lunes, 21 de enero de 2019

El "Vocabulario valenciano" del catalán Rosanes

El "Vocabulario valenciano" del catalán Rosanes

Ricart García Moya

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Es falso que la castellanización de los valencianos se produjera antes del XIX, salvo en el funcionariado y capas dirigentes; el pueblo llano, en tiempos de Bernat y Baldoví, era incapaz de hablar correctamente el castellano.

La implantación sistemática fue iniciada hacia el 1869 por Miguel Rosanes, un catalán de Vic destinado al Reino y que se propuso enseñar la lengua de Cervantes a quienes no conocían más idioma que el valenciano. Según Rosanes, nombrado director de la Escuela Superior de Sueca, era empresa titánica: Es preciso tocarlo prácticamente para formarse una idea del ímprobo trabajo que esto ocasiona. Cuando tomamos nosotros posesión de la escuela que dirigimos, no hubo entre cincuenta niños mayores de 9 años uno solo que supiese el significado de la palabra ceniza. Dios sabe lo que esto nos desalentó (Rosanes: Miscelánea, 1864, p.78). El pedagogo catalán, tenaz, optó por publicar un Vocabulario valenciano-castellano destinado a introducir la gramática de Castilla en las poblaciones en que no se habla la lengua castellana. El manual tuvo éxito entre los maestros, usándose para la inmersión en castellano con el método de sustituir la voz valenciana por la castellana, táctica perfeccionada en el 2001 por la Generalidad, al prohibir vocablos valencianos e imponer los catalanes y castellanos.

Entre los sustantivos que recoge Rosanes hay algunos tan patrimoniales como chulla (catalán xulla), garró (cat. turmell), melic (cat. llombrígol), y bascoll (cat. clatell); el derivado bascollá (cat. clatellada), recurso pedagógico contundente, también lo incluye Rosanes. Aparte de estos vocablos figuran otros que son idénticos en valenciano y castellano, realidad que la inmersión rechaza sin razonar que la lengua valenciana posee tantas voces similares al catalán como al castellano, y que muchas de ellas surgieron en el Reino antes que en la meseta o en el condado levantino.

Así, la primera documentación de bufanda en castellano es de 1782, mientras que el bufanda recogido por Rosanes estaba arraigado en el idioma valenciano del XVIII: eixes bufandes tan fines (Coloqui de Pepo Canelles), de donde pasaría al catalán. En la lista de Rosanes encontramos al monstruito regnícola butoni, equivalente al coco castellano y papu catalán. Los filólogos catalanes (los que leen país donde dice Reino), han tratado de restarle encanto y misterio al atribuirle la etimología bu + Toni, sin documentación que la sustente. Parece que la forma buto era la más antigua, pues Escrig da preferencia a butoni (1871), y también existía un juego infantil con tal denominación: asó es chuar al butoni (El Mole, 1840, p. 10). Por los mismos años en que Rosanes redactaba su vocabulario en Sueca, el suecano Baldoví ofrecía en verso la sinonimia entre fantasma y butoni:
vore que les femelles fasen també la fantasma (...)
anar fentmos el butoni /
a deshora de la nit (Pascualo y Visanteta, 1861, p.6).

Después de 1707 el idioma valenciano seguía tan vivo como en el 1400, asimilando voces foráneas y modelando morfologías propias, hasta tal punto que la lengua valenciana moderna apenas tiene parecido con el romance de 1238. Hay léxico que suponemos ancestral y no se remonta a más de dos siglos. Así, en la frase: Chiqueta, tingau trellat y no mos trenqueu eixos butacóns, usamos el sustantivo butacóns incorporado hacia el 1850, procedente del malsonante venezolano putaka. De igual modo, butoni o buto pudo estar asociado al valenciano bulto, imagen humana borrosa; o podría emparentar con el italianismo busto en su antigua acepción de cadáver (la generalización fonética y gráfica de sinyor, sinyora en el valenciano del XIX estaría vinculada al italiano signare, y plurales similares al italiano buoni podrían generar tras peripecias orales formas populares como butoni). El enmudecimiento consonántico también era decisivo en la creación de voces, de busto a buto pudo suceder como en el cambio morfológico y semántico del antiguo tresllat (traslado) al moderno trellat (cat. seny).


Los catalanes ambiciosos -los que llaman catalán a Sorolla
Arturo Quintana Font, filólogo catalán y catalanista ambicioso

Los catalanes ambiciosos -los que llaman catalán a Sorolla (a Ignacio Sorolla Vidal no, a Joaquín Sorolla) en la Gran Enc. Catalana-, han conseguido que nos avergoncemos del idioma valenciano del XIX, producto de la evolución independiente del mismo. En 1860 pudo constatar Rosanes que se mantenía la singularidad idiomática respetada incluso por Jaime I, cuando ordenó arromançar los Furs sin supeditarlos a ninguna lengua foránea. 

https://www.levante-emv.com/opinion/2012/05/29/rigor-cientifico-frente-descalificacion-barbarie/908888.html

El vocabulario del aséptico Rosanes captó esta preciosa morfología valenciana: bol chaca (cat. butxaca); cona de cansalá (cat. cotna de cansalada),y robell o yema de huevo (cat. rovell), cultismo que enlaza con el étimo latino robigo, con bilabial (Ros, 1764). Frases como rama chiqueta que escomensa a arrailar (p.46) o Borracho, choquet de chica (p.59), erizarían pelusas de madame Parrús e incluso las de monsieur Tarancón.
Junto a voces surgidas después del 1238 (butacó, arbelló, bolchaca, butoni...), el idioma valenciano que recogió Rosanes contaba con joyas mozárabes como cuallá (p.16), / collá, collada / derivada del latín coagulare. Hasta los filólogos más rateros admiten la valencianía del mozarabismo: no tengo pruebas de que el valenciano quallar se haya empleado en catalán (Corominas, DCECH); y Gulsoy y Cahner también lo reconocen:
La gran vitalidad de quallar en Valencia se deberá al hecho de que allí haya continuado como mozarabismo (DECLLC,1992). No les queda más remedio que aceptarlo ante la documentación medieval en valenciano donde aparece quallar y derivados. Como es sabido, por la ruta valenciana a Lérida fue filtrándose nuestro idioma, aunque Gulsoy observó que, todavía en el siglo XVII, quallar debía ser poco conocido en el Principado (DECLLC). Ahora ya lo conocen y utilizan.

Una reflexión: si del latín coagulare -pasando por los mozárabes quwalyo, qalyo de 1106- , los valencianos creamos la familia semántica de quallar:

¿qué autoridad tienen los rosanes de Ascensión -sean mallorquines como Hauf o fanáticos catalaneros como Verónica Cantó (AVL)-, para impedir que sigamos escribiendo y pronunciando la apócope en quallá o cuallá?

Tal morfología fue creada en el Reino por valencianos libres, no castellanizados ni supeditados a ninguna gestapo del IEC. Otra cosa es que toleremos que los catalanes sigan usando el arcaísmo valenciano quallada (que les prestamos gustosamente), pero nosotros tenemos derecho a apocopar sílabas y plasmarlo gráficamente sin sufrir imposiciones de los plomizos vecinos.

Y una duda bizantina: ¿por qué el suecano Joan Fuster, tan perspicaz y erudito, no se enteró de que el Reino -incluida Sueca- fue castellanizado a rajatabla por el catalán Rosanes en 1864?

Diario de Valencia 16 de Diciembre de 2001

La chuleta y la Real Academia

La chuleta y la Real Academia

Ricardo García Moya


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La RAE limpia la lengua castellana, pero ensucia la valenciana. En la última edición del diccionario, las voces procedentes del idioma valenciano sufrieron una depuración política inspirada por académicos escorados al IEC (Moll, Margarit., Marsá, Vilanova, Gimferrer, Riquer, Colón, etc) La voz chuleta, por ejemplo, la acomodaron para clasificarla como préstamo del catalán al castellano; pero la documentación es diamantina.

En 1611, después de recorrer el Reino, el licenciado Covarrubias publicaba su Tesoro de la lengua con observaciones sobre voces que se filtraban al castellano. Así, de chulla advertía que es vocablo valenciano (Tesoro, a. 1611), siendo esta voz, y no hora, la que generaría chuleta, chuletada y chuletón.
Tras cuatro siglos, el DRAE embrolla silogísticamente la pertenencia de la palabra: Chuleta, del valenciano xulleta, derivado del catalán xulla, costilla» (DRAE, 1992).
Se supone que esta atribución, transmitida a millones de estudiantes, se apoya en fuentes que alteran la de 1611, pero no es así. Nadie de la RAE aporta autoridad alguna que asocie chuleta a otro vocablo que no sea el valenciano chulla. Los académicos se han limitado a copiar lo dictado por el
Institut d´Estudis Catalans y los politizados filólogos catalanes.


Corominas, cuya obra etimológica es núcleo del catalanismo idiomático, afirma: Chuleta deriva del catalán de Valencia xulleta, diminutivo de xulla (DCECH,1980).

En las neolatinas hispánicas, el trapicheo de una consonante establece fronteras, y es significativo que no diga dónde aparece xulleta o xulla en un texto valenciano. Corominas actúa como médium transmisor de conceptos idiomáticos y geopolíticos ocultos en la mente de personajes fallecidos. Gracias a este don parapsicológico, la documentación que dice Regne de Valencia e Comtat de Barcelona la transcribe como Principat de Catalunya i País Valenciá. De igual modo, como no le convence que Covarrubias afirmara que chulla es vocablo valenciano, el etimólogo catalán atraviesa mentalmente los cuatro siglos transcurridos y adivina que el licenciado, en realidad, quiso escribir xulla es vocablo catalán. La inmersión normaliza hasta cadáveres centenarios.

Sofista enredador, Corominas dice en esta época se empleaba en la capital valenciana la grafía ch. Al aludir a siglos tildados de decadentes por la inmersión, da a entender que existió una época áurea donde chulla se escribía xulla, acorde con la doctrina del IEC; pero es otra trampa que el sabio tiende al incauto lector.
La primera vez que se documenta chulla es en Valencia, en el Thesaurus de Pou (a. 1575), https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2797002 
un gerundense que vino a estudiar a Valencia y aprendió lo que ahora está prohibido por la inmersión. Pou dejó en caracteres de imprenta la voz chulles junto a otras tan valencianas como allyoli (sic), chufes, chapes, taronges de Xátiva, chic, punches, etc.

En consecuencia, desechando versiones parapsicológicas, la primera documentación sobre la chulla (no xulla) la proporciona un catalán: Pou; y un castellano, Covarrubias; imparciales lingüistas que estudiaron el idioma valenciano y dejaron constancia impresa.

Como la mayoría de voces, chulla pertenecía a una familia descendiente del étimo latino vulgar absungia o exungia (grasa para untar ejes). De tal padre nacieron el antiguo portugués enxulha, el catalán ensunia o el castellano enxundia, usado por el Arcipreste de Hita. Significaban gordura o grasa del cerdo. / com lo sagí, ensaginada /
Del caótico romance surgieron otras variables modernas como la castellana enjundia, la italiana sugna y la occitana enjun, con la acepción de tocino o grasa de puerco. Entre todas las lenguas neolatinas, la valenciana creó la voz chulla con singularidad semántica, aparte de morfológica, al designar a las chuletas de cordero o ternera.

Adivinanza: ¿Cuál de todas las variables está prohibida y despreciada?
La valenciana, claro.


Pou opuso la valenciana chulla a la catalana carbonada y a la latina offella, por el deseo de presentar equivalencias entre valenciano, catalán y latín. La voz carbonada era castellana y catalana; pero en valenciano no tuvo excesiva aceptación, limitándose su polisemia a escasas y desagradables acepciones:
Carboná: cantidad grande de carbón, excremento de niños (Escrig,1871).


Respecto a la voz que nos interesa, Covarrubias fue concreto:
Chulla. Las costillas de carnero cortadas en piezas de dos en dos, que la gente pobre compra quando no tiene caudal para más. Es vocablo valenciano, y diéronsele del sonido que haze sobre las brasas quando se asa. (Tesoro,a.1611).

Covarrubias da la equivalencia exacta de costillas de cordero, mientras que Pou fue lacónico, factor que aprovechó Corominas para restar antigüedad a la acepción de chuleta, con la argucia de que Pou incluyó chulla en una llista de menjars preparats: DELLC). Como en el texto de Pou no hay más que una enumeración genérica, Corominas oculta lo que alteraría su trucada lista: "carn rustida, carn de cordero.... También sustituye el punto y aparte que separaba chulla y golosina por un punto y coma. Además, la traducción latina de Pou era flexible; p.e., traduce lo qui menja carn crua como omophagus. Es evidente que el latín offella aludía a las pequeñas chuletas de cordero, comida de pobres según Covarrubias. Tenían hueso (ya que Pou cita en la misma relación la cara sens ossos), y eran pequeñas comparadas con las chuletas de ternera que comían las clases pudientes.

La voz arraigó en idioma valenciano, como demuestra su inclusión en la paremiología, la chulla y la dona» (Galiana: Refrans, h.1760), figurando chulla en el diccionario de Lamarca (a. 1839) o en el vocabulario de Rosanes (a. 1864). Tampoco falta en el teatro del XIX: pa blanc y chulles (La tertulia de Colau,1866); bones chulles (Els microbios, 1884) Igual que el derivado: dos chulletes (Qui tinga cucs, 1855), una chulleta (La vanitat castigada, 1855). Resumiendo: chuleta y chuletón proceden de chulla; voz del idioma valenciano, no de la parapsicológica xulla catalana. La versión para engañar estudiantes que ofrece el DRAE pertenece al realismo fantástico, como los platillos volantes o el valencianismo de la alcaldesa Nolla. Por cierto, hoy me ha invitado mi amigo Moncho /NO SOC YO/ -catalanista y catalanizado hasta el esfínter-, pues el Ayuntamiento de Valencia le ha soltado dos kilos por una novela suya (en catalán, claro). Y no sé qué hacer con los 50 ejemplares, pagados por ustedes, del diario catalán Información que me sigue mandando la Generalidad ¿Empapelo mi WC? ¿Se los devuelvo a Tarancón?

Diario de Valencia 18 de Febrero de 2001