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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Salvador Efraín Salazar Arrué, Salarrué.


SALARRUÉ: Seudónimo de Salvador Efraín Salazar Arrué, nació en Sonsonate, El Salvador, el 22 de Octubre de 1899 y murió en San Salvador el 27 de Noviembre de 1975.
Poeta, pintor y escritor, ha sido considerado el máximo exponente de la narrativa cuzcatleca, entre quienes se cuentan
 Arturo Ambrogi José María Peralta Lagos

Salarrué fue uno de los fundadores de la nueva corriente narrativa latinoamericana. En sus "Cuentos de Barro" y "Cuentos de Cipotes", él logra una plena identificación con el mundo campesino, nunca antes advertidas en los autores salvadoreños.

SALARRUÉ: Seudónimo de Salvador Efraín Salazar Arrué


Índice

El negro.
La botija.
La petaca.
El padre.
El circo.
De pesca.
El contagio.


EL NEGRO.

El negro Nayo había llegado a la costa dende muy lejos. Sus veinte años morados y murushos, reiban siempre con jacha fresca de jícama pelada. Tenía un no sé qué que agradaba, un don de dar lástima; se sentía uno como dueño de él. A ratos su piel tenía tornasombras azules, de aun azulón empavonado de revólver. Blanco y sorprendido el ojo; desteñidas las palmas de las manos; gachero el hombro izquierdo, en gesto bonachón, el sombrero de palma dorada le servía para humillarse en saludos, más que para el sol, que no le jincaba el diente. Se reiba cascabelero, echándose la cabeza a la espalda, como alforja de regocijo, descupiendose toduel y con gárgaras de oes enjotadas.
El negro Nayo era de porái.....: de un porái dudoso, mescla de Honduras y Berlice, Chiquimula y Blufiles de la Costelnorte. De indio tenía el pie achatado, caitudo, raizoso y sin uñas -pie de jenjibre-; y un poco la color bronceada de la piel, que no alcanzaba a velar su estructura grosera, amasada con brea y no con barro. Le habían tomado en la hacienda como tercer corralero. No podía negársele trabajo a este muchacho, de voz enternecida por su propio destino. Nada podía negársele al negro Nayo: así pidiera un tuco e dulce, como un puro o un guacal de chicha. Pero, al mismo tiempo era -pese a su negrura- blanco de todas las burlas y jugarretas del blanquío; y más de alguna vez lo dejaron sollozante sobre las mangas, curtidas con el barro del cántaro y la grasa de los baldes. Su resentimiento era pasajero, porque la bondad le chorreaba del corazón, como el suero que escurre la bolsa de la matequilla. Se enojaba con un "no miablés".....y terminaba al día siguiente el enojo, con una palmada en la paletiya y su consiguiente: "¡veyan qué chero éste!".... y la tajada de sonrisa, blanca y temblorosa como la cuajada.
        
Chabelo "boteya", el primer corralero, era muy hábil. Tenía partido entre las cipotas del caserío, por arriscado y finito de cara; por miguelero y regalón; pero, sobre todo, porque acompañaba las guitarras con una su flauta de bambú que se había hecho, y que sonaba dulce y tristosa, al gusto del sentir campesino. Nadie sabía cuál era el secreto de aquel carrizo llorón. Bía de tener una telita de araña por dentro, o una rendija falsa, o un chflán carculado...... La Fama del pitero Chabelo, se había cundido de jlores como un campaniyal. Lo llamaban los domingos y ya cobraba la vesita, juera de juerga o de velorio, de bautizo o de simple pasar. Un día el negro Nayo se arrimó tantito a Chabelo "boteya", cuando éste ensayaba su flauta, sentado en el cerco de piedras del corral. Le sonrió amoroso y le estuvo escuchando, como perro que mueve el rabo.

- ¡Oyí negró, querés que tenseñe a tocar?....Por la cara pelotera del negrito, pasó un relámpago de felicidad.

- Mire, chero, y yo le vuá a pagar el sábado, pero no me vaya a tirar...
  
Después de las primeras lecciones. Chabelo el pitero, le arquiló la flauta al negro para unos días. El negro se desvelaba, domando el carrizo; y lo domó a tal punto, que los vecinos más vecinos que estaban a las tres cuadras, paraban la oreja y decían:

- ¡Oiga, puero ese Chabelo! es meramente un zinzonte el infeliz.....
- Mesmamente; diayer paroy, le arranca el alma al cristiano como nunca.

Callaban.....y embarcaban sus silencio en el cayuco bogante de aquella flauta apasionada, que los hundía en la dulzura de un recordar sin recuerdos, de un retornar sin retorno. En poco tiempo, el negro Nayo sobrepasó la fama de Chabelo. Llegaban gente de lejos para oírlo; y su sencillez y humildad de siempre se coloreaban de austeridad y poderío, mientras su labio cárdeno soplaba el agujero milagroso. El propio Chabelo, que creyó, todos los secretos del carrizo, se quedaba pasmado, escuchando -con un sí es, no es, de despecho- el fluir maravilloso de un sentimiento espeso que se cogái con las manos.

Una tarde dioro en que el negro estaba curando una ternera trincada, con una pluma de pollo untada de creolina, Chabelo se decidió por fin; y un tanto encogido, se acercó y le dijo:

- Mirá, negro, te pago dos bambas si me decis el secreto de la flauta. Vos le bís hallado algo que le pone esa malicia....seya chero y me lo dice.....

El negro se enderezó, desgreñado, blanca la boca de dientes amigos y franca la mirada de niño. Tenía abiertos los brazos como alas rotas, sosteniendo en una mano la pluma y en la otra el bote.......miró luego al suelo empedrado y meditó muy duro. Luego. como satisfecho de pensada, dijo al pitero:

- No me creya egóishto, compañero, la flauta no tiene nada: soy yo mismo, mi tristura...., la color....
   

LA BOTIJA


Quim Torra, botija, botijo, cantrella, pichella, barrala
la tecnología del botijo supera a Juaquinico Torra el catanazi, ex presidente de la Generalidad de Cataluña, títere de Carlos Puigdemont Casamajor, y este de Jordi Pujol.

José Pashaca era un cuerpo tirado enun cuero; el cuero era un cuero tirado en un rancho; el rancho era un rancho tirado en una ladera. Petrona Pulunto era la nana de aquella boca:

 -¡Hijo: abrí los ojos, ya hasta la color de qué los tenes se me olvidó!.... José Pashaca pujaba, y a lo mucho encogía la pata.

-¿Qué quiere mamá?.

-¡Qués necesario que te oficiés en algo, ya tás indio entero!

-¡Agüen!....Algo se regeneró el holgazán: de dormir pasó a estar triste, bostezando.

Un día entró Ulogio Isho con un cuenterete. Era un como sapo de piedra, que se había hallado arando. Tenía el sapo un collar de pelotitas y tres hoyos: uno en la boca y dos en los ojos.

-¡Qué feyo este baboso!- llegó diciendo. Se carcajeaba, meramente el tuerto Cande!....Y lo dejó, para que jugaran los cipotes de la María Elena. Pero a los dos días llegó el anciano Bashuto, y en viendo el sapo dijo:

- Estas cositas son obras donantes, de los agüelos de nosotros. En las aradas se encuentran catizumbadas. También se hallan botijas llenas dioro.....

José Pashacase dignó arrugar el pellejo que tenía entre los ojos, allí donde los demás llevan la frente.

-¿Cómo es eso, ño Bashuto?..-. Bashuto se desprendió del puro, y tiró por un lado una escupida grande como un caite, y así sonora.

-Cuestiones de la suerte, hombré. Vos vas arando y ¡plosh!, de repente pegas en la huaca´, y yastuvo; tihacés de plata.
INTENTÁN IMITÁ A JUAN VALERA
-¡Achís!, ¿en veras, ño Bashuto?

-¡Comolóis!.

Bashuto se prendió al puro con toda la fuerza de sus arrugas, y se fue en humo. Enseguiditas contó mil hallazgos de botijas, todos los cuales "el bía prisenciado con estos ojos". Cuando se fue, se fue sin darse cuenta de que, de lo dicho, dejaba las cáscaras. Como en esos días se murió la Petrona Pulunto, José levantó la boca y la llevó caminando por la vecindad, sin resultados nutritivos. Comió majonchos robados, y se decidió a buscar botijas. Para ello, se puso a la cola de un arado y empujó. Tras la reja iban arando sus ojos. Y así fue como José Pashaca llegó a ser el indio más holgazán y a la vez el más laborioso de todos los del lugar. Trabajaba sin trabajar -por lo menos sin darse cuenta- y trabajaba tanto, que a las horas coloradas le hallaban siempre sudoroso, con la mano en la mancera y los ojos en el surco. Piojo de las lomas, caspeaba ávido la tierra negra, siempre mirando al suelo con tanta atención, que parecía como si entre los borbollos de tierra hubiera ido dejando sembrada el alma. Pa que nacieran perezas; porque eso sí, Pashaca se sabía el indio más sin oficio del valle. Él no trabajaba. Él buscaba las botijas llenas de bambas doradas, que hacen "¡plocosh" cuando la reja las topa, y vomitan plata y oro, como el agua del charco cuando el sol comienza a ispiar detrás de lo del ductor Martínez, que son los llanos que topan el cielo.


Tan grande como él se hacía, así se hacía de grande su obsesión. La ambición más que el hambre, le había parado del cuerpo y lo había empujado a las laderas de los cerros; donde aró, aró, desde la gritería de los gallos que se tragan las estrellas, hasta la hora en que el güas ronco y lúgubre, parado en los ganchos de la ceiba, puya el silencio con sus gritos destemplados. Pashaca se peleaba las lomas.

El patrón, que se asombraba del milagro que hiciera de José el más laborioso colono, dábale con gusto y sin medida luengas tierras, que el indio soñador de tesoros rascaba con el ojo presto a dar aviso en el corazón, para que este cayera sobre la botija como un trapo de amor y ocultamiento. Y Pashaca sembraba, por fuerza, porque el patrón exigía los censos. Por fuerza también tenía Pashaca que cosechar, y por fuerza que cobrar el grano abundante de su cosecha, cuyo producto iba guardando despreocupadamente en un hoyo del rancho por siacaso. Ninguno de los colonos se sentía con hígado suficiente para llevar a cabo una labor como la de José. "Es el hombre de Jierro", decían; "ende que le entró a saber qué, se propuso hacer pisto. Ya tendrá una buena huaca...."

Pero José Pashaca no se daba cuenta de qué, en realidad, tenía huaca. Lo que él buscaba sin desmayo era una botija, y siendo como se decía que las enterraban en las aradas, allí por fuerza la incontraría tarde o temprano. Se había hecho no sólo trabajador, al ver de los vecinos, sino hasta generoso. En cuanto tenía un día de no poder arar, por no tener tierra cedida, les ayudaba a los otros, les mandaba descansar y se quedaba arando por ellos. Y lo hacía bien: los surcos de su reja iban siempre pegaditos, chachadas y projundos, que daban gusto.
       

-¡Onde te metés babosada. Pensaba el indio sin darse por vencido.

-Y tei de topar, aunque no querrás, así mihaya de tronchar en los surcos.

San Pere, baturro, Zirigoza, rana       
Y así fue; no del encuentro, sino lo de la tronchada. Un día, a la hora en que se verdeya el cielo y en que los ríos se hacen rayas blancas en los llanos, José Pashaca se dió cuenta de que ya no había botijas. Se lo avisó un desmayo con calenturas; se dobló en la mancera; los bueyes se fueron parando, como si la reja se hubiera enredado en el raizal de la sombra. Los hallazgos negros, contra el cielo claro, voltiando a ver el indio embruecado y resollando el viento oscuro. José Pashaca se puso malo. No quiso que naide lo cuidara. "Dende que bía finado la Petrona, vivía íngrimo en su rancho".

Una noche, haciendo juerzas de tripa, salió sigiloso llevando, en un cántaro viejo, su huaca. Se agachaba detrás de los matochos cuando óiba ruidos, y así se estuvo haciendo un hoyo con la cuma. se quejaba a ratos, rendido, pero luego seguía con bríos su tarea. Metió en el hoyo el cántaro, lo tapó, bien tapado, borró todo rastro de tierra removida y alzando sus brazos de bejuco hacia las estrellas, dejó liadas en un suspiro estas palabras:
       

-"¡Vaya; pa que no se diga que ya nuai botijas en las aradas!"........


LA PETACA

Era pálida como la hoja mariposa; bonita y triste como la virgen de palo que hace con las manos el bendito; sus ojos eran como dos grandes lágrimas congeladas; su boca, cómo no se había hecho para el beso, no tenía labios, era una boca para llorar; sobre los hombros cargaba una joroba que terminaba en punta: La llamaban la peche María.
En el rancho eran cuatro: Tules, el tata, La Chon su mamá, y el robusto hermano Lencho. siempre María estaba un grado abajo de los suyos. Cuando todos estaban serios, estaba llorando; cuando todos sonreían, ella estaba seria; cuando todos reían, ella sonreía; no rió nunca. Servía para buscar huevos, para lavar trastes, para hacer rir...

- ¡Quitá diay, si no querés que te raje la petaca!

- ¡Peche, vos quizá sos hija del cerro!
sácate la retacía y el chapurriau
Tules decía:

- Esta indizuela no es feya; en veces mentran ganas de volarle la petaca, diún corvazo!

Ella lo miraba y pasaba de uno a otro rincón, doblaba de lado la cabecita, meciendo su cuerpecito endeble, como si se arrastrara. Se arrimaba al baúl, y con un dedito se estaba allí sobando manchitas, o sentada en la cuca, se estaba ispiando por un hoyo de la paré a los que pasaban por el camino.
       

Tenían en el rancho un espejito ñublado del tamaño de un colón y ella no se pudo ver nunca la joroba, pero sentía que algo le pesaba en las espaldas, un cuenterete que le hacía poner cabeza de tortuga y que le encaramaba los brazos: La Petaca.

Tules la llevó un día onde el sobador.

- Léi traido para ver si uste le quita la puya, pueda ser que una sobada....
  
- Hay que hacer perimentos difíciles, vos, pero si me la dejás unos ocho días, te la sano todo lo posible.

Tules le dijo que se quedara.

Ella se jaló de las mangas del tata; no se quería quedar en la casa del sobador y es que era la primera vez que salía lejos, y que estaba con un extraño.

- ¡Papa, paíto, ayéveme, no me deje!

- Ai tate, te digo; vuá venir venir por vos el Lunes.El sobador la amarró con sus manos huesudas.

- Anadate ligero, te la vuá tener!

El tata se fue a la carrera. El sobador se estuvo acorralándola por los rincones, para que no se saliera. Llegaba la noche y cantaban gallos desconocidos. Moqueó toda la noche. El sobador vido quera chula.
 
 - Yo se la sobo; ¡ajú!pensaba, y se reiba en silencio.

Serían las doce, cuando el sobador se le arrimó y le dijo que se desnudara, que le iba a dar la primera sobada. Ella no quiso y lloró más duro. Entonces el indio la trinco a la juerza, tapándole la boca con la mano y la dobló sobre la cama.

- ¡Papa, papita!.....

Contestaban las ruedas de la carretera noctámbulos, en los baches del lejano camino.

El lunes llegó Tules. La María se le presentó gimiendo...el sobador no estaba.

- ¿Tizo la peración, vos?

- Sí papa...

- Te dolió vos?

- Sí, papa...

- Pero yo no veo que se te rebaje...

- Dice que se me vir bajando poco a poco....

Cuando el sobador llegó, Tules le preguntó cómo iba la cosa.

- Pues, va bien -le dijo-, sólo quiay que esperarse unos meses.
Tiene quirsele bajando poco a poco.

El sobador viendo que Tules se la llevaba, le dijo que porqué no se la dejaba otro tiempito, para más seguridá; pero Tules no quiso, porque la peche le hacía falta en el rancho.

Mientras el papa esperaba en la tranquera del camino, el sobador le dió la última sobada a la niña. Seis meses después, una cosa rara se fue manifestando en la peche María. La joroba se le estaba bajando a la barriga. Le fue creciendo día a día de un modo escandaloso, pero parecía como si la de la espalda no bajara gran cosa.


- ¡Hombre! -dijo un día Tules-, ¡esta babosa tá embarazada!

- ¡Gran poder de Dios! -dijo la nana.

- ¿Cómo jué la peración que te hizo el sobador, vos?....ella explicó gráficamente.

- ¡Ayjuesesentamil! - rugió Tules- ¡mianimo ir a volarle la cabeza!

Pero pasaba el tiempo de ley y la peche no se desocupaba. La partera, que había llegado para el caso, uservó que la niña se ponía más amarilla, tan amariya, que se taba poniendo verde. Entonces diagnosticó de nuevo.

- Esta lo que tiene es fiebre pútrida, manchada con aigre de corredor.

- ¡Eee?......

Mesmamente, hay que darle una güena fregada, con tusas empapadas en aceiteloroco, y untadas con kakevaca.

Así lo hicieron. Todo un día pasó apagándose; gemía. Tenían que estarla volteando de un lado a otro. No podía estar boca arriba, por la petaca; ni boca abajo por la barriga.

En la noche se murió.

Amaneció tendida de lado, en la cama que habían jalado al centro del rancho. Estaba entre cuatro candelas. Las comadres decían:


- Pobre, tan güena quera; ¡ni se sentía la indizuela de mansita!

- ¡Una santa! ¡Si hasta, mirá, es meramente una cruz!

Más que cruz, hacía una equis, con la línea de su cuerpo y la de las petacas. Le pusieron una coronita de siemprevivas. Estaba cómo en un sueño profundo; y es que ella siempre stuvo un grado abajo de los suyos, cuando todos estaban riendo, ella sonreía; cuando todos sonreían, ella estaba seria; cuando todos estaban serios, ella lloraba; y ahora, que ellos estaban llorando, ella no tuvo más remedio que estar muerta....

EL PADRE.

La iglesia del pueblo era pesada, musgosa y muda como una tumba. detrás estaba el convento, encerrado entre tapiales, con su gran arboleda sombría; con su corredor de ladrillo colorado; de tejado bajero sostenido por un pilar, otro pilar, otro pilar...; pilares sin esquinas embasados en piedra tallada y pintados de un antiguo color.

El patio era de un barro blanco y barrido, propicio a las hojas secas. Las sombras y las luces de las hojas ponían agüita en el suelo; en aquel suelo pelón lleno de paz, por el cual pasaban, gritonas, las gallinas guineas.

Largo era el corredor: la mesa, el kinké, una silla, un sofá, un barril, una destiladera, un viejo camarín, unos postes durmiendo; otra silla, la hamaca, el cuadro bíblico; un cajón; un burrro con una montura; un freno colgado de un clavo y al final, ya para salir las gradas, unos manojos de pasto verde, el picadero y la cutacha. Después empezaba la alfombra de sol hasta la cocina; y allá contra la tapia, como una casita de juguete, con su chimenea de lata azul, el excusado.

El padre se paseaba en la tarde. Era la hora en que la paz le traía el cielo; el cielo de agradables matices, que llegaban a sentarse en la montaña lejana, pensativo como un hombre; pensativo hasta quedarse dormido, soñando en las estrellas, cada vez más profundamente.

El sacristán tocaba el ángelus para que todo se callara. Y todo se callaba.

La Coronada llegaba entonces penosamente, con su riuma y sus platos, a ponerle la mesa. Se sentaba el padre, siempre mirando al cielo, con su cara igual de triste. Con un pespuntar de máquina de cocer, sus labios hilvanaban un larga oración de gratitud. Humillaba los párpados y se persignaba. Luego, cogía calmosamente la cuchara y empezaba a probar la sopa. Estaba caliente. La Coro, encendía el kinké. Las gallinas empezaban a volar de rama en rama, con torpes aleteos. A lo lejos se oía pasar el tren por el puente de hierro, como una amenaza de tormenta.

La Chana era una cipota chulísima. había crecido de diadentro, al servicio del cura. hacía mandados, lavaba los trastes, les daba de comer a las gallinas y se comía lazúcar. Cuando el padre estaba bravo, como no tenía en quien descargar, regañaba a la Chana. La Chana no se quedaba chiquita y le contestaba cuatro carambas.

- ¡Agüen, usté! ¡Asaber que lián confesado las biatas y descarga en yo!...

El padre, en vez de enojarse, la estrechaba contra su pecho y le daba un beso en la frente. Se estaba viendo en ella, como decía la Coro.

En un dos por tres se había hecho mujer. De la mañana a ña tarde echó rollo, se cantonió y le brillaron los ojos. Ya se trataba una flor en el delantal, con un gancho, muy alto, muy alto, para podérsela oler poniendo cara interesante. Seguido se cachaba logas; por el tacón muy encumbrado, por unos papeles colorados para untarse los labios, por andar suspirando muy dentro. El cura la miraba de lejos. La miraba pasar, disimuladamente, y alejándose. Se cogía el mentón azul y su cara de cuarentero se ponía grave. Temblaba por ella. Hubiera querido podarla un poco. Se paseaba, se paseaba por el largo corredor, campaneando la lustrosa sotana vieja, como si en ella se hamaqueara su inquietud. Apretaba, sin querer, el crucifijo de plata que llevaba siempre colgado al cuelo. Si hubiera sido de cera, lo habría convertido pronto en una hostia. Allá a lo lejos, la risa de la Chana sonaba como una campanilla mundana. Cuando pasaba a su lado, apagaba los olores del incienso con un fuerte aroma de jabón diolor. Por el corredor silencioso, sus tacones pasaban, clavando la tranquilidad.

La niña Queta y la niña Menches, la una fea de tan vieja, y la otra vieja de tan fea, entraron apuradas en busca del padre para un asunto urgente. La puerta estaba entreabierta y empujaron. Y fue como si hubieran empujado su alma en un abismo. El padre estaba todo él sentado en un sillón y la Chana estaba toda ella sentada en el padre. Su cachete rosado se posaba dulcemente en el cachete azul del cura, como una madrugada sutil se posa sobre áspera montaña.

-¡Virgen pura!..

Dos lágrimas corrían por las mejillas marchitas del padre. Repitió su excusa:
   
- Un afán, un vago deseo de ser padre. Es como mi hija...

Su voz era oscura.

- Los niños despertaron siempre en mi alma una dulce inquietud...

-¡Hm!

Apretó el obispo sus labios temibles y lanzó al cura su más irónica mirada. Pero él se irguió austero, nobilísimo y puro, el rostro del acusado, encendido en radiante sinceridad; irresistible en su sencillez; tal si el mismo Dios mirara por sus ojos húmedos, abatiendo al instante la austeridad, la insolencia y el rango.

SALARRUÉ.

CUENTOS DE BARRO.

EL CIRCO.

Se azuló la noche. En medio del solar oscuro, e1 circo era como una luna desinflada. Parecía la chiche de la noche, onde mama luz el cielo, un chilguete manchaba de norte a sur el espacio y las gotitas zarpiaban el horizonte hasta la oriya del mundo.
        
Mito y Lencho, los dos hermanitos, miraban asombrados, por un juraco, cómo aquel siñor que le decían Irineyo Molina, se bía hecho payaso un dos por tres. Taba sentado en un cajón jumándose un puro, y con cara enojosa de hombre. el hoyito se véiya bien que le daba la luz de un carburo en la cara chelosa de harina. Abajo, junto a la goliya plisada, asomaba el cuello prieto de su propio cuero. Más allá, el negro Jackson sembraba una estaca, con una almágana. A cada golpe de juelgo, la estaca se hundía un jeme. Recostado en unos lazos, templados como cuerdas de violón, estaba un volatín.

-Apartáte, baboso.

-Peráte, quiero ver.

-Te vuá zampar una ganchada, Chajazo.

-¡AchísI, sólo vos querés mirar.

-A yo no mián dejado...

-¡Baboso, baboso, ayí entró una piernuda vestidedorado.

Sestá componiendo la atadera.

La cipotada ondeó, como un tumbo de carne; reventó en empujones y se vació sobre la carpa, derrumbando al lado diadentro un rimero de sillas. Se oyeron voces de hombre, furibundas, y pasos amenazadores. La cipotada se dispersó a la carrera, haciendo sonar con sus talones la panza de tambor del descampado, Se confundió entre el güevaso e gente silbando y riendo. Un sapurruco en camiseta, con unos grandes gatos que parecían de madera; salió encachimbado por debajo de la lona, con un acial en la mano. Llegó hasta el andén, mirando de riojo; escupió un salivazo con tabaco, y se metió otragüelta por debajo. Dos o tres chiflidos le condecoraron el fundiyo. El humo de los candiles y de los puestos de pupuseras ponía llanto en los ojos de aquella alegría. La manteca, ricién echada en las sartenas de las pasteleras, se oiba escandalosa, como cuando meya el tren. Las garrafas, en los mostradores de los chinamos, parecían jícamas de vidrio, que se bieran convertido en cocos. El guaro clarito temblaba adentro y dejaba descurrir su tufito embolón.

Las gentes iban entrando, guasonas, al circo. Daban su tiquete y levantaban la cortinenca de añididos, onde había unas letras que naide entendía, porque naide leyiya en el pueblo.

Una bandita descosida empezó a sonarse, allí dentro, debajo diaquel gran pañuelo. La buyanga sizo mayor, y las gentes empezaron a codearse por entrar a coger puesto.

Por tercera vez sonó la campanilla; aquella campanilla que daba güeltegatos de plata en la aljombra de la ansiedad. Un silencio profundo se agachaba, cargado de corazones, como una rama de mango. De una patada se abrió el telón de los secretos; una pelota de colores vino rodando hasta el centro del picadero, y, con un grito de sollozo burlón, el payaso se irguió amelcochado, bonete en mano, con algo de piñata y algo de barrilete. De golpe se descolgó, en el redondel, la cortina de tablitas del aplauso.

Vestidos a medias y de medias, los volatines y volatinas, en escuadrón, avanzaron marciales, con los brazos cruzados sobre el pecho y sonriendo con sonrisa postiza. Detrás, en dos caballencos ahumados como los del carrusel, que llevaban colas de gallo en la frente, venían las masonas, vestidas de espumesapo y sentadas, con una nalga, en el mero chunchucuyo de los caballos. Cerrando chorizo, iba un chele vestido dentierro, con un chiliyo bien largo; y un viejo bigotudo, jalándole las narices a un pobre oso medio bolo. Más detrás iban los guachis, con cotones de colores llenos de chacaleles. La música sonaba, toda ella, chueca y destemplada, como mocuechumpe.

En aquel pueblo de niños, sólo los cipotes se bian quedado ajuera. Ispiaban por onde podían, subiéndose algunos hasta las puntas de los cercanos jocotes, contentándose con ver el bailoteo de uno quiotro trapo de color, o el relámpago misterioso de las lentejuelas en las mecidas de los trapecios.

Los niños ajuera, los grandes adentro. . . El circo era como la felicidá, que se la cogen aquellos que menos la quieren. Los cipotes se conjormaban viendo la alegriya luminosa, por un hoyito, entre tablas y piernas oscuras. Mito y Lencho, los dos hermanitos, se bían retirado dionde bían miradores, porque les taban rompiendo toda la camisa. Sin embargo, cada granizada de aplausos los empujaba de nuevo a la carpa. De chiripa se hallaron un juraquito bajero, que los otros no bían incontrado. Con el dedito inano lo jueron haciendo más grande, y miraban por turnos.
Cuando más extasiados estaban, mirando, mitá y mitá que la piernuda caminaba sobre el alambre como sobre el viento, un guachi, con una tablita, los cogió de culumbron, soñadores e indefensos. Les dio con todas sus juerzas, el bandido jalacolchones; y ellos, dando alaridos, salieron corriendo y sobándose la nalga, ardida como con plancha caliente. Fueron a contarle a la mama; y la mama, cogiéndolos debajo de sus alas desplumadas, maldijo al miserable:

Disgraciado, quiá de pagarlas un diya en los injiernos!
Lencho rumió, en su corazón de niño perdonero, aquella frase; y, tras un rato de silencio, preguntó:

-Mama, ¿yen el injierno habrán hoyitos para mirar lo que andan haciendo en el cielo? ...

DE PESCA.

Eran allá como las tres de la madrugada. La luna, de llena, lambía las sombras prietas en los montarrascales y en los manglares dormilones. El estero, lagunoso en su calma, era como un pedazo de espejo del día; del día ya roto. La playa lechosa, de cascajo crema, se dejaba espulgar por las suaves ondas espumíferas, que la brisa devanaba sin prisa. La isla, al otro lado del agua, se alargaba como una nube negra que flotara en aquel cielo diáfano, mitad cielo, mitad estero. Las estrellas pintaban en ambos cielos. El mar, a lo lejos, roncaba adormilado por la frescura del aire y la claridad del mundo. Un cordón de aves blancas pasó, silencioso y ondulante como una culebra de luna.

De la mediagua oscura, salió a la playa un indio. Llevaba desnudo el torso, los calzones arremangados sobre las rodillas; se desperezaba, como queriendo echar al suelo el fardo del sueño. La arena, al ser hollada por los anchos pies descalzos, mascaba el silencio. Miró las estrellas con los ojos fruncidos. Se espantó los mosquitos, miró el agua platera y regresó al rancho.

-Son ya mero las tres, vos ¿Nos vamos?
Una especie de aullido de pereza le contestó. Luego, la voz atecomatada del compañero respondió

-A¡ veya, mano...

-Amonóos...
Los indios, hurgando en la sombra del caedizo, escogieron los utensilios y fueron trasladándose al bote. El bote dormía, encallado, mitad en el agua, mitad en la arena. Un chucho prieto iba y venía husmeando el viaje. Por efecto del silencio del agua, de la luz, del cielo bajero, el mundo todo parecía palpitar, cabecear como un barco en marcha. Los pocuyos, despenicados en la inmensidad, arrullaban la cuna de la noche con su triste "oíeo, oíeo, oíeo", que sonaba intermitente, como la paletada blanda del remo que va, va, va... sin prisa y sin ruido.

-Ya va ser parada diagua, vos.

-Ya paro, mano.

-¡Aligere, pué!...
Despegaron el bote a empujones y pujidos. El bote coleó, libre, descantillándose tantito y revolviendo la plata de la luna en desparpajos. Hundidos hasta las piernas, aún empujaron. Luego se metieron dentro y se dejaron llevar por el tranquil del agua parada. Era el cambio de marea; las corrientes que entraban al estero, fatigadas de ir buscando mundo, descansaban un momento, antes de regresar al mar abierto. Entonces el peje abismado venía arriba, flordeaguando, y buscaba la calma de las ramazones y de los bancos. Ligeros colazos de zafiro indicaban ya el punto del agua. Las sombras rojizas de los parvos pasaban, esquivando el peligro, avisados por el lánguido paleteo del canalete.
En fraterno silencio los indios cruzaban el agua, como si volaran entre dos cielos. En la proa, ávida de espacio, el uno empujaba con la pértiga negra y larga que subía y bajaba rítmicamente, sincronizando con el manosear del canalete, que el otro indio manejaba en la popa, acurrucado y friolento. En el centro del bote el chucho, sentado, miraba tímidamente los cacharros del cebo,

-¡Qué friyo, vos!.

-¡Ajú!...

-¿Vamos al ramazal de la bocana?

-Como quiera, mano.
Los ramazales emergían del agua purísima como inmensas arañas negras. Dos, tres, cuatro..., quedaban atrás. Al pasar rondando un tronco, el raizal projundo barzonió el bote, afligiéndolo. Con hábil punteo, salieron del paso.
-¡No se arrime mucho, mano¡


Torcieron hacia el sur; a poca distancia del ramazal, echaron el fondo y quedaron inmóviles. Poco tiempo después arrojaban los anzuelos. Con rápido ademán los lanzaban al aire, La pita hacía una larga parábola, y el plomo se hundía allá, con un ligero: "chukuz". Luego el cordel se quedaba. ondulando encima y poco a poco se abismaba. Quedaban a la expectativa. Habían encendido los puros y jumaban, acurrucados.

-¿Pican, mano?

-No quieren picar.

-Ya me punteyan, vos.

-¿Eh ... ?

-Es bagre, de juro. Estos chingados sian de ber llevado la chimbera.
La chimbera era el cebo. El indio sacó el anzuelo, de jalón en jalón. Por fin sobreaguó el plomo negruzco. Se habían llevado el bocado.

-¿Lo vido? Son esos babosos bagres, vos.

-Si quiere nos hacemos al lado de la isla..
Iba a sacar su cordel, cuando un fuerte tirón, que ladeó el bote, les advirtió de una presa mayor.

-Jale, mano; debe ser "mero"!
El indio tiró con todas sus fuerzas.

-¡Ya mero revienta este jodido!
Llegó el otro a ayudarle. Tiraron penosamente. El bote cimbraba, voltión. En la cola de un espumarajo surgió de pronto una sombra enorme, que arrollaba la linfa con ímpetus de marejada. La luz nerviosa le mordía en redor.

-¡A la ronca, mano, es tiburón!

-¡Y del fiero, vos!

-¿Lo encaramamos?

_¡Déjelo dir, chero, nos puede joder al chucho!

-¿Guá perder mi anzuelo?...

-¿Qué siarremedia?
Un coletazo formidable hizo crujir el bote. El chucho buscaba fijo, abriendo las cuatro patas y hundiendo la cola. Soltaron. Se apercoyaron a las bordas y trataron de nivelar. Un segundo coletazo ladeó el bote. Dos sombras eseantes atacaban con furia.

-¡Levante el fondo ligero!

-¡Aguárdese!
Un tercer coletazo echó de bruces al indio que tiraba del fondo. La caída hizo volcarse al bote; hubo un griterío salvaje; las colas golpeaban en la cáscara del bote como en un tambor. Grandes rosas de espuma se fugaban en círculos, empurpurando la plata mansa.
Después, todo quedó quieto.
Agrupados en la orilla, los moradores del valle escrutaban la noche. Los gritos habían levantado a las gentes. La ña Gerónima, gorda y grasienta, con su delantal de cuadros azules, comentaba temblorosa.

-¡Avemaríapurísima!...
Los viejos de quijada de plomo cabeceaban, como diciendo:

-Pa que veyan...
Los cipotes abrían sus bocas y se acurrucaban, para descansar las barrigas enormes.

-Esos han sido los Garciya.

-O los Munto.

-Hilario y Cosme, quizá ...

-A saber si Jué Mincho de la señá Fabiana.

-Sí, pué...
El día venía abriendo rápido, con ambas manos los azules del Azul. La luna, marchita ya, se arrinconaba en la montaña. Las ondas de la vaciante tráiban orito en la punta. El manglar se había separado del paisaje, tomando su cuerpo. La isla verdegueaba, y la fragancia de la mañana venía mera cargada.
De pronto, se vio una estela que flechaba hacia la orilla. Todos quedaron en suspenso. Un perro negro llegaba jadeante, aclarando el misterio de la tragedia. Salió de un último pechazo a la orilla; meneó el rabo; se sacudió bruscamente la gloria del sol, y no dijo nada.

EL CONTAGIO.

riu de les basses, toll de Rabosa, racó del toscá, riada 2






















Después del aguacero de la noche, había clareado gris, mojado, encharcado, invernicio... Venía la mañana en ondas frescas, anegando la oscuridad. Todavía no daban sombra las cosas; las sombras eran diluyentes, borrosas como luz golpeada, como humedad de sal. Se venía el olor jelado del cielo, con algo de amoníaco y algo de ropa limpia. Silbaba., único, un pajarito invisible en un árbol frondoso; silbaba con dulzura de agüita plateada. Las hojas nadaban en los remansos de brisa, como pececitos oscuros. Iba clareando... Y el alma, como los matorrales, estaba empapada de felicidad.
En la casa de la finca, el patio cuadrado dormía aún. Por el lodito habían pasado los chuchos. Una teja salediza se había quedado contando gotas azules, sobre un charquito que, abajo, bailaba trompos diagua. Salía el humo de la galera, como una parra celestial. Don Nayo, enrollada en la nuca una toalla barbona, venía por el corredor. Con el bastón abría un hoyito, y sembraba una tos; abría un hoyito, y sembraba una tos. Los murciégalos se iban enchutando en las rendijas oscuras del tabanco, como pedradas de noche.
A lo lejos, lejos; los gallos abrían puertas chillonas. El día se tambaleaba indeciso, bajo la nubazón sucia, como carpa de circo pobre.
Don Nayo llegó al portón. No podía enderezar la cabeza, porque su nuca estaba paralizada; lo cual le daba un vago aspecto de tortuga mareña. Miró al cielo de reojo; aspiró el olor de los limones; se puso el palo bajo el brazo y llamó aplaudiendo.

-¡Cande!...
La Cande gritó desde la cocina:

-¡Mandé!...

-Date priesa...
La Cande atravesó el patio dejando su priesa pintada en el suelo. Era quinzona, rubita, gordita, nalgona, chapuda y sonreiba constantemente. Daba la impresión de bañada, dentro del traje pushco y jediondo.

-¿Qué quiere, tata?
El viejo le alcanzó la oreja al tanteyo.

-¡Babosa, no téi dicho que cuando vengás a trer lagua, cerrés bien la palanquera!


La campaneó tantito y, arreándola, con el palo enarbolado, la siguió hasta el platanar.

-¡No cierre, animala, espere que salgan las yeguas!: ¿no ve que están allá?...
Tres yeguas secas estaban olisqueando en la huerta. Sobre las eras de nardos se veían los hoyos de los cascos. Se fueron aculando despacio contra la cerca; y, cuando la Cande les cortó el paso, salíendo del breñal con un chirrión en alto, las tres bestias dieron un respingo nervioso y huyeron por la puerta hacia el potrero. A lo lejos, seguía oyéndose el galope con su patacán, palacán, patacán...

Había amanecido. El viento madruguero había ido cogiendo cada estrella con dos dedos, soplándolas como mota de ángel, hasta desaparecerlas. Por un descascarado de nubes, se miraba la paré del cielo, ricién untada de azul. Los volcanes bostezaban, en camisón de dormir. Pringaba.

- Traiga el canasto, Cande. vamos a pepenar los nances y los limones.
        
La Cande fue por el canasto. Bajo el limonero, el suelo doraba. Olía a mañana. Daba lástima desarreglar el paisaje enfrutado. Don Nayo y la Cande fueron pepenando, uno a uno, los limones. Más abajo, al haz de un granado, estaba el nance. El suelo aparecía cundido. La ladera había llevado rodando los nances hasta ben lejos. Parecía como si a la planta se le hubiera roto el hilo de un inmenso collar.

-Témpapádo el monte, tata.

-Cuidá de no empuercar el vestido...

-Afijese que anoche soñé el Contagio...

-Era un endizuelo así, sapito, con buche y con una cosa feya aquí.

-¿Onde?

-Aquí ...
Seguían cayendo limones, que quedaban medio hundidos en el lodo negro. A orillas de la acequia se oía una fiesta de sanates. Bajo los charrales empezaron a rascar las gallinas, haciendo sonar las hojas marchitas. Los grillos se habían ido consumiendo en el claror.

-Mero horrible, el indizuelo; y me chunguiaba..

-¿Te qué?...

-Me guasiaba y me chunguiaba, en un cuento como cuarto oscuro... ¡Uy!... Es que comí chacalines...

-De juro que eso jué...

-Echeme una mano, tata.


Don Nayo le ayudó, como pudo, a ponerse el canasto en la cabeza. La Cande lo sostenía con ambas manos; las mechas le caiban por la cara; con un respingo se afirmó, equilibró el espinazo; sacó la puntita roja de la lengua y se alejó hacia la casa, con rítmico andar.
    
Don Nayo miraba alejarse a su hija. Pensó: "Es guapa, es güena, la chelona"; se sonrió, con sonrisa de arruga. Los gallos abrían a lo lejos fantásticas puertas; por ellas entró bruscamente un chorro de sol.

Don Nayo paró a su mujer en la mitad del dormitorio.

-Mirá, Lupe -le dijo-, andá con cuidado con la Cande: ya maliseya...


-¿Eh?...


-No me gustan tantito, sus caidas diojos, sus pandiadas al pararse. Méi fijado que deja a ratos de moler y se come las uñas; además, le ondeya el pecho como a las palomas. Andá con cuidado, te digo...


-Dice bien, Nayo; yo también la héi oservado. Se chiqueya, sin querer; se mira nél espejo, cada vez quentra aquí; y, a ratos, da brincos de calofriyo. También no me gustan las cosas que me cuenta. Dice quel otro día, cuando Nicho la tentó jugando, sintió un burbujeyo extraño. Además se le van los ojos, coge juergo a cada rato, le pica la palmelamano.


-Pa que veyás. Andále con tiento, no se nos descantiye con algún malvado.


-Decíle al Nicho que no liaga tanta fiesta.


-Se lo vuá poner en conocimiento a ese infeliz.


Zarceaba el viento en la Palazón de los conacastes, como en tina guitarra destemplada; el sol entraba ya en la hindidura dialcancía del horizonte. En el cielo, las nubes mostraban choyones desangrados. Las golondrinas inspeccionaban el velamen recién izado de la tarde; en el callar, la tierra daba bordazos de sombra.
Por el camino venía Don Nayo, lento y tosigoso. La Lupe lo esperaba en la palanquera.

-¿Qué lihubo, Nayó? ...

-Los casaron. Los juí a dejar al terreno. Tán Contentos.

-¿Le arvertiste a Nicho de lo que te dije?...

-Más valiera no me bieras dicho jota, miás azorrado con el yerno.

-¿Eh? ... ¿Por qué?...

-Cuando lo llamé aparte y le recomendé que la tratara con primor, no fuera ser que se asustara, se echó a rír y me dijo: "No siaflíja por babosadas, esa yés cosa antigua: asigún colijo, la tengo ya empreñada dende hace un mes".

-¡La Virgen del Martirio!

-Y parecía que no quebraba un plato ...

-Güeno, después de todo, arrecuérdese, Nayo, de nosotros, cómo hicimos ...

-Decís bien, es el Contagio.
La tarde se había perdido a lo lejos, deíando como estela un espuniarajo de estrellas; sobre la arena del mundo, los árboles negros se movían como cangrejos.


//

Per a tots estos pelacañes de la normalissassió lingüística


An este texto literari trobaréu moltes paraules que no están a la RAE, com chapurriau, que no hi está, está chapurrear, y ya sabém que no es lo mateix que chapurriau: una mescla de varios idiomes, italiá, portugués, español, provensal (ara dialecte del ocsitá). Es curiós que al dicsionari de Frédéric Mistral (Félibrige 
Lou Tresaur dau Felibritge, 1854), de abans de Pompeyo Fabra y Francisco Franco Bahamonde, no fico ni catalá, ni valensiá, mallorquí o aragonés, cuan tením léxic de estes cuatre llengües, y de atres, com lo árabe, gallego, asturiano, leonés, vasco, navarro, riojano, latín, griego y alguna mes. 



champouirau, champoiral, chapurriau

La gen parle de una manera y este autó escriu de forma que se veigue cóm parlen, aixina u fach yo en lo chapurriau cuan escric o traduíxco. Y datres tamé u fan aixina, com Luis Arrufat al seu blog agüelo sebeta.


Si una NORMA fixare una llengua, los swahili potsé aniríen tot lo día en un dicsionari daball del bras esquerro, que no los cauríe en cuan aventaren una llansa en lo bras dret per a cassá. Y en cas de fé aná una escopeta, hauríen de dixá an terra la gramática y ortografía del swahili per a que no caiguere y se faiguere malbé, embrutanse de pols y de sang.


Si una NORMA fixare una llengua, los swahili potsé aniríen tot lo día en un dicsionari daball del bras esquerro
       

https://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Salazar_Arru%C3%A9


https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/6460/Salvador%20Salazar%20Arrue%20-%20Salarrue


http://literatura.wikia.com/wiki/Salvador_Salazar_Arru%C3%A9


http://museo.com.sv/2013/09/salvador-salazar-arrue-salarrue/


https://www.elsalvadormipais.com/salvador-salazar-arrue-biografia















miércoles, 4 de abril de 2018

Raza catalana, vasca

Albert Moliner, Giners, los orígenes de la raza catalana, como la vasca, son anteriores al peninsular ibérico. Hay numerosos estudios que así lo atestiguan.

Albert Moliner , Giners, los orígenes de la raza catalana, como la vasca, son anteriores al peninsular ibérico. Hay numerosos estudios que así lo atestiguan.

Pues para ser de otra raza tiene usted toda la cara de mi primo el que vive en Lebrija





gallinas, pollitos, razas, catalana, castellana, vasca

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Raza_catalana
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Nacionalismo_vasco
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Pompeyo_Gener

Caricatura de la revista satírica La Flaca del 3 de marzo de 1873
Caricatura de la revista satírica La Flaca del 3 de marzo de 1873 
Valentín Almirall , Pi y Margall, Diari Català, catalanismo político, nacionalistas catalanes, 

Arturo Quintana y Font
Arturo Quintana y Font, espécimen de pura raza catalana, nacido en Barchinona, ya nació con la barretina puesta a rosca


No solamente la naturaleza, sino hasta la historia nos dice que España está formada por dos grupos completamente distintos. El grupo Central y Mediodía, compuesto de razas imaginativas, aventureras, impresionables y volubles, ha tenido sus días de gloria, como lo tienen todas las razas; pero su gloria ha sido tan efímera, que sólo ha durado lo que dura una excitación nerviosa. El grupo del Norte, en cambio, el grupo que podríamos llamar pirenaico, nunca se distinguió por su imaginación ardiente ni por sus golpes de efecto, pero ha sido siempre más meditativo, más sólido y más trascendental en sus proyectos.

[...] España se ha ido empequeñeciendo desde que las circunstancias hicieron que la raza menos pensadora y menos ilustrada de la Península fuera la que dominara. [...] iremos de mal en peor hasta tanto que por un medio o por otro logremos —los catalanes hablan— que el grupo pirenaico de España, tenga en la cosa pública tanta influencia, por lo menos, como el grupo central o del Mediodía. [...] cre[o] firmemente que, el elemento de población que hoy representa Cataluña, es el único que puede cambiar la marcha desastrosa de la política española.
Almirall (1879), «Los Ministres catalans» Los, no els, LO, no el

VALENTÍN ALMIRALL
LO catalanisme, 1886, Almirall
LO catalanisme , 1886
https://es.m.wikipedia.org/w/index.php?title=Archivo:Lo_catalanisme_(1886).djvu&page=9 se puede leer online


España tal como es, Almirall


España tal como es



En 1886 publicó L'Espagne telle qu'elle est en Montpellier, reeditada en castellano en Barcelona en 1886 bajo el título, España tal como es, en el que desarrolla su pensamiento: ambos grupos raciales, el central-meridional y el pirenaico, estarían en decadencia, pero conservarían cualidades diferentes; de los centrales quedaría «el espíritu de absorción, de reglamentación, de dominio», del pirenaico, «la rudeza, los apetitos terrenales, el egoísmo celoso. Y es que los catalanes y los vascos son los trabajadores de España.»​ Ese mismo año, 1886, Almirall publicaría su principal texto doctrinal, Lo Catalanisme, en el que caracteriza a la raza castellana como un Don Quijote, «es [d]el tipo generalizador sin base de observaciones propias ni recogidas por el estudio. Cree que todo puede reducirse a una fórmula simple e indiscutible. Con divagación bien vestida pretende resolver el más intrincado problema, y trata a continuación de imponer la solución a los demás»; la «agrupación nor-oriental», en el que se incluye el «tipo» catalán, sería «el reverso de la medalla». Cataluña se habría degenerado y desnaturalizado, es decir, castellanizado, tras su unión con Castilla: los vicios y defectos catalanes habrían venido desde Castilla y podrían solventarse tras la reivindicación particularista.
A pesar de su tono racista, Almirall no es «biologicista», sino «culturalista», es decir, habla de la cultura y las costumbres, el espacio físico y geográfico, no de las características intrínsecas e invariables heredadas. 

Otros autores catalanes, como Prat de la Riba o Rovira i Virgili también emplearon el término «raza» desde un punto de vista cultural, siempre para señalar las diferencias y la oposición entre pueblos.




En 1887, Pompeyo Gener publicó Heregias. Estudios de crítica inductiva sobre asuntos españoles (Fernando Fé, Madrid). 


Heregias: Estudios De Crítica Inductiva Sobre Asuntos Españoles


En Heregias, Gener, que en esa época todavía no había descubierto el catalanismo y todavía empleaba la «raza» en un sentido histórico, «raza histórica», aplica las doctrinas raciales a España y entronca con el concepto de «nacionalidad».​ 


Consideraba la existencia de una «raza catalana» distinta y superior, «cada catalán tiene un rey en el cuerpo», que habría dado a su literatura la energía, el vigor y la dureza características. Al contrario que la «raza castellana», en la que la «falta de oxígeno y de presión atmosférica; la mala alimentación» y las conocidas influencias semíticas y presemíticas («los andaluces»), determinarían una lengua impropia para la gran literatura.​ Por eso Eduardo Mendoza, catalán, escribe en castellano excepto restauració. Dichas supuestas características genéticas, bereberes y semíticas, del centro de la península configurarían para Gener, según recoge Martínez Hoyos, otras cualidades como la «morosidad», el «desprecio del tiempo», la «mala administración» o el «caciquismo».
Quim Torra
Quim Torra, el Himmler catalán a las órdenes del Führer Puigdemont
ganivetades suïsses

Muriel Casals, revolució somriures

bohemi cabaret món

periodisme, permetin

Honorables, cartes a la pàtria perduda

Está la carta de Tarradellas de La Vanguardia, 1981 ? 

els últims cent metres , cap a la garjola

la porta de la gàbia, Quim Torra cap a la gàbia, garjola, trena, presó

viatge involuntari a la Catalunya impossible

Carles Castro, poder catalán laberinto

¿Cómo llega Cataluña a la presidencia de Quim Torra?

Las elecciones son algo más que el mecanismo democrático para determinar quién gobierna un territorio. En realidad sirven para mucho más. Por ejemplo, explican cómo se construyen o destruyen los países. No en vano, los desenlaces electorales son también una expresión de la voluntad múltiple de una sociedad y de su fisonomía ideológica e identitaria. Así como de sus inquietudes, pulsiones y derivas.

'El poder catalán en su laberinto', escrito por Carles Castro Sanz, es, por tanto, un viaje a lo largo del tiempo. Un viaje a través de las elecciones catalanas, entendidas como un espejo de la psicología de este pequeño y complejo territorio. Y es también una búsqueda del alma más genuina de la Cataluña actual y de las razones profundas que explican la destrucción como un solo pueblo.

Se trata de entender cómo los catalanes decidieron abandonar su particular oasis para emprender una travesía por el desierto, como los monegros o Teruel, la más sutil forma de laberinto, hacia un destino incierto.

El racialismo fue traído desde París por Pompeyo Gener, Pompeu como Fabra, influenciado por Jules Soury y la Société d'Anthropologie de Paul Broca.​ Hacia 1900, Gener habría completado un giro hacia el catalanismo y en su reedición de Heregias fue ampliada con la «cuestión catalana»: sería simplemente un litigio entre razas. 

Para salvar a la raza catalana de su declive, habría que reforzar los elementos primigenios arios, celtas, latinos o incluso vascos, y purificarla de elementos castellanos, es decir, elementos semíticos y presemíticos.​ 


La inferioridad de la raza castellana provendría de los «elementos étnicos», pero también de «el excesivo calor y el extremo frío e [sic] las alturas yermas, los terremotos de ciertas comarcas, como el de Tembleque, y sobre todo la sequedad del suelo.»​ «La atmósfera de Madrid es pobre en helio y argón» y en sus aguas faltan el «krypton, el neón y el xenon», por lo que debería dejar de ser la capital de España.​ En definitiva, «conocemos [los catalanes] que somos Arios europeos y que como hombres valemos más en el camino del Superhombre.»​ En su pensamiento,
Así, conviene á los centrales el socialismo nivelador, la democracia unitaria, que prepara la raza de proletarios habladores y pobres de voluntad, hábiles, pero que tienen la necesidad de quien les dirija y les mande, de jefes, de amo, / los borregos de Puigdemont no/ de una ú otra forma; en una palabra, una raza de esclavos en el sentido más profundo de la frase. Y, en cambio en Cataluña y sintetizada ésta por los Supernacionales, la tendencia es diametralmente opuesta. El ciudadano tiende á robustecer su yo. El obrero es ácrata. En nuestra raza abundan los individuos diferenciados; los de excepción, y el hombre es cada día más fuerte, más vital y más rico de dinero, y de inteligencia que es más, cual nunca lo haya sido hasta el presente, gracias á la falta de prejuicios nacionales, gracias á su comunicación con todo lo notable de las demás naciones, gracias á la enorme multiplicidad de pensamiento y de práctica, de arte e industria.
Pompeyo Gener, Herejías, op. cit. Caja (2009), p.112
Goebbels era un aficionado al lado de esta gente y Juaquín Torra
Goebbels era un aficionado al lado de esta gente y Juaquín Torra

Quizás el más conocido de entre los racistas catalanes haya sido Bartomeu Robert, el llamado «Doctor Robert», un importante médico y político catalanista de Barcelona. La fama de Robert, inmerecida según Francisco Caja, le llegó por una conferencia que impartió en el Ateneo de Barcelona el 14 de marzo 1899 con el título «La raza catalana», que interrumpió «debido a lo avanzado de la hora» y que no retomó «para no dar lugar a malas interpretaciones por parte de la prensa madrileña». Las ideas sobre la configuración craneana en la Península que Robert presentó en la conferencia parece que fueron manipuladas por el diputado Romero Robledo para atacar al gobierno de Silvela y dieron una idea equivocada de lo que había sido la conferencia. En consecuencia, autores de la talla de Menéndez Pidal o Ernest Lluch lo consideraban como el representante más extremo del racismo catalán basado en la craneometría.
En 1907 el catalán Francisco Jaume, autor de El separatismo en Cataluña, comentaba:
Los separatistas catalanes han empezado por ejercer de verdaderos demagogos, adulando la vanidad de los catalanes. No han cesado de insistir en la pretendida inferioridad de los castellanos. Que formamos dos razas distintas y aun opuestas: entre las cuales ellos, los castellanos, eran los inferiores y nosotros los catalanes, los superiores. Que por efecto de esta inferioridad era inútil esperar que los castellanos pudiesen seguir nunca el impulso que nosotros , los catalanes, hemos dado al progreso de nuestra patria común; y que en consecuencia nosotros teníamos que perder siempre, habíamos de ser necesariamente las víctimas en este consorcio de ambos pueblos, y por ende que la separación pura y simple era lo que procedía. Que nada les debíamos, que nunca los castellanos han hecho por nosotros, los catalanes, más que explotarnos
Francisco Jaume, op. cit. Barraycoa (2011), pág. 210
Otros autores que se pueden incluir dentro de esta corriente racista están Eugenio d'OrsBartomeu RobertJosé Pella y ForgasDomingo Martí i JuliàBonaventura RieraJoan BardinaDomènec Martí i Julià o Pere Màrtir Rossell i Vilar. La raça.



Portada del semanario L'Esquella de la Torratxa en la que las demás regiones de España son representadas como cerdos comiendo de Cataluña.
Portada del semanario L'Esquella de la Torratxa en la que las demás regiones de España son representadas como cerdos comiendo de Cataluña.  
Caricatura de la revista Don Quijote en la que se satiriza la obsesión por las formas craneanas de los racistas catalanistas.
Caricatura de la revista Don Quijote en la que se satiriza la obsesión por las formas craneanas de los racistas catalanistas.  
Caricatura de la revista Don Quijote en la que se satiriza las posiciones políticas de Roberts, Torres y Rusiñol. Véase la forma del cráneo, satirizando el «cráneo catalán».
Caricatura de la revista Don Quijote en la que se satiriza las posiciones políticas de Roberts, TorresRusiñol. Véase la forma del cráneo, satirizando el «cráneo catalán». 
Durante la década de 1930 algunas corrientes del nacionalismo y del independentismo catalán se habían acercado al fascismo italiano y al nazismo alemán, que por su parte los veía de forma ambivalente. Así, ya en 1932, el dirigente del Partido Nazi, Dr. Karl Cerff, durante su visita a Barcelona, en una entrevista publicada por el periódico La Nació Catalana, órgano del Partido Nacionalista Catalán, afirmaba que «‹conoce› que los catalanes son racialmente diferentes de los españoles, define a los judíos como enemigos del nacionalismo catalán [...]». 
Sin embargo, el fascismo italiano y el nazismo prefirieron apoyar al fascismo español, a pesar del memorándum de mayo de 1936, en el que Manuel Blasi y/o Baldomer Palazón, máximos representantes del «pro-fascismo» en Nosaltres Sols!, ofrecía al NSDAP los servicios de los nacionalistas catalanes y vascos a cambio de una Cataluña independiente.
estelada, svastica, nazi


Hacia 1934/35 el sector profascista de Nosaltres Sols! defendía la superioridad racial de los catalanes, frente a los «africanos españoles», considerados «un elemento de la raza blanca en franca evolución hacia el componente racial africano semítico (árabe)». El resultado: un mayor coeficiente de inteligencia del catalán frente a los «españoles», cuya inmigración en Cataluña supondría un peligro de contagio del carácter «gandul y pro-africano español».​ Ya en 1931 Nosaltres Sols! había publicado unas «reglas de patriotismo sexual» que debían seguir «todo catalán y catalana dignos de tal nombre»: «dejando aparte honrosas y rarísimas excepciones, veremos que el individuo de sangre catalana-castellana es híbrido, infecundo, como no puede ser de otra manera».

El murcianismoEditar

Hacia principios de la década de 1930 se extendió por la sociedad catalana el temor a una «invasión» de murcianos. El historiador Ferran Soldevila, en un artículo de 1933, denunciaba que los inmigrantes andaluces y murcianos no se adaptan a vivir en Cataluña, al contrario que los inmigrantes aragoneses. Así los de Murcia y Albacete sureños serían de baja condición social, analfabetos y en gran parte enfermos, sobre todo de tracoma, acaparando los hospitales. Para Soldevila que murcianos pudiesen residir libremente en Cataluña era un escándalo que convertía en inútil la repatriación de emigrantes parados.
Poco después se le unirían otros, como el periodista Carles Sentís, que en sus artículos acusaba a las «hordas invasoras» murcianas de no pagar los alquileres, no respetar los contratos, ser de modales rudos y practicar el amor libre, lo que representaba uno de los mayores peligros, por el aumento demográfico del elemento no catalán. Los artículos de Sentís tuvieron un gran impacto y el periódico catalanista El Be negre comentaba en sus páginas «España para los españoles. Cataluña para los murcianos».
La preocupación por la llegada de inmigrantes del sur era especialmente aguda por lo que significaba de mezcla con una raza decadente, algo que sólo la autonomía y una selección de los inmigrantes podría remediar. Ya el demógrafo Josep Antoni Vandellòs en su libro Cataluña, poble decadent (1935) ISBN 978-8429722413 alertaba de la llegada de una población que no era asimilable.

ExilioEditar

Las tesis racialistas llegaron a México con el exilio republicano y la revista Quaderns de l'exili, siendo su figura más importante Pedro Bosch Gimpera, un arqueólogo y prehistoriador de renombre internacional, que había sido rector de la Universidad Autónoma de Barcelona y Consejero de Justicia del gobierno de la Generalidad. Para Bosch Gimpera, influenciado por su maestro, Gustaf Kossinna, y para los demás autores en torno a Quaderns de l'exili, la auténtica esencia de los pueblos de España, «la verdadera raíz étnica», se habría desarrollado en los pueblos prehistóricos de la península que habrían determinado dos grupos distintos, los pueblos íberos —identificados con los países catalanes y con los vascos— y los celtas —identificados con los castellanos—, cuyas características se habrían mantenido hasta la actualidad. Así, Bosch Gimpera considera que las diferencias raciales entre catalanes y castellanos se basan en un hecho científico que explicaría la Guerra Civil en un enfrentamiento sempiterno entre dos pueblos que sólo han permanecido unidos debido a la «antinatural» y «catastrófica» intervención de cartagineses y romanos: «bajo la aparente asimilación romana o bajo las unificaciones musulmanas o modernas, dicha diversidad [étnica de España] continúa latente y la personalidad de los pueblos permanece intacta». El Estado no sería más que una superestructura parasitaria de privilegiados y distante de la raíz del pueblo, que oculta su verdadera naturaleza.
Mapas que, según Bosch Gimpera, muestran la continuidad de las diferencias entre catalanes/íberos y castellanos/celtas:
Guerra de Sucesión en España
Guerra de Sucesión en España

Pueblos prerromanos peninsulares hacia el 300 a.C.
Pueblos prerromanos peninsulares hacia el 300 a.C.  

Frente de la Guerra Civil Española en noviembre de 1936
Frente de la Guerra Civil Española en noviembre de 1936
La palabra «xarnego», que había evolucionado desde el significado puramente de mezcla biológica de «chucho», «perro sin raza», a través del significado de «hijo de catalán y forastero», en las décadas de 1960 y 1970 pasó a significar «inmigrante de una región española de habla no catalana», es decir, foráneo a Cataluña, hasta terminar con un sentido lingüístico de «aquel que no habla catalán», pero sin terminar de perder las connotaciones peyorativas biológicas y clasistas anteriores. 
La lengua catalana se convirtió en un importante elemento para distinguir entre «nosotros», los catalanes, y «ellos». Un ejemplo ha sido la polémica que se generó en 2008 en torno al presidente de la Generalitat, José Montilla, cuando un diputado del Parlamento catalán dijo en la televisión pública catalana que Montilla «destrozaba el catalán», considerando inaceptable que el presidente de Cataluña no lo hablase correctamente. De esta forma se destacó de nuevo el origen xarnego, foráneo, de Montilla. La autora Montserrat Clua Fainé, de la Universidad Autónoma de Barcelona, considera que estos mecanismos de exclusión se han vuelo a emplear en Cataluña para hacer frente a la ola de inmigración extracomunitaria que se dio en España en la década de 1990.
También se puede rastrear su influencia en los textos de juventud de Jordi Pujol,
El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido [...], es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir su falta de mentalidad.
Jordi Pujol, publicado por primera vez en 1958 y de nuevo en 1976.
En su momento, Pujol matizó y defendió su posición, aunque posteriormente se disculpó, cuando en 2011 el partido Ciudadanos empleó el texto en un vídeo electoral.
En 2008 el presidente de Esquerra Republicana Oriol Junqueras defiende las diferencias genéticas entre españoles y catalanes en un artículo en Avui :

En concreto, los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles; más con los italianos que con los portugueses; y un poco con los suizos. Mientras que los españoles presentan más proximidad con los portugueses que con los catalanes y muy poca con los franceses. Curioso ...
Oriol Junqueras, PROXIMITATS GENÈTIQUES, publicado en Avui el 27 de Agosto de 2008.​
En 2015, el exalcalde nacionalista de Arenys de Munt y en ese momento concejal por la CUP, Josep Manel Ximenis, empleó argumentos raciales para distinguir Cataluña de Castilla,
Creo que el talante castellano no ha cambiado, y no tiene nada que ver con el catalán. En Cataluña se establece desde el primer momento una sociedad diametralmente opuesta a la feudal castellana. Y esto es una realidad histórica y una estructura que crea sus unas inercias. Castilla se resume en una simple jerarquía de agricultores y aristocracia. Nada que ver pues. La mentalidad castellana lleva en sus genes una aceptación natural: 'ser mandado'. Y eso no ha cambiado y no cambiará.
Josep Manel Ximenis (11 de mayo de 2015), entrevista en e-noticies.
Estas declaraciones, junto con una serie de disensiones que habían ido en aumento, provocaron la expulsión de Ximenis de la CUP.


raza aria catalana
raza aria catalana

  1. Martínez Hoyos, Francisco (enero de 2014). «El discurso de la hispanofobia: racismo y xenofobia en el nacionalismo catalán».Aportes (84): 182-192. ISSN 0213-5868

  1.  De la Granja, José Luis; Beramendi, Justo; Anguera, Pere (2001). La España de los nacionalismos y las autonomías. Madrid: Síntesis. pp. 62 y 64. ISBN 84-7738-918-7.
  2.  Caja (2009):57-59, citando a, Turbino, Francisco María (1880). Historia del renacimiento literario, contemporáneo, en Cataluña, Baleares y Valencia. Madrid: Imprenta y Fundición de M. Tello.
  3. ↑ Núñez Seixas, Xosé M. (1992). «Nacionalismos periféricos y fascismo. Acerca de un memorándum catalanista a la Alemania nazi (1936)». En Tuñon de Lara, Manuel. Historia Contemporánea (7): 311-333. ISSN 1130-2402.
  4.  Clua i Fainé, Montserrat (2011). «Catalanes, inmigrantes y charnegos: “raza”, “cultura” y “mezcla” en el discurso nacionalista catalán».Revista de Antropología Social (Madrid: Universidad Complutense de Madrid) 20: 55-75. ISSN 1131-558X
  5. ↑ Espada, Arcadi (3 de noviembre de 2012). «Andaluces de Pujol»El Mundo. El mundo por dentro y por fuera
  6.  Pujol, Jordi (25 de marzo de 1977). «La inmigración, problema y esperanza de Cataluña / 1»El Mundo. El mundo por dentro y por fuera
  7.  Pujol, Jordi (1 de noviembre de 2012). «Jordi Pujol alaba el arraigo en Catalunya de los inmigrantes andaluces y extremeños»La Vanguardia
  8.  Junqueras, Oriol (27 de agosto de 2008). «Proximidades Genéticas».
  9. Curto, Mireia (30 de abril de 2015). «La CUP expulsa a Josep Manel Ximenis, exalcalde de Arenys de Munt»El Periódico
  10. Redacción (29 de junio de 2015). «La CUP expulsa a Ximenis»Crónica Global
  11.  Ximenis, Josep Manel (11 de mayo de 2015). «"La Guerra del 36 es una guerra contra los catalanes"e-noticies. Consultado el 30 de abril de 2016. Ploramiques de Ximens. Mira qué era Companys.

Bibliografía

Editar

  • Barraycoa, Javier (2011). Historias ocultadas del nacionalismo catalán (1ª edición). Madrid: LibrosLibres. ISBN 978-8492654765.
  • Caja, Francisco (2009). La raza catalanaJuaristi, Jon (prólogo) (1ª edición). Madrid: Encuentro. ISBN 978-84-7490-997-5.
  • Laínz, Jesús (2014). España contra Cataluña: Historia de un fraude (1ª edición). Madrid: Encuentro. ISBN 9788490552483.

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Memoria histórica. Bilbao fue creada por privilegio otorgado por el Rey de Castilla, que era entonces Fernando IV, a su vasallo Diego López de Haro V "el Intruso", Señor de Vizcaya.
¿Se lo mencionan a los chavales en las "ikastolas"?