champouirau, chapurriau, chapurriat, chapurreau, la franja del meu cul, parlem chapurriau, escriure en chapurriau, ortografía chapurriau, gramática chapurriau, lo chapurriau de Aguaviva o Aiguaiva, origen del chapurriau, dicsionari chapurriau, yo parlo chapurriau; chapurriau de Beseit, Matarranya, Matarraña, Litera, Llitera, Mezquín, Mesquí, Caspe, Casp, Aragó, aragonés, Frederic Mistral, Loís Alibèrt, Ribagorça, Ribagorsa, Ribagorza, astí parlem chapurriau, occitan, ocsitá, òc, och, hoc
Ostres, sincerament em xoca que en un lloc com Abacus Cooperativa la caixera se´m dirigeixi en castellà d'entrada, tinguem tota la conversa en català i un cop pagat em torni a dir: tome su tiquet, muchas gracias. Abacus, saps? No ho sé, com a socis de fa > 40 anys, m´entristeix...
Está mol ben conservada esta catanazi de Terragona per a sé sóssia de Abacus Cooperativa (1968), a no sé que son yayo, yaya, pare o mare ya sigueren sóssios cuan se va fundá.
Hola, Aïda,. Ens sap greu la situació que ens descrius. Ja saps que pel nostre compromís amb el país, la cultura i l´educació la nostra llengua de comunicació primària és el català. Series tan amable d´indicar-nos a quina botiga ha estat, si us plau? (Típic de la GESTAPO cataNAZI)
Una
nit pavorosa, ñirviós relligía un mamotreto gros cuan vach
creure escoltá un extrañ soroll, de repén com si algú
tocare suavemén a la meua porta: «Visita impertinén es, vach
di, y res mes».
II
¡Ah!
Men enrecordo mol be; ere al ivern, impassién yo medía lo tems
etern cansat de buscá als llibres la calma tranquilisadora al
doló de la morta Leonora que habite en los ángels ara ¡pera
sempre mes!
III
Vach
sentí los cruixits y l´elástic rosá de les cortines, un
fantástic terror, com may sentit había y vach volé aquell
soroll explicám, lo meu espíritu oprimit calmá per fin: «Un
viaché perdut es, vach di, y res mes».
IV
Ya
en mes calma: «Caballé vach cridá, o dama, suplicátos vull tos
servigáu excusá pero la meua atensió no estabe ben desperta y
va sé la vostra cridada tan inserta...» Vach obrí allabonses de
gom a gom la porta: oscurina, y res mes.
V
Miro
al no res, exploro la tiniebla y séntigo entonses que la meua
mén se ompli de idees com cap atre mortal les va tindre
abáns, y escolto en oíts anhelans «Leonora » unes veus
sussurrans murmurá, y res mes.
VI
Torno
a la meua estansia en temó y torno a escoltá mes fort fotre
cops; «algo, me dic, toque a la finestra, compendre vull la
siñal arcana y calmá esta angustia sobrehumana»: ¡lo ven, y
res mes!
VII
La finestra vach obrí: revolán vach vore entonses un corv
aleteján com un muixó de un atra edat; sense mes seremonia va
entrá a la sala en gesto siñorial y negres ales y damún de
un busto, al dintel de Palas, se va posá, y res mes.
VIII
Miro
al muixó negre, sonrién dabán del seu grave y serio continén y
li escomenso a parlá, no sense intensió irónica: «Oh corv,
oh venerable ave anacrónica, ¿quín es lo teu nom a la regió
plutónica?» Va di lo corv: «May mes».
IX
En
este cas tan raro me vach extraña de escoltá tan cla tal nom
pronunsiá y ting que confessá que me vach assustá pos dingú,
crec, va tindre lo gust de un corv vore, posat damún de un
busto en tal nom: «May mes».
X
Com
si haguera volcat l´alma, va callá lo muixó y ni un momén les
plomes va sorollá, «datres de mí han fugit y yo me crec que
ell sen anirá demá sense tardá com ya m´ha abandonat la
esperansa»; va di lo corv: «¡May mes! »
XI
Una
resposta al escoltá directa me vach di, no sense inquietut
secreta, «Es aixó y res mes. Tot lo que va adependre de un
amo desgrassiat, al que tossut ha perseguit la fortuna y sol
este estribillo ha conservat ¡eixe may mes, may mes!»
XII
Vach
girá l´assiento hasta quedám enfrente de la porta, del busto y
del vidén corv y entonses ya, reclinat a la blana cadira en
somnis fantastics me afonaba, pensán sempre en qué volíe
di aquell may mes, may mes.
XIII
Mol
tems me vach quedá aixina ensomián, y aquell extrañ muixó
sense pará mirán; ocupabe lo diván de vellut, aon juns
mos assentabem y en lo meu dol, pensaba que Ella, may mes
ocuparíe esta habitassió.
XIV
Entonses
me va pareixe l´aire denso com una auló de sucarrat incienso de
un invissible altá; y escolto veus repetí: «Olvida a Leonor,
béute lo nepenthes beu l´olvido a les seues fons»; va di lo
corv: «¡May mes! »
XV
«Profeta,
vach di, augur de atres edats que van aventá les negres
tempestats aquí peral meu mal, huésped de esta morada de
tristesa, dísme, oscur engendre de la nit de paó, si una mel
ñaurá per a la meua amargó»: va di lo corv: «¡May
mes!»
XVI
«Profeta, vach di, o dimoni, tú,
corv, per Deu, per mí, per la meua gran doló, per lo teu
poder fatal dísme si alguna vegada a Leonora tornaré a vore a
la eternal aurora aon está felís en los querubins»; va di
lo corv: «¡May mes! »
XVII
«Que
sigue esta paraula la radera, torna a la plutónica rivera», vach
cridá: «¡No tornos mes, no dixos ni potades, ni una ploma y
lo meu espíritu, rodejat de densa broma libera del pes que
té!» Va di lo corv: «¡May mes! »
XVIII
Y
lo corv parat, fúnebre y adusto seguix sempre de Palas posat al
busto y en la llum del meu cresol, proyecte una taca umbría a
la alfombra y la seua mirada de demoni assombre... ¡Ay! ¿La
meua alma en dol de la seua sombra se podrá apartá? ¡May
mes!
Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. “Es —dije musitando— un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más.”
¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada. Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi corazón, vuelvo a repetir: “Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: “Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el caso es que, adormilado cuando vinisteis a tocar quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía.” Y entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato, atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí proferida era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?” Lo pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!” Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza. “Ciertamente —me dije—, ciertamente algo sucede en la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda en el misterio.” ¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. “Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—, no serás un cobarde, hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: “Nunca más.”
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las palabras pronunció, como virtiendo su alma sólo en esas palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y entonces yo me dije, apenas murmurando: “Otros amigos se han ido antes; mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas.” Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, “sin duda —pensé—, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su esperanza llevaron sólo esa carga melancólica de ‘Nunca, nunca más’.”
Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo, empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño quería decir graznando: “Nunca más.”
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba, con la cabeza reclinada en el aterciopelado forro del cojín acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo violeta acariciado por la luz de la lámpara ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire se tornaba más denso, perfumado por invisible incensario mecido por serafines cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado. “¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido, por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora! ¡Apura, oh, apura este dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio enviado por el Tentador, o arrojado por la tempestad a este refugio desolado e impávido, a esta desértica tierra encantada, a este hogar hechizado por el horror! Profeta, dime, en verdad te lo imploro, ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio! ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, ese Dios que adoramos tú y yo, dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén tendrá en sus brazos a una santa doncella llamada por los ángeles Leonora, tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen llamada por los ángeles Leonora!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso. ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica. No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira que profirió tu espíritu! Deja mi soledad intacta. Abandona el busto del dintel de mi puerta. Aparta tu pico de mi corazón y tu figura del dintel de mi puerta. Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas. en el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más!
//
Once upon a midnight dreary, while I pondered weak and weary, Over many a quaint and curious volume of forgotten lore, While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping, As of some one gently rapping, rapping at my chamber door. `’Tis some visitor,’ I muttered, `tapping at my chamber door – Only this, and nothing more.’
Ah, distinctly I remember it was in the bleak December, And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor. Eagerly I wished the morrow; – vainly I had sought to borrow From my books surcease of sorrow – sorrow for the lost Lenore – For the rare and radiant maiden whom the angels named Lenore – Nameless here for evermore.
And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain Thrilled me – filled me with fantastic terrors never felt before; So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating `’Tis some visitor entreating entrance at my chamber door – Some late visitor entreating entrance at my chamber door; – This it is, and nothing more,’
Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer, `Sir,’ said I, `or Madam, truly your forgiveness I implore; But the fact is I was napping, and so gently you came rapping, And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door, That I scarce was sure I heard you’ – here I opened wide the door; – Darkness there, and nothing more.
Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing, Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before; But the silence was unbroken, and the darkness gave no token, And the only word there spoken was the whispered word, `Lenore!’ This I whispered, and an echo murmured back the word, `Lenore!’ Merely this and nothing more.
Back into the chamber turning, all my soul within me burning, Soon again I heard a tapping somewhat louder than before. `Surely,’ said I, `surely that is something at my window lattice; Let me see then, what thereat is, and this mystery explore – Let my heart be still a moment and this mystery explore; – ‘Tis the wind and nothing more!’
Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter, In there stepped a stately raven of the saintly days of yore. Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he; But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door – Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door – Perched, and sat, and nothing more.
Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling, By the grave and stern decorum of the countenance it wore, `Though thy crest be shorn and shaven, thou,’ I said, `art sure no craven. Ghastly grim and ancient raven wandering from the nightly shore – Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!’ Quoth the raven, `Nevermore.’
Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly, Though its answer little meaning – little relevancy bore; For we cannot help agreeing that no living human being Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door – Bird or beast above the sculptured bust above his chamber door, With such name as `Nevermore.’
But the raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only, That one word, as if his soul in that one word he did outpour. Nothing further then he uttered – not a feather then he fluttered – Till I scarcely more than muttered `Other friends have flown before – On the morrow he will leave me, as my hopes have flown before.’ Then the bird said, `Nevermore.’
Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken, `Doubtless,’ said I, `what it utters is its only stock and store, Caught from some unhappy master whom unmerciful disaster Followed fast and followed faster till his songs one burden bore – Till the dirges of his hope that melancholy burden bore Of “Never-nevermore.”‘
But the raven still beguiling all my sad soul into smiling, Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird and bust and door; Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore – What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore Meant in croaking `Nevermore.’
This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom’s core; This and more I sat divining, with my head at ease reclining On the cushion’s velvet lining that the lamp-light gloated o’er, But whose velvet violet lining with the lamp-light gloating o’er, She shall press, ah, nevermore!
Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor. `Wretch,’ I cried, `thy God hath lent thee – by these angels he has sent thee Respite – respite and nepenthe from thy memories of Lenore! Quaff, oh quaff this kind nepenthe, and forget this lost Lenore!’ Quoth the raven, `Nevermore.’
`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil! – Whether tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore, Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted – On this home by horror haunted – tell me truly, I implore – Is there – is there balm in Gilead? – tell me – tell me, I implore!’ Quoth the raven, `Nevermore.’
`Prophet!’ said I, `thing of evil! – prophet still, if bird or devil! By that Heaven that bends above us – by that God we both adore – Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn, It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore – Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?’ Quoth the raven, `Nevermore.’
`Be that word our sign of parting, bird or fiend!’ I shrieked upstarting – `Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore! Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken! Leave my loneliness unbroken! – quit the bust above my door! Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!’ Quoth the raven, `Nevermore.’
And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting On the pallid bust of Pallas just above my chamber door; And his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming, And the lamp-light o’er him streaming throws his shadow on the floor; And my soul from out that shadow that lies floating on the floor Shall be lifted – nevermore!