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sábado, 4 de diciembre de 2021

DVA, Borao, O

OBLATA. n. Hogaza.

OBRERÍA. p. Oficina para los negocios concernientes a la fábrica de cualquiera iglesia o comunidad.

OBRERO. n. Uno de los primeros cargos en las Juntas de parroquia.

OCHENO. n. La octava parte: úsase comúnmente como sustantivo.

OCHO. n. Pan de a libra.

OLEAZA. a. Agua sucia sobrante después de sacado el aceite de la pila. (Oliassa; encara que se li diu tamé a la samsa, sansa, pasta que quede después de prensá)

OLIVA. p. Aceituna. (Incluso a las verdes se les llama olivas verdes; oleum, oleo, oli)

OLIVERA. c. Olivo árbol. (Olivé, olivés, olivera, oliveres: mas de Beseit)

https://mapcarta.com/es/W367525168

OLIVILLO. n. Planta phillyrea angustifolia descrita por Asso.

ONCEJO. p. Vencejo, ave. (Falsilla, falsilles, en forma de fals, falce, hoz)

OPUESTOS. n. Las partes litigantes.

ORACIONES. a. Precediendo romper las como dice la Academia, o corromper las como decimos nosotros, significa interrumpir el discurso con alguna impertinencia.

ORDINACIÓN. a. Ordenanza. (Ordinaciones; ordinacions; órdenes, ordenaciones)

ORDIO u ORDEO. a. Cebada. (Se puede encontrar hordio, hordeum, ordeum; ordi; hordiata : horchata, aunque después se hizo de chufa y no de ordio)

OREJA (pan de). n. Especie de pan de flor cuya forma se parecía la del bonete.

ORILLO. n. Orilla, canto o extremo de cualquiera tela; en Castilla sólo se refiere aquella palabra al canto del paño que es de lana más basta y se conoce también con el nombre de vendo.

ORZAYO. n. El que acompaña o lleva en sus brazos a niños de corta edad, como pudiera hacerlo la nodriza o la niñera: úsase más en Navarra. (ayo)

OSTÁTICO. n. Rehén, según Ducange. (hostage inglés, huésped)

OTILAR. n. Aullar (ahullar) el lobo: úsase esa voz en algunos pueblos del Somontano. (udular, udolar, udulá, odolá, utular)

OTRI, OTRIE. c. Otro: en el conde Lucanor se lee "olvidan mucho aina lo que otri ha fecho por ellos." - d. hacienda de otri, ropa ajena (agena en el original). (atre, altre)

OVEJERA. n. Esquila que se pone en los rebaños a las ovejas.

OVITAR. n. Cortar, según se desprende de las Ordinaciones de Abejeros, 1494, en donde se lee que "nadie pueda ovitar ni rancar, ni faer leña."

domingo, 21 de noviembre de 2021

DVA, Gerónimo Borao, introducción, 2

II.


A este examen vamos a dedicar el resto de nuestra tarea, procurando señalar la procedencia de algunas palabras, legitimando en lo posible su uso, probando que a su invención ha precedido instintivamente el mejor juicio, y manifestando que no son barbarismos de gente inculta, sino a veces primores que el idioma castellano debiera prohijar (53)
o no haber abandonado. Entiéndase que para la formación de este discurso, así como para la del Diccionario que le sigue, hemos de servirnos, en cuanto nos sea dable, de escritores aragoneses, de anuncios e inscripciones oficiales, de avisos impresos, de la conversación de personas cultas, y sólo en donde todo esto no alcance, del habla común de los aragoneses. No abultaremos, pues, el vocabulario ni la crítica con palabras de las que frecuentemente se improvisan pero no se extienden ni se hacen permanentes: tampoco no lo haremos con las locuciones latinas usadas por nuestros foristas como ne pendente apellatione, artículo de toliforciam, sentencia de lite pendente, neutram y otras, pues aunque sabemos que la Academia incluye algunas locuciones latinas, de antiguo castellanizadas, no le hace, y esto con su habitual prudencia, sino cuando son del dominio general y no del tecnicismo de una ciencia; ni tenemos por verdaderamente aragonesas, aunque de uso particular de nuestros escritores, algunas libertades derivadas del idioma castellano, como tierra baja para denotar cierta comarca de la derecha del Ebro y alto Aragón para denotar la de la izquierda, turbante en sentido del que turba, comisante por el que comisa y adminiculado de adminicular, voces usadas por Larripa; adrezar que dice Blancas; catedrero que consignan los Gestis de la Universidad de Zaragoza; consimile por semejante; reforme por reforma y tisiquez por tisis, que hemos leído en otra parte; caminos circunstantes que también hemos visto usado; membranáceo que dice no mal, en lugar de membranoso, el racionero Latassa; comisarios (54), cercenadores, lugar tenientes y otros cargos que no puede especificar el Diccionario de la lengua y que sin embargo son corrientes en los tratados de legislación aragonesa.

Procedemos en este punto con tal cautela y tan desapasionadamente, que ni damos cabida a algunas palabras (55) por el solo hecho de hallarse en nuestros autores y no en el Diccionario de la Academia; ni incluimos otras que son explicadas como aragonesas por algunos escritores pero que en el Diccionario oficial figuran como castellanas, tales son universidades, gramalla, pedreñal y otras varias; ni acrecemos mucho nuestro Vocabulario con otras cuya definición académica no tiene el alcance de los textos aragoneses como en aquellas hermosas palabras de la Unión “porque non querrian, si Deus e el seynor rey quissies, tener ni seguir otra carrera que la suya;”
ni aun reputamos como aragonesa la palabra dosel usada en las coronaciones de Blancas y calificada como esencialmente aragonesa por él y su comentador el cronista Andrés, el cual para su mejor inteligencia se refiere, bien inoportunamente por cierto, al Tesoro de Covarrubias y al Comento del Polifemo, escrito por García Coronel, cuyos autores no le dejan muy airoso con sus declaraciones.

Lo mismo hemos practicado con algunas palabras puramente lemosinas o catalanas como mateix, res, tantost, apres, nueyt, muyto, destrenyer (acosar), los adverbios en ment o mientre, y con mucha más razón cercar por buscar que usa el Códice de los Privilegios de la Unión, y environar por cercar que dijo el rey D. Martín en la famosa oración con que abrió las cortes de 1398. Hemos también omitido algunos de los muchos tributos o pechas que en documentos latinos aparecen, pero que no creemos del todo aragoneses, como plantáticum que se pagaba por echar el ancla, plateaticum por pasar las plazas, porcagium por los cerdos, salinaticum por la sal, portulaticum y tavitáticum por las naves, etc.; y también algunos de los oficios de la casa real, como subbotellerius, subfornarius, sobrecoch (jefe de la cocina) (Koch, alemán “koj”: cocinero; inglés cook “kuk”) y otros varios, si bien con esta ocasión enumeraremos los que se hallan discernidos en las Ordinaciones de la Real casa de Aragón, compiladas por Pedro IV en idioma lemosín el año 1344, (están en historia-aragon.blogspot.com , son parte de la colección de los Bofarull) traducidas al castellano en 1562 por el protonotario (protonario en el original; prothonotari en un texto del Ceremonioso: https://historia-aragon.blogspot.com/2019/12/offici-sagelladors-scrivania.html )
D. Miguel Climente de orden del príncipe D. Carlos y dadas a la estampa en Zaragoza año de 1853 por D. Manuel Lasala, cuyos oficios (que decíamos) son, dejando a un lado los de uso y nombre más conocidos, los de botilleros mayores y comunes, aguador de la botilleria, panaderos mayores y comunes, escuderos trinchantes, argentarios o ayudantes de cocina, menucier o repartidor, escuderos que traen los manjares, comprador, cazadores o perreros, sobreacemilero y sotacemilero, tañedores, escuderos y ayudantes de cámara, guarda de las tiendas, costurera y su ayudante, especiero, barrendero y lavador de la plata, hombres del oficio del alguacil (jusmetidos a él para aprender criminosos), mensajeros de vara o vergueros, escalentador de la cera para los sellos pendientes, selladores de la escribanía, promovedores, enderezadores de la conciencia, sotaporteros; servidor de la limosna
(almoyna) y escribano de ración que era a manera de contador o tenedor de libros.

Con igual economía hemos obrado al examinar el Índice donde se declaran algunos vocablos aragoneses antiguos, el cual, aunque trabajado por el insigne Blancas; si bien contiene doscientas nueve voces, pero trae muy pocas rigurosamente aragonesas; y aun por eso no hemos incluido de entre ellas sino diez, habiendo despreciado las que nos han parecido castellanas antiguas, que son las más, y habiendo renunciado no sin pena a algunas otras que no dejan de tener semblante aragonés, como son aconsegüexca alcance, bellos ricos, boticayx bofetada, camisot alba, caxo mejilla, desconexenza ingratitud, esguart cuenta, guarda-corps sayo, las oras entonces, lunense apártense (luny, lluny, alunyar, allunyar; chap. llun), meyancera medianía, ont por esto, pertesca parta o tome, pertaña toma, rengas riendas, sines sin, vaxiellos vasos, umplie llenó, izca salga (ixca, ixir, eixir; exitus).

Esa misma parsimonia, pero mucho más fundada, nos ha guiado en cuanto a las palabras castellanas que Ducange define en su Glosario (56), apoyado en documentos aragoneses, cuales son, entre otras, acémila, albarda, alodial, arada, armador, azcona, bandosidad, cabezalero, cahiz, corredor, escombrar, espera, fincar, jurista, malatia, maleta, mayoral, mezclarse, parral, pérdida, perdidoso, quilate, quitación, rastro, realengo, renegado, saca, salva, sesmero, sobreseimiento, soldada, sollo, tapial, taza, timbre, tornadizo y trepado (57). Y si contra este nuestro sistema de conceder a Castilla cuanto la Academia le atribuye (sea cual fuere el verdadero origen de las voces), damos cabida a las ciento o algunas más académicas que Peralta incluye en su Ensayo de un Diccionario aragonés castellano, es, no tanto por ser ellas de más uso, si ya no de procedencia aragonesa, cuanto por respetar, como base de nuestro Vocabulario, el primer trabajo que se hizo en ese género; mas, así y todo, las señalamos, para descargo de nuestra responsabilidad literaria, con una letra particular que las distinga, y esto nos permite marcar asimismo las que como aragonesas o provinciales incluye la Academia y las que se deben exclusivamente a nuestra tal cual diligencia.

Pero no hacemos tanto, antes las excluimos por completo, con muchas de las voces que en sus respectivas obras de historia natural escribieron dos insignes botánicos, Bernardo Cienfuegos en los primeros años del siglo XVII y D. Ignacio de Asso (zaragozano) en los últimos del XVIII. Este, sobre todo, a quien se deben muy curiosos y eruditos tratados sobre las producciones, las ciencias, las leyes, la economía política y aun la literatura de Aragón, tuvo la advertencia de consignar, lo mismo en su Synopsis stirpium indigenarum Aragoniae (1779), que en su Introductio ad Oryctographiam et zoologiam Aragoniæ (1784), las voces puramente aragonesas con que se designaban y todavía se designan en el país (que recorrió herborizando y estudiando su suelo y los animales que le pueblan) los objetos sometidos a su descripción. En consecuencia de su plan, calificó unas veces con la palabra vernaculé o provincial de Aragón, otras con la más expresiva de nostratibus, las palabras que tenía por exclusivamente aragonesas, distinguiéndolas de todas las restantes con la anteposición de la palabra hispanis; y por si pudiera dudarse de que designaba con aquellos antepuestos los vocablos aragoneses, él mismo lo declara, ora en el prólogo diciendo Adjunxi etiam vernacula provintiæ nostræ nomina, ora en el índice que titula Nomina hispánica et vernacula Aragoniæ.
Y decimos todo esto, porque parece después muy extraño que persona tan competente en todo aquello que emprendía, calificara de aragonesas palabras que pasan por castellanas, como asnallo, balsamina, cadillo, camomila, cebadilla, ginesta (
plantagenet; parecida a la aliaga, argilaga), margarita, regaliz (regalíssia), sosa, tuca, anadón, andario, becada, calandria, chorlito, dogo, gavilán, lechuza (chuta, ólipa), pajarel, perdiguero, picaraza (garsa en Beceite), polla de agua (focha), pulgón (puó), saboga, tordo (tord o tort en Beceite; tordus), triguero, verderol y otras. Colocónos (nos colocó) esto en la difícil alternativa, o de aceptar por aragonesas bajo la fé de quien, puesto que filólogo, al cabo no se distinguió como etimologista, palabras que no sólo la Academia pero aun los hablistas castellanos han considerado de uso general entre los españoles (también chófer, y no es castellana, a ver si adivinas de dónde viene; o aspirina); o de desairar, sinó, el voto calificado de un literato dedicado con ardor a las ciencias naturales y conocedor por sí mismo de los nombres con que la ciencia y el vulgo designan cada cual los objetos de la naturaleza. Pero nuestra imparcial elección ha estado en favor del habla común española, no sólo por el mayor crédito que nos merecen las muchas y buenas autoridades que contradicen la absoluta de Asso, sino por otra consideración que, favorable como lo es a Aragón, no podemos excusarnos de aducirla.

De esas voces, hoy todas castellanas, supuesto el admitirlas como tales la Academia, las hay, como balsamina, cadillo, calandria, cebadilla, chorlito, dogo, gavilán, ginesta, perdiguero, pulgón, regaliz, saboga y sosa, que ya se hallaban incluidas en la edición príncipe del Diccionario publicada en 1726 por aquella corporación literaria, y no se concibe cómo pudo desentenderse de esta autoridad el naturalista de Asso: pero hay otras, y a la fé muy bellas, como andario, asnallo, camomila, margarita, pajel,

picaraza, polla de agua, tordo, tuca y verderol, que no tenían cabida en aquella edición (58), que en Aragón eran ya muy usuales, y que hoy han pasado al fondo común de la Academia, sin que de nuestra parte quepa contra esto reclamación alguna,
(
como pasan casi todas las palabras aragonesas, mallorquinas, valencianas al DCVB y las consideran catalanas. Sólo hace falta revisar un poco Lou tresor dóu Felibrige para ver su procedencia occitana) como quiera que todos los idiomas viven de esos cambios mutuos, principalmente cuando la lengua de una nación prevalece (como su política) sobre los dialectos (o lenguas documentadas) de las provincias que vienen a constituirla.

Pero hay que considerar como aragonesas algunas palabras que, si bien incluidas como castellanas en el Diccionario general de la lengua, no puede negarse que son de uso constante, popular, y, por decirlo así, privilegiado en Aragón, mientras lo tienen muy raro o ninguno fuera de él, pudiendo asegurarse desde ahora que, pasado algún tiempo, y cuando ya la Academia forme la convicción en que nosotros nos hallamos, habrá de conservarlas en su Diccionario con el carácter exclusivo de provinciales de Aragón (59). Aquí, en efecto, se dice suplicaciones por barquillos como en el Desden con el desden; no marra por no falla como en las farsas de Lucas Fernández; aturar, como en Berceo «Abrán con el diablo siempre a aturar, y como en Lorenzo de Segura «Anda cuemo ruda que no quiere aturar,» amanta, amprar, arguello, arramblar, caño, malmeter, masar, paridera, punchar, rematado, vencejo, y otras varias (60) que se usan frecuentemente entre nosotros, y de las cuales y otras ya notó Capmany que algunas, como aturar, cal, dita, malmeter, ostal y pudor, eran a un tiempo de Cataluña y de Castilla.

De entre las palabras verdaderamente aragonesas aunque de apariencia castellana, de entre las palabras que, a cambio de otras citadas y consentidas como castellanas, tenemos que revindicar como nuestras y sólo nuestras, citaremos más detenidamente, por ser de las más vulgares en nuestro pueblo llano y sólo en él, la famosa expresión impersonal no me cal (no te cal, no le cal) en significación de no me importa, no me conviene, no me es menester, no me cumple, no tengo que etc., cuya frase, que no traen ni Covarrubias, ni la Academia en su Diccionario grande, ni el jesuita Terreros, ni Rosal en su Diccionario manuscrito, se halla autorizada en nuestros días como castellana por la Academia de la lengua, pero usada como aragonesa por sólo nuestros labriegos. (Yo soy filólogo de literatura inglesa y la uso en mi pueblo, Beceite) - En el poema del Cid hablando este de los Infantes sus yernos dice Curiellos quiquier ca dellos poco min' cal, y más atrás Si el rey me lo quisiere tomar, a mi non minchal: en el Poema de Alejandro se lee non te cal ca se vencires non te menguarán vasallos, y en otra parte Mas quequier que él diga a mi poco me cala: en las poesías atribuidas (61) a D. Alonso el Sabio también encontramos

E si vos veis este fuego

non vos otras cosas calen;

en el Laberinto de Juan de Mena

Mas al presente hablar no me cale;

Verdad lo permite, temor lo devieda;

en las poesías de A. Alvárez Villasandino:

Ya non me cal

pensar en al; (chap. ya no me cal pensá en datra cosa)

en las farsas o cuasi-comedias de Lucas Fernández n' os cale desemular; y, lo que es mucho más notable, en las epístolas del obispo Guevara, predicador de Carlos I, «no le cale vivir en Italia el que no tiene privanza de rey para se defender.»


Pero aunque las autoridades que llevamos citadas han podido influir en la Academia para la admisión de esa voz, que sin embargo no vemos incluida en el gran Diccionario de autoridades de aquella corporación, ni tampoco en el de Terreros publicado en 1786, debemos advertir que quienes la han conservado sin interrupción son los aragoneses, desde que (a nuestro parecer) la tomaron de los provenzales, en cuya poesía se halla usada repetidas veces, así como la tienen el idioma italiano en calere, el francés antiguo en chaloir, el catalan en caldrér, y, aun forzando un poco la analogía, el latín en calescere, agitarse, moverse, pudiéndose decir no me mueve, no me agita, no me domina, no me da cuidado, no me importa. Del uso lemosín no puede dudarse al leer en una canción de Pedro III no m' calgra no me sería necesario, y en un poema anterior (62) perteneciente a los primeros años del siglo XIII y publicado y traducido recientemente por Fauriel

Per Dieu, n’ Ugs, ditz lo coms, nons clametx que nous cal.

Por Dios, D. Hugo, dijo el Conde, no os quejéis, que no os conviene.

y más adelante al verso 4844

A la meridiana quel soleilhs pren lombral

el baro de la vila estan á no men cal.

esto es “al mediodía, cuando el sol penetra en todo sombrío y los defensores de la ciudad están descuidados”, o “no están sobre las armas,” como viene a decir Fauriel, o “están en un no me importa,” si fuera posible traducir así aquella expresión que de todos modos indica el abandono.

Y finalmente, verso 4913

Mas non aia Belcaires temensa que nolh cal.
que Fauriel traduce “Mais que Beaucaire n'ait plus de crainte; il n'en doit pas avoir" y que en castellano se puede expresar diciendo “Pero no tema Beaucaire, pues no debe, pues no le corresponde, pues no tiene motivo, pues no tiene por qué.”

Haciendo punto en esta digresión, ya demasiado extensa pero no inútil a nuestro propósito, y anudando el pensamiento de donde ha partido, tócanos manifestar que, señaladas las palabras usadas por autores aragoneses mas no por eso aragonesas, e indicadas también las que a toda luz son de Aragón aunque todavía calificadas como castellanas; pudieran añadirse ciertas otras generalmente usadas en Aragón y que, a pesar de serlo en Castilla por escritores de nota, no tienen cabida como castellanas en el Diccionario de la lengua; tales son haldeta que usa Moratín en aquel verso de sus Navés de Cortés.

de azul y negro las haldetas de ante;

esmangamazos, que, sin el prepuesto privativo, leemos en aquellos versos del Cancionero de Baena

A ty mangamazo syo otra tonsura.

por mi serà dada muy gran penitencia;

(págs. 447 y 481.)
laminero, que tanto divierte a los castellanos cuando lo oyen a algún aragonés y que, sin embargo, no sólo es muy natural derivado de lamer, y muy parecido a lamistero y lamiscado, sino que se ve usado en el arcipreste de Hita,

La golosina tienes goloso laminero;
a placer, que vemos en aquel romance

en corte del rey Alfonso

Bernardo a placer vivía;

pintar, que usan nuestros pastores por tallar, aunque justo es decir que la Academia lo hace sinónimo de escribir, explicando bien ambas versiones aquellos versos encantadores de Gil Polo

mas serate cosa triste

ver tu nombre allí pintado (señalado en mil robles)

…..

no creo yo que te asombre

tanto el verte allí pintada etc.;

mueso, o bocado, (mos; mossegá) que derivado de morsus (de donde después almuerzo) (amorsá, almorsá) se halla como provincial de Aragón y, no obstante, lo encontramos en el Poema del Cid.

Nol' pueden facer comer un mueso de pan,

y en el de Alejandro aunque con varia lección, y en los poetas del Cancionero de Baena

E luego será del todo vengado

el mueso podrido que dió el escorpion
….

Mas freno sin mueso é chapa

vos daria aun emprestado;

peñora (pignorare) y caritatero que explican Berganza y Merino, dando a pennora el significado de multa y prenda, y a caritas el de refección de bebida tras la colación y lección espiritual; tastar, (taste inglés: probar) que si bien se halla en sentido de tocar, derivado de tactus, también tiene en Berceo el de probar o morder en aquel verso

Que de meior boccado non podriedes tastar;
macelo, cuyo derivado macelario no incluye la Academia pero sí en sus vocabularios los eruditos PP. Berganza y Merino; vencejo, de vinculum, (
vencill, bensill, etc; para atar una garba de paja, alfalfa) que, aunque admitido por la Academia en significación de ligadura, sobre todo para atar las haces (feix, feixos) de las mieses, lo declara
D. Tomás Antonio Sánchez privativo de Aragón al explicar el verso de Berceo

Alzáronlo de tierra con un duro venceio;

cútio, que en Aragón significa constante, diario, no interrumpido, conforme con su elimología quotidie, quotidianus, y que la Academia escribe y explica de otro modo, poniendo cutío, trabajo material, y omitiendo absolutamente en su Diccionario el adjetivo cutiano (quotidiano) (cotidiano) que leemos en el poema de Alejandro

Un pasarïello que echaba un grant grito

andaba cutiano redor de la tienda fito

y en Berceo

facie Dios por los omes miraclos cutiano

y en el célebre Villasandino

Pues memento mey cutiano disanto.

de, partícula expletiva que se usa en la frase me dijo de antes su parecer, y en otras parecidas, y que también usan nuestros clásicos como Cervantes, “tan bien barbado y tan sano como de antes,“ y el obispo Guevara “y sus pueblos quedaron como de antes perdidos.“

Añadiríamos a estas algunas otras palabras y frases que, siendo muy familiares en Aragón, y no teniendo nada de exóticas ni nuevas, están excluidas, no obstante, del Diccionario de la Academia, por donde oficialmente resultan no ser castellanas, mientras son positivamente, ya que no aragonesas, de uso aragonés; pero atribuyendo este silencio, no a decisión magistral sino a descuido inevitable de aquel sabio cuerpo literario, no adicionaremos el anterior catálogo ni aun con las dos que por ahora nos ocurren. Es la una llevar la corriente, frase que hemos oído a castellanos puros y que usa el Duque de Rivas (poeta cordobés) en el romance último de su Moro Expósito

“, le acaricia, le lleva la corriente”

La otra es la voz medicina que no se define por la Academia sino como “ciencia de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano,” y que en sentido de medicamento (63) es en Aragón vulgarísima, se usa mucho por los facultativos y se lee con frecuencia en las Ordinaciones del Hospital de Zaragoza 1656, siendo además común a la lengua italiana y al dialecto catalán, pero que no puede formar parte de nuestro Diccionario cuando la vemos usada en todos los más distinguidos escritores castellanos, desde Cervantes a Espronceda, desde Quevedo hasta el poeta popular Trueba, y lo mismo en fr. Luis de Granada que dice sin los tormentos de los médicos y las medicinas, en Mexía como el buen medico sus medicinas, en Guevara y lo poco que las medicinas le han aprovechado, en Rhúa que sana la herida con medicinas lenitivas.

Pasando ahora a uno de los más notables grupos en que pueden dividirse las palabras aragonesas, digamos en honor suyo que este pueblo ha conservado un gran número de las que constituyeron el habla antigua castellana, siendo ya consideradas como arcaísmos fuera de uso algunas y no pocas, que acá nos son del todo familiares, y que en parte componen el más usual vocabulario de la gente inculta, cuyos modismos excitan hasta cierto punto la compasión de quien los oye, ignorándose, aun por nosotros mismos, que así hablaron los padres del común idioma castellano.

Sería, en efecto, un trabajo muy curioso el de reunir las voces, incorrectísimas hoy, de las clases últimas del pueblo, y observar su perfecta identidad, no ya con las que se emplearon en los siglos primeros del habla, sino aun con muchas de los escritores que florecieron en el siglo XVI (64). Llegarían esas semejanzas hasta el punto de ser fácil componer todo un discurso, y aun todo un libro, con palabras tomadas del antiguo castellano, que sin embargo serían exactamente las que usa con predilección el pueblo aragonés; bien que muchas de ellas no dejan de ser comunes con el ya bárbaro dialecto que todavía conserva el estado llano en toda España. Sean ejemplo de esta observación, sin que por eso abultemos con ellas nuestro Diccionario, las palabras niervo; omecida, gomitar, buticario, reconvinió, *prolvengan, filicidad, tuviendo, entreviniendo, abellota, quisiendo, *previdencia, risistir, pidir, dicir, recebir, vieda (veda), siguidilla, ambrolla, crocodilo, (latino puro) virificar, ogepción, asasinar, etc. Séanlo también mesmo, trujo (65), agora, escuro, enantes, dende, que los poetas dicen con frecuencia. Séanlo igualmente estentinos, malmeter y rancar, que usa Juan Lorenzo de Segura; emparar que se lee en Berceo; bulra, estoria, estruir y mandurria que emplea el arcipreste de Hita ; churizo (66), (choricer en Alcañiz, jueves lardero y chorizo) previlegio y rétulo, que nos dice Covarrubias; rabaño y aspárrago que conforman más con la etimología hebrea y latina; pedricado, que dice el rabí D. Santob; cantacio, estentino y otras muchas que se ven en el Cancionero de Baena; empués, que dice Marcuello (pero también Berceo); agüelo y cudicia Aldrete; acontentar el autor del Diálogo de las lenguas; inconvinientes, encorporar y muchas otras Zurita; riguridad Tirso de Molina; mesmamente el P. Isla.

Pero estas palabras no son otra cosa, aunque saludadas con el nombre de barbarismos, sino ligeras desviaciones enfónicas de otras verdaderamente castellanas: las hay que siendo notadas en Castilla como arcaísmos, son en Aragón bastante corrientes, y de ellas citaremos (aunque no hagamos uso de todas en el Diccionario) abejera, aconsolar, afigir, afirmar, almuestas, aplegar, apoticario, árcaz, asin, asisia, asumir, azarolla, bahurrero, batifulla, batimiento, bogeta, buco, cadillo, calendata, cablieva, canso, capacear, casada, cocote, coda, espedo, fajo, fendilla, ferial, fosal, interese, marzapán, mayordombría, mida, mueso, nano, ostaleros, otri, pasturar, peñorar, pigre, tardano, tributación etc.; de cuyo catálogo, que pudiéramos no sin dificultad engrandecer, se deduce lo que ya hemos indicado, es a saber, la religiosidad con que el pueblo ha guardado la antigua manera de hablar, haciendo en él la ignorancia las veces del respeto.

No son menos recomendables, pues son igualmente puras y perfectamente conformes con la índole o genio del idioma, las palabras compuestas que ostenta el aragonés.
No hay para qué decir la belleza y el número que de los compuestos resulta; ni la facilidad con que la lengua española los admite, merced a sus terminaciones vocales y a la buena proporción en que entran estas letras; ni la condensación que producen, economizando circumloquios y partículas; ni el uso que de ellos hicieron las lenguas antiguas, principalmente la griega: todo es demasiado conocido para necesitar
esplanarlo, y mucho menos aquí en donde por otra parte no tiene su principal asiento. Pues bien: de estas composiciones que deben tomarse, sino es en las ciencias, del fondo que ofrece el propio idioma (según lo insinuó Mayans con acierto, tomando cabalmente por ejemplo una voz aragonesa) hay algunas, entre las muchas que a cada

paso inventa la conversación, como aguacibera, aguallevado, aguatiello, ajoarriero, ajolio, alicáncano, alicortado, antecoger, antípoca, apañacuencos, arquimesa, arrancasiega, babazorro, botinflado, cabecequia, carasol, casamuda, cazamoscas, contrayerba, entrecavar, escondecucas, gallipuente (gallipont, gallipons), habarroz, hurtadineros, malbusca, matacabra, matacan, miramar, paniquesa, rabiojo, sobrebueno, sobrecielo, tragacantos, zabacequias.


Y si de los compuestos pasamos a los derivados, que son una parte tan principal, y por ventura la más numerosa de los idiomas, ¿cuántos no encontraremos en Aragón, cuya mayor parte debieran adoptarse por la Academia? Permítasenos ofrecer de ellos una muestra, la cual, contribuyendo a esclarecer este punto, dejará también probado que en la conservación tenaz de sus modos de hablar, generalmente proceden los aragoneses con una lógica instintiva, muy ajena de la especie de extrañeza depresiva con que son saludados sus provincialismos. Véanse, sino, las palabras aceitero, adinerar, afascalar, agramar, aguachinar, agüera, ahojar, aladrada, alaica, anzoleto, añero, apabilado, apenar, aquebrazarse, arrancadero, arrobero, asolarse, azutero (azud, assut), bajero, boalage, bolsear, brazal, cabecero, cabezudo, cabreo, calorina, callizo, canalera, cantal, capolado, capucete, casera, comprero, collete, cresarse, crujida, cuaternado, culturar, cunar, chorrada, defenecer, dentera, desbravar, descodar, desgana, encerrona, engafetar, enzurizar, esbafar, escorchón, escorredero, estribera, frontinazo, galgueado, helera, huevatero, jetazo, juguesca, lavacio, manifacero, mañanada, maseta, matacía, mitadenco, molada, ocheno, oleaza, parejo, pastenco, peduco, picoleta, plantero, pulgarillas, racimar, repaso, saquera, simoso, sondormir, sudadero, tardada, ternasco, vendería, volandero.

Hay otras muchas palabras que difieren muy poco de las correspondientes castellanas, resultado necesario de la varia eufonía de las provincias, a veces de la mayor o menor fidelidad etimológica, y no pocas del simple decurso de los tiempos, que refinan o adulteran, pero no para todos, el idioma. Vocablos hay que varían la terminación, como abejero por abejaruco, ancheza por anchura, apuñadar por apuñear (puño, puñada; puñetazo), azanoriate por zanahoria, balsete por balsilla, blanquero por blanqueador, capaza (capazo) por capacho, cargadal por cargazón, corrinche por corrincho, chaparrazo por chaparrón, dalla por dalle (guadaña), exigidero por exigible, friolenco por friolento (friolero, friolera), perera por peral, pescatero por pescadero, picor por picazón, rocador por rocadero. Unos se han sincopado en Aragón, como abrío por averío, albada por alborada, (auba Mallorca, alba) cartuario por cartulario, censalista por censualista, cobar por cobijar, chapear por chapotear, mida por medida, zanguilón por zangarullón: otros, al contrario, se han alargado por epéntesis, como alirón por alón, bienza por binza, cadiera por cadira, carracla por carraca, empedrear por empedrar, hilarza por hilaza, jarapotear por jaropear, marrega por marga, panso por paso, valentor por valor. Unos suprimen por aféresis la sílaba inicial, como caparra por alcaparra (también garrapata), dula por adula, jada por azada, jambrar por enjambrar, pedrada por apedreada, zafrán por azafrán (safrá; saffron): otros la toman por prótesis, como amerar por merar, asesteadero por sesteadero, atrazar por trazar. Unos pierden la final por apócope, como alum, brócul, caparrós, espinai, por alumbre, bróculi, (brócoli) caparrosa y espinaca: otros la toman, como rondalla por ronda. Algunos duplican una letra, como acerolla, sarrampión, por acerola, sarampión: otros son anagramáticos, como amorgonar y arraclan, (arraclau, arreclau) por amugronar y alacrán: otros obedecen más al origen latino, como bufonería, calonia, concello, curto, gramen por buhonería, caloña, concejo, corto, grama (lo gram en Beceite): otros padecen la leve alteración que algunos gramáticos llaman antítesis, (metátesis) como sucede en achacarse, albellón, alcorzar, almadia, anganillas, aradro, bofo, boteja, cogullada, ensundia, furrufalla, garufo, gayata, jijallo, lezna, mandurria, panolla, (mazorca) restrojera, rujiada, tamborinazo y vendema, cuyas equivalencias castellanas no es necesario enumerar (para la gente poco versada es necesario). Otros, finalmente, se distinguen por su sílaba inicial es, que en Aragón suele preceder como privativa en lugar del antepuesto des, y aun aumentarse a la voz castellana, como se ve en esbafar, escañarse, escrismar, esgarrar, espatarrarse, estral, estrévedes (67) y esvarar, bien que la lengua castellana es también abundante en esas voces, la mayor parte anticuadas (y esto prueba nuevamente en favor de Aragón lo que a la página 71 llevamos dicho) como escañar, esfogar, esfriar, espabilar, espalmar, espavorido, espedirse, espejar, espeluzar, esperezarse, espolvorear, esposado y estajo.

También son de citar, y merecerían una interesante explicación individual, algunas palabras y modismos, que, sin separarse del idioma común, tienen valor nuevo en Aragón, por estar tomadas graciosamente en sentido figurado o translaticio, cuya manera de hablar es uno de los más altos primores de una lengua. Notaremos como ejemplo, acantalear, ajustarse, albarrano, andaderas, anieblado, armarse fandango, asnillo, bandearse, barbaridad, brazo de S. Valero (68), caballón, cárcavo, carmenar, crujida, chaparrudo, echar la barredera (69), echar la ley, encabezado, encanarse, dar carrete, florecer la almendrera, garras, gorrino, guitón, gusanera, herejía (heregia), indignarse la llaga, julepe, jusepico, lucero, lucidario, macerar, mazada, morir a loseta, mostacilla, nazareno, pinganetas, salida de pavana, tiorba y otras.
A este grupo corresponden igualmente la palabra tocino en que los aragoneses toman la parte por el todo; las palabras azulejo, elástico, y esponjado, que toman pie de la cualidad sobresaliente del objeto para darle nombre; también talegazo y titada, cuya analogía con costalada y monería no deja de ser curiosa; igualmente bigardo, que aplicándose primeramente a unos frailes de la orden de S. Francisco condenados por herejes en Alemania e Italia, se extendió después a los de mala vida, concluyendo por significar en Aragón el mancebo de grandes medros y de buena apariencia para el trabajo pero que hace vida inútil y ociosa; y finalmente las antonomásticas florín que así se llamó por ser usual en Florencia, según Merino; frederical, con motivo del manto que usaron algunos Fadriques de Sicilia, según la explicación de Blancas; con D. Antón te topes, a guisa de maldición, en recuerdo de D. Antonio de Luna que asesinó al arzobispo de Zaragoza en los disturbios promovidos por el conde de Urgel; más listo que Cardona, con alusión al vizconde de ese título que, aterrado por el miedo cuando su grande amigo el infante D. Fernando fue mandado matar en 1363 por el rey su hermano, huyó precipitadamente desde Castellón a Cardona pasando el Ebro, por Amposta; ya se murió el rey D. Juan, frase proverbial alusiva al pródigo D. Juan II y dirigida contra los ambiciosos de mercedes; que viene Vargas, expresión con que se asusta a los niños desde la jornada funesta en que aquel mandó prender y decapitar a Lanuza de orden de Felipe II; zaforas, voz moderna, suponemos que ocasionada por el longista Zaforas en cuya casa se dice que sirvió como criado el famoso Cabarrús; piculín, en recuerdo de un famoso volteador de aquel nombre que, procedente de Castellón de la Plana, trabajó en Zaragoza muy a gusto de todos desde 1803 a. 1815, según Casamayor (70), bien así como en Castilla ejecutó sus habilidades en el siglo XVI el italiano Buratin, de donde tomaron ese nombre los volatines en general, según lo hemos leído en algún trabajo etimológico y aun nos parece recordar que en alguna comedia de Lope, por más que en el Diccionario de la Academia no hayamos hallado esa palabra.

Viniendo ahora a las etimologías, por demás está que repitamos lo que ya hemos indicado en este punto, ocioso es que digamos de nuevo lo que por otra parte de todos es sabido: las lenguas se forman por aluvión y por derivación, de lo cual nace su división en familias, el parentesco estrecho que a muchas liga entre sí, la riqueza misma que ostentan, como se ve en la griega con la acumulación de sus dialectos, en la latina con su imitación griega, en las germánicas y neolatinas con la asimilación de sus afines y con el contacto de los pueblos conquistados y conquistadores, aliados y enemigos. Pero si es un gran mérito filial, como lo es a nuestros ojos, la conservación cariñosa de las raíces o voces matrices, supuesta la necesaria y aun oportuna reforma de la sintaxis, en Aragón hay por qué envanecerse en este punto, pues son muchas las voces provinciales que derivan inmediatamente del idioma del Lacio (71).

Unas han conservado toda su estructura latina, como lumen-domus, articulata, calendata, portata, testificata, exhibita, cancelata, extracta, intramarino, ultramarino, cisterno, forideclinatorio, paciscente, y bonavero que, aunque tiene por su terminación aire español, procede de la frase antigua Bona vero quæ demandantur sunt hæc, y expresa hoy como entonces la lista de los bienes a que se refiere la demanda.
Otras son idénticas, o no han variado sino la desinencia o la ortografía, como ápoca, apoticario, ordio, cicures, brisa, ligona, uva, lucidario, sansa, comanda, excrex, convenido, pigre y motilar. Otras, aunque un poco más desemejantes, conservan muy visible su procedencia, como cuaderna, adimplemento, la Seo, coda, falenciales, oleaza, túberas, fiemo (
fem; humus; estiércol), macelo, farinetas (farina : harina), batifulla, fabear, zaborra y fabolines. Otras, en fin, aunque no de tan incuestionable etimología, la tienen bastante lógica, y desde luego mucho menos violenta de lo que suelen buscarla muchos etimólogos, a quienes, por lo mismo de no poseer nosotros su caudal, no los imitaremos ciertamente en disiparlo: tales son geta, gitar y jetar, de getare (y no de jacere, como otros suponen) (gitar : acostar sí es de jacere; gitar : expulsar, echar; foragitar); besque de viscus (pasta de muérdago viscosa, pegajosa, para atrapar pájaros); fajo (y aun fascal) de fax, origen de haz, (fasces; feix) hacinar etc.; huebra derivado de opera, que debió pasar por opra, obra y uebra, acabando por recibir entre nosotros un sentido genérico o trópico; aturar que Rosal (72) deriva de obturare; emberar acaso de ver, primavera, por empezar a colorear entonces algunas frutas, como se dice agostar al marchitarse de las plantas (agosto); exárico de exaro; concieto, de conceptus deseo concebido; muñido de monere, avisar, citar, obligar a comparecer; vellutero, de vellus, lana (vellut : terciopelo); trincar, de trincare, silvar, beber, dar muestras de recocijo; encante de in cantu; amosta, de amba manu hausta, según Monlau; tastar de tactus; mueso, de morsus; vencejo de vinculus; rufo, tal vez de rufus, rubio (rubeo : rojo); teruelo acaso de textula, tejuela con que en lo antiguo se votaba; caritatero, probablemente de charitas, a juzgar por el objeto de aquel cargo que suponemos equivalente al de limosnero; baste, quizá de bastaga, transporte, o de basterna, litera; calamonar, no muy extraño a calamenthum yerba; bando, que puede provenir de pando, siendo tan conformes las dos letras labiales en que se diferencian ambas voces; luquete, a luce como dice Rosal, aunque esa palabra no la incluye la Academia como aragonesa sino como castellana.

Otra de las más copiosas fuentes de donde el idioma español ha tomado un gran número de palabras, es la lengua árabe que, correspondiendo a una civilización muy adelantada sobre todas las de Europa, hubo de forzarnos a admitir, con sus raros conocimientos en las ciencias y artes, las voces que servían a desarrollarlos. No se habló en Aragón aquel idioma como en otras provincias, y es que tampoco no fue tan larga la dominación árabe, reconquistada Zaragoza en 1188 y Valencia (por D. Jaime) en 1238; pero fuélo todavía lo bastante para imprimirnos su influencia; y sobre todo nos impusieron los árabes en adelante, aun después de sometidos, ese suave yugo que, por lo mismo de no ser impuesto a la violencia sino en el seno de la paz, es, no sólo más duradero, pero aun tan honroso a los conquistados como a los conquistadores. Todavía subsisten, sobre todo en Valencia, pero también en Aragón y aun en Navarra, y claro es que en muchos otros puntos de España aun sin contar la Andalucía, prácticas agrícolas, costumbres indelebles, restos, del traje calles y barrios, y principalmente muchos vocablos de la lengua árabe con que la nuestra ha venido a enriquecerse.

Sobre las voces que son generales a toda España, y que Marina enumera cuidadosamente hasta formar un catálogo de cerca de mil quinientas, si bien algunas de origen griego u oriental pero siempre transmitidas a nosotros por los árabes, tiene Aragón otras propias de las cuales citaremos ajada, ajadón, alamín, alberge, albarán, alcohol, alfarda, algorín, almenara, almud, almudí, amelgar, antibo (de anteba, hincharse), arcaz, arguello, arna, aturar (73), badal, bailío, barreño, bocal, boto, bucarán, eraje, gaya, gafete, jauto, jebe, jeto, jimenzar, lapo, márfega, márraga, mossen, rafalla, rafe, sirga y zafrán; a las cuales no dudamos en agregar las investigadas a ruego nuestro por un competente amigo nuestro (74), de entre los cuales son incuestionablemente árabes, según sus informes razonados, alguaza, alquinio, antosta, badina, bahurrero, cabidar, capleta, charada, fardacho, fizón, maigar, tabarda, tría, zaborra y zalear; muy verosímiles alfarrazar, alacet, arcén, buega, cija, libón, y liza, y algún tanto dudosas abollón, *aribol, batueco, bistreta, boira, caramullo, cibiaca, cocón, cospillo, cudujón, fejudo, fres, güellas, jasco, lillas, pardina y pocho.
(
En el glosario etimológico de las palabras españolas de origen oriental, de Leopoldo De Eguilaz y Yanguas he encontrado algo: Baden, badina. La zanja que dejan hecha las corrientes de las aguas. Charca. De * bátin, "rebajado, hundido (suelo terreno) en Kaz. "the low or depressed tract of land, of the plain, where water rests and stagnates" en Lane. Alix. (badina, badines, a Beseit, la badina negra al Parrissal). // ALACET. Voz aragonesa que significa fundamento de un edificio. Borao. Es la arábiga alist o alicet, que, entre otras acepciones, tiene la de fundamento en Kazimirski. Tráela R. Martín bajo la forma *ar alast o alacet, según la pronunciación vulgar, aunque con significado distinto. Acaso alacet no sea más que la contracción de *ar alisését, pl. de alisés, fundamentum en R. Martín, la base o cimiento de un edificio.)

En cuanto a la influencia provenzal, (ver Lou tresor dóu Felibrige, Mistral) con decir que se sintió más o menos aun en Castilla, no puede sorprender que en Aragón fuese extraordinaria, y lo admirable es, pero no menos cierto, que aquí no resultase un dialecto como el catalán o valenciano, y que alcanzara a conservarse el idioma español, nacido como en Castilla pero independientemente de Castilla, y perfeccionado lentamente no sin alguna intervención castellana, pero desde luego con más y mejores aunque no muy aprovechados elementos. Haciendo fondo común de las voces puramente lemosinas y de las catalanas, tenemos, principalmente de estas, un buen número, siéndonos perfectamente comunes amosta, baga, banova, barral, botiga, braga, bresca, corcar, embafar, empentar, escalfeta, escalibar esclafar, esgarrifarse, falca, fuina, gallofa, garba, garraspa, ginjol, gosar, greuge, madrilla, mas, máscara, porguesas, pudor, purna, quera, a ran, sirga, taca, tastar, tongada, trena, trucar, veguero, veta, y, según puede verse en Raynouard (75), adobar, aturar, borda, getar, rosigar, tetar y alguna otra; así como también son comunes al aragonés y al catalán, aunque aquel les ha dado desinencia o pronunciación castellanas, ajordar, calage, calibo, fitero, guito, manifacero, masobero, tinelo, trespontin etc. y lo son también, o por su raíz o por su semejanza, argadillo, cuquera, espenjador, fosqueta, garrampa, milocha y alguna otra.

Algunas de estas palabras pertenecen también a los otros idiomas neo-latinos, no siendo fácil decidir si fueron elaboradas a un mismo tiempo, ni en caso contrario de qué parte estuvo la precedencia; pero de todos modos es lo cierto que tastar, por ejemplo, es común a los idiomas aragonés, catalán, francés e italiano, (e inglés, taste) que botiga, y gingol (jíngol, gínjol), traspontín y aun falordia lo son a los tres primeros, que fuina, muir, taca y aun escalfeta lo son al aragonés, al catalán y al italiano. En cuanto a las semejanzas del aragonés con el francés o el italiano pueden citarse, respecto a este, gratar, chemecar, falaguera (de follegiare), y aun badal y picota; y respecto a aquel acoplar, aguaitar (de guetter), alberge, argent, (Ag, argentum, plata) becardon, chapelete, empachar, esparvel (de épervier) (esparver, esparvé), fuina, guipar (de gûepe abispa), manchar, mazonero, niquitoso (de nique mueca), planzón, pocha, pochada y algunas otras como gallón que la Academia escribe gasón tal vez por aproximarla al gazón francés, y mascarar que, desusado hoy por ellos más no por nosotros, usó sin embargo Rabelais en “Gargantúa) se mascaroyt le nez.”

Expuesto ya, si bien concisamente y sin extendernos a observaciones, panegíricas, lo más preciso de saber para la inteligencia del habla aragonesa en lo tocante a su historia, su etimología, su propiedad y aun sus ventajas, seguramente que completaría en gran parte nuestro trabajo la exposición de los modismos, frases o refranes peculiares de Aragón; pero nos ha retraído de esta idea, no sólo la dificultad de llevarla a cabo con algún acierto, sino la consideración de que aquellas maneras usuales de decir no alteran en nada el idioma castellano, ni difieren (sino es en los pueblos del Somontano (76)) de la sintaxis común, ni marcan ninguna genialidad aragonesa, ni son otra cosa que combinaciones de las sin número que permite un idioma, y que todos los días crea el gusto o la improvisación individual. Ni las construcciones poderse asumir a bolsa de caballero y llevar mujeres a ganancia, que usan nuestros fueros, tienen nada de repugnante con el idioma castellano; ni ofrecen originalidad de alguna monta las frases campar por sus respetos, no le hace por no importa, conducir por Ebro vez de vez de conducir por el Ebro, jugar a pelota (creo que en Navarra y País Vasco se usa también) por a la pelota, parar fuerte por mantenerse sano, vagar te puede por ancho te viene, hacer duelo por dar lástima, (sobre todo en la comida: me hace duelo dejármelo: me fa dol dixámeu; no te cale : no te cal : explicado más arriba) el Juan y la Isabel por Juan e Isabel (77), (el artículo delante del nombre propio se usa en toda España, pese a lo que diga la gramática; la Yoli, la Jeni, el Jonatan, etc) sin parar por al momento, tal cual por al punto y otras como estas; ni tampoco los decires familiares o proverbiales pan de mi alforja, hasta las pulgas toman tabaco, a sopas hechas, ir atrás como el soguero, peor que Geta, más malo que Piván, más feo que Tito, peor que Fierrabrás (Fier-à-bras) (Fierabrás), más célebre que Barceló por la mar (con alusión al famoso marino mallorquín del siglo pasado), sabe más que Briján (Bricán nigromante o hechicero, como Merlín, según Milá), tiene más que Zaporta (cuya esplendidez se conserva en Zaragoza en el palacio monumental de su nombre que después se llamó de la Infanta por haberlo habitado la esposa del infante D. Luis), con la faldeta remangada, priétate la frente, para cuestas arriba quiero mi mulo, como los perros en misa, el que a su enemigo plañe en sus manos muere, más vale sudar que estornudar, más caro que el salmón de Alagón, que se pasa el asado, serio como bragueta de ciego, viejo como las bragas de fr. Pedro, sabido como el chiste de Saputo (78), qué trenzadera o qué alpargata lleva (embriaguez o (borrachera), donde Cristo dio las tres voces (en paraje extraviado), irse por Val-de-Gurriana (desviarse del camino natural aunque sea en la conversación, en el juego etc.), costar un sentido, ya viene Martinico (para decir a los niños que les entra el sueño), más duro que el pie de Cristo, llamar a Cachano con dos tejas (querer un imposible, apelar a quien no puede socorrernos) y otros de ese carácter ; ni encontraríamos cosa alguna reparable sino en muy contadas locuciones que en cierto modo alteran el idioma y se presentan en él como verdaderos solecismos, según lo vemos en ir viaje o estar viaje por ir de viaje o estar de viaje, se lo dé V. por déselo V., es tu que no llueve usado por la gente vulgar en forma interrogativa en vez de ¿cuánto va que no llueve?, lo qué? por qué?, en puesto de y en igual de por en vez de (locus : lugar, puesto, lloch, lloc, loc, loch; en lloch de, en lloc de, en puesto de, en ves de), hasta de ahora por hasta ahora, con otras que pudieran añadirse y que nosotros omitimos rebuscar.

En lo que sí queremos detenernos algún tanto es en el gracioso diminutivo en ico, que consideramos más bien como un modismo que como una palabra, y que, si bien es manera de hablar muy castellana y aún no considerada como arcaísmo por el Diccionario de la lengua, pero es desusada y aun ridícula entre los castellanos, al paso que muy general en todas las clases sociales de Aragón y de Navarra (y Murcia).
Y decimos que muy general, porque hemos de confesar que un gran número de palabras de las que hemos citado como aragonesas, y por ventura las más interesantes, como cal, aturar, amprar y muchísimas otras, ya no se conservan sino entre las clases ínfimas del pueblo; que también
acá (acá se conserva más en Sudamérica, en España ven p'acá, p'aquí) ha cundido entre las personas cultas el desdén hacia nuestras bellezas provinciales; pero el diminutivo de que hablamos es universal, y ya no depende de la educación sino del nacimiento.

El idioma español, rico en los diminutivos cual ningún otro, y desde luego muchísimo más que el hebreo, el árabe, el griego y aun el latín y el italiano, como que reúne más de treinta diversas terminaciones (79), habiendo palabra que permite ella sola doce desinencias, claro es que no aplica todas esas variantes o aumentos de final a todas las palabras, antes se conforma con lo que cada una permite (80); mas en medio de ser esto cierto, las en ico, en illo y en ito son terminaciones generales que se aplican indistintamente a casi todos los nombres, habiendo entre ellas una verdadera sinonimia.


Pero el diminutivo en ico tiene dos ventajas incontestables, el uso preferente que de él hicieron los padres de la lengua, y su significación especial e intrínsecamente distinta de los de otras terminaciones. En los escritores de nuestros orígenes, sobre cuyos sencillos versos parece que vagaba, como una fresca brisa sobre las plantas silvestres, el ambiente de la naturalidad, era el diminutivo en ico el que dominaba en la expresión de los afectos o las apreciaciones, y por eso es tan general en la poesía popular y en la familiar de posteriores tiempos. ¡Qué bien dicho está en una farsa de Lucas Fernéndez

¡Oh, pastorcico serrano!

¿viste, hermano,

un caballero pasar?

y en un romance sobre el moro Calainos

Bien vengáis, el francesico

de Francia la natural?

¡Cuán propio es de la poesía de Castillejo, último trovador de los amores y la sátira, paladín de la poesía nacional contra los petrarquistas, contra los luteranos como él decía, cuán propios son de aquella poesía fácil y sentida aquellos versos, ya pertenecientes a una época muy adelantada, en que se pinta con gracia inimitable a un vizcaíno borracho metamorfoseado en mosquito
tuvo con esto a la par

una risica donosa,

las piernas se le mudaron

en unas zanquitas chicas,

los brazos en dos alicas,

dos cornecicos por cejas!

¡Qué bien sienta en Rodrigo de Cota o Juan de Mena, o quien quiera que escribiese la primitiva Celestina (que nosotros no hemos de desatar nuestras dudas como el editor de Barcelona que atribuyó a aquellos dos tan admirable obra); qué bien sienta aquella aglomeración graciosa de diminutivos «Nezuelo, loquito, angelico, perlica, simplecico, lobitos en tal gestico, llégate acá putico etc.»! ¡Qué encanto hay en aquellas deleitables fontecicas de filosofía, que nos dice Fernando de Rojas! (autor de la Celestina)
¡Qué espontaneidad tan amorosa en Fr. Luis de Granada el pollico que nace luego se pone debajo de las alas de la gallina... y lo mismo hace el corderico; en Mendoza las mañanicas del verano a refrescar y almorzar; en Santa Teresa al primer airecico de persecución se pierden estas florecicas; en Guevara lo demás que callandico me pedistes en la oreja etc.; en Ávila cuando aconseja conservar esta centellica del celestial fuego; en Lope para quien la constelación de S. Telmo era una estrellica como un diamante! (81) ¡Qué difíciles son de enmendar aquellas tajadicas subtiles de carne de membrillo con que se atendía a la voracidad plebeya de Sancho el Gobernador, aquellos zapaticos para sus hijos que echaba de menos su mujer, y, entre muchos pasajes de la GITANILLA DE MADRID, aquel «Preciosica, canta el romance que aquí va porque es muy bueno”! y ¡cuán superior es en la misma novela aquel cabo de romance (82) «Gitanica que de hermosa te pueden dar parabienes» sobre el que le sigue «Hermosita, hermosita, la de las manos de plata!» ¡Qué tono de familiaridad en aquella carta de Caballero de la Tenaza «Ahora es, y aun no acabo de santiguarme de la nota del billetico de esta mañana!" (83) Y viniendo todavía más a nuestros tiempos, cuando la lengua y la poesía tocaban el último grado de la perfección, el principio ya de su inminente decadencia, léanse nuestros grandes poetas dramáticos y líricos, y veremos que, cuando el asunto les consiente cierta familiaridad, prefieren el ico para denotarla más fielmente, como en los versos de Calderón

La ropilla ancha de espaldas,

derribadica de hombros,

y redondica de falda;

como en Moreto, en quien todavía resulta más terminantemente nuestro aserto cuando entre sus personajes de TRAMPA ADELANTE pone a Jusepico y Manuelico pajes,

a la manera de Quevedo que llama Pablicos al héroe de su novela el Buscón (84).

Tan admitido era entre los más serios escritores aquel diminutivo, que en el testamento (verdadero o falso) del Brocense, el cual inserta e impugna con su exquisito natural buen juicio el Sr. marqués de Morante en la excelente vida de aquel humanista publicada como apéndice al tomo V de su Catálogo, hay una cláusula que dice «Item, Mando a Antonita mi nieta el mi lignum crucis con su cristalico у las seis esmeraldas de que está cercado»; y, lo que es más reparable, Covarrubias, cuyo lenguaje didáctico parece que había de excluir todo diminutivo, dice al explicar (bien ridículamente por cierto) la etimología del gavilán «cuasi cavilan por la astucia y sutileza con que hace presa en las avecicas,» cuya frase le copia y prohija la Academia en la primera y más completa impresión de su Diccionario (85).

Y para que se vea con otro género de prueba la importancia que tuvo ese diminutivo, obsérvese que hay palabras de que no ha quedado, según la Academia, sino el diminutivo en ico, por ejemplo bolsico, calecico, doselico, farandulica, sonetico, fuellecico y zamarrico, a las cuales pueden añadirse las locuciones y refranes veranico de S. Martín, mañanicas de abril buenas son de dormir, Romero ahíto saca zatico etc.: hay algunas que no admiten otro que él, como Perico, borrico, gemidicos y lloramicos; (ploramiques, els pluramicas catalanistas) otras que han venido a determinar una nueva significación perdiendo absolutamente la diminutiva, como acerico, pellico, velico, villancico, farolico, (en sentido de yerba), frailecico (en el doble de ave y pieza del torno de la seda), besicos de monja (en el de planta), (teticas o tetillas de monja, el dulce o pasta, o algo delicioso; mamelleta de monja) palmadica (en el de baile), y tal vez espacico sinónimo de aciago en los antiguos escritores. (despacico conmigo, que tiro de chirla y te echo las tripas en un canasto. José Mota, de un lugar de La Mancha)

La segunda ventaja que abona el uso del diminutivo en ico es su particular significación, (decimos ahora significado) pues aunque parecen sinónimos los en ico, illo e ito, que la Academia agrupa concediendo la elección al buen gusto del escritor, es lo cierto que el diminutivo aragonés (permítasenos esta frase) tiene dos diferencias con aquellos otros, una que podemos llaman gramatical y otra moral, una que se resuelve como todas las cuestiones de sinónimos, otra que tiene relación con el carácter del país en que principalmente se conserva generalizado aquel diminutivo. La diferencia gramatical, a la verdad no muy marcada desde que la supresión del diminutivo en ico ha refundido en los otros su verdadero significado, consiste en que la terminación en illo tiende visiblemente al desprecio, al achicamiento voluntario de un objeto, por ejemplo, chiquillo, capitancillo; la en ito tiene algunas veces carácter depresivo y no pocas denota cierta repugnante hipocresía, como se observa por ejemplo en las frases ¡ tiene una risita! ¡la mosquita muerta!; la en ico demuestra cariño o predilección, siendo a lo menos un aditamento inofensivo, como nos lo declara prácticamente el ejemplo que llevamos citado de la CELESTINA, en el cual se ve que prepondera aquella expresiva terminación para la alabanza, angelico, perlica, simplecica, gestico, y se reservan otras para lo que puede indicar detracción, como nezuelo, loquito y lobitos. En cuanto a la diferencia moral, estriba en que el diminutivo en ico representa el lenguaje de la familiaridad, de la conversación, de la intimidad, y por decirlo así, de la buena fé, fuera del cual apunta en cierta manera el estudio, el disimulo, la desconfianza, la reserva, la falta de espontaneidad.

Hemos expuesto, sucintamente algunas veces, y otras con mayor difusión, los caracteres esenciales del idioma aragonés, mal apreciado en general, tan poco estudiado aún por los mismos aragoneses, pero tan digno de un examen todavía más lato que el que le hemos consagrado. Las fuentes de donde procede, que son las más puras; la respetuosa conservación de voces latinas, y sobre todo de españolas antiguas; la asimilación que se ha procurado parca y atinadamente con las arábigas y lemosinas; la suma de sus palabras técnicas, compuestas, derivadas y aun onomatópicas, en todo conformes con el carácter de la lengua española; la expresión genial, candorosa y fácil que distingue a muchos de sus vocablos y a no pocos de sus modismos; todo contribuye a darle un conjunto inexplicable de belleza que, si no se ha beneficiado todo lo posible, consiste en que la sumisión aragonesa y la tiranía castellana puede decirse que han concurrido a eliminar de la literatura los elementos más útiles del idioma aragonés, que viene a ser una variante cuando no un complemento del impropiamente llamado castellano.

De las ventajas que a este mismo lleva, algo es lo que ya tenemos indicado, pero todavía podemos añadir tal cual observación que se compadece muy bien con nuestro objeto. Hay palabras, como ababol, que, no desmereciendo en suavidad de sus respectivas castellanas, obedecen más a su etimología: hay otras, como abortín, que conforman mejor con el genio de la lengua, si bien ya sabemos que por uno de los muchos secretos de la española los diminutivos tienen a veces desinencia aumentativa (a la hebrea y griega) como sucede en anadón y liebratón, verdadera antítesis de otros, como tordella que es aumentativo: hay otras, como remoldar, que son más concretas, pues en ese mismo ejemplo vemos que Castilla hace sinónimos a remoldar y podar, mientras en Aragón lo uno se refiere a los árboles y lo otro a las vides (esporgá, expurgar, pera los abres; podá la viña, desullá, etc.): hay otras, como cortada y huevatera, muy superiores a sus análogas corte y huevera, que en castellano son ambiguas y confusas por sus diversas significaciones: otras que tienen más conformidad con la lengua madre, como uva, que responde en Cicerón y en Fedro, como entre los aragoneses, a la idea castellana de racimo, que en Columela todavía expresa el que forman de sus propios cuerpos las abejas, y que en Virgilio tiene la más general significación de cepa o vid, fert uva racemos: hay otras sutilísimas, como respetudo y gobernudo, que denotan, no ya la idea despectiva propia de esa terminación, sino una especie de falsa importancia, pues respetudo quiere decir el que inspira cierto infundado respeto, no por lo que es en sí, sino por su edad, su figura y su entonación oraculosa; y gobernudo, no el que es realmente metódico y ordenado, sino el que bulle mucho y parece estar en todo, aunque positivamente no tenga tanto gobierno como agilidad y movimiento: hay otras dotadas de gran propiedad y de muy buenas condiciones eufónicas, como agüera, alud, asnada, brisa, caloyo, eraje, jugadero, mejana, lloradera, redolino, ternasco (86) y vulturino: hay otras de excelente composición, como aguacibera, aguallevado, ajo-arriero, ajolio (ally oli, allioli; allium oleum), alicortado, botinflado, cabecequia, malbusca, matacabra y matacán, que no puede rehusar ningún gramático: hay otras perfectamente significativas y en igual grado concisas y aun irreemplazables, como los verbos alfarrazar, amprar, antecojer, atreudar, bolsear, ceprenar, chemecar, entrecavar, favear, malvar y otras que son de composición castellana con cierta libertad francesa.

A todas las cuales, que de suyo no tienen equivalencia en castellano, hay que añadir, porque tampoco no la tienen exacta, las palabras alfarda, almenara, amelgar, amosta, antípoca, antor, apercazar, apuradamente, atrazo, axobar, bimardo, borroso, boto, brazal, cabecero, capacear, capleta, *cenero, cerpa, convenido, correntía, crujida, cudujón, chorrada, emberar, empeltre, encabezado, fádiga, hablada, lorza, mantornar, mañanada, marraga, masobero, modoso, oleaza, panicero, picotear, racimo, rafe, ruello, saso, tardada, taste, teruelo, terrón, tinglado, vellutero, venora, zaborra y zancochar, todas o casi todas las cuales, y otras que aquí no citamos ni definimos para prueba, como quiera que lo están en nuestro Diccionario, debieran adoptarse como propias en el idioma español, e igualmente las que se citan en la ENCICLOPEDIA ESPAÑOLA (87), artículo de España lingüística, en cuya obra, que no debe parecer sospechosa de provincialismo, se defiende resueltamente al idioma aragonés y se inculpa gravemente a los castellanos por el exclusivismo con que proceden en materias de lenguaje, prefiriendo en muchos casos ostentar su pobreza más bien que adoptar de los dialectos españoles aquello en que estos les superan.

Hemos terminado con eso la tarea que nos habíamos impuesto, a la cual vamos a dar cima con una sola observación. Puesto que se ha perdido literariamente, aun en las márgenes del Ebro, el habla aragonesa; puesto que lejos de perfeccionarse ni aun conservarse estos dialectos, amenazan confundirse poco a poco en el idioma general; bueno fuera que la lengua conquistadora utilizara en beneficio común esos restos lingüísticos que de otro modo han de perderse, y entonces, ya que el vocabulario aragonés ni se conservara sino en libros como este u otros de mejor desempeño, ni sirviera sino como una curiosidad filológica; contribuiría por lo menos a enriquecer el acerbo común de la sin par lengua española, y, a cambio de tantas glorias abdicadas en favor de la unidad ibérica, conservaría el Aragón la de haber mejorado con su hermoso dialecto el habla rica de Cervantes.

jueves, 4 de febrero de 2021

Ensayo de un Diccionario aragonés-castellano

ENSAYO
DE UN
DICCIONARIO
ARAGONÉS-CASTELLANO
POR
DON MARIANO PERALTA,
ABOGADO DE LOS TRIBUNALES DEL REINO
**(dedicatoria y firma: Al Sr. Conde de Ay*
Su *ser.° de aprecio
El autor)
CON LICENCIA:
ZARAGOZA. IMPRENTA REAL. AÑO 1836.

(Edición: Ramón Guimerá Lorente. Se actualiza la ortografía. Ejemplo, mio : mío; Gerónimo Borao amplió este ensayo en su DVA, Diccionario de voces aragonesas)

Ensayo de un Diccionario aragonés-castellano, Mariano Peralta, Braulio Foz

A DON BRAULIO FOZ:

PROFESOR DE LENGUA GRIEGA EN LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA.

Amigo mío: aunque no mediasen los motivos de la amistad, que para mí siempre serán muy principales, bastaría para ofrecerle este Ensayo el derecho que tiene V. a ello, como escritor aragonés, que no se deshonra de parecerlo en su estilo, si es que no fue envidia del crítico que le notó de provincialismo. No soy tan lince que en las obras de V. señaladamente en la del Verdadero Derecho Natural conozca la patria de su autor, y aun me atrevo a decir, que no la conociera ningún español, ni sospechara nadie que había nacido en las riberas del Ebro, (en Fórnoles, comarca del Matarraña) si V. mismo no lo hubiera asomado en aquellas expresiones, nuestro fuero aragonés, nuestros mayores y otras que V. usa en esta obra. Pero habiendo sabido, que no se defendió V. de la crítica de aquel temerario, diciendo, “que caso de ser fundada la miraba V. como un testimonio del mérito de su estilo, y que si podían tacharle de aragonés, nunca le podían calificar de afrancesado,” lo que es muy raro entre nuestros modernos escritores: me ha parecido que era este un título de justicia *para que le dedicase esta obrita, cuya publicación se debe sólo a las instancias de V.
A la autoridad del hecho que he referido se debe la idea general del discurso preliminar; y aun las observaciones oportunas (en mi concepto) con que en él se defienden del supuesto provincialismo de nuestros escritores.

Antes de conocer a V. tenía ya compuesto mi Diccionario, pero ha sido suerte muy feliz no haberle publicado, pues así ha merecido la aprobación de un escritor castizo e inteligente con cuya amistad se honrará siempre. S. S. S. Q. B. S. M.

Mariano Peralta.

https://an.wikipedia.org/wiki/Mariano_Peralta_Horte

(Quizás en otra edición aparece: Zaragoza 6 marzo de 1835. En esta no.)

PRÓLOGO.


Para aquellos que pretenden reducida la España en materia de idioma culto a los confines de la Castilla y que sólo juzgan que allí se habla el lenguaje puro y castizo de los hijos de Pelayo, parece una empresa ridícula y mezquina la de un Diccionario de las voces que se usan en Aragón y que no han merecido tener cabida en el de la Academia. Sin embargo un trabajo de esta naturaleza no sólo es un testimonio de laboriosidad y de que se ha fijado una atención filosófica sobre cosas, que no llaman ordinariamente la de los que sólo viven en el mundo de los muertos conversando únicamente con los autores que fallecieron en siglos remotos y apartados, sino que es un medio asimismo de presentar materiales para enriquecer nuestra lengua. Los idiomas pobres en su principio crecen como los ríos con los caudales que se les agregan. Los romanos que sojuzgaron la Italia y que trasladaron al recinto de su ciudad pueblos enteros adoptaron también parte de las palabras de que usaban aquellos. Podría citarse la voz Quírites tomada de los sabinos, y aun se podría hacer patente que fueron a enriquecerse fuera del Lacio con los despojos de otras naciones acogiendo una palabra española para significar el escudo. ¿Los franceses no han tomado también de nosotros la palabra número para evitar las equivocaciones que produciría la ambigua aplicación de nombre? Estas adopciones frecuentes en todos los idiomas comprueban lo conveniente, que es recoger dentro de una misma nación las palabras que se usan en las provincias. Un gran provecho resultará a los magistrados para entender las declaraciones de los testigos, para penetrar la fuerza de los contratos y ordinaciones redactadas en este lenguaje, pero también se originará otro beneficio y es que muchas de estas voces desechadas ahora con hastío como bárbaras puedan ser admitidas algún día en el Diccionario de la lengua, después de haber observado, que escritores profundos y cultos, no reparan en valerse de ellas, para expresar ciertas ideas, que antes las significaban con rodeos y circunloquios. ¿Por qué no había de adoptarse en un código rural, la Agüera, Alfarda, Aguacivera y otras? Será más castellano ni más propio decir acequia de aguas pluviales, pago de aguas o contribución de estas, que alfarda? Lo único, pues, que puede oponerse contra las palabras que contiene el catálogo, que presento, es que no se hallan, o muy pocas en el Diccionario de la Academia. Pero ¿acaso esta omisión o calificación de provinciales puede ser un anatema invencible, ni un justo título de proscripción?

La Academia no puede ejercer una autoridad tan ilimitada, ni los castellanos pueden dar la ley hasta tal punto a los aragoneses. Quieren ser los jónicos de la lengua castellana; pues nosotros seremos los áticos o los dóricos, y con cualquier título tan castizos y tan buenos como ellos. Los andaluces alegarán el mismo derecho, que es el uso de su país, derecho muy legítimo, como que no tienen otro los castellanos, y podrán también formar su Diccionario.

Es una paradoja gálica, porque los franceses son los que lo han inventado, para consolarse de la pobreza de su lengua, y un engaño decir, que la riqueza de una lengua no consiste en la abundancia de voces, sino en la diversa significación que tienen, en la variedad y diferencia de ideas, que unas mismas representan. No sé como los que así sienten, puedan entender la riqueza de los idiomas. Y lo peor es, que al fin han llegado a hacer su opinión de moda, porque es corriente entre nuestros filólogos. Siempre el prólogo de Huerta a sus Sinónimos me ha parecido obra de un filólogo educado fuera de su patria, en esa Nación donde es muy usado ese estilo, porque así cree que conviene a su estimación y al desprecio de las cosas en que otros le llevan alguna ventaja. Vaya aparte la cuestión, si hay o no verdaderos sinónimos, que ya sólo puede ponerse a ventilarla el que nunca haya examinado en dos voces que lo parecen, las ideas ya simples, ya compuestas que encierran. Pero con todo no puedo menos de advertir que siempre es argumento en favor de la opinión contraria a la del Sr. Huerta y de los franceses. Aun en las anticuadas se hallarán ideas que faltan a las que el uso les ha sustituido, aun en las simples conjunciones. ¿Quién dirá que por tanto, así que son absolutamente lo mismo que por ende? Séanlo dende y desde, porque la diferencia no está en la voz, sino en las letras de una misma; pero si aquella es diferente, apenas se hallará una en que las ideas no lo sean. Doy sin embargo que haya una absoluta identidad, ¿nada es la variedad, la armonía, la facilidad de asonantes y consonantes por las diferentes terminaciones? Dejemos pues esas paradojas, esos errores, esas artes a los franceses, llamen ellos claridad a la mezquindad, exactitud a la ruindad y monotonía de su sintaxis (sintácsis): y formando la opinión por nosotros mismos, y por nuestras cosas nacionales, atrevámonos a estimar nuestra riqueza, y la abundancia, variedad y la generosidad de la más hermosa lengua de Europa.

No se trata en este Diccionario de la las voces particulares de un dialecto, porque este nombre no se puede dar sino a una lengua distinta de otra en algo en la sintaxis, o por lo menos de la declinación de los nombres y conjugación de los verbos, y semejante a la misma en lo general de ella. Sería dialecto del español la lengua que hablan nuestros aragoneses del Somontano, porque sin dejar de ser española tiene diferencias bastante considerables en lo esencial de todo idioma. Allí dicen, o mulo, os mulos por el mulo, los mulos: tu yés, el yé, por tú eres él es: vinon, tubon, se fuen: por vinieron, tuvieron, se fueron: a yo, por a mí: subiba, teneba: por subía, tenía: gosa ser, gosa tener: por debe de ser, debe de tener: bel tunante que la quie engañar, por algún tunante que la quiere engañar: bella muller d'a galera, por alguna mujer de la galera. Esto es un verdadero dialecto de la común lengua española; pero no lo es la que se habla en Zaragoza ni en parte alguna de Aragón (fuera de esa), porque es absolutamente la misma de Castilla. Una que otra voz ni muchas no hacen diferencia de idioma.

Muchas de estas son tomadas del lemosín o catalán, por la proximidad a Cataluña y la antiquísima unión de estas dos naciones. Pero no por eso se crea que en Aragón se habló el catalán en algún tiempo, como dice sin ningún fundamento el Marqués de Mondéjar, que quiere atribuir al rey Fernando 1.° la introducción de la lengua castellana. Poco había leído de nuestros antiguos escritores, y poco sabía de nuestras cosas. El rey Fernando vino a principios del siglo XV (después del Compromiso de Caspe) y ya mucho antes hablábamos la misma lengua que ahora, si bien usábamos algunas voces que poco a poco se fueron dejando, como también ha sucedido en Castilla. En 1385 decía D. Juan 1.° escribiendo a los jurados de Zaragoza. Omes buenos, bien creemos que habedes sopido, como en el principado de Cataluña no hay aquella abundancia de pan que sería menester. Pregunto; ¿cómo se diría esto en Castilla en aquel tiempo? ¿Era otra lengua o estaba más adelantada la que entonces hablaban los castellanos? Sin embargo aún tardó más de veinte años a venir el rey Fernando del Marques de Mondéjar.

Que en Aragón resultase del latín, del arábigo y del gótico una lengua tan parecida, o la misma que resultó en Castilla, no debe admirar, porque con los mismos elementos en el idioma, la misma pronunciación, las mismas costumbres, las mismas causas políticas y religiosas, el mismo cielo, el mismo carácter y una comunicación y mezcla tan continua entre ambas naciones, fuera imposible suceder otra cosa. No así en Cataluña donde la corrupción del latín vino de la Provenza con los primeros reconquistadores. Conque ni los castellanos introdujeron aquí su lengua, ni es diferente la nuestra de la de ellos: es uno mismo y solo idioma.

No todas las voces que usamos nosotros y son extrañas en Castilla pertenecen al lemosín, aunque hay algunas que tienen este origen. Unas son latinas, otras derivadas de raíces españolas, otras arábigas, lo que demostraría su etimología si se examinase.
Pero para prueba véase en estas. Concieto (apetito fuerte y especial de comer o beber alguna cosa determinada) viene de conceptus (deseo concebido) que es muy latino. Porgar (acribar, ahechar) de purgare, (limpiar). Pinocha de Pinna o pinus, por la figura. Trasmudar de transmutare. Remondar de mundare (limpiar) Recantillo de canto (extremo) y re que tiene fuerza de trabajado, repetido, redoblado, porque así se hace una buena barda. Vesque (liga) de Viscus. Botinflado de boto (cuero) e inflar. Basta de etimologías. Las voces arábigas son harto conocidas, y no es menester citarlas. En fin tenemos también algunas griegas, como entre otras: aturar, que es parar en un sitio por estar entretenido o cebado en alguna distracción o juego. Caloyo, recental, cabritillo.

El desprecio o nota infamatoria con que los castellanos desechan algunas voces nuestras es una injusticia, y una presunción exorbitante; y esto se funda en que los castellanos tienen un diccionario de su idioma, en el cual se han visto obligados a dar lugar a algunas voces extrañas a su provincia, como lo son muchas de las suyas para nosotros. La disputa, pues, debe ser, si un escritor aragonés puede usar las voces que aquí usamos propias de nuestra provincia, que usaron ya, o no usaron, nuestros escritores de otros siglos.

Que los castellanos se rían, sólo prueba que les sorprende un lenguaje a que no está acostumbrado su oído. Porque ¿en qué se funda la autoridad de las lenguas?
La contestación no la darán sin que podamos sacar ventajas. Así también un ateniense se burlaba de unas sicilianas porque dorizaban, y con todo nunca aquellos en su dialecto supieron componer cosas tan amables y preciosas y en estilo tan dulce.

No podemos los aragoneses oponer a los castellanos un poeta que haya usado nuestras voces provinciales, igual a un Garcilaso. Pero sin esta circunstancia, aunque algunas quizá (quizà, con à) se les encontrarían, permítaseme citar a los Argensolas, los cuales no aprendieron su lengua en Castilla, en Toledo, Valladolid, o Alcalá de Henares, sino en Aragón, en Barbastro, Huesca y Zaragoza. Y dijo de estos (Lopez) Lope de Vega, que habían ido de Aragón a Castilla a enseñar la lengua a los castellanos. En efecto así estos dos escritores célebres, como otros de menos nombre, hablaron la lengua española tan bien como los más cultos toledanos del siglo XVI. Que si Cervantes reprende, no sé qué dialectismo en el autor tordesillesco, ya se sabe que habló en odio de los Argensolas, y con tan mala prueba no obstante, que ni Tordesillas es pueblo de Aragón, ni se conoció acá ningún Avellaneda. (Tordesilos sí es de Aragón, cerca de Alustante, Guadalajara)

No diré yo que los antiguos escritores aragoneses no se pueden conocer por el estilo; y aun los modernos; pero será como se distinguen los toledanos de los sevillanos de aquel siglo, y unos y otros de los que se criaron en Castilla la Vieja. Notarase lo más un cierto carácter, una índole, que consistirá precisa y únicamente en más o menos naturalidad, candor, popularidad, ingenuidad: en mayor o menor concisión, gracia, energía o suavidad. Pero todos hablan la misma lengua, y fuera de una que otra voz o frase, tan la misma, que sólo un filólogo consumado podrá conocer por el estilo donde aprendió a hablar y cultivó la lengua el escritor que se examina. ¡Ojalá todos ellos hubieran tomado más de la índole de sus respectivas provincias, más de su diccionario particular, de sus costumbres y leyes: así tendríamos una lengua más abundante y varia, como hicieron y lograron los italianos, y como sobre todos hicieron y lograron los griegos; pues no se deben a otra causa sus varios, hermosísimos y encantadores dialectos. Si yo hubiese nacido en Somontano, o hablase con perfección aquel dialecto, puede ser que me probase a componer en él algunas églogas, que respecto de la común lengua española, presentarían el rústico pero suavísimo dialecto dórico de Bion y Teócrito en la griega.

Advierto que no todas las voces de este Diccionario son igualmente cultas: hay algunas bajas, otras son familiares, otras burlescas, otras jocosas: pero este juicio se deja a la educación, gusto y oído del que conoce la lengua.

Decimos pues, respondiendo a la pregunta de arriba, que con la debida elección, y según la naturaleza de la obra que se escribe, se pueden usar estas voces en escritos para el público, y por supuesto en instrumentos de notarios, en la conversación y trato familiar, sin ningún escrúpulo, como las más puras castellanas, o de la común lengua española. ¿Qué poeta reparará en una égloga en usar de la voz ternasco, (cabritillo destinado para regalo de la mesa), tan legítima por su etimología (tierno) y tan castiza por el sonido? ¿Qué poeta describiendo el campo no usará la suave y hermosa voz, Ababol, por la especie de amapolas que se crían en las mieses en primavera, y que en lemosín se llaman, ruellas, ruillas, por su color rojo? Pues no menos hermosas que esta hay muchas en este diccionario. Otras son expresivas de un modo particular. Otras graciosas; otras sonoras: y aunque todas tuvieran sus equivalentes en castellano, y equivalentes rigurosos ¿quién se privará de esta riqueza y variedad; sobre todo en poesía, por un respeto casi idólatra a la Academia de Madrid? Si en vez de ir Fernando el Católico a Castilla, hubiese venido la reina Isabel a Aragón y fuera Zaragoza la corte de España; aquí se hubiese formado el diccionario de la lengua, y contendría nuestras voces como primeras y las provinciales de Castilla como segundas.

Prevengo que los zaragozanos hallarán aquí algunas voces que ellos no usan, y quizá echarán (de) menos una que otra de las más usadas en esta capital: pero aquello deben atribuirlo a la generalidad del diccionario, y esto a un cuidado muy especial, que hemos puesto en el discernimiento de las mismas voces. Las hay en todas las lenguas que por su rustiquez, inutilidad o corrupción no deben estar en ningún diccionario. Las propias de nuestros fueros se darán en un apéndice al que precederá un tratadito del derecho público político y civil de los aragoneses, cuando tomando consejo de las circunstancias, me parezca que puedo y debo publicarle.

Explicación de las abreviaturas.
Agr. Agricultura.
Adj. Adjetivo.
Adv. Adverbio.
Ant. Anticuado.
P. u. Poco usado o sólo en algunos pueblos.
For. Forense.
n. Nombre.
V. Véase.
v. a. Verbo activo.
v. n. Verbo neutro.
v. r. Verbo recíproco.
- Separación de las varias acepciones de un vocablo, o señal para excusar la repetición de las voces.

DICCIONARIO

ARAGONÉS-CASTELLANO.


A

Ababol. n. Amapola que nace en la mies en primavera.


Abadía. n. Casa del cura de un pueblo.
Abadiado. n. Territorio de la abadía.
Abejero. n. Abejaruco.
Abispado (avispado). adj. Agudo, vivo, entendido y activo.
Abolorio. n. for. Abolengo. Retracto gentilicio.
Abrahonar. v. r. Ceñir por los brahones.
Abrevador. n. Abrevadero.
Acacharse. v. r. Agacharse.
Acampo. n. Dehesa.
Acantalear. v. a. Caer granizo grueso.
Acapizarse. v. r. Asirse a las greñas.
Acoplar. v. a. Atraillar, unir dos personas o bestias.
Acortadizos. n. Cortaduras, desperdicios de papel, guantes, etc.
Acorzar. v. a. Acortar.
Acotolar. v. a. Aniquilar, acabar con alguna cosa.
Ademprío. n. Ejido, término común de pasto.
Ador. n. Turno en el riego.
ADULA. n. Hato de ganado mayor de todo un pueblo, reunido para pacer (la dula).
- Terreno que no tiene riego destinado.
AFIRMARSE. v. r. Ajustarse, contratar un criado o criada su servicio.
AGRAMAR. v. a. Machacar cáñamo, lino.
AGUA ESMERADA. Agua reducida a menor cantidad por la acción del fuego.
AGUACIBERA (aguacivera). n. Tierra sembrada en seco y regada después.
AGUAITAR. v. a. Acechar.
AGÜERA. n. Acequia para dirigir el agua pluvial a los campos.
AGUJA. n. Alfiler.
AGUATIELLO. n. Abertura hecha en la pared, para despedir el agua de un patio, calle etc. ALACET. n. Fundamento de un edificio.
ALADRO. n. Arado.
ALAICA. n. Aluda, hormiga con alas.
ALAMBRE. n. Hilo de hierro.
ALBADA, n. Alborada. - Canción de los mozos al rayar el día.

ALBARÁN. n. Papel de obligación privada. - El que se da en Cuaresma para acreditar el cumplimiento con la iglesia.
ALBELLÓN. n. Arbollón. n. Albañal. - Conducto subterráneo de piedra en los campos para dar salida a las aguas sin perjuicio de la labor.
ALBERGE. n. Albaricoque.
ALCOVILLA. n. Chimenea sólo para calentarse.
ALCORZAR. v. a. V. Acorzar.
ALERA FORAL. n. agr. Pastos comunes a dos o más pueblos.
ALFALZ o ALFALCE. n. Alfalfa.

ALFARDA. n. Contribución por el riego.

ALFARDÓN. n. Arandela.

ALFARRAZAR. v. Pactar el pago de una cosa por otra.

ALFÓNDIGA. n. Alhóndiga.

ALGORÍN. N. Atajadizo para poner la aceituna separadamente. - Sitio para tener a mano harina, cebada etc.

ALGUAZA. n. Visagra, gozne.

ALIRÓN. n. Alón de pavo, gallina, sin plumas.

ALJEZ. n. Yeso.

ALJECERÍA. n. Yesería.

ALJEZÓN. n. Yesón.

ALMADÍA. n. Balsa de maderos, o conjunto para conducirlos por los ríos.

ALMENARA. n. Zanja para conducir al río el agua sobrante de una acequia.

ALMOGÁBARES (almogávares). n. Tropa irregular de Aragón.

ALMUD. n. La dozava parte de una fanega aragonesa.

ALMUDÍ. n. Alóndiga.

ALMUESTAS. n. Tributos reales.

ALMUTAFAT. n. Almotacén, fiel de pesos y medidas.

ALQUEZ. n. Medida de doce cántaros de vino.

ALUFRAR. v. a. Ver con prontitud. - preveer.

ALUM. n. Alumbre.

AMANTA. adv. Mucho.

AMERAR. v. a. Merar, mezclar el agua con vino, etc. - Amerar la olla: echar agua en olla de nuevo.
AMORGONAR. v. ac. agr. Tender los sarmientos para que arraiguen.
AMOSTA. adv. Lo que puede cogerse con las palmas de las dos manos juntas.
AMPRAR. v. a. Pedir o tomar prestado.

ANDADERAS. n. Secas.

ANDADOR. n. agr. Andén, calle de jardín. - Ministro de Ayuntamiento.

ANDALOCIO. n. Lluvia de poca duración.

ANEGA. n. Fanega.

ANTECOGER. v. a. Coger las frutas antes de tiempo.

ANTIPOCA. n. Instrumento, por el cual uno se declara deudor.
ANTORCHERA. n. Velón de cobre.
ANTOSTA. n. Tabique.
APAÑAR. v. a. Remendar.
APARADOR. n. Basar.
APENAR. v. a. Intimar una pena ya señalada.
APERCAZAR. v. a. Coger con alguna dificultad.
APETENCIA. n. ant. Apetito.
APOCA. n. Recibo. - Testimonio que dan los curas y frailes por las misas de algún cargo que han celebrado.
APRENSIÓN. n. for. Uno de los cuatro procesos forales.
ARGUELLADO. adj. Desmedrado en salud.
ARGUELLARSE. v. r. Parecer enfermizo y desmejorado. - No blanquear la ropa, lo que debiera.
ARGUELLO. n. Desmedro. - Suciedad.
ARIBOL. n. Aspa:
ARMADÍA. n. V. Almadía.
ARQUIMESA. n. Papelera.
ARRAMBLAR. v. a. Dejar una avenida llena la tierra de arena. - Llevarse uno todo lo de una especie o muchas cosas con grande ambición o codicia.
ARTIGA. n. Tierra recientemente roturada.
ARTO. n. Espino. (??? si florecen os artos, nieve en os altos)

http://miscelaneaturolense.blogspot.com/2018/11/noviembre2018miscelanea-lexico-aragones.html

ASOLARSE. v. r. Aclararse los licores turbios bajando al suelo las partículas más gruesas. ATAR, fardos, paquetes. v. a. Liar, etc.
ATRAZAR. v. a. Trazar, disponer el éxito de alguna cosa.

ATRAZO. n. Persona desaseada y despreciable.
ATURAR. v. a. Hacer parar o detener las bestias. - El que a 40 años no atura, a 50 no adevina, a 60 desatina. V. el prólogo.
AUGETAS. n. Albricias, gratificación que se suele dar a las criadas en casas particulares, mesones, diligencias. - Especie de pastel. - Penca de escarola cocida.
AVEZAR. - AMALVEZARSE. v. r. Aficionarse, cebarse. (chap. aveá, aveás, malveá, malveás)

AZAROLLA. n. Serva. (acerola)

AZUD. n. Presa para sacar agua de un río.

AZUDA. n. Noria.


B

BABAZORRO. adj. Rústico, tosco. - Dícese con desprecio del joven que se atreve a mayores empresas de lo que está bien a su edad.
BADAL. n. Carne de las espaldas y costillas.
BADINA. n. Charco o laguna que deja un río. - De aquí embadinar.
BANDEAR LAS CAMPANAS. Tocarlas, haciéndoles dar vueltas.
BAGA. n. Cuerda para atar cargas.
BAGUETA o BAGUERETA. V. Baga.
Ballón. n. agr. Arroyo pequeño.
BALLUECA. n. agr. Ballico, joyo, especie de cizaña.

BÁNOVA. n. Colcha de lana, cubierta de cama.
BARBADO. n. agr. Sarmiento con raicillas para plantarse.
BARCHILLA. n. La doceava parte de un caiz de granos.
BARDO. n. Barro.
BARRAL. n. Garrafa.
BARREÑO. n. Jofaina.
BASTA. n. Hilván.
BASTARDELO. n. Minutario, cuaderno de borradores de las escrituras.
BASTE. n. Basto, especie de albarda.
BATEAGUAS. n. Paraguas.
BATIR. v. a. Verter, arrojar, desechar, derribar.
BATUECO. adj. Huevo huero.
BÁZARO de cera, pez, etc. n. Escoria.
BECCARDÓN. n. Agachadiza.
BERGANTO. n. Cardenal, señal o hinchazón que deja el látigo.
BERLANCO. n. V. Berganto.
Besque. n. Liga.
BIMARDO. n. Novillo, buey de dos a tres años.
BISALTO. n. Guisante.
Bisca. n. Remurguillo, viento no muy fuerte, pero frío y penetrante.
BISTRAER. Sonsacar.
BISTRETA. n. Cantidad que en lo antiguo se adelantaba a un procurador.

BLANQUERO. n. Blanqueador.

BOALAR. n. agr. Dehesa.

BOIRA. n. Niebla muy espesa.

BOJARDONES. n. agr. Especie de setas.

Bofo. adj. Fofo.
Bolado. n. Pan de azúcar rolado. (panal de azúcar).
BOLEA. n. Pelota jugada al aire. - fam. mentira.
BOLISA. n. Pavesa, motilla en la ropa, y la que vuela en el aire.
BOLLO. n. Chichón.
Boñiga. n. Excremento del ganado vacuno (bacuno).
Boque. n. Macho cabrío.
Botiga. n. Tienda de mercader. - Taller de un artista.
BOTINFLADO. adj. Hinchado.
Boto. n. Pellejo, cuero para poner vino.
BRAZAL. n. agr. Arroyo, hijuela de acequia.
BRESCA. n. Panal de miel.
BRISA. n. Orujo de la uva.
BROCAL de canal. n. Bocal, azud (o presa).
BROCUL, BROQUIL o BRÓCULI. n. Brócules, col.
Buco. n. V. Boque.
BUEGA. n. Mojón, linde.
BULCAR. v. a. Volcar.
BURO. n. Greda, arcilla.
BUSCA. n. Mota.
BUIDADOR o BUIRADOR. n. El que trabaja en latón o cobre.



С

Cabezana. n. Cabestro.
CABIDAR. v. a. Ahorrar, economizar.
CABALLÓN. n. agr. Lomo de tierra que divide las eras de los huertos.
CABEZERO. n. Inquilino principal de una casa.
CABREO. n. Libro becerro.
Cacha. n. Envite falso en ciertos juegos de naipes,

CACHILADA. n. Lechigada.

Cacho. adj. Gacho.

Cadejo. n. Madeja.

CADILLO. n. La flor del olivo cuando sale el fruto. - Cachorro.

CADIELLO. V. Cadillo.

CADIERA. n. Escaño, banco de respaldo.

Cado. n. Madriguera.

CALAJE. n. Cajón o naveta.

CALAMONAR. v. a. Corromperse o fermentar la yerba u otro vegetal.

CALIBO. n. Rescoldo.
CALOYO. n. Recental, cabritillo destinado para el plato.
Callizo. n. Callejuela, calleja.

CAMAL. n. Rama.

CAMPAR. v. n. Solazarse. - Descollar, sobresalir: lucir el garbo, pasear con vanidad u ostentación de la ropa, riqueza, etc.
CANALERA. n. Canal de tejado.
CANERO. n. Salvado grueso.
CANSO, CANSE o CALSO DE AGUJA. n. Ojo de aguja.
CANTAL, CANTALAZO. n. Canto o piedra grande.
Caño. n. Cueva para refrescar el agua, vino en verano.
CAÑUTO. n. Alfiletero.
CAPAZA. n. Espuerta para los molinos de aceite.
Capazo. n. Esportilla.
CAPARRA. n. Garrapata.
CAPARRÓS. n. Caparrosa.
CAPEL. n. Capullo, se dice del gusano de seda.
CAPELARDENTE. n. Tumba. (capilla ardiente)
Capítulo. n. Cabildo de cualquiera iglesia.

CAPOLAR. v. a. Cortar menudamente carne, cebolla.
CAPSUELDO. n. Ventaja del uno por diez le da al que paga ciertas deudas antes del término. Y así se dice ganar capsueldo o capsuelda, por pagar anticipadamente. CARAMULLO. n. Colmo.
CARDELINA. n. Jilguero.
CARDÓN. Árbol. n. agr. Laurel silvestre.
CARIÑAR. v. a. Echar (de) menos a una persona, lugar, etc. sentir su ausencia y privación.
CARIÑARSE. v. r. Sentir tristeza por la ausencia de los amigos, padres, etc. Sentir novedad triste de un lugar, de gentes no conocidas, etc.

CARNERARIO. n. Panteón u osario.

CARPETA. n. Cubierta de carta.

CARRAÑA. n. Ira: persona de mal genio.

CARRAÑAR. v. n. Regañar.

CARRAÑÓN. adj. Regañón.

CARRAZA de n. Ristra de ...

CARRAZO de uva. n. Racimito de la uva.

CARRADA. V. Carraza.

CASAL. n. Solar: edificio de casa arruinado.

CASERA. n. Ama de gobierno.

CAJETA. n. Cepo para pedir limosna.

CAVAL (cabal). n. Peculio, pegujar, de los hijos segundos.

CAVALERO. n. El hijo que no es heredero.
(aquí aparece cabezero. n. Inquilino principal de una casa.)

CAZUELO o CAZUELA. n. Cacharro.

CENERO. n. Terreno no pacido.

CENTENAR, CENTENAL O CENTENERO. n. Cuenda de madejas.

CENSAL. n. Censo.

CENSALISTA. n. El acreedor a los censos.

CEÑAR, v. a. Guiñar, hacer señas.

CEPRÉN, CEPRENAR. Palanca: mover algo con ella.
CERCILLO. n. Arco de cuba.
CERPA DE LANA. n. La porción que puede cogerse con los dedos.
CHAFAR. v. a. Escachar, machucar: - dejar burlado a uno con una salida que no esperaba.
CHAFARREAR. v. a. Hablar, platicar.
CHANDRO. adj. Flojo, desaseado.
CHANCHULLO. n. Bahorrina, conjunto de cosas despreciables y asquerosas. CHAPARRAZO. n. Chubasco.
CHAPEAR o CHAPIAR. v. a. Chapotear.
CHARADA DE FUEGO. Llamarada de poca dura duración.

CHARRAR. v. a. Charlar, hablar con indiscreción.

CHEMECAR. v. n. Quejarse.

CHEMECO. n. Quejido.

CHIRNETE. N. Chichón.

CHIRIGOL. n. Pisto.

(algunas no están en este orden en el texto que tengo delante)

CHORDÓN. n. Frambuesa: zumo de fresas.

CÍA. n. Silo.

CIBIACA. n. Parihuelas, andas.

CIRIUELO. n. Libro de cerilla.
CHOLLAZO. n. Pescozón.
CHOTA. n. Vaca. - Ternera.

CHULLA. n. Lonja de tocino, carnero, etc.

CLAMOR. n. f. Barranco o valle, que es arroyo crecido en las lluvias copiosas.

COBAR. n. Cobijar.

COCINILLA. V. Alcobilla.

Cocio. n. Cuenco.

Coconas (nueces). adj. Nueces vanas.

Cocote. n. Cogote.

COGER. v. n. Caber.

COGULLADA. n. Cogujada.

COLLETE. n. Alzacuello.

Concieto. n. Apetito semejante al de las mujeres preñadas.
CONFITAR. v. a. Cocer las frutas en almíbar y cubrirlas con azúcar.
CONSUETA. n. Añalejo. - Apuntador de teatro.
CONVOLAR A SEGUNDO MATRIMONIO. Contraer segundo matrimonio.
COQUETA. n. Palmeta. - Especie de pan.
CORCARSE. v. r. Se dice de la madera cuando la roe el gusano.
CORRENTIAR. v. a. agr. Echar agua en los campos para beneficiarlos.
CORRINCHE. n. Círculo de gente.
CORRO. V. Corrinche.
COSCARANA. n. Torta delgada y seca.
Coso. n. Calle muy ancha, que suele ser la principal de una ciudad.
Cosero. n. Arroyo para regar un campo.
Cospillo. n. Orujo de oliva.
COTILDEQUÉ (de) m. ad. Clase ínfima de un mismo título de nombre, autoridad, dignidad, etc.
CREMALLOS. n. Llares.
CRESARSE LA MADERA. V. Corcarse.
CUARTEAR. v. a. Cuartar, sacar la cuarta parte de la décima.
CUARTEADOR. n. El encargado de esta operación.
Cuezo. V. Cocio.
CULTARAR. v. a. Cultivar.
CUITAR. n. Reja para arar cuando la tierra está seca.
CUNAR. v. a. Mecer.


D


Dalla o dallo. n. Dalle.

DAZA o ADAZA. n. agr. Cierta semilla parecida al trigo cuando está en cierne. DEGÜELLA. n. La res que se mata por haber entrado en vedado.
Degüello.n. Degolladero.
DENTERA. n. Apetito de comer una cosa excitado por su presencia.
DESCAI O DESGAI. n. Retal, pedazo de tela. - El tanto en dinero que se paga cuando en los diezmos no llega al número la especie.
DESGANA. n. Desmayo, congoja.
DESMADEJADO. adj. Flojo, desmazalado.
Despedida. n. Salida, desaguadero.
Dica. adj. Hasta.
DIEZMADOR. n. El preceptor de diezmos.
DOBLERO. n. Panecillo de cierta especie.
DOMINICATURA. n. Cierto derecho del señor temporal.
Doncel. n. Ajenjo.
DORONDÓN. n. V. Boira. Niebla espesa y fría de invierno.

Dropo. adj. haragán (aragan en el original), inaplicado.

DULA. V. Adula.

DURAZNILLA. n. Durazno.

DESJUÑIR. v. a. agr. Desuncir.

E

ECHAR GATOS AL EBRO. (No estar para) estar miserable, etc.
EJECUTOR, n. Albacea.
EMBAFAR. v. a. Empalagar.
EMBASTAR. v. a. Hilvanar.
EMBASADOR. n. Embudo.
EMPANDULLO O EMPANTULLO. Pastel, ensuciada, mala salida de un negocio, - embolismo, embrollo.
Enverar las uvas y demás frutas. v. a. Principiar a sazonar las frutas.
EMPEDREAR. v. a. Empedrar.
EMPELTRE. n. Olivo (injertado) engertado.
EMPENTA. n. Empujón, empellón.
EMPENTÓN V. Empenta.
EMPENTAR. v. a. Empujar.
Enatizo. n. Desmedrado, mal nacido físicamente. - De ánimo apocado, ruin.
ENCANTAR. v. a. Vender en almoneda.
ENCANTE, ENCANTILLO. n. Lugar en que se venden las cosas viejas o de desecho. ENCARRAÑARSE. v. r. Irritarse, incomodarse.
ENCETAR. v. a. Decentar, empezar.
ENCORRER. v. a. Correr tras alguno para cogerle.
ENDURAR. v. a. Pasar hambre, sufrir.
ENGALZAR. v. a. V. Encorrer.
ENGARDAJINA. n. Lagartija.
ENGLUCIAR. v. a. Mirar con intensión, hacer gestos para conseguir alguna golosina. ENGULLIDOR. n. Sumidero.

ENRONA. n. Escombros, desperdicios de obra.

ENRONAR. v. a. Envolver con escombros.

ENRUENA. V. Enrona.

ENSOBINARSE. v. r. Caer una caballería en postura supina con peligro de perecer. ENTORNAR. v. a. Hacer el dobladillo.
ENTRECABAR. v. a. Sachar, limpiar de yerbas la hortaliza.
ERAGE. n. Miel virgen.
ESBARAR. v. a. Resbalar.
ESBARRAR. v. a. Asombrar, espantar la caza, caballerías, etc.
ESBAFAR. v. a. Evaporar.
ESCACHAR. v. a. Despachurrar met. Chasquear, dejar burlado con admiración. ESCALFETA. n Braserillo.
ESCAHAR. v. a. Roturar.
ESCAÑARSE. v. r. Desgañitarse, ahogarse de una tos fuerte.
Escaño. n. Féretro.
ESCACILAR. v. a. Cacarear.
ESCALIBAR. v. a. Sacar el rescoldo.
ESCAMPAR. v. a. Tender el estiércol por la tierra. - Derramar granos y cualquiera cosa. ESCOBAR. v. a. Barrer.
ESCOPETADA. n. Escopetazo.
ESCORCHA. n. Túrdiga, correa ancha de cuero sin curtir.
ESCORCHAR. v. a. Levantar la corteza de un mal.
ESCOTOLARSE. v. r. Frotarse el cuerpo con la camisa moviéndose.
Escudillar las sopas, chocolate. Calar las sopas.
ESGARRIFAR. v. a. El efecto que nos causa la lima cuando da en falso. - Espeluzarse (espeluznarse) de estremecimiento y horror por un hecho atroz.

ESMUIRSE. v. a. Deslizarse, escurrirse, zafarse.

ENAVESAR. v. a. Trasponer.

ESPEDO. n. Asador. (espeto)

ESPERREQUE. n. Niño u hombre mal sano, regañón. Cosa despreciable.

ESPICHAR. v. a. Morir.

Espinai. n. Espinaca.

ESPONJADO. n. Azucarado.

ESPORTÓN. n. Serón.

Espuenda. n. Margen de río, campo.

ESQUILA o ESQUILO. n. Cencerro.

ESQUILADA. n. Cencerrada.

ESQUIROL. n. Ardilla.

ESTADAL. n. Librito de cerilla.

ESTREÑIR. v. a. Entornar una puerta, medio cerrar.
ESTRENAS. n. V. Augetas en su primera acepción.
ESTRICALLAR. v. a. Hacer pedazos.
ESTREUDES. n. Trébedes.
ESVIRAR. v. a. Bruñir.


F


FABOLINES. n. Especie de habas pequeñas.

FABUEÑO. n. Fabonio, viento.

Fajo. n. Haz.

FALCA. n. Cuña.

FALAGUERA. n. Deseo impertinente y extravagante.

FALORDIA o FALORÍA (hay tilde, faloria). n. Cuento, Fábula.

FARDACHO o HARDACHO. Lagarto.

Falsa. n. Desván. - zaquizamí.

FARACHAR. v. a. Espadar el cáñamo, lino.

Farfalloso. adj. Tartamudo, balbuciente.

FARINETAS, n. Puches.

FARNACA. n. Lebrato.

FASCAL. n. Hacina de 30 haces de mies.

FEJUDO. adj. Basto, pesado: se dice de las ropas.

FEJUDEZ. n. Pesadez.

FEMERA. n. Estercolero.
FENDILLA. n. Grieta.

FENAL. N. Prado.

FERGENAL, FERGINAL o FREGENAL. n. Campos que se comprenden en la redonda de un pueblo.

FIEMO. n. Estiércol.

FILA. N. Madero, viga.

Findoz. n. Regaliz.

FIRMA. n. Uno de los cuatro procesos forales.

FITERO DEL SOL. n. Resistero.

FIZAR. v. a. Clavar el aguijón la abeja o algún animal ponzoñoso.
Fizón. n. Aguijón.
FONDELLÓN. adj. Vino muy bueno que tiene fondo o madre antigua en la vasija. FOSQUETA. n. Calabozo.
Fraga. n. Fresa en la parte septentrional de Aragón. (Fraula en Valencia)
FRAGENCO. n. Cerdo de dos años.
Fres. n. Galón de plata u oro.
FRITADA. Pisto.
FRIOLENCO. adj. Friolento.
FRONTINAZO. n. Golpe dado en la frente, contra una pared, puerta, etc.
FULCO. n. Geme.
FURO. adj. Fiero, huraño, animal coceador. - Mujer esquiva, cerrera. - Hacer fura alguna cosa. - Trasnocharla. - Hurtarla.


G

GABOTE. n. Volante, juego.
GAFETE. n. Corchete.
GAJO. n. Porción de manzana, naranja.
GALACHO. n. Hoyo o cortaduras que dejan las avenidas o aguas derrumbadas. GALDRUFA. n. Peonza.
GALERA. n. Casa de corrección para mujeres.
GALLINERO. Cazuela de teatro.
GALLIPUENTE. n. Puente que llevando una acequia, sirve también para paso.

GALLOFA. n. Añalejo.
GALLÓN. n. Césped arrancado de los prados para hacer paredes.
GANA, tenerla o darla. Querer o no querer.
GAÑA. n. Extremos de herradura, reja o azada.
GARGOL. V. Batueco.
GARNACHA. n. Uva y vino de cierta especie.
GARRAMPA. n. Calambre.
GARRASPA. n. Escobajo.
GARRÓN. n. Calcañar.
GARROSO. adj. Patituerto.
GARVA. n. agr. Gavilla de mies.
GARUFO. adj. Garifo.
GAVIÑO. n. Pretil.
GAY o GAYO. n. Cierta ave.
GENERAL. n. ant. Rentas generales.
GENERALILIDADES. n. ant. Contribuciones.
GETA. n. Grifo - boca y aun mejillas. - Hinchar a uno la geta - darle de mogicones. GETAZO. n. Bofetón.
GIGUENTENA. n. Multa o pena por abuso de las aguas de riego.
GIMENZAR. v. a. Sacudir a golpes la simiente de lino, cáñamo.
Ginjol. n. Ginja, azofaifa.
GORITO. adj. Ruin.
GRAMEN. n. Grama.
GRATAR. v. a. Rascar poquito a poco.
GRIPIA. n. Mujer díscola y pendenciera.
GRITAR. v. a. Reprender reconvenir.
GRUENZA, n. Tolva.
GUARDA o GUARDIA. V. Dula o adula.
GUANTĄZO. V. Getazo.
GUAJO. n. Pie de trigo, cebada con más de una espiga.
GUAJAR. v. n. Echar muchas espigas.
GUARÁN. N. Garañón.
GÜELLAS. n. Ovejas.
GUIJA. n. Amorta (almorta), especie de legumbre.
GUIJONES. n. Especie de guisante.
GUIÑOTE. n. Brisca real, tute, juego de naipes.
GUINGORRIA. (a la) mod. adv. Se dice de un traje mal puesto, extravagante.
Guito. adj. Mulo o asno coceador.
GUSANERA. n. Herida hecha con palo o piedra en la cabeza.


H


HILARZA. n. Hilaza.

HILADILLO. n. Cinta de algodón.

HILERA. n. Hueca del uso.

Hilete. n. Hilo delgado.

HORCA PAJERA. n. Aviento.

Hoya. n. Terreno llano y dilatado rodeado de montes.

Huega. V. Buega.

HUEBRA. n. Barbecho.

HURTA-DINEROS. n. Alcancía, hucha.


I


INDIGNARSE LA LLAGA. Enconarse la.
INGENIO. n. Fábrica donde se elabora la cera.
INTIMA. n. El acto de apenar.
INVENTARIO. n. Uno de los cuatro procesos forales de Aragón.
IRASCO. n. Macho cabrío.

J

JARRO. n. Medida de vino. - el cacharro.
Jasco. adj. Desabrido, áspero al paladar.
JAUTO. adj. Soso.
Jota. n. Baile (bayle) de Aragón. - Sonata de la provincia. - Canto.
JORDIGA. n. Ortiga.
JUBO. n. Yugo.
JUBADA. n. Yugada.
JUÑIDERA. n. Coyunda.
JUÑIR. v. a. Uncir.
JUSTILLO. n. Ajustador de las mujeres. - En francés y en Castilla corsé.


L

LABOR. n. Simiente de seda que se aviva.
LAMÍN. n. Golosina.
LAMINERO. adj. Goloso.
Lapo. n. Bofetón no fuerte y dado por venganza y con desprecio.
LASTÓN. n. Yerba seca.
LATONERO o LITONERO. n. Almez, árbol.
Ley. n. Cariño, afecto. - Tener poca o mucha ley. - Querer poco o mucho. - No tener ley al pan que se come. - ser un descastado.
Libón. a. Fuente donde borbolla el agua de abajo arriba. - Depósito de agua para una fuente.
LIBRA. n. Peso en los molinos de aceite. - veinte sueldos moneda; libra jaquesa. LIESTRA. n. Planta silvestre parecida al mimbre.
LIGALLO o LIGAJO. n. Junta de ganaderos que determina el paso de los ganados, y en lo antiguo dirimía las controversias que de esto se producían.
Lillas. n. Aguinaldos.
LISIADO. adj. ant. Aficionado.
LITÓN. n. El fruto del almez, almez.
LIZA. n. Bramante.
LOMILLO. n. Solomillo.
LONJA. Edificio público para depositar artículos de comercio.
Loseta. n. Trampa hecha de un ladrillo o losa pequeña para coger ratones y pájaros. LUCIAR. v. a. Apuntar la reja o arado.
LUCERO. n. Libro Becerro.

LUMINERO. n. Mayordomo de cofradías.

LUMEN-DOMUS. V. Lucero.

LUNA. n. Patio.

LUQUETE. n. Pajuela.

Lorza. n. Alforza, pliegue que se hace en los vestidos para alargarlos, si acomoda. LLEGA, (hacer la) n. Recoger limosna, o lo que la caridad da aún a los que no son pobres, como los frailes.
LLEGAR. V. Llega.


M


Macelo. n. Rastro.
MADRAZA. n. Madrona.
MAIGAR. V. Entrecavar.
MALBUSCA. n. Mujer inquieta, sagaz y muy astuta.
MALMETER. v. a. Echar a perder.
MANCHA. n. Fuelle.
MANCHAR. v. a. Mover los fuelles.
MANCHADOR. n. El que los mueve.
MANIFACERO. adj. Entrometido en lo que no le importa.
MANIFESTACIÓN. n. for. Uno de los cuatro procesos forales.
MANTORNAR. v. a. agr. Binar.
MANZANA DE DAMA. n. Azarolla.
MARDANO. n. Morueco, carnero que se deja para padre.
MÁRFEGA. n. jergón.
MÁRRAGA. n. Tela basta de estopa y pelo de cabra.
MARTÍN-PASEO. V. Fritada. (pisto; chirigol)
MAS. n. Casa de campo en secano.
MASADA. V. masía.

MASAR. v. a. Amasar.

MASÍA. v. a. agr. Cortijo.

MASOBERO. El que vive en cortijo.

MASCARA. n. Tizne.

MASCARAR. V. Tiznar.

MATA DE PELO. n. Crencha.

MATACABRA. n. Granizo muy menudo y frío que cae en invierno.

MAYENCO. n. Deshielo de nieve en primavera.

MAZA. n. Pértiga.

MAZERO (macero). n. Pertiguero, oficio de las iglesias.

MEJANA. n. Isla de río.
MELSA o MIELSA. n. Bazo.

MELÓN DE AGUA. Sandía.

melón de carne o de tierra. Melón.

MEMORIA, (caer o dormir de) boca arriba, panza arriba, posición supina.
MENUCELES, MINUCIAS. Los perceptores de décimas entienden todos los frutos, menos los granos, vino y aceite, que llaman mayores.
MENUDILLO. n. Moyuelo, salvado menudo.
MESTURA o MISTURA. n. Trigo mezclado con centeno.
MERMAR. v. n. Disminuirse el agua, la cera, y cualquier líquido por la acción del fuego. Mida. n. Medida, sincopada de medida.
Milocha, o MILORCHA. n. Cometa.
MITADENCO. n. V. Mestura.
MOLADA. n. Cantidad de aceituna que se deshace de una vez.
MOLTURA. n. Maquila.
Molla, musgo, mohó. n. Tierra sustanciosa.

Momo, momero. n. Fisgón.

MOÑACO. n. Muñeco.

MORCACHO. V. Mestura.

MORCAS. n. La hez del aceite.

MORGUERA. n. Tomillo.

MORGÓN DE VID. n. Mugrón.

MORGONAR. v. a. Tender los sarmientos para que arraiguen.
MORTIJUELO. n. Párvulo, niño muerto dispuesto para enterrarle.
MORÚGULA o MÚRGULA. n. Criadilla de tierra.
Mosen. Título o tratamiento. Equivale a Don: y se da a los clérigos. Antiguamente se daba

a los nobles.

MOTACÉN. V. Almotacén.

MUTAFA. V. Almotacén.

MOTILAR. v. a. Cortar el pelo.

Mueso. n. Bocado.

MUIR. v. a. Ordeñar. (muñir)


N


NANTARSE. v. r. p. u. Apresurarse.
NATILLA. n. Natillas.
NAVESAR. V. Esnavesar.
NAYA. n. Galería dentro de sala, iglesia, etc.
NIETRO. n. Medida de 16 cántaros de vino.
Niquitoso. adj. Dengue, hombre que se emplea en menudencias y reparos despreciables. No-cosa. mod. adv. p. u. Nada.


O

OLEAZA. n. El agua sucia que sobra después de sacado el aceite de la pila.
OLIVA. n. Aceituna.
OLIVERA. n. Olivo árbol.
ONCEJO. n. Vencejo.
ORDINACIÓN. n. Ordenanza.
ORDIO. n. Cebada.
OTRI-OTRIE. adj. p. u. Otro. - Ocupa hacienda, ropa ajena.


P


PACENTAR o PAGENTAR. v. a. Apacentar.
PAJUZ, PAJUZO. n. Paja desecha en los pesebres y eras.

Panes. n. El trigo en yerba.

PANIZO, n. Maíz.

PANIQUESA. n. Comadreja.

PANOLLA. n. Mazorca.

PAREJO. adj. Poco limpio en guisar y gobernar la comida.

PASAMÁN. n. Pasamanos.

Paviso. n. Pavía. - adj. - Tonto, lerdo.

PAÚL. n. Pradería común.

PECINA. n. Riña.

PECULLO. n. ant. Peculio.

PEDRADA. n. Apedreada.

PEDREÑA. n. Pedernal.

PELELE. n. Pobre en potencias y fortuna.

PELLA DE COL. n. El cogollo de la col.

PENAR. v. n. Pesar, arrepentirse.

PENAMÉ. Pésame.

PENEQUE. n. Borracho. Ponerse peneque, embriagarse.

PEONÍA. n. Peonada, jornal.

PERCAZAR. V. Apercazar.

PERDIQUERO. n. Perdigón.

PERERA. n. Peral.

PETENAR. v. a. Retozar.

Pezolaga, n. Hombre o mujer tronera, de poco asiento y malas mañas.
PICAR. v. a. en el almirez. - Machacar.
Pichón. n. Palomino, el polluelo de paloma casera.
Picor. n. Picazón, escozor.
Pie. n. Medida de aceituna.
PIGRE. n. Negligente, el peor de la escuela.
PILLA. n. Pillaje.
Pilma. n. Vizma. - Deuda o trampa.
PINOCHA. V. Panolla.
PIÑORAR o PEÑORAR. ant. Sacar prendas.
PINCHE. n. Ayudante, marmitón de cocina.
PIQUERO. n. Albañil, alarife.
PIGÜESA. n. Viruelas.
Picota. V. Pigüesa. (pigota)
Pizco. n. Pellizco.
PLACER (A). mod. adv. Despacio, poco a poco.
Planzón. n. Estaca de olivo vivo; y de cualquier árbol.
PLEGAR. V. Llegar.
PLEGADOR. n. El que recoge la limosna.
Pocear. v. a. Sacar agua de un pozo con pozales.
PORCHE. n. Poste, soportal.
PORGADERO. n. Arnero.

PORGAR. v. a. Aechar.
PORGUESAS. n. Aechaduras.
(Pocha. n. Faldriquera.)
Pocho. adj. Pálido, descolorido.
Pollos. V. Caballón.
POLPA. n. Pulpa.
Poso. n. La parte gruesa de líquidos que se queda o baja al fondo de la vasija.
POZAL. n. Cubo de pozo.
POZALEAR. v. a. Revolver la agua de un pozo con los cubos y cuerda subiendo y bajando.
PRECIOS. n. Estimación de daño causado en campo.
PREDICADERA. n. Púlpito.
PRESA. Puchero de enfermo.
PRESTAR EL PAÑO. v. a. Dar de sí extendiéndose.
PRIETO. adj. Mezquino, mísero, tacaño.
PROCURA. n. Procuradoría.
PROBAR. v. a. Catar.
PUDIR. v. n. Heder.
PUDOR. n. Hedor, hedentina.
PUNCHAR o PINCHAR. v. a. Punzar.
PUNCHÓN, PINCHÓN. n. Punzón.
PUNCHAZO. n. Punzada.
PURNA. n. Chispa.
Puya. n. Poya.


Q


QUADERNA. n. La cuarta parte de alguna cosa. - Moneda de dos cuartos. - El prest de los presos.
QUERA. n. Carcoma.
QUERAR. v. a. Carcomer.
QUEBRAZAS, de aquí AQUEBRAZARSE. n. Herpes en pies y manos.
QUIÑÓN. n. Almenara; turno para regar algún término o huerta.


R


RABADA n. Rabadilla.
RACIMAR. v. a. Recoger los racimos después de vendimiada una viña.
RACIMO, n. Hijuela, parte de uva.
RAEDOR. n. Rasero.
Rafe. n. Alero de tejado.
RAN DE TIERRA (cortar al) Cortar la raíz. (cortar por la parte más baja, la raíz queda aún más abajo)
RAMPA. n. Calambre.
RAMPALLOS. n. Pimpollos.
Ras. (Paño de tapiz).
RASAS. n. Porción elevada de tierra de regadío.
Raso, adj. Lleno, colmado, lengua rasa, (hombre o mujer de) desbocado, desvergonzado. Raspa. n. Escobajo.
RASTRA. n. Rispa (ristra), Sarta.
REAL o REAL DE PLATA. Diez y seis cuartos.
REBÉS (revés). n. Sornavirón, bofetón dado vuelta la mano.
REBECAR. v. Pandear, inclinarse un árbol o sus ramas por el peso del fruto.
REBUSCAR. v. a. V. Racimar.
REBLAR. v. n. arredrar. - Hincar en la madera la punta de un clavo cuando sale otro.

REBOTIGA. n. Trastienda.

REBUÑOSO. ad. Tomado de orín.

RECADO. (buen) mod. adv. Mucho.

RECANTILLO. n. Barda de tapia.

RECARDERO. n. Revendedor.

RECIBIDOR. n. Recibimiento. - Cierto oficio honorífico de alguna encomienda.

Rechichivado. adj. Guisado demasiado cocido o pasado de fuego.

REGACHO, REGACHADO. n. Canal que abre agua derrumbada de los montes. (regall; regallo)

REPARAR. v. Operación del pan.

Reposte. n. Despensa.

REPOSTEAR. v. n. Mirar, registrar con curiosidad reprensible lo que no importa.

REPROPIAR. v. a. Resistir el freno las caballerías. - Repetir con impertinencia y poca atención una misma respuesta, unas mismas palabras.

RESTIL. n. Resistero del sol.

RETASTINARSE. (el guisado) v. Asurarse.

REVISALSEAR. V. Repostear.

REVISALSERO. adj. Curioso, bachillero.

REVOLTINA. n Motín, conmoción (comocion) popular.

REZAGO. n. Ganado endeble, que se separa del rebaño para mejorarle en otro pasto. (rezagado, de zaga: detrás, atrás; zaguera, zaguero)

RIADA. n. Avenida de río.

RIOSTRA. n. Aldava. (aldaba ?)
REBELLONES. n. Especie de hongos. (robellones, rovellones, níscalo, lactarius)

ROLDE. n. Círculo.

ROÑAR. v. a. Regañar, roñón. adj. Regañón.

Roncha. n. Lonja (loncha) de tocino, carne, salchicha, etc.

Rónego. adj. Descarnado.

Royo. adj. Rojo.
Robel. V. Labacio.

Roscadero. n. Cuévano.

ROSADA. n. Escarcha.

Roya. n. Cierta yerba. - Cierta enfermedad del trigo.

Ruejo o rollo de molino. n. Rodillo. (roll)

Rufo. V. Garufo.
Rusio rusiente. adj. Candente.

RUJAR. v. a. Rociar.

RUJADA. n. Rociada.


S


SABANILLA. n. Pañuelo.
SACAFUEGOS. n. Eslabón.
SACA. (derecho de) V. Abolorio.
SANSA. n. Orujo de oliva.
SAQUERA. n. Aguja de coser sacos.
SARGANTANA. n. Lagartija.
SARRAMPIÓN. n. Sarampión.
SARRIO. n. Especie de cabra montés.
Saso. n. Tierra ligera y opuesta a la vega.
SEÑAR. v. a. Hacer señas.
SIRGA. n. Maroma.
SIRRIO. n. Sirle, Sirria.
SITIADA. n. Junta de gobierno de una casa de beneficencia.
SOBA. n. Cueva o boquerón profundo horizontalmente.
SOBATER. v. n. Agitar líquidos, sacudirles.
SOMARRARSE o SUMARRARSE. v. a. Pegarse un guisado.

SOPAPO. V. Revés.

SOTOBAR o sostobar. v. a. Mullir.

SUELDO, SUELDO JAQUÉS. Ocho cuartos.

SUPLICACIONES. n. Barquillos.


T


TABLERO. v. n. Mostrador.

Taca. n. Mancha.

TAFARRA. n. Atarre.

TAJADERA. n. Tabla para detener el agua.

TALA. n. Tara.

TALEGAZO. n Caída de resbalón. - Costalada.

TANERÍAS. n. Tenerías.

Tano. n. Nudo en la madera.

TÁPARA. n. Alcaparra.

TARDANO. adj. Tardío.

Tarde. adv. Las primeras horas de la noche.

TARQUÍN. n. Cieno.

TARRANCO, o TARRANCHO. V. Garrancho.

TARRANCAZO. V. Garrancho.

TASTAR. v. a. Probar, gustar.

TERCIAR. v. Dar la tercera reja a la tierra.

TERNICES. n. Gusanillos que se ven en la carne que empieza a podrirse.

TERNASCO. n. Recental.

TERUELO. n. Bolita de lotería, o semejante.

TINGLADO. n. Tablado en alto, poco seguro.

TIRETA. n. Tira de piel sobada.

TITADA. n. Monería.

Tobo. adj. Hueco, mullido.

Tocho. n. Cachiporra.

TONGADA. n. Capa de tierra, paja alternada con fruta.

Toña. n. Pan grande.

TORMO. n. Terrón.

TORRE. n. Quinta, Carmen, casa de recreo.

Toza. n. Chueca.
TOZAL. n. Monte, collado.
TOZUDO. adj. Obstinado, testarudo.
TOZOLADA. n. Tozolón.
Trallo, n. Cuartón.
TRANZA. n. Trance.
Trapal. n. Paño para recoger la aceituna, tendido debajo del árbol. - Agujero grande en ropas.
TRASCA. n. Pellejo grande de buey.
TRASCÓN. n. Pezcuño.
TRASMUDAR. v. a. Trasegar.
TREMEDAL. n. Páramo, montes despoblados. (Como los de Orihuela, en Teruel)
TREMONCILLO. n. Tornillo.
TRENA. n. Trenza.
TRENCHA n. Pretina.
TRENZADERA. n. Cinta de hilo.
TRIBUTACIÓN. n. ant. Reconocimiento de los límites concedidos a la mesta. - El contrato constitutivo del treudo.
TRINGOLA. n. Campanilla de cabestro.
TRIPLICA. n. Petición respondiendo a la segunda contradicción.
TROMPICHÓN. n. Perinola.
(Esta palabra no está en la versión que tengo delante. TRIUNFA. n. Patata.)
TRUJAL. n. Lagar.
TRUJALETA. n. Vasija o tarro para recibir el vino del lagar o de las cubas.
TRUCAR a la puerta. v. a. Golpear a la.
TÚBERAS o TÚFERAS. n. Especie de criadillas de tierra.
TUMBILLA. n. Calentador.
TRASCOLAR. v. a. Trasegar.

U
Uva (uba en el original). n. El racimo de la uva (uba).

V

VALONES. n. Calzones.
VELLUTERO. n. Oficial que trabaja en seda.
Vendema. n. Vendimia.
VERDUZCO, VERDUSCO, o VERDIASCO. n. Látigo hecho de rama de un árbol. VERGUER o VERGUERO. Alguacil de vara. - V. Mazero (macero).

VETA. n. Cinta de algodón. - Hebra de hilo.

Vicioso. adj. Mimado.

Vicios. (dar) v. a. Mimar.

VIOLA. n. Violeta.

VIRAGA. n. Especie de zizaña. (cizaña)

VISTRAER. v. n. Desembolsar. ant. Sonsacar. V. Bistreta.

VIZALERO. V. Dulero.

VOLADA DE AIRE. n. Ráfaga.

VUELTAS. n. Techo.

VULTURINO. n. Nasa de hilos para pescar.

X


Xada: ni. Azada

XAMBOLIER. n. Camarero. (chambre : cámara : cámara)
XAMBRAR v. a. Enjambrar.
XAPURCAR o CHAPURCAR. v. a. Revolver el agua u otro líquido.

XAQUE. n. Cualquiera de los dos lados de las alforjas. (en esta edición no aparece:
- Estar hecho un xaque. - Estar ebrio
)
XARAPOTEAR. n. Xaropear.
XEPE. n. Azumbre.
XETAR. v. a. Desatar algo en cosa líquida. - Frotar una cosa con otra, v. gr. un ajo.
Xeto. n. Colmena vacía, untada con miel.
XIMENZAR. v. a. Quitar a golpes la simiente del cáñamo, lino, etc.
XINGLAR. v. a. Chinglar, gritar con regocijo.
Xisca. n. Especie de caña basta en lugares húmedos.
XIJALLO o SISALLO. n. Arbusto para el ganado.


Z

ZABACEQUIAS. El que cuida de los turnos del riego y de multar a los que abusan de las aguas, o cierran mal las atajaderas.
ZABORRA. n. Piedra pequeña y sin labar. (lavar; zahorra)
ZABORRERO o ZABURRERO. adj. Albañil que trabaja con zaborras. - Poco esmerado en su oficio cualquiera que sea.
ZAL-MEDINA (zalmedina) o SALMEDINA. n. Antiguamente era el alcaide, ahora el preso que hace de caporal en una estancia de la cárcel. Suele ser el más antiguo y el más esforzado y valentón. Está encargado del orden interior. No obstante que su causa sea grave, como no esté en incomunicación.
ZALEAR. v. a. Ajar la fruta, carne, etc. manoseándola.
ZANCOCHAR. v. a. Guisar con poca limpieza, revolver, desgobernar.

ZANCOCHO. n. Derivado de zancochar V. Empandullo.

ZAPOTAZO. V. Talegazo.

ZARANGA. V. Fritada.

ZERIGALLO. n. Pingajo. - Joven que se lleva y sigue impertinentemente a donde y con quien no debe.

ZOCA. V. Choca.

ZORRA DE CARNE. n. Piltrafa.

Zoque. n. Tarugo o pedazo grande del tronco de un árbol para cortar las carnes.

Zote. adj. Ignorante, lerdo.

ZUCRERÍA. n. Confitería.

ZURO. n. Corcho.

ZURRACO. n. Bolsón muy escondido de dinero.

FIN

Nota. Por un descuido involuntario dejó de ponerse en la página 4.a del prólogo la nota de que: las observaciones pertenecientes a la lengua griega se deben a un Helenista aragonés, que las suministró habiéndole consultado el diccionario.
(Supongo que era Braulio Foz, helenista, le gustaban las mujeres con nombre Helena, y otras con diferentes nombres y apellidos, como Nogués, aragonés de Fórnoles, ver la dedicatoria:
A DON BRAULIO FOZ:

PROFESOR DE LENGUA GRIEGA EN LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA.)

(Ejemplar de la Biblioteca de Montserrat, F, Varia Octavo 96 número 1. En la biblioteca de Monserrate Ferreró de Fórnols igual también está)



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