROFIERTA. n. Servicio extraordinario concedido por el reino al monarca con el carácter de empréstito, según puede verse en Asso, Economía Política.


PROMOVEDORES. n. Oficiales destinados a agitar los negocios civiles y aun criminales y a suplir al Canciller o vice-canciller en algunas funciones, siendo considerados como consejeros del Rey: eran en número de cuatro, dos caballeros y dos doctores, todo según las Ordinaciones de Pedro IV.

PRONUNCIA. a. Pronunciación o publicación, o acción y efecto de publicar alguna cosa.

PROPALO. n. Barra cilíndrica de hierro, que encaja por un extremo en el árbol y que termina por el otro en esquina para recibir el rodillo del molino harinero.

PROPIO (de). n. De intento, directamente, sin otro objeto, por ejemplo voy de propio a su casa para contárselo. (aposta)

PROPOSICIÓN. n. Demanda de posesión en el juicio de firma. - n. Discurso del trono al abrir las Cortes, Propositio Curiarum.

PROVISA. n. Decreto de secuestro, que es la primera diligencia en el juicio de Aprehensión.

PUDIR. d. Heder. (putí; aixó put com la poput, put put: abubilla)

PUDOR. d. Hedor, hedentina. (pudó, pudina, corrompina, mala auló)

putput, puput

PUERTA. n. En el juego de dominó la ficha que por un extremo presenta un número del cual van todos jugados menos uno: y del que conserva este en su poder se dice tener una puerta pues por allí nadie sino él puede jugar. - n. salir por la puerta de los carros, salir vergonzosamente de una casa, de un establecimiento, o de un negocio: en Castilla se dice salir por la puerta de los perros por salir huyendo.

PUGA. p. Púa.

PUGÉS. n. Moneda que valía la cuarta parte de un dinero en tiempo de Carlos V, según Juan Gutiérrez citado por el paleógrafo Merino.

PULGARILLAS. n. Castañuelas. (castañoles)

PULIENDA. n. Cospillo.

PULSERAS. n. La carga que se sobrepone a los costados de cualquiera carro o galera, atándosela con cuerdas fuera de la escalera del carruaje: también toma aquel nombre la misma red de cuerdas en que se contiene la carga. (pulsera, pulseres : pols : pulso, sien, sienes)

PUNCHAR. c. Punzar. (punchá)

PUNCHAZO. d. Punzada. (punchada, punchades)

PUNCHÓN. d. Punzón. (punchó; puncha)

PUNTERO. n. Tripulante en los barcos del Canal imperial, cuya maniobra consiste en evitar que la embarcación choque contra las márgenes, lo cual previene apoyando en ella unos largos remos. (remos largos como un puntal)

PUNTILLOSO. n. El que tiene mucho puntillo o una susceptibilidad exquisita. Aunque parece de etimología francesa, no debe de ser sino un derivado de puntillo: la Academia admite puntoso y puntuoso.

PUÑAZO. n. Puñada, puñetazo. (1)
(1) Tenemos a aquella por tan castellana como a estas dos palabras, pero no hallándola en el Diccionario de la lengua, a pesar de ser el derivado más próximo de la primitiva PUÑO, y siendo por otra parte muy frecuente en Aragón, nos hemos permitido incluirla como a algunas, aunque muy pocas, que se hallan en este caso. En lo demás, nosotros no hemos dado cabida a voces que la Academia califica de castellanas, por más aire aragonés que les hayamos encontrado, sino que hemos trasladado las que de entre ellas incluyó Peralta en su ensayo, y aun esas marcadas, para conocimiento del lector, con la letra c.

PURNA. d. Chispa. - n. tener malas purnas, tener malas chanzas, o mal genio, o mal carácter, o poco aguante. (malas pulgas)

purna, foc y destral an estos amics dels etarres y catanazis

PUYA. d. Poya.

PUYADA. n. Regreso, principalmente de los ganados trashumantes.

jueves, 13 de febrero de 2020

historia, castellano

http://revistamito.com/historia-de-la-lengua-espanola-lexico/

Esbozo de la historia externa de un idioma.

A la lengua española, como a todas, la crean sus hablantes. Por eso resulta imprescindible conocer las relaciones sociohistóricas que tuvieron aquellos antiguos dueños de nuestro idioma con visigodos, árabes, franceses, indios americanos y anglófonos. La mejor prueba de ese ir y venir por los cruces de caminos que es la historia de una lengua quedó plasmada en parte del vocabulario actual.

Como es bien sabido, los orígenes del español se remontan al latín, aquella lengua que hablaban los romanos en lo que en su época podría considerarse casi medio mundo.
Allá por el año 19 a.C. puede entenderse que termina la conquista romana de Hispania, con la incorporación al Imperio de los pueblos norteños más rebeldes.
Se entiende que, a partir de ese momento, los habitantes de la antigua Iberia –que así era conocida entre los griegos– hablaban una lengua más o menos común a toda la Romania –como se conoce a todo el territorio conquistado por los romanos–: el latín clásico.
Con el paso de los siglos, como es natural en todas las lenguas, este latín oral se fue alejando de la lengua que se hablaba en el Imperio del siglo I d.C. hasta dar lugar a una variedad común a toda la Romania: el latín vulgar.
A esta fragmentación diacrónica –en el tiempo– cabe añadir una fragmentación diatópica –en el espacio–, típica de los diversos avatares históricos que sufrieron los distintos pueblos que se encontraban bajo el yugo romano y que se acentuaría tras la desaparición de este.
En efecto, del año 476 d.C. se entiende como canónica la caída del Imperio Romano de Occidente (el de Oriente duró hasta 1453, que es cuando tuvo lugar la llegada otomana a Constantinopla, antigua Bizancio, actual Estambul), lo que conlleva una fragmentación política de sus territorios.
En Hispania entonces toman fuerza diversos pueblos germanos –vándalos, suevos y alanos– que habían llegado hacia el 409 d.C. y que pronto son sustituidos por los visigodos, también germanos, que se hacen con el poder de Toledo hacia el 507 d.C.
https://es.wikipedia.org/wiki/Invasiones_germ%C3%A1nicas_en_la_pen%C3%ADnsula_ib%C3%A9rica
Todos estos pueblos, especialmente los segundos, habían sido considerablemente romanizados, sobre todo aquellos que vivían en las grandes urbes de la Romania. No puede entonces sorprender que la lengua que hablasen fuese ya cierto latín vulgar, es decir, un latín clásico modificado por algunos cambios fonéticos y morfosintácticos que hacían que se pareciese muy poco a la lengua de Cicerón.
La huella más clara que dejaron los visigodos en nuestro idioma se plasma en el léxico, es decir, el vocabulario.
Palabras como guerraguiaryelmorobar o tregua pasaron a formar parte del protorromance de esa época. Hoy son denominados ‘germanismos’.
La crisis sociopolítica del Reino Visigodo permitió, en cierto modo, que Hispania rompiera lazos de comunicación con el resto de la Romania, lo que lingüísticamente se plasmaría en una serie de cambios que iban a ser típicos de las variantes habladas aquí y no en cualquier otra zona del antiguo Imperio Romano.
Linguistic_map_Southwestern_Europe
DE RISA la expansión del catalán JA JA JA !
La que se puede considerar la siguiente fase en la historia de la lengua comienza con la llegada de los musulmanes a la Península (711), cuyo asentamiento durante ocho siglos (hasta 1492), aparte de influir enormemente en la creación de una identidad común cristiana, abanderada política y económicamente por el proceso de la Reconquista, facilitará el enriquecimiento de la lengua castellana con la aportación de numerosos arabismos como, por ejemplo:
alfombraalcaldealmacénalcázararrozazúcarazafrán o algodón.
A modo de curiosidad, el hecho de que la inmensa mayoría de ellos comiencen por al– (ال) se debe a que esta es la forma del artículo determinado en árabe (invariable en género y número). Si comienza sólo por a– es porque en árabe se asimila el artículo (es decir, se pierde la l) ante palabras que empiezan por consonante sibilante (como la s), dental (como la t o la d) o vibrante (como la r), que se pronuncian geminadas (es decir, dobladas). Por ejemplo, no se diría *altaúd sino attaúd (> ataúd). Y, como el amable lector habrá observado, la utilización actual es, efectivamente, redundante, ya que al decir el arroz, estamos diciendo, literalmente, ‘el el roz’, lo que se trata de un fenómeno comprensible, dada la pérdida de la transparencia (el hablante de romance medieval no tiene por qué saber que al– es el artículo y usa la palabra con él) y su natural reinterpretación (al incorporar la palabra a la morfosintaxis romance, se necesita añadir el artículo, como sucede con cualquier otro nombre).
Esbocemos, pues, un mapa lingüístico medieval de la Península. En el oeste, el gallego-portugués rige la vida gallega en convivencia con el astur-leonés. En el centro, el castellano se abre paso poco a poco, conviviendo con el riojano, el navarro-aragonés y el euskera (vasco, vascuence, eúskaro, que le prestó palabras como chatarralegañapestañapizarra o izquierda). En la costa este, la principal población habla esencialmente catalán. JA JA JA !
En el sur, los cristianos que viven en Al-Ándalus hablan un idioma romance (el llamado ‘mozárabe’ o, para mayor precisión, el ‘romanandalusí’ o ‘latino’, que era como se denominaban a sí mismos) que, escrito en ocasiones de forma aljamiada –es decir, utilizando el alifato, que es lo mismo que el alfabeto árabe–, desaparece a finales del siglo X. También aquí se hablan árabe y ciertas lenguas bereberes procedentes de los almorávides y almohades a los que a lo largo de la Edad Media los musulmanes pidieron ayuda y que, sin duda, se quedaron en la Península creando probablemente más de una situación de bilingüismo.
Pero volvamos a la perspectiva histórica. Al siglo XIII pertenecen muchos de los galicismos palabras de origen francés– que tiene hoy el español, gracias en parte al intercambio cultural que supuso el camino de Santiagohomenajelinajebailarrimabotíndamajardín o galán.
Tres siglos después, con el descubrimiento de América, los españoles de la época tuvieron que adoptar su idioma a las nuevas realidades, adaptando múltiples palabras de lenguas indígenas. Así, de la lengua taína o arahuaca, que era la que hablaban los pobladores de las Antillas a la llegada de Cristóbal Colón, (que era catalán, Cristòfor Colom) tomaron caciquecanoacaníbal caribe, que significaba, esta última, ‘antropófago’, probablemente por desplazamiento semántico a partir de la asociación con el pueblo caribe, que causaba horror entre los taínos porque, vecino al suyo, era caníbal.
De la lengua náhuatl, la lengua hablada por los aztecas, se incorporaron al español palabras tan comunes como cacaocacahueteaguacatechiclechocolatetomate o tiza, mientras que de la lengua quechua, la lengua de comunicación del Imperio Inca, se introdujo, entre otras, carpa y, tal vez, pumapapa y llama, que bien pudieran ser de origen aimara.
De la lengua guaraní, finalmente, se tomaron prestadas, por ejemplo, pirañabucanero ‘pirata’, jaguar y tiburón.
La última fase de préstamos lingüísticos reseñable puede encontrarse perfectamente en la actualidad, cuando aparecen constantemente anglicismos palabras provenientes del inglés– en el español, tales como CDpopplaybackradarrobotrolhallfilmmonitormitinvídeoespray o estrés, y otras muchas (no siempre inútiles) que el lector conoce sin duda muy bien.
Vemos, por tanto, cómo influyen los devenires sociohistóricos en la configuración de la lengua española, especialmente en su léxico. Cuando los pueblos que se acercan a la Península utilizan el castellano (o el latín vulgar o el protorromance o el español, que nadie sabe, diacrónicamente, dónde poner el límite entre uno y otro), están a su vez conformándolo, al aportar su propia idiosincrasia a la configuración de un idioma que, aún hoy, sigue forjándose. O, por mejor decir, están contribuyendo firmemente a la constante construcción de una lengua que hoy, como en cada época, la crean sus hablantes.
Para saber más…
Echenique Elizondo, Mª T.; y Martínez Alcalde, Mª J. (2011): Diacronía y gramática histórica de la lengua española, Valencia: Tirant.
Torrens Álvarez, Mª J. (2007): Evolución e historia de la lengua española, Madrid: Arco/Libros.

http://revistamito.com/historia-de-la-lengua-espanola-ii-fonetica-y-morfosintaxis/

Esbozo de la historia interna de un idioma.

La lengua española, como todas las lenguas, cambia cada día y se forja constantemente a sí misma. Esos cambios se ven con total claridad en su fonética y en su gramática, que es donde quizá se encuentre la esencia del idioma desde una perspectiva interna. Por eso aquí se pretende mostrar algunos cambios que tuvieron lugar del latín al español a lo largo de los siglos y que afectaron, fundamentalmente, a la fonética y a la morfosintaxis.
De los sos oios tan fuertemientre lorando
tornava la cabeça e estava los catando ...


Cantar del Mio Cid, De los sos oios tan fuertemientre lorando  tornava la cabeça e estava los catando
Cantar del Mio Cid
Así comienza el que probablemente sea el fragmento más famoso de una de las primeras obras literarias escritas en castellano: el Poema de Mio Cid.
Más allá de polémicas sobre si fue escrita en el siglo XII o en el XIII [1], de lo que no puede dudarse es de que este fragmento ni es latín ni es español actual, por motivos fonéticos y gramaticales.
No es latín, por ejemplo, porque en la palabra oio (hoy ojo) ya no se reconoce el antiguo sonido [kl] del que procede la palatal, es decir, el sonido que hoy representamos por la letra –ll– o la letra –y– entre vocales y que hacia el siglo XV se convirtió en el sonido representado por la letra jota (velar fricativo sordo):oculu(m) > *oc’lo > oio > ojo [‘oxo].
Asimismo, la palabra cabeça, de la que hablamos más adelante con detalle, ha sufrido un cambio importante: la sonorización de la sorda intervocálica, ya que viene de capitia y en esta palabra la consonante –p-, que es sorda porque al pronunciarla no vibran las cuerdas vocales, se ha hecho sonora, de manera que ha asimilado el rasgo de sonoridad típico de la a y de la e, que la rodean.
No debería sorprendernos un cambio así, porque se da también en otras consonantes oclusivas sordas, como la [t] y la [k] (escrita o q), que se convierten, respectivamente, en –d– y –g– cuando están entre vocales: catena > cadenaaqua > agua (en rumano apua, como en quattuor - patru). 
Pero volvamos a nuestro texto. Tampoco es latín porque hay una categoría morfológica que en esta lengua no existía: el artículo determinado que aparece en los sos oios y en la cabeça. También hay una preposición en el sintagma de los sos oios, que probablemente un romano de la época de Cicerón no habría usado.
Y, sin embargo, no podemos decir que sea español moderno, porque en la actualidad no pondríamos el posesivo después del artículo determinado (algo que se hizo prácticamente solo durante el siglo XIII), ni utilizaríamos la forma sos (lo que duró aproximadamente hasta principios del XIV), es decir, diríamos de sus ojos y no de los sos oios, haciendo efectivo de una manera diferente el pleonasmo [2] (no se puede llorar con ojos de otro ni con otros sentidos que no sean los ojos) con el que empieza el fragmento.
Tampoco diríamos, probablemente, tornava la cabeça, sino volvía la cabeza, ya que el verbo tornar, que significa ‘volver’, comenzó a dejar de usarse en el siglo XVII; ni estava los catando, sino estaba mirándolos: en la perífrasis verbal estar + gerundio, el pronombre de complemento directo los dejó de insertarse entre el auxiliar (estar) y la forma no personal (el gerundio catando) en el siglo XIV, mientras que el verbo catar, del latín captare ‘captar (por los sentidos)’, que significaba en la Edad Media ‘mirar’, y después se especializó en ‘probar con el sentido del gusto’ (como seguimos usando hoy para hablar, por ejemplo, de la cata de vinos), no llegó hasta el siglo XX.
Tornemos ahora a la palabra cabeça ( < capitia), donde la ç representaba el sonido dorso-dental o dento-alveolar africado sordo (se diría cabetsa), inexistente en español actual; y recordemos también oios (<oculu[m]), pronunciado oshos pero haciendo la –sh– sonora, como el sonido representado por la letra –j– en la palabra francesa jouer (prepalatal fricativo sonoro).
Ambos fonemas (los representados por las letras ç de cabeça e de oios) formaban parte, en el castellano medieval, de un sistema más amplio que se revolucionó a finales de la Edad Media y dio lugar a los tres sistemas que tenemos en la actualidad: el del ceceo, el del seseo y el de la distinción s/z.
El sonido representado por la ç de cabeça tenía una pareja sonora, que se pronunciaba –dz– (dorso-dental o dento-alveolar africado sonoro), como en hazer.
También el sonido representado por la i de oios tenía una pareja sorda, como en dixo (dijo), que se pronunciaba como hoy decimos en inglés el grupo dígrafo –sh– de la palabra she (sonido prepalatal fricativo sordo).
Pero además de estos cuatro fonemas, había dos más: una –s– como la que tenemos en la actualidad en palabras como mensaje (alveolar fricativa sorda) y una –s– sonora, que en la actualidad sólo se muestra cuando va antes de consonante sonora, por ejemplo, en los mismos (alveolar fricativa sonora), pero que en castellano medieval era comúnmente representada por una –s– intervocálica como en casa.
Quizá ya en el siglo XIV, las consonantes sonoras empezaron a ensordecerse, igualándose así a sus parejas sordas, lo que creó una considerable confusión, a la que cabía añadir la pérdida del elemento oclusivo en los fonemas africados (es decir, la t de –ts- y la de -dz-), lo que ocasionó que estos se neutralizasen con las alveolares fricativas (las dos –s-).  
Para distinguir las palabras, la misma lengua originó la solución, creando dos fonemas nuevos de los que triunfaría solamente uno en toda la zona hispanohablante: el sonido representado gráficamente por la letra j (velar fricativo sordo). El otro fue el que representa la letra zeta (interdental fricativo sordo), que tuvo mayoritariamente cabida en el centro y norte peninsular.
En el sur se adoptaron otras normas, bien ceceantes, bien seseantes, que en seguida se trasladaron a América. Hoy en día la RAE parece considerar prestigioso tanto el sistema distinguidor s/z como el seseo, el cual existe también en algunas zonas de Galicia, País Vasco, Valencia, Cataluña y Mallorca (y en Aragón, Mezquín, La Codoñera).
Para que el paciente lector se pueda hacer una idea global del proceso, se muestra sintetizado en una tabla con las pronunciaciones esperables en cada caso, siguiendo reglas ortográficas de conocimiento común:
Tenemos, por un lado, varios cambios fonéticos como la sonorización de las oclusivas intervocálicas (catena > cadenaaqua > agua), la revolución de las sibilantes y la palatalización del grupo inicial pl-, que se convierte en ll (aunque no se escriba así hasta la reforma de Alfonso X)como sucede en la palabra lorando (lorar < plorare) de nuestro texto inicial, que se diría llorando desde época muy temprana.
Y por otro lado, tenemos algunos cambios gramaticales como los ya mencionados: la aparición de los artículos (los sos oios), inexistentes en latín; la multiplicación de preposiciones, que en latín se usaban menos porque había un sistema muy complejo de casos (nominativo, vocativo, acusativo, dativo, genitivo, ablativo) que aclaraba la función sintáctica de cada elemento; y el cambio de orden en la oración, que pasó de ser sujeto-objeto-verbo (sí, en latín el verbo se ponía al final de la frase, como en Alea iacta est) a ser sujeto-verbo-objeto (al perderse la libertad de orden sintáctico que daban los casos, la oración consiguió una estructura un poco más rígida, como en La suerte está echada).
Vemos, por tanto, que la lengua española se trata de un ente vivo que se modifica constantemente, al que es necesario conocer en sus distintos estadios diacrónicos para poder comprender su presente y conseguir, así, profundizar en esa parte de nuestra identidad hispanohablante común.
Para saber más…
Lloyd, P. M. (1993): Del latín al español. I. Fonología y morfología históricas de la lengua española, Madrid: Gredos.
Menéndez Pidal, R. (1987): Gramática histórica del español, Madrid: Espasa-Calpe.
https://filologiaunlp.files.wordpress.com/2013/06/41297427-manual-de-gramatica-historica-espanola-menendez-pidal.pdf
Torrens Álvarez, Mª J. (2007): Evolución e historia de la lengua española, Madrid: Arco/Libros.

[1] Los últimos versos del poema dicen como sigue:
Quien escrivió este libro, ¡dél’ Dios paraíso, amén!
Per Abbat le escrivió en el mes de mayo
en era de mil e CC XLV años
 La cuestión es que algunos investigadores piensan que entre la segunda C y la X faltaría otra C, lo que implicaría que el año de redacción habría sido el 1345 de la era hispánica, correspondiente con el 1307 de la era cristiana (la nuestra). Sin embargo, parece que no hubo nunca una C en ese hueco, lo que retrasaría un siglo la redacción del texto, hasta el año 1207 de nuestra era, que coincidiría con la propaganda política que se habría hecho por esas fechas, culminada en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Tampoco hay que descartar que ya en vida del mismo Rodrigo Díaz de Vivar (que muere, recordémoslo, en el año 1099, más de un siglo antes de dicha fecha) circulasen oralmente algunas de sus historias hechas leyenda. No se puede afirmar nada con total seguridad: la fecha de elaboración y de redacción del poema siguen siendo, en gran parte, un misterio.  
[2] El pleonasmo es una figura retórica que consiste en la adición de elementos a la oración que añaden énfasis pero son innecesarios para entenderla por completo. Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), el pleonasmo es “Figura de construcción, que consiste en emplear en la oración uno o más vocablos innecesarios para que tenga sentido completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho; p. ej., lo vi con mis propios ojos.