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martes, 14 de mayo de 2019

EL ORIGEN DE ALCORISA


2.69. EL ORIGEN DE ALCORISA (SIGLO XII. ALCORISA)

EL ORIGEN DE ALCORISA (SIGLO XII. ALCORISA)


Parece ser que la actual villa de Alcorisa se debió llamar antiguamente Acol, de manera que, en algunos antiguos edificios de la misma, podía verse en el escudo de armas, junto a las tradicionales barras de Aragón, un grumo de col, del que derivaría el topónimo actual. Sin embargo, voces se levantan para defender que el nombre inicial de la villa fue el de «Alcoriza» y mantienen, por lo tanto, un origen toponímico algo distinto.
Es bien sabido cómo los núcleos de población de todas estas tierras bajoaragonesas, como tantos otros del reino de Aragón, estuvieron habitados y regidos por musulmanes, quienes, por cierto, en buena parte, permanecieron en sus casas de siempre tras la reconquista, que tuvo lugar en el siglo XII. Y, aunque tras la victoria el gobierno de estas poblaciones pasó a las nuevas autoridades cristianas, la influencia mora permaneció durante siglos en las costumbres y modos de vida de los nuevos dominadores.
Una vez reconquistada la zona bajoaragonesa, ocurrió que un valiente cristiano, hijo de la villa, organizó a sus expensas un nutrido y selecto grupo de guerreros para ponerse con ellos a disposición de su rey. Este auténtico capitán adiestró a sus hombres, hasta rayar en la perfección, en el manejo de la ballesta, de modo que muy pronto se convirtieron en un grupo de élite y destacado dentro del ejército aragonés.
Tanto en sus ejercicios de adiestramiento como en el campo de batalla, los ballesteros de Acolrespondían como un solo hombre a la voz de mando de «al-cor hiza» dada por su jefe, vocablo, sin duda alguna, de origen moro. Muy pronto, aquellos guerreros singulares, reclutados todos ellos en una villa del Bajo Aragón, no sólo comenzaron a ser conocidos como los ballesteros de «Alcoriza» —como Juslibol derivaría de «Deus lo vol»—, sino que su jefe fue armado caballero por el rey aragonés, concediéndole el derecho a utilizar en su escudo de armas una ballesta. Y pronto se extendió por todas partes el nombre de «Alcoriza» como el de la villa de la que eran oriundos aquellos admirados guerreros que obedecían a la voz de mando de «al-cor hiza».
[Gil Atrio, Cesáreo, Alcorisa y sus tradiciones, págs. 4-5.]





Alcorisa es un municipio de la provincia de Teruel en Aragón, España. Cuenta con 3313 habitantes (INE 2017) y tiene una extensión de 121,20 km². Comprende la entidad de población de La Vega.


Alcorisa se sitúa a 632 m s. n. m. en la parte nororiental de la provincia de Teruel, en el extremo oeste de la histórica comarca del Bajo Aragón. Igualmente pertenece a la actual comarca oficial del Bajo Aragón con capital en Alcañiz, que se encuentra a 33 km. Encrucijada de caminos, equidista aproximadamente 120 km de Zaragoza, Teruel y la costa mediterránea, cuya influencia se deja sentir en el paisaje que le circunda.

Está situada al pie de monte ibérico, escalón hacia las tierras altas del centro y sur de la provincia de Teruel. El río Guadalopillo, afluente del Guadalope, discurre encajonado en la plataforma calcárea a través de hoyas terciarias excavadas. La mezcla de sierras calizas y hoyas arcillosas, donde los estratos que aún asoman forman un rosario de complicados montículos, es el componente esencial del suelo alcorisano.

Su temperatura media anual es de 12,6º C y tiene una precipitación anual de 510 mm.

El olivo es el árbol emblemático de la zona. Los nuevos cultivos han borrado casi en su totalidad las antiguas viñas y los almendros han sustituido parcialmente a los olivares. En la zona de vega, los cultivos de huerta se mezclan con choperas. En los altos pueden encontrarse pequeños bosques de pinos mediterráneos. También hay enebros y restos de viejos encinares, junto con sinfín de arbustos y plantas aromáticas.

El poblamiento conocido más antiguo en esta localidad se remonta hasta el Neolítico final o Eneolítico, habiéndose encontrado algunos talleres de sílex como los de Estancos y Cabezo de la Vega. No obstante, el poblamiento más abundante tuvo lugar en época ibérica —cuando esta región estaba habitada por los sedetanos— como lo demuestran el gran número de emplazamientos, destacando entre todos ellos el del Cabezo de La Guardia. De la época romana también hay importantes yacimientos, como el existente al pie del mismo Cabezo de La Guardia.

Durante el dominio musulmán, Alcorisa formó parte de la Marca Superior Musulmana, con centro en Zaragoza. Originalmente el municipio recibió el nombre de Alkol, del árabe Al-Kura, en referencia a «las alquerías». No está tan claro el origen de su actual topónimo, Alcorisa, aunque parece derivar de «alcor», en alusión a los numerosos cerros de la zona. Tras la reconquista, la localidad formó parte de una donación que hizo Alfonso II a la Orden de Calatrava (1179) y estaba incluida, en 1263, en el distrito de Alcañiz.

En la Edad Moderna dos fechas marcan la historia de Alcorisa: el 14 de marzo de 1601, cuando Felipe III concede a la aldea de Alcorisa el título de «Villa Real», y el 23 de mayo de 1738, al otorgarle Felipe V el título de «Fiel y Muy Ilustre», junto con la flor de lis, símbolo que ocupa uno de los cuarteles de su actual escudo. Esta última concesión premió la adhesión de Alcorisa a la causa borbónica durante la Guerra de Sucesión. Dicho apoyo estuvo dirigido por Don Pedro Cebrián Ballester, conocido como «El reyecico de Aragón», que organizó fuerzas populares para la lucha a favor de Felipe V.

El siglo XVIII trajo consigo una etapa de prosperidad para la villa, como atestigua una importante actividad alfarera y un aumento de la población. No obstante, las Guerras Carlistas produjeron grandes estragos en la localidad. En mayo de 1834, partidarios de Carlos María Isidro de Borbón al mando de Quílez no pudieron penetrar en Alcorisa sino a costa de un considerable número de bajas; atacada nuevamente el 29 de junio de 1836, la población opuso tan tenaz resistencia, que no consiguieron rendirla, pero habiéndola incendiado, más de 300 casas fueron quemadas, y muchas entregadas al robo y al pillaje. Años más tarde, Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, describe a Alcorisa «en un llano al pie de dos enormes masas de piedra de almendrilla... Cuenta 400 casas de mediana elevación y poco gusto en su arquitectura, de las cuales están arruinadas por efecto de la guerra civil cerca de 120... No obstante lo dicho, forman una vistosa población».

Durante la Guerra Civil Española, los alcorisanos sufrieron el efecto de dos represiones: mientras que al inicio de la guerra, milicias antifascistas libertarias se cobraron la vida de 77 personas afectas al «bando nacional», la posterior ocupación franquista de la población (17 de marzo de 1938) conllevó una represión de signo opuesto encabezada por el jefe de la Falange local.

A lo largo del siglo XX, Alcorisa se convierte en un punto de comunicación que enlaza el Bajo Aragón con el sur de la provincia de Teruel. Las posibilidades económicas derivadas de la minería en la comarca, convirtieron al municipio en un centro de servicios, lo que propició la transformación sustancial de la economía e impulsó el incremento demográfico.

También se puede visitar el yacimiento de Cabezo de la Guardia, emplazado sobre un pequeño cerro cercano a la confluencia de los ríos Alchoza y Guadalopillo.

Los restos descubiertos corresponden a viviendas y espacios de planta rectangular, así como a un gran torreón de planta circular; también se conservan vestigios de un posible recinto defensivo. Asimismo, en los campos de labor de su base se excavaron parte de unas termas romanas. Los restos de la época ibérica datan de los siglos V-VI a. C. y el siglo I d. C.; los restos de la ocupación romana en la base del cerro se han fechado en el siglo III d. C.

La Iglesia parroquial, dedicada a la Virgen de la Asunción, fue construida en varias fases, comenzando a edificarse a finales del siglo XIV.

Pero su actual fábrica es obra, fundamentalmente, de la ampliación que se inició en 1688. Es un edificio de tres naves con capillas laterales y cabecera recta. El presbiterio, configurado como prolongación de la nave central, está cubierto con bóveda estrellada. Al exterior, la portada se sitúa a los pies del templo; es barroca y probablemente es obra de canteros franceses. Por desgracia, el retablo original, obra del afamado escultor Damián Forment, fue destruido y quemado en los tumultos de la Guerra Civil, al igual que el resto de iglesias y ermitas. Sobresale la monumentalidad de su torre campanario —del siglo XVIII—, de reminiscencias mudéjares. El conjunto fue declarado Bien de Interés Cultural en 2002.

La Iglesia de San Sebastián es un templo del siglo XVIII, de limpia y austera fachada. Actualmente acoge el Centro de Interpretación de la Semana Santa, el Museo de la escuela rural y el Centro de visitantes de la Ruta de los Iberos —véase más abajo—. Otra iglesia, la de San Pascual, perteneciente a un antiguo convento de alcantarinos y posterior seminario, data también de la misma época, estando inspirada en la Iglesia del Santo de Villarreal (Castellón).

Alcorisa posee numerosas ermitas, como las de San Juan y San Bernabé. Estrecha relación con la Semana Santa tiene la Ermita del Calvario, templo del siglo XVII que se alza en la cota más alta del municipio. De arquitectura barroca, consta de una sola nave con dos capillas laterales; la fachada, el zócalo y las esquinas del edificio son de cantería, mientras que el resto es de ladrillo. Además, el entorno posee un gran interés paisajístico.

En cuanto a arquitectura civil, como conjunto arquitectónico destaca la plaza porticada del Ayuntamiento, aunque de éste solamente se conserva la portada. A la izquierda de la Casa Consistorial se encuentra la casa de los Daudén, con el escudo más antiguo de la población. La calle Mayor cruza parte del casco antiguo y en ella se sitúa la Casa-palacio del Barón de la Linde, edificio de estilo popular aragonés, con arquerías en la parte superior y fábrica de mampostería y ladrillo.

Alcorisa cuenta también con una particular plaza de toros, construida entre colinas.

El Centro de visitantes de la Ruta de los Iberos es un espacio museístico dedicado a la cultura ibera en donde se ha recreado un horno ibérico a tamaño natural con piezas cerámicas en su interior preparadas para su cocción. Asimismo se expone una reproducción exacta del conocido kalathos (pieza de cerámica) de La Guardia.

En las cercanías de Alcorisa se encuentra el pantano de Gallipuén, encajonado entre barrancos y cañones, y desde donde se pueden apreciar interesantes vistas. Concluido en 1927, fue construido para el riego. No obstante, en él es posible bañarse, pescar o realizar deportes acuáticos.

En la misma localidad se encuentra el jardín de rocas autóctonas «Geólogo Juan Paricio». Una muestra al aire libre de la geología de la zona, a través de una selección de rocas y fósiles realizada por el geólogo Luis Moliner Oliveros, con la colaboración del ayuntamiento y el geoparque del Maestrazgo. Pueden verse 14 rocas distintas, de origen marino o continental, algunas con fósiles, que representan la historia geológica de la región desde hace 210 millones de años, y los correspondientes paneles explicativos.

Entre los platos típicos de Alcorisa están las judías con chorizo y morro, magras con tomate, conejo, ternasco, los diversos embutidos del cerdo o el típico «fulladre» (bollo con tomate y pimiento).

De las pastas destacan los «misterios» y las «tortas de alma», rellenas de cabello de ángel. Entre los dulces cabe citar la «cazuela de Reyes» (guirlache en forma de olla rellena de bizcocho borracho y merengue), así como las «piedrecicas del Calvario» (guirlache con almendras enteras forradas de chocolate con leche).

Personajes ilustres:

Pedro García Ferrer (1583 - 1660). Pintor barroco que marchó en 1640 a México, acompañando a don Juan de Palafox y Mendoza, quien había sido nombrado obispo de Puebla. Allí trabajó como arquitecto y pintor en la Catedral de Puebla.
Valero Lecha (1894 - 1976). Pintor que emigró a El Salvador, considerado por algunos como el padre de la pintura salvadoreña.
Andrés Álvaro García (n. 1947). Arqueólogo e historiador.
José Félez Bernad (n. 1952). Escultor.




  • Ayuntamiento de Alcorisa



  • El historiador Pascual Madoz, en 1845, refirió cómo Alcorisa contaba con 5 calles, 3 travesías y 5 plazas, todas espaciosas y bien empedradas.



    sábado, 10 de abril de 2021

    BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA, humillación a los autores valencianos.

    Humillación de la BNE a los autores valencianos.



    ¿I EL SIGLE D'OR DE LA LLENGUA VALENCIANA A ON HA QUEDAT PER A ESTOS VENUTS?

    No podem entendre en cap cas esta publicació, que mentix impunement, exigim una rectificació i el borrat d'este mensage carregat de mentira, una autèntica vergonya per a l'entitat i per als valencians. @BNE_biblioteca Corrija inmediatamente.

    DICCIONARI:

    TRADUCTOR:

    ¿I EL SIGLE D'OR DE LA LLENGUA VALENCIANA A ON HA QUEDAT PER A ESTOS VENUTS?
    Si Jason Statham fore valenciá:

    Fill meu, t´he dit mil voltes que aproves sense rechistar i au, i despuix...
    El puto català del colege, es queda en el colege!

    Y ojito en la web de levante EMV.




    Fill meu, t´he dit mil voltes que aproves sense rechistar i au, i despuix... El puto català del colege, es queda en el colege!

    normativa genuina, NdP, RACV, 1982, gastes, amics, familia, treball, etc...

    Entre los seres humanos dedicados a provocar la risa o sátira por motivación política existe el humorista heroico, el que lucha contra los abusos del poder, sean corruptos de izquierda o derecha. En el lado oscuro, bajo la bandera de la hipocresía, está el bufón al servicio siempre de sus amos, a los que jamás criticará, salvo en algún detalle sin importancia y, si lo hace, será por estrategia o disimulo.

    Entre el ganado de los abyectos tenemos al bufón gráfico Ortifus, de la Corte del Régimen catalanista; siempre dócil y silente ante el avance del fascismo expansionista catalán. Ansioso, el citado espadón gráfico otea diariamente el panorama informativo buscando presa fácil. Su extraño daltonismo sólo capta lo que ordena la línea editorial del último vestigio del franquismo, el diario «Levante», fundado con esa anodina y ofensiva cabecera en abril del Año Triunfal 1939. Ahora, bajo la disciplina del grupo catalán Prensa Ibérica, fomenta el autoodio a lo valenciano y a España.

    En la viñeta de hoy (Levante, 17/05/2020), el servicial Ortifus, con sutileza del III Reich, ridiculiza a los ciudadanos libres que se manifiestan por toda España contra las arbitrariedades del gobierno Frankenstein de filoetarras, catalanazis, comunistas millonarios y su monigote (ninotSánchez; a los que Ortifus guarda un respeto casi sagrado ¿Y qué hace el sectario? A la bandera española la degrada a banderita, algo que jamás haría con la catalana robada a Aragón. Y a los portadores de la enseña los reduce a «pijos», pues todo el que lleve esa «banderita» es enemigo de la ideología del diario ‘Levante’, el protegido por Chimo Puig, Mónica Oltra, Marsà y el teatral catalán Ribó que humilla a Valencia. El bufón de la Casta en el poder degrada a simples pijos a los españoles que gritan libertad, algo que a Ortifus le huele a chamusquina; pues, ¿y si mis amos del Levante, por lo que fuera, son sustituidos por otros que defienden a Valencia y a España? ¡Puff, qué miedo, hay que deshumanizar a esta chusma de pijos y banderitas de mierda!. Estos pijos de la banderita de España son, según la RAE:

    «PIJO: adj. despectivo. Dicho de una persona: Que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada» (DRAE)

    Lo que comenzó con chistosas analogías insultantes, que iban subiendo de tono (ratas, cerdos…) acabó por degradar a simples bestias a los judíos. No eran humanos y, en consecuencia, serían prescindibles para la sociedad aria.

    Lo que comenzó con chistosas analogías insultantes, que iban subiendo de tono (ratas, cerdos…) acabó por degradar a simples bestias a los judíos. No eran humanos y, en consecuencia, serían prescindibles para la sociedad aria.

    Esto recuerda a la estrategia nazi de deshumanizar colectivos humanos, como los judíos, hasta convertirlos poco a poco en simples números y, después, cenizas y humo. Aquí, la progresía divina sigue hiriendo a las personas con los denigrantes charnego (perro), maqueto, churro, blavero…, además de llamar «bestias» a los que hablan español. Y el graciosillo Ortifus, agradecido por el hueso que le tiran los progres del poder, calla como un emboscado bufón de la adinerada Corte de los arios catalanes que gobiernan España y el diario Levante.

    jueves, 21 de junio de 2018

    LA RECONQUISTA ARAGONESA, Agustín Ubieto Arteta

    LA RECONQUISTA ARAGONESA, AGUSTÍN UBIETO ARTETA.

    15.1. VICISITUDES DE LOS TERRITORIOS MUSULMANES DEL SUR.

    Cuando en 1031 desaparece el último califa de Córdoba, al-Andalus
    se nos muestra dividido en más de cien reinos de taifas, división que tiene lugar cuatro años antes de que nazca el reino de Aragón (1035). «Al formarse los reinos de taifas cristalizaba definitivamente el ansia de
    individualismo de que habían hecho gala los musulmanes aragoneses
    durante generaciones. Recuérdese, si no, a la familia de los Banu Qasi y
    los intentos de los Tuyibíes hasta que Mundir ibn Yahya consiguió
    independizarse y formar el reino de Zaragoza» (J. BOSCH).


    Banu Qasi , Tuyibíes , Mundir ibn Yahya, Zaragoza


    — La inestabilidad fronteriza fue una constante en el valle del Ebro
    musulmán, de modo que los repartos sucesivos del reino Hudí acabaron
    por debilitar la taifa sarakustí. Por otra parte, los musulmanes
    zaragozanos financiaron y enriquecieron a los territorios cristianos del
    norte, sobreviviendo, más de lo que cabía esperar de sus fuerzas reales,
    merced al oro que entregaban a los reyes cristianos para comprarles la paz. Con el fruto de estos tributos, las parias, todos los reyes cristianos, los aragoneses entre ellos, pagaron los servicios militares y espirituales de nobles y clérigos, lo que originó una concentración de la tierra y, por tanto, del poder en sus manos, hecho que será importante para comprender la historia futura.


    En la segunda mitad del siglo XI y primeros años del XII, se está
    jugando el futuro del valle del Ebro. El valle del Ebro fue considerado por
    todos los gobernantes cristianos como zona expansiva, de ahí que
    lucharan entre sí y buscaran alianzas de conveniencia con los musulmanes sarakustanos. Las presiones más fuertes eran las de Castilla y Aragón-Pamplona. Alfonso VI no tomó Zaragoza para Castilla en 1086 porque la llegada de los almorávides y su victoria en Sagrajas (1086) frenó su avance al tener que ir a cortarles el paso, cambiando así el curso de la reconquista.



    Al-Mustain II (1085-1110) se salvó, pues, de los castellanos y logró
    también mantener su reino independiente de los almorávides, que habían
    sometido bajo su «protectorado» al resto de al-Andalus, pero no pudo
    evitar la pérdida de importantes poblaciones en la frontera con el reino de Aragón:
    Estada (1087), Monzón (1089), Naval (1095), Huesca (1096),
    Barbastro (1100), Tamarite (1104) y Ejea (1105-1106). Sarakusta estaba siendo cercada.

    A al-Mustain II le sucedió su hijo Abd-al-Malik (1110), pero para
    entonces los zaragozanos estaban divididos en dos bandos ante la
    solución a adoptar, y uno de ellos llamó a los almorávides que, tras tomar la ciudad, terminaban con la dinastía hudí y con el último reino de taifas.

    — Por otra parte, durante la desmembración del Emirato en el siglo
    IX, la familia berberisca de los Beni Razin había logrado, como tantas
    otras, independizar la antigua «cora» de Sahla respecto a Córdoba. Con
    Abderrahmán III, Sahla (Albarracín) tuvo que volver a la unidad, pero
    la familia Aben Razin subsistió para renacer con el reparto taifal (1031).

    «Los Beni Razín... saldrán adelante y seguirán su marcha, al igual que los
    Beni Hud de Zaragoza, y se mantendrán a flote, como islotes en un mar
    revuelto, hasta el último momento en que los almorávides —verdadero
    simún procedente del Sahara— acabarán con ellos». (J. BOSCH).

    — En definitiva, la toma de Toledo (1085) por Alfonso VI movió al
    rey de la taifa de Sevilla, al-Mutamid (1068-1091), a solicitar ayuda a los almorávides quienes, tras atravesar el Estrecho, vencieron en Sagrajas al rey castellano (1086).

    Tiene lugar ahora un fanático proceso de «africanización» y centralización de los reinos de taifas que, uno a uno, van cayendo bajo su poder. Ante este hecho, el señorío constituido por el Cid en Valencia había servido de tapón ante los almorávides.

    Sarakusta y Sahla tuvieron las espaldas cubiertas. Pero una vez muerto el Campeador (1099), Valencia no tardó en caer en manos de aquéllos
    (1102). Todos los reinos de taifas peninsulares habían pasado a manos
    almorávides excepto Sahla y Sarakusta, que ahora quedaban desamparados.
    Y, efectivamente, Albarracín caía en 1104, mientras que Sarakusta lo
    hacía en 1110.

    No obstante, el dominio almorávide en el valle del Ebro estaba
    sentenciado, asimismo. La toma por los reyes aragoneses de Ejea, AyerbeHuesca, Barbastro y Tamarite, como se ha indicado, suponía un jaque constante a Zaragoza y Lérida, independientemente de que el gobierno musulmán estuviera en manos taifales o almorávides.

    En efecto, el reino moro de Zaragoza, una vez perdida su capital en
    1118, se deshizo como la espuma. Los valles del Jalón, Jiloca, Huerva,
    Martín, Guadalope y Matarraña, por el sur, y los bajos valles del Aragón,
    Gállego y Cinca (menos Fraga), por el norte, cayeron entre 1118 y 1127, y aunque los almorávides recuperaron una gran parte al vencer a Alfonso I en Fraga (1134), está pérdida aragonesa será pasajera. De cualquier modo, Sarakusta permanecerá en manos aragonesas definitivamente, y Fraga y Lérida serán reconquistadas en 1149.

    El Bajo Aragón almorávide estaba condenado al jaque-mate.
    Este imperio almorávide, aglutinado por tribus berberiscas del norte
    de Africa, alcanzó en la Península una vida efímera, desde 1086 hasta
    1147; en el valle del Ebro, mucho menos. Sus sucesores, los almohades,
    también oriundos del Magreb, les sustituirán entre 1147 y 1214, pero el
    territorio aragonés se verá ya poco afectado por ellos, pues tan sólo
    sometieron los reinos taifales almorávides del sur, este y sudeste, para
    finalizar deshaciéndose, asimismo, en otras taifas, ahora almohades, tras
    ser vencidos en las Navas de Tolosa (1212) por un ejército compuesto
    por combatientes de todos los reinos cristianos peninsulares.

    Las tierras musulmanas convertidas en aragonesas tan rápidamente se
    vieron sumidas en una tarea múltiple: organizarse, repoblarse y asimilar a los musulmanes que quedaron en las ciudades reconquistadas, es decir, los «mudéjares», que van a representar un fundamental papel en el futuro de Aragón.

    15.2. LA RECONQUISTA PROPIAMENTE ARAGONESA.

    El particularismo montañés frente a los musulmanes no hubiera
    cristalizado durante tres siglos y medio (del VIII a mediados del XI) sin
    la doble ayuda franca y pamplonesa. Pues bien, Ramiro I (1035-1062) comenzó a sacudirse toda dependencia, aunque las ansias reconquistadoras aragonesas van a encontrar gran oposición por parte de pamplonesescastellanos, que también aspiraban a dominar y anexionarse las tierras musulmanas del Ebro, abiertas a cualquier ejército.

    Ahora, desde mediados del siglo XI, sin la suma de una serie de
    circunstancias favorables, Ramiro I y sus inmediatos sucesores no
    hubieran podido sobrepasar, quizás, la línea fortificada por Sancho III el
    Mayor. Gracias a esas circunstancias, Sancho Ramírez (1062-1094) y
    Pedro I (1094-1104) se van a quedar con sus ejércitos a las puertas de
    Tudela, Ejea, Zaragoza, Tamarite, Fraga y Lérida y, por vez primera,
    serán capaces de reconquistar por las armas dos posiciones musulmanas
    de relevante importancia: Huesca (1096) y Barbastro (1100). Había
    comenzado la toma del llano que conduce a Zaragoza. ¿Cuáles son esas
    circunstancias?

    — En primer lugar, uno de los principales problemas de la dinastía
    inaugurada por Ramiro I era el de su propia legitimidad. Pues, bien, su
    hijo Sancho Ramírez, entre 1073 y 1074, puso al joven reino en manos
    «de Dios y de San Pedro», es decir, de la Santa Sede, dirigida ahora por
    Gregorio VII, vasallaje que sería confirmado por Urbano II en 1089 y
    renovado en 1095, reinando ya Pedro I.

    El Papa, con su acrecentada autoridad temporal y espiritual, se convirtió en instrumento legitimador de la nueva dinastía. Aragón, así auspiciado y amparado, entró a formar parte, por derecho propio, del concierto de los estados occidentales.


    — Por otro lado, en 1076, el monarca pamplonés Sancho el de
    Peñalén era asesinado y los pamploneses elegían como rey al aragonés
    Sancho Ramírez, quien llegó a un acuerdo con Alfonso VI para repartirse el territorio navarro. Aragón se vio favorecido con la zona fronteriza con los musulmanes y con la montaña, aparte del denominado condado de Pamplona (que incluía la capital y Estella), por el que el rey aragonés se vio obligado a prestar vasallaje al castellano. Además de titularse «rey por la gracia de Dios de aragoneses y pamploneses», Sancho Ramírez dobló el territorio, lo que conllevaba una gran aportación en hombres y en recursos económicos.

    — La fragmentación taifal de los musulmanes debilitó militarmente a
    éstos, que ahora tendrán que comprar la paz con oro. El reino aragonés
    participó de ese reparto y las iglesias románicas del Pirineo, por ejemplo, van a ser uno de los frutos tangibles del renacimiento económico que ahora tiene lugar.

    — Aragón y la parte pamplonesa que le correspondió se convierten en
    ruta obligada de los mercaderes que pusieron en contacto dos economías
    bien distintas: la agraria del occidente europeo y la industrial de al-
    Andalus. Pamplona y Canfranc-Jaca contaron, desde tiempos de Sancho III el Mayor, con un arancel aduanero bien revelador del importante comercio que controlaban.

    — El afianzamiento, por último, de la ruta que penetraba por
    Roncesvalles y Somport propició la europeización de Aragón. Se cambió el rito eclesiástico indígena, el mozárabe, por el romano; se abandonó la ininteligible letra visigótica por la Carolina, origen de la actual; se extendió por todo el Reino el arte románico; se romanizó la Iglesia y nuevas órdenes religiosas de origen europeo sustituyeron a las locales; comenzó, en fin, toda una serie de alianzas matrimoniales con casas importantes del otro lado del Pirineo que rendirán pronto sus frutos en forma de ayuda militar, política, humana y técnica para la guerra.

    Todo cuanto llevamos dicho facilita, por un lado, la restauración
    urbana —que se concretará en el resurgimiento de Jaca, ahora capital del reino —, así como la espiritual; y, por otra parte, va a permitir progresar en la reconquista de las tierras bajas, a pesar de la oposición del rey castellano y de los musulmanes sarakustíes.

    El fuero otorgado a Jaca en 1076 servirá de modelo a muchas poblaciones cercanas al Camino de Santiago, tanto aragonesas como pamplonesas.

    Hasta alcanzar los límites del Aragón actual, aún quedan casi ciento
    cincuenta años de reconquista; aún quedan por incorporar otros muchos Aragones: el Aragón de la Tierra llana; el «regnum Caesaraugustanum»; la Extremadura aragonesa (asiento de las comunidades de CalatayudDaroca, Albarracín y Teruel); las tierras del llamado Bajo Aragónincluso un irredento Aragón de playas mediterráneas.

    15.3. SIGNIFICADO DE LA OBRA DE ALFONSO I.

    En 1035 nacía el reino cristiano de Aragón, en el norte; en 1039, el
    reino de Sarakusta pasaba a manos de la dinastía Beni Hud, en el sur.
    Mientras el primero luchaba por sobrevivir, el segundo atravesó un
    momento esplendoroso. Luego, tras unos compases de equilibrio,
    simbolizado, respectivamente, por la catedral de Jaca y por la Aljaferíaobras coetáneas, la tendencia se invierte.

    Tras las toma armada de Huesca (1096) y Barbastro (1100), ahora se
    plantea la posesión de las ciudades de la misma línea del Ebro, frente a
    las que Sancho Ramírez y Pedro I todo lo más que pudieron hacer fue
    instalar posiciones de vigilancia y hostigamiento, como había ocurrido
    frente a Huesca con el famoso Pueyo de Sancho (hoy ermita de San
    Jorge) y Montearagón. Así, frente a Tudela, habían fortificado Arguedas
    (1084) y Milagro —«Miráculo, Mirador»— (1098); frente a Zaragoza, El
    Castellar (1091) y Juslibol (1101); ante Fraga, Velilla de Cinca (1109); frente a Lérida, Almenar (1093). Pero ahí había quedado todo.

    El reino que heredó Alfonso I (1104-1134) adolecía de poder militar
    efectivo. Estaba bastante bien preparado para la defensa del Aragón
    montañoso, pero no para acometer con éxito la reconquista del llano:
    faltaban fuerzas de caballería para oponerse a la caballería musulmana;
    carecía de efectivos humanos; no disponía de máquinas guerreras con las
    que abatir los muros que rodeaban a las ciudades sarakustíes; la nobleza, en fin, no estaba especialmente interesada en la reconquista.

    Alfonso I propició una táctica nueva: conceder privilegios y
    exenciones ventajosas a quienes colaboraron con él en la reconquista del sur; crear cuerpos de caballería no nobiliaria, es decir, de villanos, incluso fundando una especie de orden militar en Belchite; fundamentar una nueva legislación jurídica distinta de los fueros de Jaca o de Sobrarbetotalmente desfasados ante las nuevas necesidades; convocar a los hombres del otro lado del Pirineo, en virtud de los lazos de amistad y parentesco que le unían con distintas casas condales francesas; adquirir en Francia ingenios bélicos para batir y asaltar murallas; conseguir del papa una «bula de cruzada» que atrajera hombres para tratar de incorporar Zaragoza, la auténtica llave del Ebro medio.

    A pesar del intento almorávide de defender el «Regnum Caesaraugustanum» (de cuya capital se habían apoderado en 1110, deponiendo al último Beni Hud) y el actual Bajo Aragón, Alfonso I reconquistó las tierras cuyo perímetro delimitan Tamarite (1107), Ejea (1105-1106), Zaragoza (1118), Tudela (1119), Soria (1120), Calatayud (1120), Molina de Aragón (1128), Celia (1128), Morella (1117), Mequinenza (1133) y Fraga (1134). En menos de treinta años incorporó un territorio casi cuatro veces mayor que el heredado de su hermano Pedro I.

    Muerto el Batallador tras su derrota en Fraga (1134) sin haber
    llegado al mar, como deseaba —por la oposición del barcelonés Ramón
    Berenguer III, que llegó incluso a pactar con el reyezuelo de Lérida
    (1120)—, será precisamente por aquí por donde el contraataque
    almorávide estuvo a punto de recuperar todo lo ganado por Alfonso I.

    15.4. LA CRISIS POLÍTICA TRAS LA MUERTE DEL BATALLADOR.

    La muerte de Alfonso I, aparte de las inmediatas pérdidas
    territoriales, abrió una grave crisis de gobierno. La propia ciudad de
    Zaragoza y todo el «Regnum Caesarugustanum» estuvieron en juego,
    como en la época de Alfonso VI. ¿Serían para Castilla, para Navarra o
    para Aragón?

    Tiene lugar ahora un drama, cuyos actores principales son:
    Alfonso VII de Castilla-León, García Ramírez de Navarra, Ramiro II el Monje de Aragón, el conde barcelonés Ramón Berenguer IV y las Órdenes Militares a las que Alfonso I había dejado como herederas del Reino.

    Nadie, excepto las Ordenes Militares interesadas, acató tan singular
    testamento. Navarra, que había estado unida a Aragón desde 1076, se
    independizó con García Ramírez «el Restaurador»; Alfonso VII el
    Emperador se apoderó de Zaragoza (1134-1136), donde fue recibido
    como libertador, e incluso entregó al monarca navarro el «Regnum
    Caesaraugustanum» en vasallaje; Ramiro II, hermano de Alfonso I,
    abandonó el monasterio donde profesaba, a petición de los barones
    aragoneses, para convertirse en rey y procurar una descendencia; el conde barcelonés Ramón Berenguer IV casó con la recién nacida hija de Ramiro II el Monje; las Ordenes Militares, muy a pesar suyo, accedieron al fin al incumplimiento del testamento que les era favorable, pero a cambio de determinados privilegios. El resultado de esta trama será múltiple, destacando, entre otros, los siguientes hechos:

    — Navarra y Aragón no volverán a tener una monarquía común
    hasta los Reyes Católicos. Su frontera, hasta mediados del siglo XIII, será conflictiva y movediza, aunque esta nueva Navarra se encontró ahora cercada por el sur, sin tierras que reconquistar.

    — Como consecuencia de las alianzas y pactos del conflicto originado
    en 1134, las tierras del «Regnum Caesaraugustanum», reconquistadas por el Batallador, seguirán dependiendo del rey de Aragón, ahora de manera definitiva.

    — Las Ordenes Militares beneficiadas por el testamento de Alfonso I,
    tras renunciar a él, se van a convertir en garantes y repobladoras del bajo Ebro y del Maestrazgo.

    — Petronila, hija de Ramiro II, fue casada, cuando sólo tenía unos
    meses, con el conde barcelonés Ramón Berenguer IV, (1137), dando
    origen a lo que, andando el tiempo se conocerá como Corona de Aragóncuyos límites máximos estaban todavía por labrarse.

    15.5. EL REINO DE ARAGÓN ALCANZA SUS LÍMITES MÁXIMOS.

    Una vez solucionada la crisis, Ramón Berenguer IV, como mero
    príncipe de Aragón, y los inmediatos sucesores de éste y de Petronila
    — Alfonso II, Pedro II y Jaime I — van a completar la reconquista
    propiamente aragonesa (diferenciada de la catalana, primero, y de la
    valenciana, después), incluso con territorios que hoy no son aragoneses.

    — Ramón Berenguer IV (1137-1162) reconquistó Chalamera (1141),
    Alcolea, Ontiñena (1147), Fraga, Lérida y Mequinenza (1149), Híjar,
    Albalate (1149), Huesa (1151), Alcañiz (1157), Monreal y Castellote,
    entre otras plazas, organizando en el Bajo Aragón y en el curso del Jiloca una importante línea defensiva, al estilo de la levantada en su día por Sancho III el Mayor en el Prepirineo.

    — Alfonso II (1162-1196), a quien su madre Petronila había
    transmitido el título de rey de Aragón, reconquistó todo el valle del Ebro, con Nonaspe, Gandesa, Horta de San Juan, Valderrobres (1169) y la zona costera entre Tortosa y Vinaroz, con lo que lograba para Aragón la ansiada salida al mar. Por otra parte, apoyado en la línea fortificada por su padre, reconquistó una gran parte de tierras hoy turolenses, con Montalbán, Aliaga, Cantavieja, Mora y Teruel (1170).

    — Pedro II (1196-1213), más atento a los intereses de la Corona de
    Aragón en el sur de Francia, apenas si pudo recuperar para el reino de
    Aragón algunas tierras al sur de Mora de Rubielos y la zona de Ademuz
    (1210).


    — Jaime I (1213-1276), por fin, recuperaba el resto del Maestrazgo,
    en su vertiente mediterránea castellonense, antes de que se lanzara a la reconquista de lo que luego sería Reino de Valencia, independiente de Aragón.

    — Por fin, el señorío independiente de Albarracín de los Azagras
    navarros era incorporado en 1284.

    Ahora bien, entre 1239 y 1300 (excepto un fragmento de Ribagorza, que se perdió casi con seguridad en el siglo XIX), una buena parte de las,
    en esos momentos, tierras aragonesas, como se observa al considerar el
    sistema jurídico y administrativo aragonés, pasaron a depender del
    Principado de Barcelona y del Reino de Valencia, respectivamente. En
    este proceso desmembrador territorial aragonés, en el que se incluye la
    salida al mar, Jaime I, el más antiaragonés de los monarcas de la Corona
    de Aragón, será el máximo exponente.

    15.6. DESARROLLO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

    En 1137, el matrimonio de Petronila y Ramón Berenguer IV sentaba
    las bases de lo que, andando el tiempo, se constituyó en Corona de
    Aragón, aun cuando en aquel momento los territorios aliados ni siquiera
    estaban unidos geográficamente, puesto que los separaban ambos
    condados de Pallars, más el de Urgell y los almorávides de Lérida. El
    concepto geográfico, político e institucional de la Corona de Aragón es el
    doble fruto de la reconquista peninsular, de un lado, y de la expansión
    mediterránea, por otro.

    — La reconquista peninsular, a partir del siglo XII, es consecuencia
    del equilibrio de fuerzas entre Castilla-Corona de Aragón y Castilla-
    Portugal. Navarra, cuyo papel fue fundamental hasta mediados del siglo
    XI, quedó ahora ahogada, como se ha indicado.

    La frontera entre las Coronas de Castilla y de Aragón fue gestándose
    poco a poco, merced a sucesivos tratados entre ambas — Tudilén (1151), Cazola (1179), Almizra (1244), Campillo (1304) y Monreal (1305), entre otros — y a la dinámica interna de cada Corona.

    En la de Aragón, la nobleza aragonesa opuso resistencia a la expansión, en tanto que la catalana la apoyó.
    Lo cierto es que en 1305, con la incorporación definitiva de la zona
    de Villena-Alicante-Elche-Orihuela y la renuncia a la de Cartagena y mar Menor, había finalizado para la Corona de Aragón la reconquista
    peninsular.

    — La expansión mediterránea es consecuencia, entre otras causas, de
    la finalización de la reconquista peninsular. El Mediterráneo será la espita
    de escape tanto de una organización social secularmente guerrera como
    de la necesidad de captar nuevos mercados para el comercio, fundamentalmente catalán. De ahí que, a finales del siglo XIII, las Coronas de Castilla y de Aragón pactarán, asimismo, como lo habían hecho para la Península, las respectivas zonas de influencia en el mar común. El tratado de Monteagudo (1291) será, en adelante, la base legal de la expansión catalano-aragonesa por el Mediterráneo.

    — La Corona de Aragón, tan lentamente gestada, va a ser un amasijo
    de entidades políticas muy diversas, incorporadas en fechas distintas y con alternativas territoriales, según las épocas, de forma que el mapa es cambiante. Algunas dependieron, incluso, de súbditos catalano-aragoneses en determinados momentos, pero no de la Corona, cual es el caso de los ducados de Atenas y Neopatria, en Grecia, fruto de las correrías de catalanes y aragoneses a comienzos del siglo XIV, los almogávares, y que no pasarían a depender de la Corona propiamente dicha hasta 1381.

    Algunas de las entidades constitutivas de la Corona de Aragón eran
    reinos: Aragón, Mallorca (independiente desde la muerte de su
    reconquistador, Jaime I, hasta 1344), Valencia, Sicilia (entre 1282-1296 y 1409-1713), Cerdeña (entre 1322 y 1708), Córcega (cuya ocupación por parte de los reyes de Aragón fue más nominal que efectiva, y sólo en determinados momentos) y Nápoles (ocupado por Alfonso V en 1443integrado a la Corona hasta 1707).

    El conglomerado resultante incluyó, asimismo, ducados (Atenas y Neopatria, dependientes de pleno derecho sólo entre 1381 y 1385), un marquesado (Provenza, aunque de forma muy intermitente), condados (Barcelona, Urgel, y Rosellón) y un señorío, el de Montpellier.

    Cada una de estas entidades políticas tuvo, dentro de la Corona de Aragón, independencia administrativa, económica y jurídica. Les unía a todas la misma cabeza en calidad de rey, duque, marqués, conde y señor a la vez.

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    del IV Coloquio Hispano-tunecino, Madrid (1983), 243-251.

    Las tierras del Valle del Ebro, por las que avanzaba la conquista cristiana desde los enclaves pirenaicos y de Pamplona, formaron la Marca Superior de Al-Andalus a partir del año 713. Durante más o menos cuatro siglos, y en el área geográfica desde La Rioja y Ribera del Ebro hasta el Cinca (La parte Occidental de la Marca) se produjeron sintonizados sucesos políticos narrados en este libro, que, por aproximación, se titula Aragón musulmán.


    Bloque 3. Historia de Aragón I , Miguel Ángel Pallarés Jiménez


    Vamos a abordar la evolución histórica de nuestra comunidad autónoma, desde los tiempos previos a la romanización hasta los últimos momentos de Aragón como reino. Diferentes culturas y civilizaciones han dejado su impronta en el suelo que pisamos, y de todo ello somos herederos los aragoneses actuales. Los pueblos prerromanos de raíz indoeuropea, ibérica y vascona experimentaron el contacto, pacífico en ocasiones y conflictivo en otras, con una realidad, la romana, que se impondría en el ámbito mediterráneo. Roma impuso su ley y su cultura en un proceso en el que también recibió influencias. Tras el establecimiento visigodo, la imposición en gran parte del territorio aragonés del Islam (suministrador de un notable legado), encontró resistencia en las montañas pirenaicas.

    Ahí se gestó el reino de Aragón, dotado de leyes e instituciones propias, que creció hacia el Sur y se consolidó tras la unión dinástica con la casa condal de Barcelona, adquiriendo una nueva dimensión como cabecera de la Corona de Aragón, muy influyente en la política mediterránea de la baja Edad Media.
    La incorporación de Aragón a otro proyecto de mayor envergadura, la monarquía hispánica que forjó un imperio mundial durante la Edad Moderna, significó para el reino una progresiva pérdida de identidad al no poder afrontar los retos que planteaba esa nueva situación.
    Recursos en red

    También puede ser de interés el libro de Agustín Ubieto Leyendas para una historia paralela del Aragón medieval (Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1998-2010), que se encuentra en libre acceso en http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/30/14/_ebook.pdf



    La conquista del reyno de Nápoles, con todas las cosas que Gonçalo de Fernandes ha fecho despues que partió de España. Estudio y edición de una crónica anónima de 1505

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    Apocas de la receptoría de la inquisición en la zona nororiental de Aragón (1487-1492), con algunas otras noticias de interés sobre dicho tribunal en este reino.

    Apuntes de Historia y Cultura de Aragón I

    Bardenas