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miércoles, 19 de junio de 2019

El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922

Proseguixc en més cosetes.
Francisco Martínez y Martínez; El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922

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Francisco Martínez y Martínez, El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922



EL FOLKLORE VALENCIANO EN EL DON QUIJOTE
POR
FRANCISCO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ
DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA
VALENCIA
MCMXXII

EL FOLKLORE VALENCIANO EN EL DON QUIJOTE  POR  FRANCISCO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ  DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA  VALENCIA  MCMXXII

Tirada de 107 Ejemplares
ejemplar número 28.
DEDICADO AL
Sr. D. Eduardo de Oliver-Copons
Junio de 1922.





A don Rodolfo Schevill, Profesor en la Universidad de California (Bertkeley), erudito escritor cervántico, que con el polígrafo Bonilla, honra de España, tan acertadamente está anotando las obras del Príncipe de los ingenios castellanos el señor Miguel de Cervantes Saavedra, por si le puede servir para sus trabajos lo que he podido agenciar tocante al juramento del Cura del cuento, el que mostró deseos de conocer.

Muy honrado su amigo y devoto.
Francisco Martínez.

EL POR QUÉ DE ESTE FOLLETO.

/ Nota de Ramón Guimerá Lorente: ortografía actualizada en parte. /

Como los escritos que se publican en la prensa diaria, si bien suelen ser los más leídos, también son los que menos se guardan, ya que por la índole de la publicación son los impresos más falaces, desapareciendo a la ocasión de miles de necesidades las grandes hojas que a despique de su magnitud resultan más livianas que las propias secas de los árboles cuando son arrebatadas por el cierzo al llegar la época de desnudarse aquéllos, ocurriendo que al siguiente día de la publicación ya es viejo el papel, y a las pocas semanas una rareza bibliográfica, casi más difícil de alcanzar que un incunable, si bien no obtengan el precio de éste, teniendo que recurrir, a reverter el artículo impreso, a las cuartillas manuscritas si es uno de interés y se le escapó o no llegó a conocer en el momento de ser alumbrado, al que le interesa, cosa que ocurre con frecuencia. Este caso se está dando al presente, en que hay personas interesadas en conocer un muy curioso artículo para los cervantistas, que el joven y laureado poeta nuestro amigo el publicista Puig Espert, haciéndonos grande honor publicó en la prensa valenciana a nosotros dirigido, en el que como se verá da cuenta de un antiguo cuento de esta tierra, que sirvió para que Cervantes, con la galanura que le caracteriza, pusiese en el capítulo primero de la segunda parte del Don Quijote, en boca del Barbero, el juramento del Cura de la su mula la andariega, pasaje que hasta ahora ningún comentarista del singular libro de caballerías había acertado a descifrar.
Con este motivo daremos a conocer nuevas variantes del repetido romance que conocimos después de publicada la carta en que acusábamos recibo del dicho artículo, carta que, en su reproducción, tendremos que dividirla para colocar en el correspondiente sitio los nuevos datos adquiridos, con lo que damos algo de novedad al folleto.
No creemos haber apurado la materia por lo que dirigimos el ruego a todo lector de que si conoce alguna variante del curioso cuento o romance, o bien fuese éste entero, es decir, toda la narración en verso, como es muy posible haya existido, nos la comunique, con la seguridad de que su nombre se hará constar y no tendrá fin nuestro agradecimiento.

CERVANTES Y VALENCIA (1)

A mi distinguido amigo don
Francisco Martínez y Martínez.

«Lejos de nuestro ánimo pretender con estas líneas sentar plaza de erudito. Únicamente muévenos al escribirlas, nuestro acendrado amor a la patria valenciana, no desmentido nunca y probado en cien ocasiones. Y así, este artículo va enderezado a demostrar una vez más la ya numerosa serie de concomitancias que existen entre Valencia y Cervantes, tratando de un punto, oscuro según el eminente folklorista don Francisco Rodríguez Marín, al que le pedimos mil perdones por este tan grande atrevimiento nuestro. Además, nunca nos hubiésemos lanzado a mal pergeñar estas cuartillas, sin que las precediese la supraescrita dedicatoria a don Francisco Martínez y Martínez, nuestro cervantista amigo, bajo cuya advocación las ponemos, y al cual imploramos también benevolencia, si justamente provocamos sus iras al invadir un campo tan especialmente suyo.
»Con estas palabras, y con la confesión de que únicamente a la casualidad se debe el descubrimiento, quede nuestro orgullo aquietado, si tal vez nos acometiese algún pensamiento de vanidad.
»Y vamos al asunto.

(1) Las Provincias.- Jueves 24 de Marzo de 1921.

»Cien veces hemos pasado largas horas leyendo nuestro «Quijote», anotado por don Juan Antonio Pellicer, y siempre tuvimos emociones nuevas, únicamente comparables con las sentidas la primera vez que leímos el monumento de caballerías valenciano de Martorell y Galba; pero jamás experimentamos sentimiento tan hondo de orgullo patrio como hace unos días, al pasar nuestra mirada por el primer capítulo de la segunda parte del Divino Loco. Allí se hace referencia a un romance que el señor Rodríguez Marín desconoce, y que nosotros, con toda la modestia sea dicha, conocemos.
»El capítulo trata, como es sabido, «De lo que el Cura y el Barbero pasaron con Don Quixote cerca de su enfermedad». El primero, queriendo averiguar qué tal andaba el caballero de salud y juicio, le hace sabedor «que el Turco baxaba con una poderosa armada, y que no se sabía su designio, ni a dónde había de descargar tan gran nublado, y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta en ella toda la Cristiandad, y Su Majestad había hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia, y la isla de Malta». A lo que don Quijote respondió: «Si se tomara mi consejo, aconsejarale yo (al rey) que usara de una prevención, de la qual su Magestad la hora de agora debe estar muy ageno de pensar en ella». Y al preguntarle de qué medio se valdría para conjurar el peligro del Turco, y así quedar mejor convencidos de su renacida locura, y luego de contestar don Quijote que no lo quería decir, para que no «amaneciese mañana en los oídos de los señores Consejeros» y otro se llevase de su trabajo el premio, dijo el barbero:
«Doy la palabra para aquí y para delante de Dios de no decir lo que vuesa merced dixere a Rey, ni a Roque, ni a hombre terrenal: juramento que aprendí del romance del Cura, que en el prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula la andariega>>.

»En el «Quijote» comentado por don Diego Clemencín, Madrid 1835, dice en la página 7 de la referida segunda parte:

«DEL ROMANCE DEL CURA

>>Sería, como se ha dicho también del entremés de la Perendanga en las notas del prólogo, alguno de los innumerables que se han perdido sin que quede memoria ni rastro de ellos, y se cantaban vulgarmente en tiempo de Cervantes, Allí estaría la expresión proverbial ni Rey ni Roque, que probablemente tuvo su origen en el juego del ajedrez, donde el Rei es la pieza principal, y el Roque o la Roca o Torre una de las principales. Usase dicha expresión para excluir todo género de personas, aun las de mayor consideración, como son las piezas del Rei y del Roque en el ajedrez.»
»Y en el V tomo, página 30, de la edición con notas de don Francisco Rodríguez Marín. - «La Lectura», Madrid, 1912, escribe este erudito cervantista:
«14. La frase ni rey ni roque, que equivale a nadie, dicho con encarecimiento, está tomada del juego del ajedrez: de las dos piezas que tienen esos nombres, bien que al roque se le llama ahora torre. Así hacen mal los que, como Cortejón, escriben roque con mayúscula, cual si se tratara del nombre del santo que tiene el perro a los pies y es abogado contra la peste.»
«17. Ninguno de los anotadores del «Quijote» dio con este romance. Yo tampoco, y justo es decirlo y no pasar de largo disimuladamente, como si el tal romance fuera cosa que por harto sabida, pudiera dejarse en silencio.»
«Los señores Clemencín y Rodríguez Marín coinciden en sus apreciaciones en lo esencial, acerca de la primera parte de la contestación del barbero, esto es, la explicación de las palabras dixere a Rey ni a Roque (con mayúscula el uno y sin ella el otro); pero en lo tocante al romance del Cura, ninguno de los dos anotadores puede aventurar nada, siendo más sincero que Clemencín don Francisco, al confesar de plano que lo desconoce.
«Permítanos, pues, nuestro admirable folklorista, que del espíritu de él le hagamos conocedor.
>>La esencia del romance, a que sin duda se refería el Barbero, era, según nuestro parecer modestísimo, un cuento de nuestra querida tierra que, aunque por la tradición salvado del olvido, ha llegado a nuestros días, no con toda su prístina pureza, mas lo bastante completo para servirnos de argumento poderoso. Cervantes, dadas sus íntimas relaciones con Valencia, pudo conocerlo en toda su integridad, quizás todo en romance, y hacer de él mención en su obra.
»Se titula el cuento «El jurament del Retor», y es como lo transcribo seguidamente, sin quitar ni poner tilde y con todas las inexactitudes que pueda contener.
»Erase que era hace muchos años, un Cura de almas del pueblo de Riola (provincia de Valencia), que regresaba a su parroquia, cabalgando a mujeriegas en guapa mula, después de cobrar los arriendos de las fincas que su iglesia poseía.
«Mediaba la tarde, cuando en un recodo del camino le asaltaron cuatro ladrones, los cuales, quieras o no quieras, le hicieron apear de su cavalgadura, robándole el dinero cobrado y la «andariega», alejándose después, no sin antes hacerle jurar «por Dios y por su corona» que de lo sucedido no había de dar cuenta «ni a home ni a dona.»
»Anda que andarás y sumido en el mayor de los desconsuelos, llegó por fin el buen Cura a su parroquia.
»Era fiesta al día siguiente: la fiesta mayor del lugar.
»En los bancos del presbiterio de la iglesia, todo el Cabildo Municipal, presidido por el alcalde. La única nave del templo, llena de feligreses.
»Al salir el Cura de la sacristía para ir a celebrar el Santo Sacrificio, columbró debajo del púlpito a los cuatro que le desvalijaron, y al instante le sugirió una idea feliz.
»Dió comienzo la misa, y al Prefacio, en vez de las palabras de ritual, entonó lo siguiente, que transcribimos en idioma valenciano para que no pierda lo más mínimo del sabor popular:

«Venint de Tarrós (1)
i anant a Riola
me robaren quaranta onces
i una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diria jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.

»Y con la presente poesía, o lo que sea, pues de esta guisa tan destartalada ha llegado a nosotros, entonada con música del Prefacio, da fin al cuento que, según nosotros, conoció Cervantes e hizo de él una ligera referencia en su «Quijote», aludiendo a su primitiva forma romancesca.
«Desearíamos que esta nuestra opinión modestísima, pero levantada sobre un recio pedestal como es el de la tradición, llegase a convencer al eximio investigador de la «sabiduría popular», D. Francisco Rodríguez Marín, pues ello nos sería grato, no tanto por nuestra satisfacción personal, como por servir en algo con este aportamiento a los trabajos de nuestro buen amigo, el Sr. Martínez y Martínez, en orden a las relaciones de Cervantes con nuestra querida patria valenciana.

(1) Desconocemos la existencia de este pueblo o partida. Quizás antiguamente tuviese realidad.

F. PUIG-ESPERT.»


DE CUÁNDO CERVANTES DEBIÓ (1)
APRENDER EL CUENTO
O ROMANCE DEL JURAMENTO DEL CURA.
(1) Las Provincias. - Miércoles 25 de Mayo de 1921.

Sr. D. Francisco Puig-Espert.

«Mi amigo muy distinguido: Su artículo inserto en Las Provincias del 24 de Marzo, titulado «Cervantes y Valencia», a mí dirigido, he estimado sobremanera, por lo que me honra y por la aclaración y comentario a una frase del «Don Quijote» que los maestros en cervantismo solo atisbaron, pero sin que tuviesen la fortuna de dar en el clavo, cosa no extraña, ya que el cuento es valenciano, y, por tanto, desconocido para los castellanos; pero usted, que reúne distintos aspectos en el concierto literario, inspirado poeta valenciano, ameno prosista castellano, erudito, investigador, y, sobre todo, con una gran dosis de observación y mayor amor al trabajo, cosas estas últimas que nuestro enervador ambiente no deja que abunde entre el elemento joven, y aún hace mezquinear un tanto en el maduro, lo ha atisbado muy bien.
»El resultado del trabajo de la tarea del folklorista, poco comprendida por la generalidad entre nosotros, lo ha obtenido usted, ya que, al recoger un cuento popular de nuestra tierra, le ha dado explicación de las frases socarronas del rapabarbas del lugar de la Mancha, de cuyo nombre no se quiso acordar Cervantes, cuando aquél, con el muy simpático cura, sacerdote de ecuanimidad
admirable, le quieren tomar al zarandeado caballero de la Triste Figura el pulso moral de su averiada mollera, y se encuentran con que Alonso Quijano el Bueno continúa siendo Don Quijote de la Mancha; indudablemente conocía nuestro cuento el tal de Saavedra, y a él aludió por boca del Barbero, cuando éste daba palabra de no revelar el secreto de lo que oyere ni a Rey ni a Roque, ni a hombre terrenal; juramento que aprendí del romance del Cura, que en el Prefacio avisó al Rey del ladrón que le había robado las doblas y la mula la andariega (1); ahora bien, que con variantes, cosa no extraña, ya que en la actualidad yo le conozco con alguna también, aunque insignificante, como
ocurre en algún pueblo de la provincia de Castellón, según adelante veremos. He podido observar en mi rebusca folklórica que el pueblo tiene tendencia a hacer suyos los cuentos que llegan a él, por lo que sin duda los adapta a sus localidades y aun al carácter de sus gentes, y hasta las instituciones que le son más familiares y potestades más conocidas son transformadas; así vemos que lo que en siglos anteriores fué el Rey en la Ribera de Valencia, de seguro es el alcalde y regidores; en la Plana subsiste aquél; en cambio, en la Marina de Alicante nombran con el genérico de la Justicia; en estos países son tres los bandoleros, a los que atisba baix de la trona el ladino sacerdote al volverse a decir Dominus vobiscum durante la misa; esto apuntamos para que no choque la variante del Rey
por otras autoridades, cosa nada extraña al cabo de tres siglos; a mayor abundamiento, cuando desde que lo oyó contar Cervantes hasta que lo escribió, transcurrieron muchos años y más acaecimientos, en su mayoría desdichados, de esos que contristan el ánimo y apenan la vida, haciendo a ésta carga pesada, o, por lo menos, poco estimable.

(1) Segunda parte del «Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha», por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su primera parte... En Bruselas, 1616, página 4.

»Este vuestro bien forjado artículo leí en Altea, siendo un recreo más de los allí gozados: al regreso a esta ciudad, admirada por Cervantes, al tratar de colocarlo en su correspondiente sitio en la enciclopedia cervanto-valenciana, me encontré con lo que yo no guardaba memoria, con lo que había olvidado, de tal modo, que me vino de nuevas (esta pícara memoria me hace unas jugarretas a lo mejor), con un artículo que mi buen amigo el malogrado D. J. Luis Martín Mengod publicó en Diario de Valencia el 26 de Julio de 1915, en el que dice: «Siempre que leo la gran obra de Cervantes, fijo mi atención en una frase que me recuerda un cuento valenciano que aprendí en mi niñez, y que no he olvidado nunca. La referencia es precisa y terminante. Cervantes conocía el
cuento, aunque no en nuestra lengua, sino en castellano, y no en prosa, sino en verso, porque bien claro dice que se trata de un romance.» Relata el cuento después, diciendo que «...A un cura le robaron, en el trayecto de Valencia a Catarroja, la mula en que caminaba y cien duros que llevaba en los bolsillos, amenazándole el ladrón con grandes males si decía a cualquier hombre o mujer el
delito que había cometido.» A poco, el sacerdote, celebrando misa ante el Rey, en Valencia, al llegar al Orate frates ve al ladrón, de pie, debajo del púlpito, y al prefacio, en vez de las pertinentes palabras, canta:

«Anant de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent duros
y una mula rocha:
me digueren que no ho diguera
a ningún home ni a ninguna dona.
y agarren al lladre,
que está baix la trona

«Termina el curioso artículo invitando a que si hubiese alguna persona que íntegro lo conociera, lo publicase, llamamiento que no se hizo en vano, ya que en el número del indicado periódico del día 29 del supradicho mes y año se publicó una carta, firmada por Un villarrealense, en la que se repite el cuento de referencia, con la variante de que el dinero son cien doblones (lo que es más valenciano que los duros), y los ladrones tres, siendo lo cantado en la solemnidad del prefacio algo diferente del anterior; dice así:

«Un día, anant de camí,
de Valencia a Catarrocha,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no ho había de dir
a ningún home ni dona.
»A vos. Pare Etern, ho dich,
que no sou home ni dona,
pera qu' els feu agarrar,
que son els de baix de la trona.»

A esta carta seguía otra de D. Manuel Bellido Rubert, en la que escribe: «El romance es así:
>>Verum dignum et justum est...

»Al pasar per Catarrocha
me ixqueren sinch lladres,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt bona que portaba.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que no eu tenía que dir
a ningún home ni dona.
»Vos ho dich a vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona;
¡agarreu a eixos lladres,
qu' están baix de la trona!...»

<<Y a continuación dice: «Yo lo aprendí en dialecto castellonense, y cambiada la población de Catarrocha por la de Malet, de esta provincia....» menos mal, que confiesa la traición hecha al cuento de su país.
»En el mío, los dineros son cien florines (1), y solo recuerdan los últimos versos del prefacio, que dicen:

A vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona,
vos dich, que 'ls lladres
que m' han robat,
son els tres qu' están
baix de la trona.»

»Y ya, puesto que he transcrito las cuatro versiones que se acaban de ver, copiaré la de usted, que, a fuer de verídico, he de decir que no es de las que menos me gustan, por el mucho sabor que tiene. Decía en su artículo así:

«Venint de Tarrós,
anant a Riola,
me rebaren quaranta onses
y una mula molt bona.
Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no heu diría jamai
a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.»

(1) El florinet es una monedita de oro cuyo valor era el de catorce reales valencianos, o sean veintiocho sueldos, actualmente cinco pesetas veinticinco céntimos.

»Como muy bien afirma usted, ningún comentarista de la magna obra de Cervantes conocía el repetido romance valenciano, ya que, mientras no nos prueben lo contrario, afirmaremos que jamás existió en castellano, y paladinamente, y con su natural gracejo, el Patriarca de los cervantistas, D. Francisco Rodríguez Marín, en su primera edición del «Don Quijote», confiesa el desconocimiento del cuento; pero vino la segunda, en el año 1916, con variaciones de la parte externa, crecimiento de notas y aumento de comentarios, y ya transcribió nuestro buen amigo y maestro escuetamente el mentado artículo de Martín Mengod, que le remitió, según dice, un fraile francisco, lo que ha poco hemos podido comprobar, en la repetida segunda edición, que es una de las muchas que, por desgracia, no enriquecen nuestra colección; suponemos que al publicar la tercera edición del «Don Quijote» nuestro D. Francisco, acompañado esta vez por el notable dibujante Ricardo Marín, que por cierto tiene algún dibujo asaz chocante por ciertos descuidos, o mejor impremeditaciones, supongo habrá reproducido el cuento insertado en Diario de Valencia. Es edición ésta de la que sólo han podido percanzar ejemplares potentados y magnates, por su precio fabuloso para un libro moderno, así que solo le conocemos de vista, por haber figurado en la exposición que en ésta nuestra ciudad se hizo por la feria del año 18, de los dibujos originales del dicho señor Marín.
»Pero todo esto, mi trabajador amigo Puig, en concepto mío, no hace desmerecer un ápice su trabajo, ya que usted, al dar la explicación al pasaje del primer capítulo de la incomensurable segunda parte del «Ingenioso Hidalgo de Cervantes», lo hacía por su propia y espontánea observación, desconociendo, bien me consta, lo publicado sobre la materia, así que su descubrimiento por tal puede pasar, a mayor abundamiento, habiéndolo presentado de tan galano modo.»
Al llegar a este punto de nuestra carta, no podemos continuar sin transcribir las nuevas variantes o versiones que conocemos del repetido cuento: es una la que nos proporcionó espontáneamente nuestro buen amigo el investigador y escritor D. José Rodrigo Pertegás, que la oyó en su niñez a un maestro de primeras letras en esta ciudad de Valencia llamado D. Timoteo Corella, natural de la Vall de Almonacid (Castellón de la Plana), que había vivido en pueblos de la provincia de Alicante; dice así:

«Anant de Elda a Novelda
me ixqueren unos lladrones
me furtaren els diners
y una burreta senyores.
»Me feren jurar per Deu
no hu digues a home ni a dona
a vos he hu dich Pare Etern
que no sou home ni dona.
»Li digau a Toni Ten
que agarre a eixos dos lladres
que hi ha ahi baix de la tròna.» / la tilde parece estar justo perpendicular, ni ò ni ó /

A mitad del mes de Diciembre del próximo pasado año, nos dirigimos al simpático amigo el Catedrático de la Universidad de Barcelona Dr. Carreras y Artau, fundador del Arxiu d' Etnografía i Folklore de Catalunya, en demanda de noticias referentes al cuento que nos viene ocupando y recibimos la siguienre nota:

«Una vegada diu qu'era un Retor que celebrava l'Ofici de Pascua, y la majordona no s'havía recordat de preguntarli abans com volía'l cabrit per dinar y com que passava l'hora de còurel, ella que se'n va a la Iglesia ab lo cabrit a les mans. Lo Senyor Rector ell que al Dominus vobiscum se la vèu, y pensantse desseguida'l perqué hi anava, aixís que va a ser a cantar lo Prefaci hi va dir ab lo mateix tò, que poca gent se'n va adonar, diu:

» - Dona nostra, dona nostra
vos que del cabrit feu mostra
mitx rustit y mitx bullit
cap y peus a la cassola...
per Christum Dominum nostrum - .

>>Y vet'aqui que allavores la majordana, sabent com havia de fer lo cabrit, se'n va tornar tota cofoya (1). (Recullit a Esparraguera).
»Hi ha una altra rondalla, que's podría dir variant d'aqvesta, en la que un Rector, á qui havian robat la mula fentli jurar que no ho diría á cap home ni á cap dona, un diumenge que mentres deya l'Ofici va veure'ls lladres sota la trona, 'ls descubreis, sense fallar á la promesa, cantant per Prefaci:

» - Anant jo de camí - vers Vall-Prahona
Los lladres me van robar - la mula roja,
y me feren jurar - sus ma corona
que no ho podía dir - á cap home ni á cap dona.
Y a Vos Pare Etern vos ho dich - putx no sou home ni dona:
agafeu-los, Joan Blanch - que s'estan sota la trona,
y, per que'ls coneguen millor - porten camisola groga. / com los llassos de los pancatalanistes /
Per Christum Dominum nostrum.
(Massanet de Cabrenys). »

Tenemos noticia de otra imitación en un convento de regulares franciscos, pero como al darnos la noticia se nos dijo que con anterioridad se le había contado la anécdota a nuestro amigo el Patriarca de los cervantistas D. Francisco Rodríguez Marín, el que pensaba aprovecharla, hacemos mutis para que él sea el que la dé a conocer a los aficionados al folklore y a las cosas cervánticas, ya que en ambos estudios es maestro consumado.

«(1) (Pau Bertran y Bros: Rondallistica, rondalla n.°23 «Lo Cabrit de Pàscua».
(Vol. dels Jochs Florals de 1888, págs. 252-255 de Barcelona.)
Fon publicada desprès en la tirada apart que's feu d'aqvest treball. (Barcelona, Estampa de la Renaixensa, 1888, un fascicle de 106 págs. in 4.°.)
La del «Cabrit de Pasqva» es troba també en <El Rondallari Catalá d'En Pau Bertran y Bros», publicat per R. Miqvel y Planas, 1909. Pág. 306. >

Ahora, lector, reanudaremos la interrumpida epístola que decía así:

«Y vamos con el epígrafe que rotula esta carta, con lo que intentaremos demostrar que el tal de Saavedra conocía el romance en nuestra lengua, pues aparte de no existir en castellano, le era la armoniosa parla valenciana familiar.
»De seguro que muchos se dirán: ¿Cómo Cervantes, de nación castellano, conocía el cuento valenciano y la lengua valenciana? Voy a mostrar mi pensamiento, pero advirtiendo antes que fundándome en hechos ciertos, atestiguados por documentos antiguos y fehacientes, he de abrir un ventanillo / lo finestró de José Miguel Gracia Zapater, catalanista de La Codoñera / a la imaginación y dejar que ésta vuele, aunque no soy poeta, y se retrotraiga a la décima-sexta centuria, y después de haber terminado la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros, como llama a la de Lepanto el que cobró en ella las heridas que toda la vida fueron su orgullo, por las que tuvo que ser llevado al Hospital de Mesina, en donde se curaban todos los heridos de aquella facción prodigiosa, y entrándonos por aquél ver los amigos de quienes se podía acompañar el Manco de la batalla naval.

»Documentalmente probado, se sabe que el capitán Diego de Urbina formó su compañía en Valencia, a la cual pertenecieron los hermanos Rodrigo y Miguel de Cervantes, que, naturalmente, no sólo en el camino de Valencia a Vinaroz, donde embarcaron el domingo de la Trinidad del año 1571, en la galera «Capitana», del Comendador Mayor de Castilla, para Italia, sino durante la travesía, y después, en el vagar por tierra firme, fueron los de Saavedra compañeros de los valencianos, y no podían menos de ser también amigos, ya que el constante trato en una navegación, y la camaradería por pueblos, en hosterías, y tal vez en aventuras propias de la soldadesca de aquellos tiempos, no sólo aproxima a los individuos, si que estrecha las amistades; así, pues, no dudo en asegurar el que el valenciano Juan Bautista Villanueva, aparte de otros soldados de la compañía de Urbina, camarada de Miguel de Cervantes, fué además su amigo, lazo que indudablemente se estrechó en el Hospital de Mesina, en el que los dos ingresaron, después de la batalla de Lepanto, a curarse de las heridas que se granjearon en aquella función, defendiendo cada uno su puesto en la galera «Marquesa», de Juan Andrés Doria, que formaba parte de la escuadra del veneciano general Agustín Barbarico, nave ésta que fué muy combatida, hasta el extremo que los turcos mataron más de cuarenta hombres de su dotación, cayendo herido Miguel de Cervantes de un arcabuzazo en la mano izquierda, estando defendiendo el esquife, y el Villanueva, de una flecha, en la espalda, junto a la proa, punto que defendió durante toda la gran batería con un arcabuz; y qué cosa más natural, que, si durante el período álgido de la calentura no, en la larga convalecencia se buscasen los dos camaradas, ya que las mismas desgracias tanto aunan, y se entretuviesen en mutuas confidencias, en contarse las cosas de sus familias, las particulares de sus casas, las tradiciones de sus pueblos; en estos momentos oigo /. hay un punto aquí / yo, al Villanueva, hablando en valenciano, narrar cosas de esta tierra para entretener el tedio, y entre ellas, el cuento o romance del cura de la mula de pas molt acaminadora y los ladrones. Y no le extrañe al buen amigo el que en lengua valenciana le hablase el de esta tierra al de Alcalá, ya que ésta le era bien conocida, como adelante los años demostró, para lo que tenía sus motivos, el más poderoso la constante comunicación con sus camaradas de la compañía mentada,
perteneciente al tercio del valenciano D. Miguel de Moncada, compuesta casi en su totalidad por valencianos, en la que permanecieron los dos camaradas hasta que fué reformada, amén del privilegiado talento del futuro autor del «Don Quijote», que le hacía fácil todas las cosas, a más el gran espíritu observador de que gozó, que no dejaba que se le escapase detalle, avalorado con la buena costumbre de recoger y leer lodo papel escrito que se le ponía por delante.
»Por cierto que, como en otra ocasión manifestamos, los dos soldados se separaron en momento bien triste para el de Saavedra, y fué en el desgraciado en que la escuadra de galeotas de Amante Mami se apoderó de la galera «El Sol», en la que los dos hermanos, Rodrigo y Miguel, venían, y fueron hechos esclavos, y al revés, el Juan Bautista Villanueva, que con los otros había embarcado en Nápoles para España, aportó en ésta, por haber llegado a tiempo, el socorro a la galera, de la que, sin duda, el valenciano no había sido transbordado, como los dos Cervantes.

»Y como para dar gracias por su delicadeza en honrarme con la dedicatoria de su bonito artículo y oportuna aclaración a un pasaje del «Don Quijote», es ya demasiado larga esta epístola, corto el hilo, pues a mí, en estos achaques cervanto-valencianos me ocurre lo que a Sancho con los refranes, que se le enzarzan como las cerezas, que en tirando de una, allá van les atres en pomell, que es más bonito y propio que en sarta. Pero no finalizaré sin decirle que estoy encantado de que usted haya entrado en el campo cervántico (y con tan buen pie), en el que mucho queda por hacer aún, y que para mí es grande honor el poder formar escuela, siquiera sea por el displicente derecho de los años; así, pues, mi joven amigo, no le coarte el temor a provocar mis iras, pues ha producido sentimientos contrarios, acrecentando el añejo afecto que le profesaba su muy amigo
F. MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ.

Mayo de 1921.

ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE FOLLETO A LOS XIII DÍAS DEL  MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE  LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS  DESAMPARADOS, PATRONA DE LA INSIGNE  CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-  BLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DEL  HIJO DE FRANCISCO VIVES  MORA, CALLE DE  HERNÁN CORTÉS,  NÚMERO 8   L. + D.

ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE FOLLETO A LOS XIII DÍAS DEL
MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE
LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS
DESAMPARADOS, PATRONA DE LA INSIGNE
CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-
BLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DEL
HIJO DE FRANCISCO VIVES
MORA, CALLE DE
HERNÁN CORTÉS,
NÚMERO 8

L. + D.


OBRAS DEL AUTOR. Más en http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/impresion.cmd?path=1007174&posicion=69&destino=..%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.cmd%3Fposicion%3D69%26path%3D1007174%26presentacion%3Dpagina%26idBusqueda%3D1527

Homenage al Compte de Lumiares. Obra de tèrra saguntina (barro saguntino). Agotada.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Primera tanda.
Discurs en l'acte lliterari-musical celebrat el día XIX de Febrer del any MCMXIV en la Acadèmia Valencianista.
Las joyas de Isabel la Católica no sirvieron para el descubrimiento de América. Segunda edición.
Martín Juan de Galba; coautor de Tirant lo Blanch.
Melchor Valenciano de Mendiolaza, jurado de Valencia, procurador de Miguel de Cervantes Saavedra, Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, y general de la Duquesa de Villa-Hermosa. Notas biográficas.
San Francisco, Cervantes y Valencia. Discurso leído en el acto literario-musical en honor de Miguel de Cervantes, por la V. O. T. Franciscana el 24 de Noviembre de 1916.
Algo de Bibliografía Valenciano-Vicentista.
Còses de la meua tèrra (La Marina). Segona tanda.
Don Guillén de Castro no pudo ser el falso Alonso Fernández de Avellaneda.

BIBLIOTECA CERVANTINA DE AUTORES VALENCIANOS.

El Curioso impertinente. Comedia en tres jornadas y en verso de D. Guillén de Castro.  https://es.wikipedia.org/wiki/El_curioso_impertinente
Falla del Tros-Alt: Don Quijote y Sancho Panza.
La última aventura de Don Quijote. Falla de la calle de Ruzafa. 
http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/impresion.cmd?path=1007174&posicion=69&destino=..%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.cmd%3Fposicion%3D69%26path%3D1007174%26presentacion%3Dpagina%26idBusqueda%3D1527Juan Antonio Mayans y Siscar y Juan Antonio Pellicer y Saforcada; Cartas Cervantinas.
En Joseph Bodríay Roig. De Don Quixot a Cervantes, Goig.

jueves, 2 de diciembre de 2021

DVA, Borao, Apéndice + anexo vocabulario

APÉNDICE.

DVA, diccionario, voces, aragonesas, Gerónimo Borao, kindle


INTRODUCCIÓN.
(Las páginas se refieren al original, no coinciden en formato doc, html)
PÁGINA 6.

El autor del famoso diálogo de las lenguas, obra escrita en el siglo de oro, y publicada en el XVIII por Mayans, con sus Orígenes y otras piezas literarias, se supone ser el protestante Juan de Valdés.

IBIDEM.

Citando el erudito arabista Sr. Gayangos al morisco aragonés Mohamad Rabadán, natural de Rueda de Jalón y autor de un poema aljamiado en honor del anaví Muhamad, el cual se incluye por primera vez en los apéndices a la Historia de la literatura española del sabio anglo-americano Ticknor, dice de su cuenta que “en Aragón, sobre todo, donde por causas locales comenzó antes la amalgama y fusión de las dos lenguas (española y árabe) hubo pueblos en que se hablaba y escribía una jerga casi ininteligible para los no versados en la lengua arábiga.”

PÁGINA 27.

Solamente hablando con impropiedad, aunque impropiedad a veces inevitable, se puede considerar a la aragonesa como tal lengua o idioma por más que un autor moderno diga que “hasta la misma Andalucía y el Aragón no se han emancipado aún completamente de sus primitivos idiomas”, y por más que en la comedia Tesorina de Jaime Huete se diga “pero, si por ser su natural lengua aragonesa, no fuese por muy cendrados términos, cuanto a esto merece perdón”. Otra cosa es que en los autores aragoneses se note tal cual locución o modismo provincial, como los notó Zurita, aunque en él son rarísimos, el crítico Sepúlveda, o como se vislumbran en Avellaneda, en quien a posteriori han podido advertirse desde que Cervantes, que debió de conocerle, lo declaró aragonés en varios pasajes del Quijote.
Sobre el fingido Avellaneda, cuyo lenguaje se ha examinado muy poco, nos permitiremos una ligera digresión por lo que tiene de interesante a nuestro objeto.
Cervantes publicó en 1605, y después en 1608, las cuatro partes de D. Quijote, que después él quiso que se llamaran una sola y primera parte, a la cual dio cima con el encantamiento del héroe manchego, el cual, razonablemente maltratado por el cabrero y los disciplinantes, fue restituido con aquella industria a su aldea, en donde el autor le dejó tan finado, como que habló de lo poco que la tradición conservaba acerca de sus posteriores aventuras en Zaragoza y concluyó con los versos que a su muerte se escribieron, pero dejando, no obstante, al lector con esperanza de la tercera salida de D. Quijote. Al cabo de algunos años, y cuando ya Cervantes tenía adelantada su inmortal novela, hasta el capítulo LIX, que es en donde empieza a ocuparse de Avellaneda, publicó este en Tarragona el año 1614 una continuación que Lesage tradujo al cabo de un siglo, en 1704, y que después se ha reimpreso en 1732, en 1805 y por Rivadeneira en nuestros días, habiendo merecido a todos en general fuertes dicterios, pero habiendo sido calificada por Montiano como superior a la del mismo Cervantes Saavedra.
Bueno es que este contestara, en el suyo delicadísimo, al torpe prólogo de Avellaneda; bueno es que continuara su Quijote con la decencia y el donaire que tantas veces hubieron de faltar a su competidor; bueno es que pusiera la inimitable segunda parte suya muy por encima (que lo está mucho en efecto), de la del atrevido ingenio tordesillesco; bueno es que le hiciera las repetidas y chispeantes alusiones que se leen en varios lugares, que le motejara por haber abandonado como ingrata a Dulcinea del Toboso, que le deseara quemado y hecho polvos por impertinente, y aún que trajera hacia el fin de la historia a D. Alonso Tarfe, grandísimo amigo del otro D. Quijote, para que se sacara testimonio por ante un alcalde y un escribano sobre la autenticidad del verdadero hidalgo de la Mancha; pero no anduvo tan cuerdo el gran Cervantes en aquel juego de pelotear los diablos ante Altisidora con el libro de Avellaneda, ni en inquietarse porque este llamara a Sancho comilón, ni en privar a Zaragoza del honor que en recibir a D. Quijote le había dado ya la tradición (en el último capítulo de la primera parte); ni en tener por cosas dignas de reprensión (reprehension)... que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos... y que yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia, porque aquí dice que la mujer de S. Panza mi escudero se llama Mari-Gutiérrez, y no se llama tal sino Teresa Panza. (cap. 59). Dejando esto último como menos importante, si bien prueba una vez más la distracción con que Cervantes escribía, cuando no recordó aquellas sus palabras del cap. VII, aunque lloviese diez reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari-Gutiérrez; vengamos a lo del lenguaje aragonés. Que el autor tuviera esa patria no es para nosotros dudoso desde que Cervantes, que le habría muy bien conocido, nos lo aseguró varias veces, ya no con aire de sospecha, sino con toda la resolución de quien hablaba sobre seguro: que el tal aragonés fuera inquisidor está punto menos que resuelto, si, como creemos, se ha interpretado bien una frase de Cervantes: que fuera además religioso de la orden de Predicadores se tiene hoy por muy probable, aunque más lo dudaría Clemencín, fundado en los cuadros y expresiones lúbricas e indecentes del segundo D. Quijote, pero desconociendo la mayor procacidad con que, respecto a nuestros tiempos, en aquellos dorados se escribía: que fuera, en fin, el inquisidor general fr. Luis de Aliaga, o el dominico Joaquín Blanco de Paz con quien se enemistó Cervantes en Argel, o un autor de comedias criticadas en la primera parte del Quijote, como afirma resueltamente D. Vicente de los Ríos, es una cuestión literaria que permanece todavía sub judice, aunque en favor de la primera opinión ha aducido tan buenas conjeturas el laborioso y perspicaz escritor D. Cayetano Rosell, que casi hay que rendirse a su opinión, no porque el episodio de los Felices amantes revele un tan gran conocimiento de los conventos de religiosas que no lo pudiera tener quien no los hubiera menudamente visitado, sino por las analogías de estilo entre el Quijote de Avellaneda y la Venganza de la lengua española de Aliaga, y por la coincidencia de haber denostado a Aliaga el Conde de Villamediana en una décima satírica, con el nombre de Sancho Panza, mientras se designaba con el mismo a Avellaneda en un vejamen de Zaragoza; no siendo por otra parte muy descaminada, aunque desde luego gratuita, la sospecha que ha expuesto Rossell de que, conocido Aliaga en la corte con el nombre de Sancho Panza, tomara Cervantes ese apodo para popularizarlo en su simple escudero, de que resultara la venganza literaria del supuesto Avellaneda.
Para nosotros es todo ello indiferente sino la patria de este autor, y ese es por otra parte el único dato averiguado; pero lo difícil de concebir es cómo encontró Cervantes digno de reprensión el lenguaje aragonés, que sólo conoció porque tal vez escribe sin artículos. Lo ligero y tenue de esta indicación, que luego declararemos ser también poco justa, prueba á lo menos la ninguna diferencia que había entre el lenguaje aragonés y el castellano (a finales del s. XVI y principios del XVII); y aunque nuestro Diccionario, en que hemos llegado a reunir un número bastante considerable de voces, parece que está probando lo contrario, convéngase en que el lenguaje no es en sí desemejante y que el de los escritores es absolutamente común cuando no idéntico.
Hemos leído con algún cuidado la obra de Avellaneda (cuyo lenguaje han convenido, aun sus impugnadores, en que es muy de alabar), y deseando que nos suministrase alguna materia a nuestro Vocabulario, ya que no la hemos obtenido de otros escritores positivamente aragoneses pero siempre escritores en muy buen castellano; no ha podido logrársenos el deseo sino en un reducidísimo número de voces y locuciones. Las únicas palabras que hemos sorprendido son zorriar, repapo, malvasía, repostona, mala-gana y buen-recado, de cuyas cuatro primeras (quizá no todas aragonesas) ya hemos dado cuenta en nuestro Diccionario, habiendo de decir de las otras que la una se halla en el capítulo XXXI en aquel pasaje “a quien, por aguardar que convaleciese de una mala gana que le había sobrevenido en Zaragoza, no quiso dejar D. Carlos,” y la otra en el XXXV “Mal se puede cerrar, replicó D. Carlos, carta sin firma, y así decid de qué suerte soléis firmar. ¡Buen recado se tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutiérrez amiga de tantas retóricas.” - También leemos en los capítulos XXVI y XXIX “echemos pelillos a la mar y con esto tan amigos como de antes... dése pues por las entrañas de Dios por vencido, como mi amo le suplica, y tan amigo como de antes;” en el XXVII “la primera cosa que hizo en despertar”, locución que Rossell corrige con las de al despertar o en despertando; y en el XVII y otros muchos (porque esta es en él manera de decir muy de su gusto) “a la que llegó (cuando llegó) delante della, se hincó de rodillas.”
No anotamos zorrinloquios por circunloquios porque, en boca de Sancho Panza, no puede ser eso sino un barbarismo dispuesto graciosamente y de propósito; ni hendo cruel penitencia por haciendo, porque nos parece del mismo carácter, aunque hay pueblos en Aragón que dicen vinon por vinieron, tuvon por tuvieron, etc.; mas respecto de omisiones, todo lo que hemos hallado ha sido haberse callado por dos veces la preposición de, lo cual se verifica en aquellas locuciones de los cap. XVII y XIX “cerca (de) los muros de una ciudad de las buenas de España... pero llegando a pasar por delante (de) su monasterio,” las cuales son a uso latino y de uso catalán; y haberse suprimido otras tantas el artículo en el capítulo VII en donde dice “ello es verdad que no todas (las) veces nos salían las aventuras como nosotros queríamos... y con esto hacía toda (la) resistencia que podía para soltarse,” a cuyas frases no es lícito agregar aquella otra “a falta de colcha no es mala (la) manta.”
He ahí pues a qué proporciones queda reducido el reparo de Cervantes, aún más diminuto para el que recuerde aquel pasaje de P. de Mejía en su coloquio del porfiado, “por que en invierno no es menester fresco, y en verano no lo hay todas veces.”


PÁGINA 68.
Algunas palabras de las que se citan en la Introducción se han omitido en el Vocabulario; unas porque, si bien se encuentran en documentos aragoneses, se hallan también en otros castellanos de la edad media, escritos en el mal latín de aquellos tiempos; otras porque no tienen para nosotros un valor conocido. Sean ejemplo alyala o aliala, esto es “praestatio quoe pro investidura et laudemiis fundi alicujus recens comparatidatur, scilicet duo morabatini et septem denarii,” cuyo pago solía expresarse en las escrituras con la frase aliala paccata; apacon cuya voz hemos oído sin que conozcamos a punto fijo su significado; brunias que hemos trasladado a la pág. 7 en un documento citado por Briz Martínez; cazeno, que puede ser roble o encina, pero que no hemos visto en ningún Diccionario, aunque Briz en el citado documento lo escribe, como en latín, de esa manera y sin explicación alguna; macano, que se encuentra en el mismo caso y que, escrito con cedilla, pudiera ser manzano (maçano), leyéndose por lo demás en un documento lusitano citado por Ducange “unam copam deauratam in Maçanis et circa bibitorium et circa pedem;” marcización, que se nos ha comunicado como palabra alguna vez leída, pero que nosotros no hemos alcanzado a conocer en ningún documento ni podido por consiguiente interpretarla; mazarecchos, que hemos visto usado en escrituras aragonesas sin entenderlo, aunque de persona doctísima sabemos que significaba en la edad media una especie de copa traída de Egipto (como maçano: “unam copam deauratam in Maçanis”).

Página 73.
Entre los autores de nota que han dudado acerca de la autenticidad de los poemas atribuidos a D. Alfonso el Sabio, a lo menos en el estado en que han llegado hasta nosotros, se encuentra el no sospechoso crítico D. L. F. de Moratín.

IBIDEM.
A propósito del verbo caler, nos parece oportuno añadir a los escritores que decimos haberlo usado el muy insigne autor del Libro de Patronio, el cual dice en su cuento XVI “ruégovos que me consejedes lo que vieredes que me cale mas de facer.”

Página 96.
Que la Celestina no es de Juan de Mena, de quien en efecto no lo parece, lo prueba, entre otros, N. Antonio (Nicolás).

Página 99.
Entre los nombres cuyo diminutivo único es el en ico podemos citar a abanico, que procede de abano voz anticuada, y que es el único usual, como todos saben, por más que la Academia conserve abanillo y se lea en Lope y otros,
a cuyas flores servía
de abanillo el manso viento
(El premio del bien hablar, III. 2.)

VOCABULARIO.

ACUDIDERO. n. Es muy usual decirse que hay en una casa muchos acudideros, cuando hay muchas atenciones que cubrir.
AGUADA. n. Rocío de la mañana. (aigualera; ROSADA : escarcha)
AHORCADO. n. Se dice tener hueso de ahorcado de aquel que es muy venturoso en sus empresas. -n. Entre los jugadores de dominó se da aquel nombre a la ficha de palo doble que no puede colocarse por haber jugado todas las del suyo.
ALFAZ. n. Alfalfa. (aufals, alfals, alfalz)
ALHODERA. n. En un documento citado por Briz Martínez se lee: “non ponam tibi azaquia aut alhodera qua tibi terram tuam tollam.”
(GLOS: Alhoder, alhodera port. Lo mismo que alhodra. "In qua non ponam tibi azaquia, aut alhodera”. V. Ducange, Glos. in v. alfechna. Alhodra. Especie de tributo que los moros pagaban en España. De alfárda, "colecta" en R. Martín, o de alfárda, "impot foncier" en Kazimirski. De fárda, mudado el fatha de la 1.a radical en o, el f en h, y mediante la metátesis de las dos últimas articulaciones, se hizo hódra, y con anteposición del art. ar. al, alhódra.)
ANHELANTES (ACADEMIA DE LOS). n. Cuerpo literario fundado durante el siglo de oro en la ciudad de Zaragoza, y del cual nos queda como muestra de su espíritu y mérito poético el Mausoleo que dedicó en 1636 a Baltasar Andrés de Uztarroz, discípulo predilecto de Simón de Abril.
ARES Y MARES (TENER). n. Tener mucho, pero suele decirse irónica o dubitativamente: también se dice contar ares y mares, hablar de ares y mares etc.
ARNÉS (JUSTAS DEL). n. Torneos que parece que celebraba tres veces por año una cofradía que existía en Zaragoza bajo la advocación de S. Jorge.
AZEMBLA. n. Acémila, voz antic. que vemos empleada en el Códice tantas veces citado de los Privilegios de la Unión.
BESANTE. n. Moneda de plata que valía 3 sueldos y 4 dineros barceloneses.
(GLOS: Mitical cast. y port., matical, metical, methcaes, pl. port. Moneda de Castilla que en tiempo de D. Alonso X valía 18 pepiones. De mitscál "bisancius" en R. Martín, hebr. *, "ponderatio, pondus." Conde, Memoria sobre la moneda arábiga, en especial la acuñada en España por los príncipes Musulmanes. V. Memorias de la Acad. de la Hist., V, 225. )
CARRACUCA. n. Se usa de esta extraña palabra en la frase “más perdido que Carracuca” denotando que no hay esperanza o remedio para alguno.
CARRAZÓN. n. Balanza de grandes dimensiones.
(GLOS: Carrazón. Balanza de grandes dimenciones. Borao. De carastón, del gr. *, "la balanza de que se servía Arquímedes. V. Dozy, Supl., y cf. calasti.)
COSPILLO. n. Se usa en la frase más bruto que el cospillo para significar el mayor grado de rusticidad o descortesía.
CHULAPO. n. Pilluelo.
CHUMOSO. n. Zumoso, pegajoso, o todo aquello que despide o suda fácilmente algún barniz, sustancia, pringue o líquido espeso. (chumá : ixí aigua; ya chume la fon)
CHUPA-LÁMPARAS. n. Se dice por la persona sucia o desaseada.
EMPANELADO. n. Lo labrado a paneles o entrepaños.
EMPANELAR. n. Labrar una pieza de carpintería a paneles: la Academia, que explica entrepaño y entrepañado, no admite entrepañar.
EN. n. Don, tratamiento: era usual principalmente en Cataluña y en general en los documentos lemosines, pero alguna vez se ha usado en documentos puramente aragoneses.
(Lo llibre dels poetas:

GUERAU DE CABRERA.

Cabra juglar,

non puesch mudar

qu'eu non chan, pos a mi sab bon;

e volrai dir

senes mentir,

e contarai de ta faison:

mal sabs viular

e pietz chantar

del cap tro en la fenizon,

non sabs finir,

al mieu albir,

á tempradura de Breton.

Mal t' ensegnet

cel que 't mostret

los datz a menar ni l'arson.

Non saps balar

ni trasgitar

a guisa de juglar Guascon.

Ni sirventesc

ni balaresc

non t' auc dir e niulla fazon;

bons estribotz

non tiers pel potz,

retroencha ni contenson.

Ja vers novel

bon d'En Rudel

non cug que 't pas sotz lo guingnon,

de Markabrun

ni de negun

ni d'En Anfos ni d'En Eblon.

Jes gran saber

non potz aver,

si fors non ieis de ta rejon.

Pauc as apres

que non sabs jes

de la gran jesta de Carlon,

con en transportz

per son esfortz

intret en Spaingna abandon,

de Ronsasvals (Roncesvalles)

los colps mortals

que fero 'l dotze compaignon,

com foron mort

e pres a tort,

trait pel trachor Gonelon

al amirat

per gran pechat

et al bon rei Marselion.

Del Saine cuit

e' ajas perdut

et oblidat los motz e 'l son.

Ren non dizetz

ni non sabetz;

pero no i ha meillor chanson.

E de Rotlan (la Chanson de Roland; Rolando)

Sabs atretan

coma d'aisó que anc non fon.

Conte d'Arjús

non sabes plus

ni del reprojer de Marcon

ni sabs d'Ajolz

com anet solz

ni de Marchari lo felon;

ni d'Aufelis

ni d'Anseís

ni de Guillermes lo baron.

De Florisen

non sabs nien

ni de las ganas de Milon;

del Loerenc

non sabs co venc
….

Ni sabs d'Erec

com conquistec

l'esparvier for de sa rejon.

Ni sabs d'Amic

com si guaric

Ameli, lo sieu compaignon;

ni de Robert

ni de Gribert

ni del bon Alvernatz Ugon,

de Veziá

non sabs co-s va,

ni de Guondalbon lo Grizon,

del duc Augier

ni d'Olivier

ni d'estout ni de Salomon,

ni de Loer

ni de Rainier

ni de Girart de Rossillon,

ni de Daví,

ni de Raí,

ni de Berart, ni de Bovon.

De Constantí

non sabs que dí,

de Roma ni de Prat Neiron,

de Gualopin,

ni de Guarin,

ni de Sanguin,

ni d'Olitia, ni de Dovon;

de Guajeta

ni d'Aigleta

ni de Folcueis ni de Guion;

ni de Aimar,

ni de Guasmar,

ni de Faquele, ni d'Orson;

del orgoillós

non sabés vos

de Cambrais ni de Bernison;

ni de Darnais

non sabés mais

com n'Aimeric en fos lo don.

Mon-Melian

vas oblidan

on Carles fon mes en preizon.

Ja de Mauran

Om no 't deman

ni de Daurel ni de Beton.

Jes non saubés

si m'ajut fes,

del setge que a Troja fon.

d'Antiochá

non sab res ja

ni de Milida la faison.

Ni de Saurel

non sabs qu'el pel

ni de Valflor, ni de Merlon;

Ni de Terric

non sabs, so-t dic.

Ni de Rambaut ni d'En Aimon.

Ni d'Esimbart

ni de Sicart

ni de Albaric lo Borguognon;

ni de Bernart

ni de Girart

de Viviana ni de Bovon,

Ni de Jausbert

non sabés cert

ni de Folquier ni de Guion;

ni de Guormon

qui tot lo mon

cuidava conquerre per son;

ni d'Aguolan

ni de Captan,

ni del rey Braiman l'esclavon;

ni del beu rei

non sabs que 's fei,

d'Alixandre fil Filipon,

d'Apoloiné

non sabés re

qu'estors de man de Perizon;

de Daire ros

que tan fou pros

qu 's defendet de traizon.

Ni d'Olivier

non sabs chantier,

ni de Verdun ni de Vosprezon

Ni de Cardueill,

ni de Marcueill,

ni d'Aimol, ni de Guion:

ni sols d'Itís,

ni de Biblís

ni de Caumús nuilla faisson;

de Piramús

qui for los murs

Sofri, per Tibes possion;

ni de París,

ni de Florís

ni de Bell'Aia d'Avignon;

Del Formanés.

ni del Danés

ni d'Antelmen, ni de Frizon;

de Rainoal

ab lo tival

non sabs ren, ni del gran baston,

ni de Marcueill

con perdet l'oill

á la porta d'un aguillon,

ni de Bramar

non sabs chantar,

de l'auca ni d'En Auruzon;

ni del vilan

ni de Tristan

c' amaba Icent a lairon,

ni de Gualvaing

qui ses compaing

fazia tanta venaison,

ni d'Aldaer

ni de Rainer

ni d'Eranberg ab lo furguon;

ni de Rainier

ni de Folquier

ni del bon vassall Aubion;

de Lionás

ja non sabrás

ni de Tebas ni de Caton

de Nersisec

d'Arumalec

ni de Calcan lo rei felon,

de Fideús

ni de Formús

que sofrí tanta passion,

del cavalier

ni del liurer

que sus en la garda mort fon;

ni de Riqueut

ni de Mareut

ni d'Arselot la contençon.

No saps upar

mot guariar

en glieiza ni dedinz maizon.

Va, Cabra boc,

quar be 't conoc

qui te envia urtar al mouton. )


ESCOCIDO. n. Escarmentado. (escocer; si algo escuece, uno escarmienta)
ESCUDILLAR. n. Vaciar el puchero sobre la fuente o plato en que ha de servir a la mesa el contenido, y así se dice “escudillar las judías, las patatas, las puches, etc.: la Academia, limitando mucho la significación, dice que “es echar el caldo en las escudillas y distribuirlo y servirlo,” con cuya definición no se explica aquella frase de H. de Mendoza, tan frecuente por otra parte en Aragón, “me parecía más conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla que de lo que me pedía (Lazarillo de Tormes).” -n. En sentido figurado, descubrir un secreto, hacer indiscretamente una confianza, y así se dice “yo le había revelado mi plan y él lo escudilló al punto en el teatro.” -n. Escudillar la sopa calarla o echar en ella el caldo de la olla: en un Diccionario castellano hemos visto, sin embargo, esa acepción.
FORLIER. n. En un Códice de oficios palatinos de Jaime II se ofrecen pintados varios de ellos, entre otros el forlerius, forlerio o aposentador, correspondiente al traversier francés y origen de nuestro furriel, sobre lo cual puede verse a Covarrubias y Latassa B. a. II. 33.
GAÑA. n. Cierta parte dentada o en forma de sierra que tienen en lo inferior de la cabeza algunos pescados.
MALVASÍA. n. La Academia presenta como castellana esta voz en sentido de uva dulce cuyos sarmientos importaron los catalanes en España desde la isla de Chio en tiempo de las Cruzadas: Avellaneda dice en el cap. X de su Quijote “que tengo en el cuerpo tres de malvasía que llaman en esta tierra (habla en Zaragoza), y a fé con razón, porque está mal la taza cuando está vacía della.”
PANEL. n. Entrepaño, voz de carpintería: en francés panneau. (panó)
POTE (COLOR DE). n. Color quebrado o muy bajo, principalmente en el rostro.