Mostrando entradas con la etiqueta duc. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta duc. Mostrar todas las entradas

jueves, 26 de agosto de 2021

Al tren. Clarín.

AL TREN

(Lo texto del llibre de Clarín no sirá igual que este)

Leopoldo Enrique García-Alas y Ureña (Clarín).

Lo duc del Pergamino, marqués de Numancia, comte de Peñasarriba, consellé de ferrocarrils de vía ampla y de vía estreta, ex ministre de estat y de Ultramar...


Lo duc del Pergamino, marqués de Numancia, comte de Peñasarriba, consellé de ferrocarrils de vía ampla y de vía estreta, ex ministre de estat y de Ultramar... está que bufe y agarre lo sel... ras del coche de primera en les mans; y al seu juissi té raó que li sobre. Figúronse vostés que ell ve desde Madrid sol, tombat tot lo llarg que es a un reservat, en lo que ha tingut que contentás, perque no va ñabé a la seua dispossisió, per torpesa dels empleats, ni coche-llit, ni cosa pareguda. Y ara, cuan milló dormíe, a mija nit, a la mitat de Castilla, li obrin la porta del seu departamén y li demanen mil perdons... perque té que admití la compañía de dos viachés nada menos: una siñora enlutada, cuberta en un vel espés, y un tinén de artillería.

¡De cap manera! No ña cortessía que valgue; lo noble español es mol inglés cuan viache y no se entreté en miramens medievals: defén lo home lo seu resservat poc menos que al sport que ha adeprés a Eton, a Inglaterra, lo noble duc castellá, estudián inglés.

¡Un consellé, un senadó, un duc, un ex-ministre, consentí que entron dos desconeguts al seu coche, después de habé consentit en pressindí de una berlina-llit, al que té dret! ¡impossible! ¡Allí no entre ni una mosca!

La dama de dol, avergoñida, confusa, procure desapareixe, buscá refugi a consevol furgó aon pugue ñabé gossos mes fins... pero lo tinén de artillería li tanque lo pas ocupán la eixida, y en molta tranquilidat y finura defén lo seu dret, lo dels dos.

- Caballé, no nego lo dret de vosté a reclamá contra los descuidos de la Compañía... pero yo, y per lo vist esta siñora tamé, ting billet de primera; tots los demés coches de esta classe venen plens; an esta estassió no ña manera de aumentá lo servissi... aquí ñan assientos de sobres, y aquí mos embutirem. Lo jefe de la estassió apoye en timidés la pretensió del tinén; lo duc se creix, lo jefe sedix... y lo artillé cride a un cabo de la Guardia Sivil, que, enterat del cas, aplique la ley marsial al reglamén de ferrocarrils, y decrete que la viuda (ell la creu viuda) y lo seu tinén se quedon al resservat del duc, sense perjuissi de que este se queixo dabán de qui correspongue.

Pergamino proteste; pero acabe per calmás y hasta li oferix un magnífic puro al militar, del que acabe de sabé, acsidentalmen, que va al expresso a incorporás al seu regimén, que se embarque cap a Cuba.

- ¿Aixina que va vosté a Ultramar a defendre la integridat de la patria? - Sí siñó, al radé sortech (o sorteo) me ha tocat la china.- ¡Y vaya chinada!-

Dixo a ma mare y a la meua dona dolentes y dixo dos chiquets de menos de sing añets. - be, sí; es lamentable... ¡Pero la patria, lo país, la bandera!

- Ya u crec, siñó duc. Aixó es lo primé. Per naixó hi vach. Pero séntigo separám de lo segón. Y vosté, siñó duc, ¿aón sen va?

- Phs... per lo pronte a Biarritz, después al Nort de Fransa... pero tot aixó está mol vist; passaré lo Canal y repartiré los mesos de agost y de setembre entre la isla de Wight, Cowes, Ventnor, Ryde y Osborn...
La dama del dol y del vel, ocupe silensiosa un racó del resservat. Lo duc no sen fixe en ella. Después de repassá un periódic, seguix la conversa en lo artillé, que es de poques paraules.

- Alló está mol mal. Cuan yo, per novatada de ministre, vach admití la cartera de Ultramar, pera adependre, me vach convense de que tenim que cauterisá la administrassió ultramarina, si se vol salvá.

- Y vosté ¿no va pugué aplicál?

- No vach tindre tems. Vach passá al estat, per los meus merits y servissis. Y ademés... ¡ñan tans compromisos! Oh, pero la insensata rebelió no durará; los nostres héroes defenen alló com a leons; miro vosté que es magnífica la mort del general Zutano... víctima de la seua valentía a la acsió de Tal... Zutano y un atre valén, un capitá... Lo capitá... no sé cuáns, van perí o morí allí pel mateix valor y lo mateix patriotisme que los mes renombrats martirs de la guerra. Zutano y lo atre, lo capitá aquell, se mereixen estatues; lletres de or a una lápida del Congrés... Pero de totes maneres, alló está mol futut... No tenim una administrassió... Conque ¿vosté se quede aquí pera pendre lo tren que lo porto a Santander? pos venga, bona sort, mols llorés y poques bales... Y si vol vosté algo per aquí... ya sap vosté, lo meu tinén, durán lo estiu, isla de Wight, Cowes, Ryde, Ventnor y Osborn...

Lo duc y la dama del dol y lo vel se queden sols al resservat. Lo ex-ministre procure, en discressió relativa, conversá.

La dama conteste en monossílabos, y a vegades en señes.

Lo de Pergamino, despechat, se aburrix. A una estassió, la enlutada mire en impassiensia per la finestreta.

- ¡Aquí, aquí! - cride de repén -; Fernando, Adela, aquí...

Una parella, tamé de dol, entre al resservat: la enlutada del coche los abrasse, plore damún del pit de l´atra dona, sofocán los gañols. Lo tren seguix lo seu viache. Despedida, abrassos un atra vegada, ploreres...

Se van torná a quedá sols la dama y lo duch.
Pergamino, mort de impassiensia, se aventure al terreno de les possibles indiscressions. Vol sabé a tota costa lo origen de aquelles penes, la causa de aquell dol... Y obté freda, seca, irónica, entre llágrimes, esta breve resposta:

- Soc la viuda del atre... del capitá Fernández.

// 

EN EL TREN.


El duque del Pergamino, marqués de Numancia, conde de Peñasarriba, consejero de ferrocarriles de vía ancha y de vía estrecha, ex ministro de Estado y de Ultramar… está que bufa y coge el cielo… raso del coche de primera con las manos; y a su juicio tiene razón que le sobra. Figúrense ustedes que él viene desde Madrid solo, tumbado cuan largo es en un reservado, con que ha tenido que contentarse, porque no hubo a su disposición, por torpeza de los empleados, ni coche-cama, ni cosa parecida. Y ahora, a lo mejor del sueño, a media noche, en mitad de Castilla, le abren la puerta de su departamento y le piden mil perdones… porque tiene que admitir la compañía de dos viajeros nada menos: una señora enlutada, cubierta con un velo espeso, y un teniente de artillería.

¡De ninguna manera! No hay cortesía que valga; el noble español es muy inglés cuando viaja y no se anda con miramientos medioevales: defiende el home de su reservado poco menos que con el sport que ha aprendido en Eton, en Inglaterra, el noble duque castellano, estudiante inglés.

¡Un consejero, un senador, un duque, un ex-ministro, consentir que entren dos desconocidos en su coche, después de haber consentido en prescindir de una berlina-cama, a que tiene derecho! ¡Imposible! ¡Allí no entra una mosca!

La dama de luto, avergonzada, confusa, procura desaparecer, buscar refugio en cualquier furgón donde pueda haber perros más finos… pero el teniente de artillería le cierra el paso ocupando la salida, y con mucha tranquilidad y finura defiende su derecho, el de ambos.

-Caballero, no niego el derecho de usted a reclamar contra los descuidos de la Compañía… pero yo, y por lo visto esta señora también, tengo billete de primera; todos los demás coches de esta clase vienen llenos; en esta estación no hay modo de aumentar el servicio… aquí hay asientos de sobra, y aquí nos metemos.

El jefe de la estación apoya con timidez la pretensión del teniente; el duque se crece, el jefe cede… y el artillero llama a un cabo de la Guardia civil, que, enterado del caso, aplica la ley marcial al reglamento de ferrocarriles, y decreta que la viuda (él la hace viuda) y su teniente se queden en el reservado del duque, sin perjuicio de que éste se llame a engaño ante quien corresponda.

Pergamino protesta; pero acaba por calmarse y hasta por ofrecer un magnífico puro al militar, del cual acaba de saber, accidentalmente, que va en el expreso a incorporarse a su regimiento, que se embarca para Cuba.

-¿Con que va usted a Ultramar a defender la integridad de la patria?

-Sí señor, en el último sorteo me ha tocado el chinazo.

-¿Cómo chinazo?

-Dejo a mi madre y a mi mujer enfermas y dejo dos niños de menos de cinco años.

-Bien, sí; es lamentable… ¡Pero la patria, el país, la bandera!

-Ya lo creo, señor duque. Eso es lo primero. Por eso voy. Pero siento separarme de lo segundo. Y usted, señor duque, ¿a dónde bueno?

-Phs… por de pronto a Biarritz, después al Norte de Francia… pero todo eso está muy visto; pasaré el Canal y repartiré el mes de Agosto y de Septiembre entre la isla de Wight, Cowes, Ventnor, Ryde y Osborn…

La dama del luto y del velo, ocupa silenciosa un rincón del reservado. El duque no repara en ella. Después de repasar un periódico, reanuda la conversación con el artillero, que es de pocas palabras.

-Aquello está muy malo. Cuando yo, allá en mi novatada de ministro, admití la cartera de Ultramar, por vía de aprendizaje, me convencí de que tenemos que aplicar el cauterio a la administración ultramarina, si ha de salvarse aquello.

-Y usted ¿no pudo aplicarlo?

-No tuve tiempo. Pasé a Estado, por mis méritos y servicios. Y además… ¡hay tantos compromisos! Oh, pero la insensata rebelión no prevalecerá; nuestros héroes defienden aquello como leones; mire usted que es magnífica la muerte del general Zutano… víctima de su arrojo en la acción de Tal… Zutano y otro valiente, un capitán… el capitán… no sé cuántos, perecieron allí con el mismo valor y el mismo patriotismo que los más renombrados mártires de la guerra. Zutano y el otro, el capitán aquél, merecen estatuas; letras de oro en una lápida del Congreso… Pero de todas maneras, aquello está muy malo… No tenemos una administración… Conque ¿usted se queda aquí para tomar el tren que le lleve a Santander? Pues ea; buena suerte, muchos laureles y pocos balazos… Y si quiere usted algo por acá… ya sabe usted, mi teniente, durante el verano, isla de Wight, Cowes, Ryde, Ventnor y Osborn…

El duque y la dama del luto y el velo quedan solos en el reservado. El ex-ministro procura, con discreción relativa, entablar conversación.

La dama contesta con monosílabos, y a veces con señas.

El de Pergamino, despechado, se aburre. En una estación, la enlutada mira con impaciencia por la ventanilla.

-¡Aquí, aquí! -grita de pronto-; Fernando, Adela, aquí…

Una pareja, también de luto, entra en el reservado: la enlutada del coche los abraza, sobre el pecho de la otra mujer llora, sofocando los sollozos.

El tren sigue su viaje. Despedida, abrazos otra vez, llanto…

Quedaron de nuevo solos la dama y el duque.

Pergamino, muerto de impaciencia, se aventura en el terreno de las posibles indiscreciones. Quiere saber a toda costa el origen de aquellas penas, la causa de aquel luto… Y obtiene fría, seca, irónica, entre lágrimas, esta breve respuesta:

-Soy la viuda del otro… del capitán Fernández.

FIN.

lunes, 28 de diciembre de 2020

Los sans inossens. Llibre primé.




Llibre primé.

Azarías.

Los sans inosséns. Llibre primé.

A san germana, la Régula, li contrariabe la actitut de Azarías, y lo renegáe; y ell, entonses, tornáe a la Jara, aon lo siñoret. Ella aspirabe a que los jovens se ilustraren, cosa que a son germá li pareixíe un error, que después no te valen ni pera fins ni pera bastos, pontificabe en lo seu to de veu brumós, una mica nassal, y, per contra, a la Jara, aon lo siñoret, dingú se preocupabe de si éste o l´atre sabíen lligí o escriure, de si eren alfabetos o analfabetos, o de si lo Azarías voltáe de un costat a l´atre, los pantalóns de pana apedassats caénli, la bragueta sense botons, en los peus descalsos y, inclús, si, de repén, marchabe aon san germana y lo siñoret preguntabe per nell y li responíen, está aon san germana, siñoret, lo siñoret tan tranquil, no se alterabe, si acás eixecáe imperseptiblemen un muscle, lo esquerro, pero no indagabe mes, ni comentabe la nova, y, cuan tornáe, lo Azarías ya torne a está aquí, siñoret, y lo siñoret ficáe una mija sonrissa y en pas, que al siñoret sol li exasperabe que lo Azarías afirmare que teníe un añ mes que lo siñoret, perque, en realidat, lo Azarías ya ere mosso cuan lo siñoret va naixe, pero lo Azarías ni sen enrecordabe de aixó y si, en ocasions, afirmabe que teníe un añ mes que lo siñoret, ere perque Dacio, lo Gorriné, lay va di aixina un cap d´añ que anáe una mica gat y an ell, al Azarías, se li va quedá grabat a la sessera, y tantes vegades li preguntaben, ¿cuáns añs tens, Azarías? tantes contestáe, un añ mes que lo siñoret, pero no ere per mala voluntat, ni per lo gust de di mentires, sino per pura santa inossensia y simplería, que lo siñoret fée mal en renegál per naixó y díli zascandil, ni ere just tampoc, ya que lo Azarías, a cambi de caminá per lo cortijo tot lo día de Deu com mastegán lo no res miranse atentamen les ungles de la ma dreta, llustrabe lo automóvil del siñoret en una bayeta groga, y desenroscabe los taps de les válvules als coches dels amics del siñoret pera que al siñoret no ni faltaren lo día que les coses vingueren mal dades y escassejaren y, per si aixó no fore prou, lo Azarías sen cuidabe dels gossos, del perdigué y del setter, y dels tres rabosés y si, ben de nit, lladráen al carrascal los mastins del pastó y los gossos del cortijo se abalotáen, ell, Azarías, los aplacabe en bones paraules, los rascabe insistenmen entre los ulls hasta que se apassiguaben y a dormí y, en la primera llum, ixíe al pati estiranse, despereánse, obríe la tanca y soltabe als pavos pel carrascal, detrás de les bardisses, protegits per la valla de tela metálica y, llugo, rascabe la gallinassa del galliné y, al acabá, pos a regá los geranios y l´oró y a adessentá lo cuchitril del duc y a acarissiál entre les orelles y, conforme caíe la nit, ya se sabíe, Azarías, assentat a un pilonet, prop del foc, a la desolada entrada, desplomabe les perdius, o les turcassos, o les tórdoles, o datres bichos de ploma, cobrades per lo siñoret durán la jornada y, assobín, si les pesses abundaben, lo Azarías ne resservabe una pera la milana, de forma que lo duc, cada vegada que lo veíe apareixe, lo voltáe en la seua redona mirada groga, y castañejáe en lo pic o bec, com si retossare, tot per espontani afecte, que als demés, lo siñoret incluít, los bufabe com un gat y los enseñáe les ungles, mentres que an ell, lo distinguíe, pos rara ere la nit que no lo obsequiare, a falta de un mosset mes bo, en una garsa negra y blanca, o una merla, o mija dotsena de vileros o pardals enganchats en visc a la bassa, aon les carpes, o vaigue vosté a sabé, pero, en consevol cas, Azarías li díe al Gran Duc, cada vegada que se arrimabe an ell, en veu envellutada, milana bonica, milana bonica, y li rascabe entre les selles y li sonreíe en les genives desdentegades y, si ere lo cas de amarrál pera que lo siñoret o la siñoreta o los amics del siñoret o les amigues de la siñoreta se entretingueren, disparán a les águiles o áligues o als muixons negres per la tronera, amagats, Azarías li enrollabe a la pota dreta un drapet de franela roija pera que la cadena no lo nafrare y, mentrestán lo siñoret o la siñoreta o los amics del siñoret o les amigues de la siñoreta estáen amagats y escopeteján, ell aguardabe, ajupit, daball de la atalaya, vigilánlo, tremolán com un brot vert, y, encara que estabe una mica du de orella, escoltáe los estampits secs de les detonassions y, a cada una, se esgarrifáe y tancabe los ulls y, al torná a obríls, mirabe cap al duc y al vórel indemne, alsat y desafián, fén lo escut, damún la pedra, se sentíe orgullós de ell y se díe an ell mateix, milana bonica, milana bonica, y experimentabe dessichos de rascáli entre les orelles y, aixina que lo siñoret o la siñoreta, o les amigues del siñoret, o los amics de la siñoreta, se cansaben de matá muixons y eixíen de la barraca estiránse y despereánse com si abandonaren la bocamina, ell se arrimabe movén les barres amún y aball, com si mastegare algo, al Gran Duc, y lo duc, entonses, se unflabe de satisfacsió, se esponjabe com un pavo real y lo Azarías li sonreíe, no sigues cobart, milana, li díe, y li rascabe la entressella pera premiál y al final, arreplegáe den terra, una detrás del atra, les águiles abatudes, les penjáe a la percha, desencadenabe al duc en cuidadet, lo embutíe a la gran gabia de barrots de fusta, que se tiráe al muscle, y pin, pianet, se encaminabe cap al cortijo sense esperá al siñoret, ni a la siñoreta, ni als amics del siñoret, ni a les amigues de la siñoreta que caminaben, lenta, cansinamen, per la senda, detrás d´ell, charrán de les seus coses y rién sense ton ni son y aixina que arribabe a la casa, lo Azarías penjáe la percha al barró del zaguán y en cuan se fee de nit, assentat o ajupit a la grava del pati, a la blanca llum del cresol, desplomáe un muixó consevol y sen anáe en ell a la finestra del cuchitril, y uuuuuh, fée, modulán la veu, buscán lo registre que mes temó donare, y al minut, lo duc se alsabe hasta la reixa sense fé soroll, en un revol tranquil y blanet, com de cotó, y tamé díe uuuuuh, com un eco del uuuuuh de Azarías, un eco del atre món, y enseguida, li ficáe lo muixó a les seues enormes garres y lo duc lo devorabe silensiosamen en un santiamén y lo Azarías lo mirabe minjá en la seua sonrissa babeján y musitabe, milana bonica, milana bonica, y una vegada que lo Gran Duc acabáe lo seu festín, lo Azarías se encaminabe al cobertís, aon les amigues del siñoret y los amics de la siñoreta aparcáen los seus coches, y, en passiensia, anáe desenroscán los taps de les válvules de les rodes, en torpes movimens dels seus dits grossos, y al acabá, los ajuntabe en los que guardabe a la caixa de sabates, a la cuadra, se assentáe an terra y se ficáe a contáls, un, dos, tres, cuatre, sing... y al arribá a onse, díe invariablemen, coranta tres, coranta cuatre, coranta sing..., después ixíe al corral, ya sen fosc, y a un racó se pixáe a les mans pera que no se li badaren o faigueren cribasses, y abanicabe un rato l´aire pera que se orejaren y aixina un día y un atre, un mes y un atre, un añ y un atre, tota una vida, pero a pesá de este régim metódic, algunes matinades, lo Azarías se despertabe fluix y com desfilagarchat, com si durán la nit algú li haguere tret lo esqueleto, y eixos díes, no rascabe la gallinassa, ni donáe de minjá als gossos, ni asseabe lo cuchitril del duc, sino que ixíe al monte y se gitáe al abrigo de algunes herbes altes, zahurdones, torvisca y si picabe lo sol, pos a la sombra del alborsé, lo madroño, y cuan Dacio li preguntabe, ¿qué es lo que te passe, Azarías? Ell, porto la manta, que yo dic, ting perea, y de esta forma, dixáe passá les hores mortes, y si lo siñoret se topetáe en ell y li preguntabe, ¿qué te passe, home de Deu?, Azarías lo mateix, porto la manta, que yo dic, siñoret, sense inmutás, tombat a la torvisca o al amparo del alborsé, inmóvil, replegat en les cuixes cap al ventre, los colses al pit, mastegán saliveta, com si remugare, com un cachorro o cadell en ganes de mamá, mirán fíxamen la línia blau-verdosa de la serra retallada contra lo sel, y les barraques redones dels pastós y lo coll de les corses, Cerro de las Corzas, (al atre costat ya estabe Portugal), y los roquissals en forma de tortugues jagans, y lo vol chillón y estirat de les grulles camí del pantano o laguna, y les merines, ovelles palomes, voltán en los seus corderets, y si auncás se presentabe Dámaso, lo pastó, y li díe ¿passe algo, Azarías? Ell, porto la manta, que yo dic, y de esta manera transcurríe lo tems hasta que sobreveníe lo apretó y fée de ventre prop del alborsé o a la fosca bada de algún roquissal y tal com se desahogabe, anáen tornánli paulatinamen les energíes y una vegada recuperat, la seua primera reacsió ere arrimás aon estáe lo duc y díli dolsamen a través de la reixa, milana bonica, y lo duc venga a esponjás y castañejá en lo pic curvat o belcat, hasta que Azarías li obsequiabe en un aguilucho o una cría de garsa desplomats y mentres lo devorabe, lo Azarías, pera guañá tems, se arrimáe a la cuadra, se assentáe an terra y se ficáe a contá los taps de les válvules de la caixa, un, dos, tres, cuatre, sing... hasta arribá a onse, y, entonses díe, coranta tres, coranta cuatre, coranta sing, y al acabá, tapáe la caixa en la tapa, se quedabe un llarg rato observán les ungles ratades de la seua ma dreta, movén amún y aball les mandíbules o barres y rossegán paraules ininteligibles y de repén, dessidíe, men vach aon man germana, y al porche, se encarabe en lo siñoret, tot espatarrat a la hamaca, mich adormit, men vach aon man germana, siñoret, y lo siñoret eixecáe imperseptiblemen lo muscle esquerro, vésten en Deu, Azarías, y ell marchabe cap al atre cortijo, aon san germana, y ella, la Régula, només obríli la tanca, ¿qué te s´ha perdut per aquí, si pot sabés? y Azarías ¿y los sagalets? y ella ae, a escola están, ¿aón vols que estiguen? y ell, lo Azarías, amostrabe un momén la punta de la llengua, grossa y rosada, tornáe a amagála, la paladejabe un rato y díe al final, lo mal es pera tú, llugo no te servirán ni pera fins ni pera bastos, y la Régula, ae, ¿te hay demanat yo la teua opinió? pero, tan pronte com caíe lo sol, lo Azarías se encantáe mirán les brases, mastegán lo no res y al cap de un rato, alsáe lo cap y súbitamen, díe, demá men entornaré aon lo siñoret, y antes de fes de día, tal com ixíe una raya ataronjada al firmamén delimitán lo contorno de la serra, lo Azarías ya navegáe, cuatre hores mes tard, suat y famoleng, en cuan sentíe a la Lupe descorre lo gran forrollat de la tanca, ya escomensáe, milana bonica, milana bonica, una y atra vegada, la seua retahíla, y a la Lupe, la Gorrinera, ni los bons díes y lo siñoret igual estáe al llit, descansán, pero aixina que apareixíe a michdía a la entrada de la casa, la Lupe li donáe lo part, lo Azarías mos ha entrat de matinet, siñoret, y lo siñoret ajuntáe los ulls legañosos, de acuerdo, díe, y alsáe lo muscle esquerro, com a resignat, o sorprengut, encara que ya se sentíe al Azarías rascán la gallinassa dels aseladeros, los barronets aon se fiquen les gallines, o llimpián lo cuchitril del Gran Duc y arrossegán la lechera de fusta, herrada, ferrata, per lo pati engravat, y de esta manera, anáen passán les semanes hasta que un bon día, al apuntá la primavera, lo Azarías se transformabe, li pujáe als labios com una sonrissa indescriptible, y, al pondres lo sol, en veus de contá los taps de les válvules, agarrabe al duc y ixíe en ell al carrascal y lo enorme muixonot, parat, erguit damún del seu antebrás, ataulláe los voltáns y conforme oscuríe, eixecáe un vol blan y silensiós y tornáe, al poc rato, en un ratolí entre les ungles, o un pinsanet, y allí mateix, jun a Azarías, devorabe la seua presa, mentres ell li rascabe entre les orelles, y escoltáe los batecs de la serra, los lladrits aspres y tristos de la rabosa moguda (en sel) o lo bram dels venados del Coto de Santa Ángela, aparellánse tamé, y de cuan en cuan, li díe, la rabosa va moguda, milana, ¿sens?, y lo duc lo enfocabe en les seues redones pupiles (o nines) grogues que iluminaben la oscurina, ficáe pites les orelles y tornabe a minjá y, ara ya no, pero fa tems se sentíe tamé los fúnebres aullits dels llops al Piornal, a 1175 metros de altura, les nits de primavera pero desde que van arribá los homens de la llum y van instalá los postes de la red eléctrica al llarg de la ladera, no se van torná a escoltá, y en cambi, se sentíe cridá al caro, jujujujú, en pauses periódiques, y lo Gran Duc, en estos casos, eixecáe lo seu enorme cap y empinabe les orelles y lo Azarías venga a riure sordamen, sense fé soroll, sol en les genives, y musitabe en veu empañada, ¿te acobardes, milana?, demá ixiré a corre lo caro, y dit y fet, en son demá, al tardet, ixíe sol serra abán, obrínse pas entre la jara florida y les boches, perque lo caro li fascináe a Azarías com un abismo, una espessie de atracsió ñirviosa per la temó, de tal manera que al parás al mich del monte, escoltabe claramen los cops del seu cor y entonses esperabe un rato pera pendre alé y serená lo seu espíritu y después, cridáe ¡eh!, ¡eh!, al caro, y seguidamen, paráe la orella esperán la resposta, mentres la lluna assomabe detrás de uns nugolets y inundabe lo paissache de una irreal fosforessensia poblada de sombres, y ell, una mica amilanat, fée una bocina en les seues mans y repetíe desafián, ¡eh!, ¡eh!, hasta que, de repén, vin metros mes aball, desde una carrasca reforsuda, li arribáe lo anhelat aullit que geláe la sang, ¡jujujujú!, y, al sentíl, lo Azarías perdíe la nossió del tems, la consiensia de ell mateix, y arrencáe a corre com un loco, gruñín com un jabalí, pateján les herbes, esgarrapánse la cara en les rames mes baixes dels alborsés y los carrascots y detrás de ell, implacable, saltán blanamen de abre en abre, lo caro, aullán y carcañeján y, cada vegada que sen enríe, al Azarías se li dilataben les nines y se li ficáe la pell de gallina y sen enrecordabe de la milana a la cuadra, y apretáe encara mes lo pas y lo caro a la seua esquena tornabe a aullá y a riure y lo Azarías corríe y corríe, entropessabe, caíe y se alsabe, sense girá may lo cap y al arribá, bufán, a la dehesa, la Lupe, la Gorrinera, se santiguabe, ¿de aón vens, dísme?, y lo Azarías sonreíe una mica, com un chiquet pessigat fen alguna malesa, y díe, de corre lo caro, que yo dic, y ella comentabe, ¡Jesús quíns joguets!, te has ficat la cara com un Santo Cristo, pero ell ya camináe cap al corral, llimpiánse la sang dels esgarraps en la bayeta, cotet, escoltán los batecs del seu cor, la boca entreuberta, sonrién al buit, babeján, y al cap de un rato, ya mes sereno, se arrimáe al cuchitril de la milana, acachat, sense fé soroll, y de repén, se assomabe al finestró y faie, ¡uuuuuh!, y lo duc revolotejabe hasta la peana y lo mirabe als ulls, torsén lo cap, y entonses lo Azarías li díe mol satisfet, hay estat corrén lo caro, y lo animal adressáe les orelles y matraquejáe en lo pic, com si u selebrare, y ell, bona carrera li hay donat, y escomensáe a enríuressen en veu baixa, sisseján, sentínse protegit per les bardes o tapies del cortijo, y aixina una vegada detrás de un atra, una primavera detrás de l´atra, hasta que una nit, acabánse mach, se va arrimá als barrots del cuchitril y va di com de costum, ¡uuuuuh!, pero lo Gran Duc no va acudí al crit, y entonses, lo Azarías se va extrañá, y va torná a di, ¡uuuuuh!, pero lo Gran Duc no va acudí a la cridada del Azarías, ¡uuuuuh!, tossut, per tersera vegada, pero, dins del cuchitril, ni un soroll, aixina que lo Azarías va espentá la porta, va pendre lo cresol y se va trobá al duc apretat contra un racó y, al enseñáli la garsa desplomada, lo duc ni se va sorollá, y entonses, lo Azarías va dixá la pessa an terra y se va assentá a la voreta dell, lo va agarrá en cuidadet per les ales y lo va arrimá a la seua caló, rascánlo insistenmen a les entresselles y diénli en ternura, milana bonica, milana bonica, pero lo muixó no reacsionabe als habituals estimuls, en lo que lo Azarías lo va dixá damún de la palla, va eixí y va preguntá per lo siñoret, la milana está dolenteta, siñoret, té calentura, li va informá, y lo siñoret, ¡qué li ham de fé, Azarías! ya está mol agüeleta, ñaurá que buscá un mussolet nou, y lo Azarías, desolat, pero es la milana, siñoret, y lo siñoret, los ulls entaragañats, ¿y dísme tú, que mes te done un muixó que un atre? y lo Azarías, implorán, ¿autorise lo siñoret que li dona raó al Mago del Almendral? y lo siñoret va abansá lo seu muscle esquerro, ¿al Mago?, mol gastadó estás tú, Azarías, si per un muixó tinguerem que cridá al Mago, ¿aón aniríem a pará?, y después del seu reproche, una carcañada, com lo caro, que al Azarías se li va ficá la carn de gallina y, siñoret, no sen enrigue aixina, per los seus morts lay demano, y lo siñoret, ¿es que tampoc men puc enriure a casa meua? y un atra carcañada, com lo caro, cada vegada mes fortes, y a les seues risses tan fortes van acudí la siñoreta, la Lupe, Dacio, lo Gorriné Dámaso y les mossetes dels pastós, y tots a la entrada sen enríen a coro, com los caros, y la Lupe, pos no está plorán lo carnús de ell per eixe muixó apestós, pudén, y lo Azarías, la milana té calentura y lo siñoret no autorise a que li dona raó al Mago del Almendreral, (o ameleral) y, venga un atra carcañada, y un atra, hasta que, al final, lo Azarías, atabalat, va arrencá a corre, va eixí al pati y se va pixá a les mans y después, va entrá al corral, se va assentá an terra y se va ficá a contá en veu alta los taps de les válvules tratán de serenás, un, dos, tres, cuatre, sing, sis, sat, vuit, nou, deu, onse, coranta tres, coranta cuatre, coranta sing, hasta que se va trobá mes relajat, se va ficá un sac per cuixí y va dormí una michdiada y después se va arrimá en cuidadet a la reixa del cuchitril y va fé, ¡uuuuuh! pero dingú va contestá, y, entonses, lo Azarías va espentá la porta y va entrevore al duc al racó aon lo va dixá la vespra, pero tombat y sec, y lo Azarías se va arrimá an ell en passes curtes, lo va agarrá per la punta de un ala, se va obrí la jaqueta, la va crusá per damún del muixó y va di en veu esbadocada, milana bonica, milana bonica, pero lo Gran Duc ni obríe los ulls, ni castañejabe en lo pic, ni res, aixina que lo Azarías va atravessá lo pati, se va arrimá a la tanca y va descorre lo forrollat, y als seus chirrits, va eixí la Lupe, la de Dacio, ¿qué te s´ha ficat ara al cap, Azarías? y lo Azarías, men vach aon man germana, y sense mes, va eixí y a bon pas, sense notá les punchades de la pedriñera ni dels carts a les plantes dels peus, va passá lo carrascal, lo piornal y la valleta, apretán dolsamen lo cadáver del muixó contra lo seu pit y tal com li va ficá la vista damún, la Régula, ¿un atra vegada per aquí? y lo Azarías ¿y los sagals? y ella, a costura están, y lo Azarías, ¿es que no ña dingú mes a casa? y ella, ae, la chiqueta Menuda está, y en eixe momén, la Régula va repará en lo duc que portáe lo Azarías contra lo pit li va obrí les puntes de la jaqueta y lo cadáver del muixonot va caure damún de les reijoles roijes de argila de Peñarroija-Poblenou y ella, la Régula, va pegá un crit histéric y, ya estás traén de casa eixa carroña, ¿me sens? va di, y lo Azarías, sumisamen, va arreplegá lo muixó y lo va dixá afora, al pedrís, va torná a entrá a casa y va eixí en la chiqueta Menuda, acunánla al bras dret, y la chiqueta Menuda giráe los seus ulls extraviats sense fixáls en res, y ell, lo Azarías, va agarrá a la milana per una pota y una cavegueta a la ma esquerra, y la Régula, ¿aón vas en estes trasses? y lo Azarías, a fé lo enterro, que yo dic, al trayecte, la chiqueta Menuda va soltá un de aquells inacabables crits que donáen llástima, que geláen la sang de consevol, pero lo Azarías no se va inmutá, se va atansá hasta lo rodapeu de la ladera, va dixá a la criatura a la fresca, entre unes herbes, se va traure la jaqueta y en un ratet va cavá un forat ben fondo a la soca de un carrascot, va colocá en cuidado al muixó y, espentán la terra en la cavegueta, va tapá la fossa y se va quedá mirán lo túmulo, en los peus descalsos, los pantalóns apedassats cap aball, la boca entreuberta, y, al cap de un rato, les seues pupiles o nines se van fixá en la chiqueta Menuda, que teníe lo cap caigut cap a un costat, com desarticulat, y los seus ulls se crusáen, y miraben al buit sense fixás en res y lo Azarías se va acachá, la va pendre als seus brassos, se va assentá a la vora del talús, jun a la terra remoguda, la va apretá contra nell y va musitá, milana bonica, milana bonica, y va escomensá a rascáli insistenmen en lo índice de la ma dreta los pels del clatell, mentres la chiqueta Menuda, indiferén, se dixáe fé.

(Paco Rabal al papé de Azarías)

Azarías, Duc, duque, búho real

Azarías, Paco Rabal, duc, duque, búho real, los sans inosséns

viernes, 29 de diciembre de 2017

chuta , chutes

La chuta es la lechussa, chutes, lechusses, lechuza en castellá, 

Chólipa, txòlipa a Fórnols


xuta en catalá, xupa, òliba,

no di di chut, callá.


// Chutá, chut, de shoot, inglés, pegá una patada a una pilota. Vídeo el chute



https://es.glosbe.com/es/an/lechuza



Atres pareguts : 

Caro , cárabo, lo caro (Monte Caro) te un can paregut a la risa de Yogui, lo onso de Yellowstone. 
Dcvb: Animal nocturn, gros com una gallina, d'ales molt llargues, de color fosc amb vies blanques a les ales (Tortosa).




duc, búho real, Bubo maximus, mussol (com lo mote dels de Fórnols)

Etim.: del latín vulgar dūcuvar. de dux

Atres mussols o búhos son Bubo minor Strix scops, 

En aragonés es bú (onomatopeya)