champouirau, chapurriau, chapurriat, chapurreau, la franja del meu cul, parlem chapurriau, escriure en chapurriau, ortografía chapurriau, gramática chapurriau, lo chapurriau de Aguaviva o Aiguaiva, origen del chapurriau, dicsionari chapurriau, yo parlo chapurriau; chapurriau de Beseit, Matarranya, Matarraña, Litera, Llitera, Mezquín, Mesquí, Caspe, Casp, Aragó, aragonés, Frederic Mistral, Loís Alibèrt, Ribagorça, Ribagorsa, Ribagorza, astí parlem chapurriau, occitan, ocsitá, òc, och, hoc
2.59. EL EXILIO DE ZAFADOLA (SIGLO XII. RUEDA DE JALÓN)
La reciente reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador y la rápida anexión de los territorios circundantes, por un lado, y la presión de los castellanos de Alfonso VII, por otro, colocó en precaria situación a los pequeños régulos musulmanes, restos taifales fronterizos, que temían tanto a los cristianos, sus enemigos de religión, como a los propios almorávides correligionarios suyos.
Entre esos minúsculos reinos morosestaba el gobernado por Ahmed ben Abd al-Malik, descendiente directo de los Banu Hud de Sarakusta, que sobrevivía a duras penas en su estado-fortaleza de Rueda de Jalón, donde tuvo que refugiarse exiliado de Zaragoza donde sus súbditos no le aceptaban. Desde allí reforzó las guarniciones de la ribera, entre las que se encontraban Urrea, Caulory Bardallur, y fue rey del Jalón durante veinte años, aunque asfixiado por la presión de Alfonso I el Batallador.
En este minúsculo reino, sucedió a Abd al-Malik su hijo Chafar Amad ben Hud, más conocido por la Historia como Zafadola (Saif al-Dawla), quien viéndose perdido decidió echarse en manos del monarca castellano, pues la situación de Ruedaera ya insostenible. Así es que reunió a sus fieles y les comunicó su decisión de enviar una embajada a Alfonso VII para ofrecerle su vasallaje, solicitándole, en caso de que fuera aceptado, que fueran a rescatarles.
El castellano organizó una partida capitaneada por el conde Rodrigo Martínez y Gutierre Fernández, quienes entraron y recorrieron impunemente Aragón al frente de una fantástica expedición, logrando llevarse a Zafadola y los suyos. Mujeres, hijos, alcaides, alguaciles y deudos, cargados con gran equipaje y riquezas, recorrieron tierras enemigas aragonesas sin que nadie entorpeciera el camino de Zafadola hacia su voluntario exilio, mientras en su fuero interno esperaba volver a reinar no sólo en Rueda sino también en Zaragoza, donde no le querían ni moros ni cristianos.
El espíritu aventurero de Zafadola le llevó a Extremadura, Toledo, Andalucía y Murcia, convirtiéndose en uno de los personajes más curiosos y legendarios de su tiempo.
[Lasarte, José A., Urrea de Jalón..., págs. 43-44.]
Mohamed Rabadan es, según algunas fuentes, el más importante poeta morisco. Era originario de Rueda de Jalón en la provincia de Zaragoza. Compuso su obra esencial hacia 1603, pero también realizo una biografía del profeta Mahoma según los escritos de Hassan al Basri. En la bibliothèque nationale de Paris se encuentra un original de su obra Discurso de la luz. (BNF Esp. 254). Se exilio a Túnez donde acabo sus días. Obras:
· Discurso de la luz y descendencia y linaje claro de nuestro caudillo... y bien aventurado profeta Mohamad, · Historia del espanto del día del juicio según las aleyas y profecías del honrado Alcorán, · Calendario de las doce lunas del año y Los noventa y nueve nombres de Alláh. La pervivencia de Mohamed Rabadan en el exilio de Tunez:
Varios testimonios demuestran el fuerte apego de los moriscos de Túnez a su lengua. Míkel de Epalza señala que, en 1722, un «moro andaluz (1)>> o por mejor decir aragonés, porque nos dijo que su padre era de Zaragoza. Y hablaba (2) español...» . Morgan, del Consulado Inglés de Argel, informa de que en una docena de pueblos tunecinos, a principios del siglo XVIII, no sólo se hablaba español, sino que incluso los más ancianos tenían la costumbre de recitar los poemas del poeta aragonés Muhamad Rabadán (3). Notas:
INTRODUCCIÓN. (Las
páginas se refieren al original, no coinciden en formato doc,
html) PÁGINA 6.
El autor del famoso diálogo de las lenguas, obra escrita en el siglo de oro, y publicada en el XVIII por
Mayans, con sus Orígenes y otras piezas literarias, se supone ser el
protestante Juan de Valdés.
IBIDEM.
Citando el erudito
arabista Sr. Gayangos al morisco aragonés Mohamad Rabadán, natural
de Rueda de Jalón y autor de un poema aljamiado en honor del anaví
Muhamad, el cual se incluye por primera vez en los apéndices a la
Historia de la literatura española del sabio anglo-americano
Ticknor, dice de su cuenta que “en Aragón, sobre todo, donde por
causas locales comenzó antes la amalgama y fusión de las dos
lenguas (española y árabe) hubo pueblos en que se hablaba y
escribía una jerga casi ininteligible para los no versados en la
lengua arábiga.”
PÁGINA 27.
Solamente hablando con
impropiedad, aunque impropiedad a veces inevitable, se puede
considerar a la aragonesa como tal lengua o idioma por más que un
autor moderno diga que “hasta la misma Andalucía y el Aragón no
se han emancipado aún completamente de sus primitivos idiomas”, y
por más que en la comedia Tesorina de Jaime Huete se diga “pero,
si por ser su natural lengua aragonesa, no fuese por muy cendrados
términos, cuanto a esto merece perdón”. Otra cosa es que en los
autores aragoneses se note tal cual locución o modismo provincial,
como los notó Zurita, aunque en él son rarísimos, el crítico
Sepúlveda, o como se vislumbran en Avellaneda, en quien a posteriori
han podido advertirse desde que Cervantes, que debió de conocerle,
lo declaró aragonés en varios pasajes del Quijote. Sobre el
fingido Avellaneda, cuyo lenguaje se ha examinado muy poco, nos
permitiremos una ligera digresión por lo que tiene de interesante a
nuestro objeto. Cervantes publicó en 1605, y después en 1608,
las cuatro partes de D. Quijote, que después él quiso que se
llamaran una sola y primera parte, a la cual dio cima con el
encantamiento del héroe manchego, el cual, razonablemente maltratado
por el cabrero y los disciplinantes, fue restituido con aquella
industria a su aldea, en donde el autor le dejó tan finado, como que
habló de lo poco que la tradición conservaba acerca de sus
posteriores aventuras en Zaragoza y concluyó con los versos que a su
muerte se escribieron, pero dejando, no obstante, al lector con
esperanza de la tercera salida de D. Quijote. Al cabo de algunos
años, y cuando ya Cervantes tenía adelantada su inmortal novela,
hasta el capítulo LIX, que es en donde empieza a ocuparse de
Avellaneda, publicó este en Tarragona el año 1614 una continuación
que Lesage tradujo al cabo de un siglo, en 1704, y que después se ha
reimpreso en 1732, en 1805 y por Rivadeneira en nuestros días,
habiendo merecido a todos en general fuertes dicterios, pero habiendo
sido calificada por Montiano como superior a la del mismo Cervantes
Saavedra. Bueno es que este contestara, en el suyo delicadísimo,
al torpe prólogo de Avellaneda; bueno es que continuara su Quijote
con la decencia y el donaire que tantas veces hubieron de faltar a su
competidor; bueno es que pusiera la inimitable segunda parte suya muy
por encima (que lo está mucho en efecto), de la del atrevido ingenio
tordesillesco; bueno es que le hiciera las repetidas y
chispeantes alusiones que se leen en varios lugares, que le motejara
por haber abandonado como ingrata a Dulcinea del Toboso, que le
deseara quemado y hecho polvos por impertinente, y aún que trajera
hacia el fin de la historia a D. Alonso Tarfe, grandísimo amigo del
otro D. Quijote, para que se sacara testimonio por ante un alcalde y
un escribano sobre la autenticidad del verdadero hidalgo de la
Mancha; pero no anduvo tan cuerdo el gran Cervantes en aquel juego de
pelotear los diablos ante Altisidora con el libro de Avellaneda, ni
en inquietarse porque este llamara a Sancho comilón, ni en privar a
Zaragoza del honor que en recibir a D. Quijote le había dado ya la
tradición (en el último capítulo de la primera parte); ni en tener
por cosas dignas de reprensión (reprehension)... que el
lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos... y que
yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia,
porque aquí dice que la mujer de S. Panza mi escudero se llama
Mari-Gutiérrez, y no se llama tal sino Teresa Panza. (cap. 59).
Dejando esto último como menos importante, si bien prueba una vez
más la distracción con que Cervantes escribía, cuando no recordó
aquellas sus palabras del cap. VII, aunque lloviese diez reinos sobre
la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari-Gutiérrez;
vengamos a lo del lenguaje aragonés. Que el autor tuviera esa patria
no es para nosotros dudoso desde que Cervantes, que le habría muy
bien conocido, nos lo aseguró varias veces, ya no con aire de
sospecha, sino con toda la resolución de quien hablaba sobre seguro:
que el tal aragonés fuera inquisidor está punto menos que resuelto,
si, como creemos, se ha interpretado bien una frase de Cervantes: que
fuera además religioso de la orden de Predicadores se tiene hoy por
muy probable, aunque más lo dudaría Clemencín, fundado en los
cuadros y expresiones lúbricas e indecentes del segundo D. Quijote,
pero desconociendo la mayor procacidad con que, respecto a nuestros
tiempos, en aquellos dorados se escribía: que fuera, en fin, el
inquisidor general fr. Luis de Aliaga, o el dominico Joaquín Blanco
de Paz con quien se enemistó Cervantes en Argel, o un autor de
comedias criticadas en la primera parte del Quijote, como afirma
resueltamente D. Vicente de los Ríos, es una cuestión literaria que
permanece todavía sub judice, aunque en favor de la primera opinión
ha aducido tan buenas conjeturas el laborioso y perspicaz escritor D.
Cayetano Rosell, que casi hay que rendirse a su opinión, no porque
el episodio de los Felices amantes revele un tan gran conocimiento de
los conventos de religiosas que no lo pudiera tener quien no los
hubiera menudamente visitado, sino por las analogías de estilo entre
el Quijote de Avellaneda y la Venganza de la lengua española de
Aliaga, y por la coincidencia de haber denostado a Aliaga el Conde de
Villamediana en una décima satírica, con el nombre de Sancho Panza,
mientras se designaba con el mismo a Avellaneda en un vejamen de
Zaragoza; no siendo por otra parte muy descaminada, aunque desde
luego gratuita, la sospecha que ha expuesto Rossell de que, conocido
Aliaga en la corte con el nombre de Sancho Panza, tomara Cervantes
ese apodo para popularizarlo en su simple escudero, de que resultara
la venganza literaria del supuesto Avellaneda. Para nosotros es
todo ello indiferente sino la patria de este autor, y ese es por otra
parte el único dato averiguado; pero lo difícil de concebir es cómo
encontró Cervantes digno de reprensión el lenguaje aragonés, que
sólo conoció porque tal vez escribe sin artículos. Lo ligero y
tenue de esta indicación, que luego declararemos ser también poco
justa, prueba á lo menos la ninguna diferencia que había entre
el lenguaje aragonés y el castellano (a finales del s. XVI y
principios del XVII); y aunque nuestro Diccionario, en que hemos
llegado a reunir un número bastante considerable de voces, parece
que está probando lo contrario, convéngase en que el lenguaje no es
en sí desemejante y que el de los escritores es absolutamente común
cuando no idéntico. Hemos leído con algún cuidado la obra
de Avellaneda (cuyo lenguaje han convenido, aun sus impugnadores, en
que es muy de alabar), y deseando que nos suministrase alguna materia
a nuestro Vocabulario, ya que no la hemos obtenido de otros
escritores positivamente aragoneses pero siempre escritores en muy
buen castellano; no ha podido logrársenos el deseo sino en un
reducidísimo número de voces y locuciones. Las únicas palabras que
hemos sorprendido son zorriar, repapo, malvasía, repostona,
mala-gana y buen-recado, de cuyas cuatro primeras (quizá no todas
aragonesas) ya hemos dado cuenta en nuestro Diccionario, habiendo de
decir de las otras que la una se halla en el capítulo XXXI en aquel
pasaje “a quien, por aguardar que convaleciese de una mala gana que
le había sobrevenido en Zaragoza, no quiso dejar D. Carlos,” y la
otra en el XXXV “Mal se puede cerrar, replicó D. Carlos, carta sin
firma, y así decid de qué suerte soléis firmar. ¡Buen recado se
tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutiérrez amiga de
tantas retóricas.” - También leemos en los capítulos XXVI y XXIX
“echemos pelillos a la mar y con esto tan amigos como de antes...
dése pues por las entrañas de Dios por vencido, como mi amo le
suplica, y tan amigo como de antes;” en el XXVII “la primera cosa
que hizo en despertar”, locución que Rossell corrige con las de al
despertar o en despertando; y en el XVII y otros muchos (porque esta
es en él manera de decir muy de su gusto) “a la que llegó (cuando
llegó) delante della, se hincó de rodillas.” No anotamos
zorrinloquios por circunloquios porque, en boca de Sancho Panza, no
puede ser eso sino un barbarismo dispuesto graciosamente y de
propósito; ni hendo cruel penitencia por haciendo, porque nos parece
del mismo carácter, aunque hay pueblos en Aragón que dicen vinon
por vinieron, tuvon por tuvieron, etc.; mas respecto de omisiones,
todo lo que hemos hallado ha sido haberse callado por dos veces la
preposición de, lo cual se verifica en aquellas locuciones de los
cap. XVII y XIX “cerca (de) los muros de una ciudad de las buenas
de España... pero llegando a pasar por delante (de) su monasterio,”
las cuales son a uso latino y de uso catalán; y haberse suprimido
otras tantas el artículo en el capítulo VII en donde dice “ello
es verdad que no todas (las) veces nos salían las aventuras como
nosotros queríamos... y con esto hacía toda (la) resistencia que
podía para soltarse,” a cuyas frases no es lícito agregar aquella
otra “a falta de colcha no es mala (la) manta.” He ahí pues a
qué proporciones queda reducido el reparo de Cervantes, aún más
diminuto para el que recuerde aquel pasaje de P. de Mejía en su
coloquio del porfiado, “por que en invierno no es menester fresco,
y en verano no lo hay todas veces.”
PÁGINA
68. Algunas palabras de las que se citan en la Introducción se
han omitido en el Vocabulario; unas porque, si bien se encuentran en
documentos aragoneses, se hallan también en otros castellanos de la
edad media, escritos en el mal latín de aquellos tiempos; otras
porque no tienen para nosotros un valor conocido. Sean ejemplo alyala
o aliala, esto es “praestatio quoe pro investidura et laudemiis
fundi alicujus recens comparatidatur, scilicet duo morabatini et
septem denarii,” cuyo pago solía expresarse en las escrituras con
la frase aliala paccata; apacon cuya voz hemos oído sin que
conozcamos a punto fijo su significado; brunias que hemos trasladado
a la pág. 7 en un documento citado por Briz Martínez; cazeno, que
puede ser roble o encina, pero que no hemos visto en ningún
Diccionario, aunque Briz en el citado documento lo escribe, como en
latín, de esa manera y sin explicación alguna; macano, que se
encuentra en el mismo caso y que, escrito con cedilla, pudiera ser
manzano (maçano), leyéndose por lo demás en un documento
lusitano citado por Ducange “unam copam deauratam in Maçanis et
circa bibitorium et circa pedem;” marcización, que se nos ha
comunicado como palabra alguna vez leída, pero que nosotros no hemos
alcanzado a conocer en ningún documento ni podido por consiguiente
interpretarla; mazarecchos, que hemos visto usado en escrituras
aragonesas sin entenderlo, aunque de persona doctísima sabemos que
significaba en la edad media una especie de copa traída de Egipto
(como maçano: “unam copam deauratam in Maçanis”).
Página 73. Entre los autores de nota que han dudado
acerca de la autenticidad de los poemas atribuidos a D. Alfonso el
Sabio, a lo menos en el estado en que han llegado hasta nosotros, se
encuentra el no sospechoso crítico D. L. F. de Moratín.
IBIDEM. A
propósito del verbo caler, nos parece oportuno añadir a los
escritores que decimos haberlo usado el muy insigne autor del Libro
de Patronio, el cual dice en su cuento XVI “ruégovos que me
consejedes lo que vieredes que me cale mas de facer.”
Página
96. Que la Celestina no es de Juan de Mena, de quien en efecto no
lo parece, lo prueba, entre otros, N. Antonio (Nicolás).
Página
99. Entre los nombres cuyo diminutivo único es el en ico podemos
citar a abanico, que procede de abano voz anticuada, y que es el
único usual, como todos saben, por más que la Academia conserve
abanillo y se lea en Lope y otros, a cuyas flores servía de
abanillo el manso viento (El premio del bien hablar, III.
2.)
VOCABULARIO.
ACUDIDERO.
n. Es muy usual decirse que hay en una casa muchos acudideros, cuando
hay muchas atenciones que cubrir. AGUADA. n. Rocío de la mañana.
(aigualera; ROSADA : escarcha) AHORCADO. n. Se dice tener
hueso de ahorcado de aquel que es muy venturoso en sus empresas. -n.
Entre los jugadores de dominó se da aquel nombre a la ficha de palo
doble que no puede colocarse por haber jugado todas las del
suyo. ALFAZ. n. Alfalfa. (aufals, alfals, alfalz) ALHODERA.
n. En un documento citado por Briz Martínez se lee: “non ponam
tibi azaquia aut alhodera qua tibi terram tuam tollam.” (GLOS:
Alhoder, alhodera port. Lo mismo que alhodra. "In qua non
ponam tibi azaquia, aut alhodera”. V. Ducange, Glos.
in v. alfechna. Alhodra. Especie de tributo que los moros
pagaban en España. De alfárda, "colecta" en R.
Martín, o de alfárda, "impot foncier" en
Kazimirski. De fárda, mudado el fatha de la 1.a radical en o,
el f en h, y mediante la metátesis de las dos últimas
articulaciones, se hizo hódra, y con anteposición del art.
ar. al, alhódra.) ANHELANTES (ACADEMIA DE LOS). n. Cuerpo
literario fundado durante el siglo de oro en la ciudad de Zaragoza, y
del cual nos queda como muestra de su espíritu y mérito poético el
Mausoleo que dedicó en 1636 a Baltasar Andrés de Uztarroz,
discípulo predilecto de Simón de Abril. ARES Y MARES (TENER).
n. Tener mucho, pero suele decirse irónica o dubitativamente:
también se dice contar ares y mares, hablar de ares y mares
etc. ARNÉS (JUSTAS DEL). n. Torneos que parece que celebraba tres
veces por año una cofradía que existía en Zaragoza bajo la
advocación de S. Jorge. AZEMBLA. n. Acémila, voz antic. que
vemos empleada en el Códice tantas veces citado de los Privilegios
de la Unión. BESANTE. n. Moneda de plata que valía 3 sueldos y 4
dineros barceloneses. (GLOS: Mitical cast. y port., matical,
metical, methcaes, pl. port. Moneda de Castilla que en tiempo de D.
Alonso X valía 18 pepiones. De mitscál "bisancius"
en R. Martín, hebr. *, "ponderatio, pondus." Conde,
Memoria sobre la moneda arábiga, en especial la acuñada en España
por los príncipes Musulmanes. V. Memorias de la Acad. de la Hist.,
V, 225. ) CARRACUCA. n. Se usa de esta extraña palabra en la
frase “más perdido que Carracuca” denotando que no hay esperanza
o remedio para alguno. CARRAZÓN. n. Balanza de grandes
dimensiones. (GLOS: Carrazón. Balanza de grandes dimenciones.
Borao. De carastón, del gr. *, "la balanza de que se servía
Arquímedes. V. Dozy, Supl., y cf. calasti.) COSPILLO.
n. Se usa en la frase más bruto que el cospillo para significar el
mayor grado de rusticidad o descortesía. CHULAPO. n.
Pilluelo. CHUMOSO. n. Zumoso, pegajoso, o todo aquello que despide
o suda fácilmente algún barniz, sustancia, pringue o líquido
espeso. (chumá : ixí aigua; ya chume la fon) CHUPA-LÁMPARAS.
n. Se dice por la persona sucia o desaseada. EMPANELADO. n. Lo
labrado a paneles o entrepaños. EMPANELAR. n. Labrar una pieza de
carpintería a paneles: la Academia, que explica entrepaño y
entrepañado, no admite entrepañar. EN. n. Don, tratamiento: era
usual principalmente en Cataluña y en general en los documentos
lemosines, pero alguna vez se ha usado en documentos puramente
aragoneses. (Lo llibre dels poetas:
ESCOCIDO. n. Escarmentado.
(escocer; si algo escuece, uno escarmienta) ESCUDILLAR. n.
Vaciar el puchero sobre la fuente o plato en que ha de servir a la
mesa el contenido, y así se dice “escudillar las judías, las
patatas, las puches, etc.: la Academia, limitando mucho la
significación, dice que “es echar el caldo en las escudillas
y distribuirlo y servirlo,” con cuya definición no se explica
aquella frase de H. de Mendoza, tan frecuente por otra parte en
Aragón, “me parecía más conveniente hora de mandar poner la mesa
y escudillar la olla que de lo que me pedía (Lazarillo de Tormes).”
-n. En sentido figurado, descubrir un secreto, hacer indiscretamente
una confianza, y así se dice “yo le había revelado mi plan y él
lo escudilló al punto en el teatro.” -n. Escudillar la sopa
calarla o echar en ella el caldo de la olla: en un Diccionario
castellano hemos visto, sin embargo, esa acepción. FORLIER. n. En
un Códice de oficios palatinos de Jaime II se ofrecen pintados
varios de ellos, entre otros el forlerius, forlerio o aposentador,
correspondiente al traversier francés y origen de nuestro furriel,
sobre lo cual puede verse a Covarrubias y Latassa B. a. II. 33. GAÑA.
n. Cierta parte dentada o en forma de sierra que tienen en lo
inferior de la cabeza algunos pescados. MALVASÍA. n. La Academia
presenta como castellana esta voz en sentido de uva dulce cuyos
sarmientos importaron los catalanes en España desde la isla de Chio
en tiempo de las Cruzadas: Avellaneda dice en el cap. X de su Quijote
“que tengo en el cuerpo tres de malvasía que llaman en esta tierra
(habla en Zaragoza), y a fé con razón, porque está mal la taza
cuando está vacía della.” PANEL. n. Entrepaño, voz de
carpintería: en francés panneau. (panó) POTE (COLOR DE).
n. Color quebrado o muy bajo, principalmente en el rostro.
En septiembre de este 2013, pensando en la controversia sobre las raíces iberas del valenciano (escaramuza estival entre insólitos personajes, dentro de la Batalla de Valencia), fui a observar el nacimiento del Ebro. En Fontibre contemplé el pequeño estanque y manantial considerado, hasta hace poco, origen del río que da nombre a la península Ibérica. Al lugar acuden numerosos visitantes desconocedores de que nace 20 kilómetros arriba, en el Alto Campoo. Hacia allí, remontando el cauce del Híjar, llegué al verdadero punto cero. Fue en 1987 cuando unos científicos del Instituto Geológico y Minerocolorearon las aguas del Híjar y, como un Guadiana, observaron que resurgían en el manantial de Fontibre.
Hasta esa fecha, quien hubiera negado que el Ebro nace en Fontibre hubiera sido catalogado de ignorante o visionario. El interés en que el turismo siga dejando beneficios mantiene el equívoco. Aquel día, mientras Fontibre rebosaba de turismo patrio, en la magnífica fonda ‘La Casuca’, junto al Híjar, estábamos cuatro gatos. A Fontibre y Reinosa les interesa mantener la tradición por interés crematístico.
Extrapolando la cuestión, también a instituciones como la AVL les beneficia defender que el valenciano ‘nació’ con la llegada de las tropas de Jaime I a Valencia en 1238. Posiblemente, en toda Europa no hallaremos académicos tan bien remunerados y con una sola misión: propagar las teorías expansionistas del IEC de Barcelona. No obstante, con el truco del iberopuede que todo les sea más fácil.
¿Cuándo y dónde nace el idioma valenciano?. El debate se ha planteado tan pedestremente que provoca sonrojo. Los idiomas, exceptuando los surgidos modernamente por hibridación (o creados artificialmente, como el esperanto de Zamenhof en 1887; o el volapukde Schelyer, en 1880), tuvieron su nacimiento en la prehistoria, en sonidos simples y onomatopéyicos de colectivos cuya supervivencia dependía de la claridad gestual y fónica que comunicara peligro, negación o afirmación, placer o dolor.
No obstante, las mentes cartesianas que desean principio para todo consideran, por ejemplo, que el francés nace el 14 de febrero del 842, con la prosa de los Juramentos de Estrasburgo; o que el castellano comienza con la copia del cartulario de Valpuesta del siglo IX; pero los balbuceos de estos romances, con morfosintaxis y léxico singularizados del latín, se difuminan en la penumbra de antiguos sustratos.
cartulario de Valpuesta
Durante siglos, los idiomas pueden desarrollarse ágrafos o sin apenas testimonio escrito, como el vasco (alguna estela funeraria, Glosas de San Millán...); o carentes de anclaje oficial como el alemán, cuyas normas gramaticales y ortográficas aparecen estructuradas por primera vez en Die deutsche Rechtschreibung, de Konrad Duden (a.1880).
La especulación es inevitable en ensayos sobre la antigüedad de un idioma, sea el protofrancés o el protovalenciano. Nadie puede afirmar que los valencianos, muchos de ellos bilingües, del siglo II d.C. no se comunicaran en el idioma prerromano o ibero que influiría en el latín vulgar hablado en Valencia, actuando de germinador del romance que progresivamente adquiriría categoría de lengua culta. Hay que aclarar que llamamos valencianos a los habitantes de nuestro territorio de cualquier época, sin distinción de raza o religión; de igual modo que se considera, por ejemplo, andaluz a Séneca.
Los peones de la Batalla de Valencia que ridiculizan el origen o sustrato ibero del valenciano, aceptan idéntica teoría para el catalán; estableciendo que etnia ibérica = etnia catalana. La teoría racista-idiomática comenzó a gestarse por el 1890, en el círculo de filólogos del L'Avenç, semanario que defendía la pureza aria catalana, la de los “alemanes de la península”, sin conexión con la "raça fanàtica, enderrerida" de españoles (L'Avenç, abril 1893).
«Aquelles gents són els nostres avantpassats, aquella etnos ibèrica és la primera anella que la història ens deixa veure de la cadena de generacions que ha forjat l’ànima catalana» (Prat de la Riba: La nacionalitat catalana, 1907)
Expansionistas, pero no estúpidos, se percataron de las ventajas del binomio ibero catalán = Paísos Catalans. Ya no haría falta la rueda de molino de que el catalán, en 1238, llegó con el ejército de Jaume I cuando no existía ni Cataluña ni el catalán.
Mediante el truco del ibero, podrían referirse al protocatalán hablado en Valencia entre los siglos V a.C. al XII d. C., por ser el ibero-catalán quien habría culturizado el territorio desde Almería a Marsella. Si cuela, cuela.
Ignacio Sorolla Vidal, pupilo de Arturo Quintana Font
Cómo aniquilar el valenciano con el truco del ibero-catalán
Actualmente, el truco del íbero es herramienta de clónicos colaboracionistas como Rafael Carril Cháfer (Játiva, 1970), enseñante emperrado en liquidar lo que él llama “panvalencianismo”, sentimiento que no desea ampliar fronteras hacia Tortosa, Cartagena o Albacete, sino mantener sin histerismos ni melodramas la tradicional cultura y territorio del Reino de Valencia (denominación que no implica ser monárquico, de igual modo que los republicanos catalanes usan lo de Principado y, los americanos, títulos como el de Condado de Valencia en Nuevo México).
El mensaje del clónico Carril es publicitado por entidades como la ‘Fundació d'Estudis Històrics de Catalunya” (21/05/2011), dedicadas a reescribir la Historia rapiñando al vecino descuidado: Colón sería el catalán Colom; el Quijote, obra catalana; y los valencianos, indígenas de una colonia de Cataluña. El citado Carril —letrina de autoodio—, escribe panfletos contra el “monopoli de la ciutat de Valencia”, mientras ensalza a la magnánima Barcelona. Así, en ‘El substrat iber a la història de Catalunya’ insiste en las ventajas de la autodestrucción valenciana, proponiendo una nomenclatura ibérica para el Reino de Valencia:
«En la seva intervenció, el Rafel Carril (Xàtiva, 1970) va exposar la problemàtica política i social existent avui a València pel que fa a la relació amb Catalunya, problemàtica que va explicar fent referència a la història d'ençà els darrers tres segles. Com a causa de la divisió existent entre uns i altres, va assenyalar el monopoli polític de la ciutat de València en el conjunt del territori del país valencià i, alhora, va proposar per al país valencià una estructuració territorial en tres grans comarques d'inspiració ibera: Contestània, Edetània i Diània. Aquesta darrera, coneguda actualment com a ‘comarques centrals valencianes’, gaudeix d'una forta personalitat tant històrica com social» (Fundació d'Estudis Històrics de Catalunya, 21 / 05 / 2011)
Carmen Huertas y el truco del íbero, no venimos del latín (catalán)
La propuesta, basada en el truco del ibero, impulsa la eliminación o degradación a eufemismo del topónimo Valencia, el gentilicio ‘valenciano’ y la denominación de ‘valenciana’ para la lengua, sustituyéndola por cualquier otra: llengua del Alacantí, el Xativí, llengua de la Contestània, de la Edetània, etc. El penoso autoodio de Carril le impulsa a destruir la indefensa personalidad valenciana.
Lean y analicen el mensaje en catalán de este colaboracionista de Játiva, producto de años de inmersión:
«Aquesta és la meva proposta: el País Valencià l'entendrem com dividit en dos gran territoris, l'Edetània al nord del Xúquer i la Contestània al sud. De fet, hem d'assumir que ningú està lliure d'aquest (valencià) i com que el tenim instal·lat a casa nostra, a les nostres ments i els nostres cors, no el podem desterrar de la nit al matí. Però si intentarem que agafen difussió i li prenguen l'espai a les denominacions panvalencianistes a poc a poc. Així parlarem per exemple de Contestània, de terres contestanes, o de Contestà o Edetà per referir-nos a la llengua. També és important que utilitzem procediments coadjuvants com parlar de Alcoià, Alacantí, Xativí, Castellonenc, i totes les que se vos ocurrisquen per referir-nos a la llengua. Ens cal utilitzar les seues estratègies: dividir per vèncer. De manera que quan més dividim i relativitzem el terme Valencià, més fragmentarem el panvalencianisme. A part d'això cal buscar una estratègia per implantar i consolidar la Contestània i l'Edetània. L'Edetània s'hauria de dividir en Edetània Sud, amb capital simbòlica a Llíria (que coincidiria amb l'antiga Edetà) i que aniria des del Xúquer fins a l'actual província de Castellóaproximadament, i l'Edetània Nord que, tal vegada, podría tindre com a capital Castelló, la menys conflictiva de les capitals valencianes. Deixe oberta la possibilitat de buscar una altra divisió anomenant a l'actual província castellonense Ilercavònia Sud. Pel que fa a la Contestàniasi trobe una divisió ben clara. Entre el Xúquer i Xixonala Contestània Nord o Diàniaamb capital simbòlica a Xàtiva, Saitabi, i per davall de la línia Biar-Bussot, la Constestània Sud que possiblement podria tindre la capital simbòlica a Elx. De totes aquestes demarcacions, trobe que la més forta avui, és Diània, que coincidix amb el projecte de les Comarques Centrals» (Carril: Projecte Ibers)
Con apoyo institucional, desde Cataluña se refuerza y difunde el ‘Projecte Ibers’; pero, al contrario que en Valencia, allí no anhelan sustituir el topónimo Cataluña, sino más bien afianzarlo y ampliar su frontera hasta Orihuela:
«Per mitjà del projecte ‘Ibers. Fonament nacional de Catalunya’, la Fundació d’Estudis Històrics de Catalunya vol aprofundir en la línia d’investigació que permeti treure a la llum les connexions que relacionen ibers i catalans. L’objectiu últim d’aquest projecte és eminentment pràctic: descobrir les arrels històriques profundes que fonamenten la nació catalana» (Auladell, Jordi: Director del Projecte Ibers, 2013)
Los mismos eruditos y filólogos del truco del ibero —desquiciados de hambruna imperialista—, también pretenden aumentar sus glorias con fantasías como el Descubrimiento Catalán de América. No respetan la mínima norma del decoro intelectual:
«En definitiva, el projecte Descoberta Catalana d’Amèrica no té a veure amb la història d’Amèrica, sinó amb la història de Catalunya, amb el nostre deure d’establir amb veracitat i rigor els fets i els protagonistes de la nostra història i amb el nostre dret de conèixer i divulgar història pròpia; un dret que, sovint, ens ha estat negat.» (Descoberta Catalana d’Amèrica: Fundació d'Estudis Històrics de Catalunya, 2013)
Ayudandoal futuro ‘Imperi Català’, el iberista Vidal / como Ignacio Sorolla Vidal / también cuida la nomenclatura para que lo ‘valenciano’ sea eufemismo innombrable. Así, tratando de protolenguas de los siglos oscuros medievales, cita al “vasco, castellano, mozárabe levantino, aragonés, portugués, etc.” (Vidal, p.20).
En su ensayo, Vidal afana un tesoro de palabras valencianas de sustrato ibero que, según dice, «fueron integradas en el antiguo catalán”. La conclusión sería que “el íbero estuvo íntimamente emparentado con el vasco”, y gran parte del léxico que se pensaba de origen occitano o provenzal sería derivado del ibero-vasco.
Así, el “catalán hostia” (bofetada) no derivaría necesariamente del latín hostia (‘víctima’, de hostire, ‘golpear’), al estar emparentado con el vasco oste (trasero animal), ostiko (coz) y ostikarazi (pisotear); indicios que «pueden apuntar a un origen iberovasco del catalán hostia» (Vidal, p.171).
La argumentación de Vidal soslaya que el semantismo latino de víctima perduró siempre, también en español: “ser una hostia o víctima” (Horcajo, E.: El cristiano, 1883). Tampoco sustenta su propuesta de ‘hostia catalana = bofetada’ con un mínimo corpus documental. Además, el sust. fue frecuentísimo en el castellano medieval (p.ej.. en Berceo), y con las grafías ostia, hostia lo tenemos en valenciano: “Jesuchrist en la ostia sagrada... la hostia de pa alís” (Ferrer, Vicent, St.: Sermons, c. 1400).
En castellano, desde el Manierismo, abundaron metáforas y traslaciones semánticas con esta voz: ‘hostia de tabaco de mascar’, ‘hostia de amor’, ‘hostia de piedra’, etc. Tambíen en exclamaciones: ‘hostia, rehostia, recontrahostia’ (p.ej., en Pérez Galdós); pero el semantismo de hostia = bofetada, salvo que Vidal aporte documentación inédita, parece moderno; quizá del siglo XX, detalle que chocaría con la connotación ibero-catalana propuesta. En valenciano, lo más antiguo de hostia (golpe) que he encontrado es del 1919:
“¡ Che, che, tu, que m'has fet mal! .—Es un hostia cuartelera... me s´ha escapat; / yo també m´ha allastimat” (Tadeo, F.: ¡El chic soldat!, Valencia, 1919, p.8)
Expuesta la modernidad de la ‘hostia’ valenciana como bofetada, convendría que los catalanes apoyaran sus elucubraciones con base documental: ¿en qué manuscrito o impreso catalán, no valenciano, localiza el iberista la primera documentación del sustantivo como sinónimo de golpe?.
El Guadiana ibero del idioma valenciano
Los parámetros para que un sustrato ibero o de otra lengua pueda considerarse componente del origen de un idioma son relativos, como ocurre con el nacimiento de un río como el Ebro (¿Fontibre, Alto Campoo?), o del propio ser humano. Todo es cuestión de elasticidad semántica. Así, para la que fue ministra de España, Bibiana Aído: “un feto de trece semanas es un ser vivo, pero no podemos hablar de ser humano”. Si está vivo, ¿no será animal, vegetal o humano?.
Meditando las verdades de Bibiana, por las orillas del Híjar o neo-Ebro observo a una lagartija y a un sapo, ¿cómo llamarían los iberos a estos seres?. En valenciano moderno tenemos ‘sangrantana’ y ‘sapo’, palabras que según el paleohispanista Vidal serían del sustrato vasco-ibero integradas en el antiguo catalán: ¿antiguo catalán en territorio valenciano del s. VI a.C. al VI d. C.?. El disparate inspira compasión.
EL bagaje léxico prerromano abarcaría aspectos de flora, fauna, física, utensilios, fenómenos meteorológicos, etc. Según el autor, basándose en Ptolomeo, el ibero aún se hablaría en el siglo II d. de C. (p.18), y es de suponer que, en siglos posteriores, la latinización e incorporación morfoléxica de germanismos y algún bizantinismo, junto al propio uso de la lengua, lo habría enriquecido y transformado.
Iberos, muladíes y moriscos valencianos
¿Hubo exterminio físico y cultural de los iberos, o fueron tolerados como sucedió con otras etnias e idiomas del Imperio Romano?. Ni romanos ni visigodos habían llegado al territorio valenciano en suficiente número como para suplantar a la población autóctona ibera. Además, las politeistas legiones romanas no combatían las lenguas del vasto Imperio, donde se escuchaban las célticas y germánicas, el arameo, el griego, el púnico y, en Valencia, el ibero; que progresivamente iría disolviéndose en el romance medieval.
La pervivencia de idiomas autóctonos estaba asegurada por condicionantes que hoy consideraríamos negativos: aislamiento geográfico y ausencia de escolarización para la inmensa mayoría de súbditos del Imperio. Cuando llega la invasión árabe, en el 711, el latín vulgar o romance habría asimilado en su morfosintaxis parte del léxico ibero valenciano. Los hijos aprendían el idioma que hablaban sus padres, no el de la inexistente escuela rural. El mecanismo de aprendizaje casero se mantuvo incluso en el siglo XVI, cuando el bilingüismo de los valencianos islamizados o moriscos les permitía enseñar la lengua a sus descendientes:
«que los pares y mares treballen a sos fills quant serán de poca edat de parlarlos en llengua valenciana: per q. quant sien grans puguen dexar la algaravía més fácilment» (Instructions... perals novament convertits en lo regne de Valencia, imp. Ioan Mey, any 1566).
Nunca hubo una expulsión ibera de nuestro territorio. Lógicamente, por el año 800 la mayoría de valencianos tenía raíces iberas; aunque, por supuesto, lo ignoraran. Cristianizados muchos de sus antepasados arrianos en tiempos del obispo Eutropio de Valencia (por el año 600), con la ocupación árabe adoptaron el islam por acomodación social y las ventajas que ofrecía el mimetismo religioso hacia la clase dominante.
Tampoco el cambio onomástico era obstáculo para un muladí o cristiano que aceptara el islamismo (aunque podía seguir hablando valenciano y ser bilingüe). En la sociedad musulmana, los que no pertenecían genéticamente a las clases o tribus podían incorporarse de forma ficticia a ellos y utilizar su nisba, indicadora de ciudad de origen, familia, tribu, etc. Esto quiere decir que un valenciano descendiente de iberos latinizados de Gavarda podía convertirse en Al Fayyar ‘el Yemení’, aunque sus antepasados no procedieran del Yemen.
La persistencia de derivados del léxico ibero sería inevitable entre mozárabes y muladíes valencianos; de igual modo que perduró tenazmente entre ellos cierto hábito contrario a la sura de Al Maidah sobre el alcohol. La tibieza y superficialidad de sus creencias musulmanas la intuimos por detalles como el arraigo de la embriaguez. Así, entre las instrucciones referentes a los moriscos (muchos de ellos con diminutivo típico del idioma: Mahomico, Borrachet, Maymonet, Maymoneta...), hallamos que:
“lo morisco que acostumara de embriagarse nol confessen aprés / como en francés (después castellano y chapurriau) / de haver begut” (Instructions... perals novament convertits en lo regne de Valencia, imp. Ioan Mey, any 1566).
El cambio de una religión a otra no era problema para los valencianos medievales, que mayoritariamente descendían de iberos y, en menor proporción, de romanos y visigodos.
Paradigma de estos cambios son dos monarcas islámicos valencianos. El famoso Rey Lobo de Valencia Zayyan Ibn Mardanix, nacido en Peñíscola en 1124, era muladí de familia iberorromana convertida al islam. Su apellido Mardanix no era de etimología árabe, sino de Mardonius, según recoge Labarta(Onomástica, p.114). Caso opuesto es el de Abú Zayd, último rey musulmán de Valencia, convertido al cristianismo y bautizado como Vicent Belvis. Sus descendientes se integraron entre la nobleza cristiana del Reino (p. ej., una hija de Abú Zayd o Vicent Belvis se casó con el noble Blasco Pérez de Tarazona).
Por la documentación conservada, la valenciana parece que era la lengua habitual de los moriscos: «en dicho Reyno de Valencia, la mayor parte de los moros y casi todas las moras no saben hablar aljamiado» (Bernard V.: Bib. Est. Moriscos, informe del año 1528, 105).
Tampoco es aventurado sospechar la superficialidad de creencias de los cristianos nuevos. Aunque muchos se integraran totalmente,
hay desconcertantes muestras de irreverencia hacia el catolicismo por parte de los nuevos convertidos que, tras el bautismo y conversión forzosa (especialmente en el s.XVI), cambiaron sus nombres árabes por los del santoral cristiano. Así, los inquisidores observaron la treta anti-hagiográfica de escoger nombres que no eran de santos honrados por la Iglesia. El Sínodo de Guadix (a. 1554), y el alegato del obispo Lamadrid (a. 1584) denunciaban esta práctica sorprendente de bautizar a los hijos.
Tras la expulsión de los moriscos en 1609, muchos quedaron en sus huertas como ‘cristianos nuevos’, pero el grado de adaptación al catolicismo puede que no fuera muy ortodoxo, como refleja la costumbre observada por el notario Ros en el 1700 sobre la paródica nomenclatura usada por los labradores que, sin temor a la Inquisición, llamaban ‘Juan’ a Cristo, ‘Juana Vicenta’ a la Virgen y ‘Nicolás’ a San Pedro:
Llamar ‘Juana Vicenta’ a la Virgen era burlar su divinidad y tratarla de humana. Hay otro indicio que retrotrae a los bautismos forzosos, cuando algunas moriscas adoptaban el nombre y apellido del marido; así, del morisco Joan Vacem se bautiza a su mujer como Joana Vacema. De igual modo, de ‘Juan’ (Cristo), los labradores valencianos llamaban ‘Juana” a la Virgen. Posiblemente, en el 1700, nadie era consciente de la sutil irreverencia y su origen, de igual modo que ignoraban las voces de raíz ibérica que usaban en valenciano.
Eutropio de Valencia, entre iberos y visigodos valencianos del año 600
Un ibero-valenciano del s.II que naciera, por ejemplo, cerca de Bugarra o Moixent apenas conocería más lugares a lo largo de su vida y, posiblemente, su lengua ibera sería casi ininteligible a otro ibero de Almería o Tarragona. La ruralización de la sociedad, los peligros de viajar por un territorio sin protección y las escasas y deterioradas calzadas imperiales — especialmente a partir del siglo V—, impedían el desplazamiento en gran parte de su recorrido; factores que provocarían la partición dialectal de la lengua derivada de la ibera, pero no su desaparición. Desgraciadamente, la Alta Edad Media es período de sombra documental, con apenas datos orientativos sobre la transformación y fusión del ibero en el protovalenciano.
Por sistema, los lingüísticos vascos y catalanes / o aragoneses catalanistas / manipulan cualquier testimonio que indique enlace de continuidad entre ibero y mozárabe; conexión que constituiría parentesco (padre > hijo: sustrato ibero + latinización > mozárabe valenciano). Ejemplo de ello sería el conocido testimonio dejado por Eutropio de Valencia hacia el año 600, bajo el poder visigodo. No obstante, los estudiosos vascos aseguran que el manuscrito De similitudine carnis peccati, con su disputadísimo comentario alusivo a la lengua autóctona no latina , se refería a la vasca. Esta, simplificada, sería su traducción:
«con estos barbaros nuestros, tanto de alma como de lengua... actuabas de un modo especial, pues con buenas palabras y razonando con cada uno en su propia lengua, les infundías el conocimiento de nuestro Dios, y en lengua barbara les exponías la doctrina pudiendo decir con el apóstol: ved como os hablo en vuestra lengua» (Bib. Nac. de París, lat. 13.344, De similitudine carnis peccati).
Del pasaje, usando el eufemismo ‘Levante’ para no citar al territorio valenciano, comentaba Abengochea:
«De la importancia del pasaje se percató García Bellido, suscitando dos cuestiones: la localización geográfica de este adoctrinamiento y la paternidad de la obra. Respecto a este último aspecto pensó que se trataba del obispo de Valencia del s. VI Eutropio, lo que llevaba a situar el adoctrinamiento en el área geográfica del Levante español. Mariner siguiendo a Madoz considera que no se trata del obispo de Valencia sino del presbítero Eutropio de finales del s. IV y comienzos del V... ; en definitiva, se considera como muy probable que los trabajadores en cuestión fueran vascones» (Abengochea: Sobre la cristianización de los vascones)
Por su parte, los catalanes atribuyen la misma obra al obispo Paciano de Barcelona (+ c. 380), aunque esta paternidad fue totalmente descartada. Pese a ello, los iberistas de Cataluña se apropiaron de la frase para proclamar que su idioma procedía del ibero, sin supeditación al latín, al desarrollarse ambos en paralelo desde otra protolengua común; por tanto, «Cataluña era la madre de la cultura europea». Así lo exponía el iberista Alexandre Deulofeu (Girona, 1903), tratando del citado manuscrito:
«El mismo San Paciano es más explícito en su De similitude carnis peccati cuando dice: ‘Eso hacías para todos comunalmente. Y para aquellos étnicos y para estos estimados bárbaros, bárbaros tanto de alma como de lengua... con amorosa conversación y a cada uno hablando su lengua... y en su lengua bárbara afirmaba la hebraica evangélica doctrina y podía decir bellamente como el apóstol: Ved cómo hablo la lengua de cada uno de vosotros”.
El iberista Deulofeu, gratuitamente, afirmaba que la conversación se desarrolló entre Paciano de Barcelona y una dama catalana:
«y estas palabras las dedica a una dama de Cataluña. Es, pues, indiscutible que en España se hablaban otras lenguas que el latín, y, si se hablaban otras lenguas que el latín, ¿cuáles podían ser estas sino las lenguas autóctonas que no dejó de hablar el pueblo?.
Si el latín no consiguió hacer desaparecer los idiomas ibéricos, menos lo consiguieron los nuevos invasores godos, árabes y francos, y, por tanto, las lenguas ibéricas que aparecen en los siglos X y XI no pueden ser otras que las lenguas hispánicas.
Nada más un cambio importante tiene lugar: el alfabeto. Al renacer los pueblos hispánicos, estos sustituyen los signos ibéricos por las letras del alfabeto latino, idénticamente a como posteriormente los daneses sustituyeron su escritura rúnica por la latina. El argumento más importante que se ha dado para atribuir al latín la paternidad de todas las lengua ‘neolatinas’ ha sido el hecho que estas lenguas son de raíz latina, pero esta no es una razón convincente, pues lo que seguramente pasaba es que las diferentes lenguas de los pueblos mediterráneos tenían parecido entre ellas, probablemente por el hecho de que procedían de una diversificación muy anterior. Llegamos a la conclusión de que en España el latín no ejerció más que un dominio oficial, mientras se mantenían vivas las lenguas vernáculas» (Deulofeu, A.: El problema lingüístic. Catalunya mare de la cultura europea, Figueres, 1976).
«un tratado De similitudine carnis peccati, atribuido a San Paciano, obispo barcinonense del siglo IV, o a Eutropio, que lo fue de Valencia en el VI, se alaba la caridad de una dama que hablaba en lengua vernácula a desvalidos paganos que no sabían latín".
Tal como sugiere el texto, la catequesis en lengua autóctona era bien vista en una comunidad estructurada, donde el obispo ejercía de autoridad eclesiástica y, también, política; factores que retratan la actividad del prelado Eutropio de Valencia, a quien se le atribuye la redacción del importante discurso del monarca Recaredo en el III Concilio de Toledo (a. 589). Según Llin Cháfer:
«Eutropio era abad del monasterio servitano desde el año 584. Había sido discípulo de San Donato, que había fundado en tierras valencianas este cenobio a mediados del s. VI. Como escritor ha dejado varios tratados entre los que destaca: ‘De octo vitiis’.
Trabajó por la pureza de la doctrina católica, confortó y animé a los cristianos a que permaneciesen fieles a la fe..., colaboró en la organización del III Concilio de Toledo. De regreso a Valencia, Eutropio continuó trabajando por el restablecimiento de la fe católica»
La actividad de Eutropio está documentada en De viris illustribus de su coetáneo Isidoro de Sevilla, nacido en el 556 cerca del territorio valenciano, en Cartagena, hijo de ibero-romano y visigoda. También es recordado por el culto clérigo Iohannes Biclarensis, nacido en el 540. Los escritos de Eutropio sobre evangelización y catequesis (p. ej., el relativo a ritos bautismales) se copiaban en los monasterios europeos, como atestigua el catálogo del s. XII de Cluny.
Eutropio fue obispo de Valencia (no de Barcelona ni Pamplona) y, en ‘ De similitudine carnis peccati’, recuerda el deseo de una feligresa que intentaba evangelizar a “los paganos nuestros” en su idioma nativo, aunque no aclara si eran labradores de Llíria, pescadores de la Albufera o pastores de las montañas de Alcoy. Precisamente fue la evangelización una de las prioridades de Eutropio; labor que se realizaría en lengua comprensible o autóctona. La tradición de esta práctica la mantenía siglos después Sent Vicent Ferrer (c.1400), dominico que usaba ligeros cambios en su románica para ser entendido por languedocianos, franceses, aragoneses, navarros, catalanes, castellanos, etc.
¿Fue en tiempos de Eutropio cuando se inició la catequización en el protovalenciano hablado por “los paganos nuestros’?. Lo cierto es que el adoctrinamiento en valenciano fue realidad desde Orihuela a Tortosa y por la franja de la ruta valenciana a la universitaria Lleida, con testimonios documentales de la Cancillería Real, donde se especificaba que los predicadores usaban lengua o idioma valenciano (ver Historias del idioma valenciano, 2003). La memoria del obispo ibero-visigodo nunca desapareció. En 1610, el cronista del Reino destacaba la personalidad de Eutropio y la de “los moçarabes de Valencia” (Escolano: Décadas, 1610).
Respecto a la relación entre Eutropio y la dama que adoctrinaba a los descendientes de iberos (¿creyentes del cristianismo arriano o de un culto residual pagano?), encaja en una sociedad donde la mujer participaba de forma activa. Ejemplo de ello es la aventura protagonizada por la famosa Etheria, monja española de familia noble que en el año 381 se lanzó a recorrer Palestina, Mesopotamia y Egipto, dejando constancia de su experiencia en un manuscrito de 37 folios que, tal como sucedió con ‘ De similitudine carnis peccati’ de Eutropio, hubo intentos de apropiación foránea (los franceses lo atribuían a Silvina de Aquitania). También en el caso de Etheria se dio la conexión entre ella y los obispos, que le ofrecieron apoyo y protección a lo largo del viaje.
En fin, la existencia de Eutropio de Valencia fue real, y aun suponiendo que no fuera autor del disputado manuscrito, tampoco importaría para la cuestión: si autores como Ptolomeo sugieren que el íbero aún se hablaba en el siglo II d. C. en territorio valenciano, ¿por qué iba a desaparecer totalmente en tiempos de Eutropio? ¿No perduraría, por lo menos, parte del léxico bajo el vestido del alfabeto latino e integrado en la nueva sintaxis?. No deja de sorprender la impermeabilidad hacia la declinación desinencial latina por parte de las incipientes estructuras gramaticalesdonde,porejemplo,las preposicionesadquirieronunvalor fundamental.
El truco del ibero: sí, al ibero-catalán; no, al ibero-valenciano
El planteamiento es sencillo: el pueblo ibero habría tenido en Cataluña su núcleo matriz, de donde irradiaría idioma y cultura hacia Almería por el Sur y, por el Norte, hasta Marsella (Vidal, p.17). En el libro hay un significativo capítulo dedicado a “El Lenguadoc iberizado” (p.634), fundamentado en algo de epigrafía, cuatro apuntes de antroponimia, vagas citas sobre ligures e iberos y, sobre todo, mucha especulación nacionalista.
La teoría vasco-ibera viene de lejos. En 1934, Pío Beltrán daba a conocer la inscripción ibérica en supuesta lengua vascuence (¿gudua deitzdea, ‘llamada de guerra’?), en un vaso de Liria. La interpretación, como era de esperar, no fue bien aceptada por los estudiosos vascos coetáneos. Los paleolingüistas hablan de un protocatalán de raíz y léxico vasco-ibero que singularizaría el latín en los siglos oscuros en Cataluña, del IV al XI (tan oscuros que ni existía una aldea con ese topónimo); pero idéntico planteamiento, curiosamente, no lo admiten para el territorio más iberizado de Europa: el Reino de Valencia.
Generalmente, para localizar el núcleo de florecimiento de una civilización se valoran los restos culturales hallados en su área geográfica y —para infortunio de catalanes—, la sofisticación ibérica se localiza en el Reino de Valencia: la Dama de Elche, Vasos de Liria, Plomos de Alcoy, etc. No obstante, Vidal no considera importante este hecho, aunque él mismo no halla elemento más significativo que la imagen del lobo ibérico de la valenciana Alcudia para ilustrar la portada de su libro.
Otro catalán, el lingüista Mariner (Tarragona, 1924), usando los eufemismos “lengua levantina” en lugar de valenciana, y ‘Levante’ por Valencia, decía:
«La gran importancia atribuida por Badía a los substratos prelatinos en el dominio actual de nuestra lengua levantina no estriba fundamentalmente en el citado aspecto diastrático, sino en los otros dos; concretamente, en su más reciente versión, en un cruce de ambos: renunciando ya a la hipótesis de que el latín se hubiera superpuesto en nuestras tierras a paleohispánicas distintas -el ibérico y una(s) lengua(s) indoeuropea(s)-, y admitiendo que la única de ellas en contacto con la de Roma fue en el Levante hispánico precisamente el ibérico, propone reconocer que el arraigo de éste fue mayor en la parte que, con la fragmentación románica, iba a dar lugar a las variedades occidentales de nuestra lengua, mientras que las orientales se habrían originado en territorio menos profundamente iberizado, por la presencia en él del substrato indoeuropeo al que el ibérico se había superpuesto a su vez (...) acerca de que el ibérico se documenta todavía como lengua para todo uso a más de un siglo del comienzo de la romanización incluso en la parte de Levante donde la opinión del doctor Badía es de que fue prácticamente más intensa... a la actual área catalana centro-oriental corresponden los testimonios de contacto en el plano de bilingüismo efectivo» (Mariner Bigorra: Latín y paleohispánicas, Univ. País Vasco, 1987)
Si es admisible la existencia de un protocatalán con léxico ibero en su formación: ¿por qué no aceptar similar proceso en la gestación del protovalenciano?. Hay más cuestiones: ¿cuándo se dejó de usar el ibero más o menos latinizado?, ¿fue por el año 600, en tiempos de Eutropio de Valencia?.
Los catalanes, sin complejos, plantean el tema:
«catalán, lengua romance de origen latino, se observan numerosos germanismos, arabismos y sobre todo préstamos de substrato, el ibero (...) La introducción de palabras íberas en el protocatalán debió ser provocada por iberoparlantes bilingües, y al no constar a ciencia cierta ni cuándo se dejó de hablar el íbero... palabras iberas en el catalán... la supervivencia ... convergencia lingüistica entre catalán y el occitano... la segunda romanización del proto-catalán fue la conquista musulmana» (Vidal, 16, 29).
El ensayo de Joan C. Vidal se inicia con el epígrafe ‘Vocabulario íbero en el catalán’ y, cual desinhibido cleptómano léxico, el primer sustantivo que analiza es el valenciano ‘tos’ (cast. nuca, cat. clatell). De este modo, el ensayista exhibe una larga serie de vocablos enlazados con más o menos fortuna argumental a la raíz vasco-ibera; pero, repetimos, se apropia de léxico valenciano y de voces compartidas con otras románicas, documentadas por primera vez en valenciano.
Diserta Vidal sobre el sustrato ibérico, pero ignora los cognados valencianos (voces del mismo origen etimológico, con distinta evolución fonética y morfológica) o los altera morfológicamente; mostrando tendenciosidad al denominar ‘Levante’ y ‘país valenciano’ al Reino de Valencia, mientras que usa Principado y Cataluña para su territorio.
El valenciano demuestra por medio de cognados de étimos iberos, latinos y árabes su singularidad. Así, del proto-indoeuropeo *ster derivaron el español y catalán estrella (que hoy repudian y sustituyen por estel, del latín stella) , inglés star, alemán stern, francés étoile, holandés ster, italiano stella, sánscrito str, galés seren, rumano stea, islandés stjarna, griego aster, persa setare, kurdo estêrey valenciano estrela:
El ibero en el idioma valenciano de Bernat y Baldoví
¿Cómo? ¿Los sainetistas usaban voces valencianas de étimo ibero?. Según el iberista Vidal y el etimólogo Corominas, parece que sí. Por ejemplo, el comerciante de arroz Mariano Serrano Biguer, nacido en 1870 en Sueca(la antigua Sicanade los iberos), se dedicaba en sus ratos libres a escribir sainetes en valenciano. En uno de ellos leemos:
El ‘senill’ es planta herbácea de la familia Phragmites que crece junto al río ibero Sicano (Júcar) y la Albufera. El sainetista Serrano Biguer no usó el sinónimo castellano ‘carrizo’, sino el valenciano ‘senill’ y su derivado ‘senillar’ que había escuchado desde niño a sus padres y abuelos. Tiempo atrás, en el Siglo de las Luces, el científico Cavanilles (Obs. 1797) anotaba la variedad de “canyamel senill” como voz botánica valenciana, equivalente al cast. cañamiel de Ravena.
El sainetista Serrano no era consciente de que “senill” era parte del léxico ibero o protovalenciano hablado en tiempos de Eutropio de Valencia (a. 600), o en la antigua Sicana o Cicana, que permaneció vivo entre mozárabes, muladís y demás veletas valencianos que cambiaban arbitrariamente de religión y se mezclaban con otras etnias.
Como vemos, la conexión entre prerromano-ibero, mozárabe y léxico ibero en el valenciano de Bernat y Baldoví es una realidad. El iberismo de ‘senill’ no es elucubración de ningún blavero, sino del etimólogo catalán Corominas:
“senill: nombre de una variedad de carrizo y de otros vegetales de sitios húmedos, de origen incierto, puede ser prerromano ibérico” (DECLLC, VII, p.793)
El interesante sustantivo también lo hallamos en el sainetista por excelencia Bernat y Baldoví, nacido en la ibera Sueca (aquella “ciudad Sicana, así llamada por los iberos”, Rufo Festo Avieno: Oda marítima, c. 350 d.C., v. 475). De agudo ingenio, Baldoví dirigió la revista satírica ‘La Donsayna’ y fue su principal redactor:
“entre rames y senills va tant trochera y esquiva”
(La Donsayna, 1845, p. 156)
Castellanos y catalanes conocerían la voz por los habituales intercambios ya citados; p. ej., en las campañas militares de tropas de otros reinos que pasaran por Sueca, al llegar el invierno oirían que los antepasados de Serrano Biguer recogían ‘senill dels senillars’ para combatir el frío. También los científicos conocieron la palabra gracias a Cavanilles y, especialmente, a las divulgadas novelas de Blasco Ibáñez, que solía dar realismo a sus relatos con la inclusión de léxico valenciano:
“entre los senills, las cañas se confundían” (Blasco Ibáñez: Cañas y barro, 1902).
Por cierto, en la frase de Baldoví “va tant trochera y esquiva”, hallamos otro adjetivo prerromano, ‘trochera’. De étimo ibero o celtibero, Corominas quiso ignorar la documentación valenciana al afirmar:
“trocha ha de ser castellanismo en valenciano, donde se emplea en algunas comarcas, y lo he oído en Castelló de Rugat como término de cazadores” (DCECH, V, p.652).
Lamentablemente, Corominas padeció ceguera respecto a esta familia léxica valenciana:
“encara que en Senta Creu estiguen domiciliats, nunca ixen de la Parroquia, sino quant van a trochar” (Orti Mayor: Relació dels bultos, jagants y nanos, 1743)
arca –de origen desconocido, el iberista Vidal relaciona el valenciano ‘arca’ (lucha con piedras entre niños), con el vasco harrica (harries piedra). Corominas señala al marroquí harca, ‘milicia de moros’; y el valenciano Colomina sugiere que sería grito de guerra bereber. Todo son enigmas respecto a ‘arca’, sin h- en valenciano, por lo que bien puede ser vocablo del protovalenciano de tiempos de Eutropio. En el sainetista Eduart Escalante hallamos la voz:
argamasa –de origen prerromano, según Vidal sería un híbrido del ibero *arga y latínmassa;aventurandoqueel castellanoargamasasedeberíaentonces
aceptar como catalanismo”(p.106); mas la documentaciónlorelacionaconel
mozárabeoromancevalenciano “argamassa” (Vocabulista in Arabico, s. XIII), encontrándose en más manuscritos del mismo siglo:
“d alna de Valencia... e XIII alnes d ample... de bona pedra manposta (sic) ab
argamassa” (Doc. de Morella , en CICA, XIII de deembre MCCXCVI)
“mestres piquers de Valencia... del partidor de Petrésa l assut d Algar... com
l’obra d argamassa”(ACA, Cartes Reals, Jaume II, nº 777, s.XIII)
Pero ‘argamassa’ también era castellano del manuscrito de San Román de Entrepeñas de Palencia (año 1190), y las castellanas ‘Historias Troyanas’ (c.1270), lo que señalaría raíz celtíbera. La ‘ss’ sorda, presente en antiguo castellano y valenciano:
“la argamassa” (APH. Sta. María d´Elig, Sig. 168, testament Ferrant Gonsales, c.1380, f.64), tendía a la simplificación y unificación morfológica (ss > s) desde la Edad Media:
“en trencar lo cup del dit molí qui es de pedra e de argamasa” (DCVB, entrada ‘cup’; texto valenciano del año 1412) archilaga - después del año 711, el protovalenciano de mozárabes y muladíes no guardaría su pureza (si alguna vez la tuvo), sino que generaría derivados como el valenciano moderno ‘archilaga’, que encontramos en el culto Marco Antonio Ortí Ballester, nacido en Nules (a.1593) y que fue Secretario de los Estamentos del Reino de Valencia:
“de archilaguesy barcers” (Ortí, M. A.: Sol de academias, Valencia, 1659)
Corominas afirma que era mozarabismo de origen desconocido (¿ibero *aielaga?) y que “parecía ser resultado de la arabización de un vocablo ibero o prerromano” (DECLLC, I, 377).
Los eruditos valencianos, desechando arcaísmos, recogieron la morfología moderna, hoy perseguida por el catalanismo:
ginestrera, chinéstre, chinestra, chinastra, ginestra, ginesta – vore archilaga – ginestá : terreno aon se críe la ginesta, toponímia, poble (de Tarragona)
//
bardoll – otra voz valenciana que Vidal introduce en el saco catalán de derivados del ibero (p.124). Significa vago, ladrón, desaliñado, descuidado, conjunto de cosas desordenados, etc. También lo hallamos en la literatura de cordel valenciana:
besneula -–planta de hojas blanquecinas. De dudoso étimo, ¿latín vulgar bislingua o *bisligula?. Según Vidal, emparentada con el protovasco *bini (lengua). En cast. es bizniega, viniebla o lengua de perro / https://es.wikipedia.org/wiki/Cynoglossum_officinale /. En val. aparece ‘ besneula’ por primera vez en Palmireno (Voc., Valencia, a.1569), pasando posteriormente a Cataluña, donde desplazaría al cat. maneula. En valenciano tiene uso traslaticio:
“li cau la besneula de tant de...” (El Tio Cuc, nº 88, Alacant, 1916)
cachamona – de étimo desconocido, es sinónimo del cast. cachete. No deriva del latín capŭlus (puño) , ni de la forzada connotación con el vasco * e-ra-atziki-i > atxiki (pegar, coger...):
“cachamona. Golpe dado en la cabeza con las dos manos cruzadas” (Salvá: Gramática castellana, apéndice de voces valencianas, 1838)
También designaba un juego infantil:
“açó va mal / cachamones, prim o gros” (Ros: Romanç dels jochs, Valencia, c. 1730)
cachap – mozarabismo valenciano, equivale a los catalanes llorigó y farnaca. Para Corominas es «indudablemente prerromano» y su extensión se corresponde al área mozárabe (valcachap., cast. gazapo, port. caçapo ). La voz no pasó desapercibida a los eruditos:
“cachap: gazapo” (Mayans y Siscar: Voc. valenciá, 1787)
Por su connotación paródica, la vemos en motes de personajes populares:
“Raonament entre... llaurador de Alfafar y Serafino Cachap, Valencia, 1820)
“al so Chulla, al Cachap, al Motiló” (BNM, ms. 14447, Badía y Adell: La matiná de Sen Roc, 1864, f. 23)
El derivado ‘cachapera’ (madriguera de conejos) amplió su semantismo a casa o barraca oscura y estrecha, cajones donde se encerraban a las palomas, etc.:
“viu entrar dins de aquella cachapera un home tan estirat, que pareixía un furguet” (Segona part ahon se referix el modo com perden lo temps homens y dones..., Valencia, 1784)
El iberista Vidal destaca su “origen desconocido” y su relación con la raíz *kach. De la lengua vecina dice: «en cuanto en castellano se ha desarrollado agazapado con el sentido de estar bien agachado, normalmente para ocultarse» (Vidal, p.40). Incomprensiblemente no enriquece su tesis con los acachar, acacharse, acachat, etc.; que serían cultismos etimológicos descendientes del protovalenciano:
“el poble paga acachat” (Peris Celda: Arrós en fesols y naps, Valencia, 1921, p.7)
calap –el iberista Vidal recoge el valenciano «calap, tipo de caracol» de Pego y su comarca: «se puede asumir con bastante seguridad de que se trata de una supervivencia ibera en el mozárabe local» (Vidal, p.289).
El DCVB de Alcover da el sust. valenciano “calap, caragol paregut al moro”. Curiosamente, Calap también sería apellido ibero-valenciano, sólo conservado en el Reino.
caparra–mozarabismovalencianode origen prerromano, equivale al cast. garrapata y cat. paparra, pitarra. Según Corominas: “caparra... parece provenir de un antiguo vocablo prerromano, idéntico al vasco kaspar(ra)” (DECLLC, VI, p.249):
El sufijo despectivo – arra también lo lleva el cast. ‘pitarra’, vino de poca calidad. En el País Vasco, ‘pitarra’ es la sidra casera y aguada. Hoy se le ha añadido otra dental sorda a la voz, ‘pittarra’, para maquillarla y singularizarla de sus homógrafas románicas. Curiosamente, el sufijo iberovasco – arra (que quizá no lo es en caparra), lo usamos en valenciano para la ‘vinarra’, vino barato y peleón:
“pero guardat d´un carchot / qu´et fasa anar de gaydó” / de gairó, com de costat / (El Mole, Valencia, 1840, p.30)
carchotar –derivado de carchot, es alterado morfológicamente por Vidal (escribe carxotar) y lo relaciona con el vasco hazt (dedo), pero el nudo morfosemántico es patético. Tampoco aporta testimonios catalanes que refrenden el uso de estos vocablos; lo contrario que en valenciano:
“si carchotem a tots” (El Mole, Valencia, 1840, p. 73)
En la irónica prosa del hermano de Azorín observamos el posverbal ‘carchotá’, con la ‘ch’ y el arraigado apócope tan perseguido por el catalanismo:
“de una carchotá” (Martínez Ruiz: Canyisaes, Monóver, 1909, p. 104)
cascar –del dudoso étimo latino *quasĭcare, Vidal valora su transmisión mozárabe y señala probable raíz del “antiguo ibero” (p.104). Es verbo clásico valenciano:
«li casquen lem e lescut» (Conesa, J.: Hist. Troyanes, a. 1374)
cosquerelles — como tantas voces valencianas de origen prerromano, se considera de “creación expresiva” ¿Y qué significa eso?. Pues que su gestación, posiblemente, se remontaría a los tiempos de Eutropio de Valencia. Corominas recuerda que “la forma valenciana conocida es cosquerelles” (DCECH, II, p.222); pero Vidal es más concreto:
“cosquerelles: valenciano... substrato mozárabe de la zona, que a su vez provendría de la variante íbera local” (Vidal, p. 61)
Equivalente al cat. pessigolles y cast. cosquillas, la voz valenciana sería otra
singularidad derivada del ibero-protovalenciano:
“cosquerelles, serengues y memeus” (Coloqui... de una que li díen Crisóstoma. En Cartagena, c.1770)
“que tinch por a les granotes, perque cosquerelles fan” (Rahonament... el consell que tingueren el Tio Cosme Nespla de Benifaraig, 1797)
chapa –de étimo desconocido, posible derivado del radical prerromano *klapp, que en valenciano señalaría a un cognado de sustrato ibero. En paremiología se asociaba a un tiempo ancestral, ya entre los clásicos :
“capes del temps de chapes” (Roig, Jaume: Espill, 1460)
“poms del temps de les chapes” (Gaçull, J: La Brama, Valencia, 1497)
Lamorfologíaconch-seconservó incólumehastasuprohibiciónporel catalanismo, que impone el catalán xapa‘’.
El latinistaPou, profesor en la Univ. de Valencia, recogió el sust. prerromano:
“chapa” (Pou: Thesaurus, Valencia, 1575)
Actualmente, si un funcionario valenciano escribe ‘chapa, chapes’ con la ‘ch’ clásica, se expone a un expediente; y si es estudiante, al suspenso. Pero en valenciano lleva ‘ch’: / y en CHapurriau, tamé /
chic - de étimo desconocido y relacionado indirectamente con el latín ciccum (membrana que separa los granos de la granada), Corominas es contundente
respecto a su mozarabismo: “que el vocablo existió en mozárabe se ha de admitir de todas maneras” (DECLLC,IX, p.535). Al encontrarse variables en otros idiomas: vasco chiqui (modernamente escrito txiqui), cast. chico, occitano de Burdeos ‘chic’ y algunos cognados del Sur italiano, Vidal razona:
«de origen oscuro, si bien se le ha relacionada indirectamente con el latín ciccum... hay cognados presentes en mozárabe... gascón y narbonéschic...
algunas de las variantes italianas se podrían explicar como préstamos en las lenguas del substrato, ya que los autores clásicos mencionan la presencia de íberos provenientes de la huerta valenciana en Sicilia» (p.358)
Lo sorprendente es que Vidal (enemigo de citar ‘valenciano’) sugiera que los cognados italianos de ‘chic’ pudieran tener origen en la emigración a Sicilia y Calabria de valencianos iberos. Este hecho ha sido debatido desde hace siglos por historiadores y eruditos de todas las épocas (Diodoro de Sicilia, Filisto, Strabón, Eforo, Bardetti, el francés Bochart, Ecateo, Tucídices...). Hay cognados italianos que apoyarían la llegada de iberos valencianos a Calabria y Sicilia; p.ej., nuestro ‘samaruc’ pudo generar los dialectales samarugole y siammaruca; o incluso el sardo de Cerdeña paloppo (de ‘palop’, uva valenciana). Lo cierto es que ‘chic’ y sus derivados con ch- son patrimonio del idioma valenciano, sea clásico o popular:
“grans o chichs... lo fadrí chic... un forat chich...” (Ferrer, St.Vicent: Sermons, c. 1400)
“¡Te pegaría una bascollá! Deixa al chic” (Llibret Foguera Ajuntament, Alacant, 1952)
chopar, choparse —mojarse, empaparse de agua. Aunque Corominas sugiere la derivación del latín *ex-suppare, el iberista Vidal habla de formación onomatopéyica y lo incluye entre los vocablos de origen vasco-ibero: :
“chopar: empapar” (Mayans: Voc. val., 1787)
“ben chopat en la esquena” (Casajuana: La oroneta, Valencia, 1914)
chorrar —el valenciano ‘chorrar’, con ch-, tendría la misma raíz ibera *chor que los occitanos “chorrear, charrotar’ y cast. ‘chorrear’. Vidal se apropia del verbo y falsea su morfología (escribe ‘xorrar’), pero:
“chorra lo sucre” (Beltrán, Jaume: Obres contemplatives,Valencia, 1515)
“la sanch estava chorrant” (BRAH, Ms. Porcar, J.: Dietari, 1615, f. 231)
Ante la riqueza de documentación en valenciano (chorrar, chorro, chorret, chorritó, chorritaeta , etc.), Corominas intenta disimular su contrariedad y aventura que son «quizá mozarabismos, al menos en parte, dado el enorme arraigo de chorro en la toponimia de todo el Reino de Valencia» (DCECH, II, p.395). Voz viva, presente en la literatura clásica y popular:
“li chorren les sinagües per raere” (Navarro Borrás: ¿Es de vosté eixe goset?, Valencia, 1921)
esguit, esguitar – sust. y verbo valenciano; cast. salpicadura y salpicar. Emparentado, posiblemente, con el schizzare italiano, es de etimología desconocida, por lo que se le aplica el comodín de “voz de creación expresiva y onomatopéyica” (DECLLC):
“li esguitaren la cara en aigua” (Navarro y Reig: La pau dels poblets, 1913, p.51)
El enigma aumenta por la existencia del asturiano ‘esquitar’, casi homógrafo al val. ‘esguitar’ :
«vamos a Asturias, donde vemos una forma análoga a la valenciana: esquitar‘, saltar un líquido depositado en un hoyo o en otro receptáculo en virtud de presión o percusión» (DECLLC, III, p.709) / esquichá CH /
Pero en valenciano no es sinónimo del asturiano, al adjetivar a personas irascibles:
“teníen el génit tan esquitós que feen poca lliga en...” (Gadea: Tipos d’espardenya, Valencia, c. 1890)
llacorella – como Joan C. Vidal desconoce el valenciano cae en errores, confundiendo el cat. “llicorella, nicorella” (cast. pizarra, útil para tejados) con el val. “llacorella” (rocas blandas, compuestas de carbonato de calyarcilla);afirmandoconextraña sintaxis castellana:
«la variante nicorella demostraría la antigüedad de este conjunto léxico en el catalán y que por lo tanto de que seguramente fue préstamo íbero»(p.101).
Se habrá de admitir, por igual razón, que el valenciano ‘llacorella” nacería entre los siglos VI a.C. al VI d.C.. En consecuencia, no sería préstamo; sino parte del léxico ibero que perduraría en mozárabe y romance valenciano. El sust. habría permanecido vivo entre los valencianos de la Vall d’Albaida (como recogió
Cavanilles) desde época ibera: «la marga en hojas suele llamarse allí llacorella en llibre; y la otra sobrepuesta llacorella en pilot: aquella se desprecia como inútil, y esta sirve para abonar los campos areniscos»
(Cavanilles: Obs. 1797)
llácova - quebrada o barranco abrupto; sust. valenciano de origen prerromano que, junto a otros similares, ofrece la duda sobre su origen íbero (Vidal, p.100), siendo cognado del vasco lakar, gascón lacarro (laja), aquitano lacarra (losa, piedra grande), aragonés lacarrón (losa). Para los valencianos del s. XIX, ‘llacova’ era el “terreno abrupt, desigual, aubert entre montanyes y valls estretes; cast. quebrada” (Escrig-Ll., Martí G. Diccs.).
Toponímicamente tenemos la valenciana Serra de la Llácova, derivación de la Serra Valdánger.
manteca –del prerromano *mantheika. Aparte de afirmar que es netamente
hispánico, Corominas aporta la variante ‘manteca’ (DECLLC, 5, p.437) en el mozárabe del judío Abenbeclarix, que escribía en Zaragoza por el 1100. Curiosamente, la grafía ‘mantega’ aparece en el Fuero de Avilés (a.1155), manteniéndose ‘mantega’ en catalán y en el leonés y bable de Lena. La variable etimológica valenciana ‘manteca’, hoy también castellana, la encontramos hace siglos en textos oficiales:
“manteca, la cárrega” (Vilarig: Memorial... han de pagar les mercaderíes, Valencia, any 1607)
Vidal, siguiendo a Alcover y Corominas, repitequeprocede«de*manteica,de origen pre-romano» ( p.90). El hecho de pertenecertambiénalcastellanono invalida el origen común del ibero o celtibérico (como apunta Corominas). En perfecto valenciano moderno aparece esta palabra que, posiblemente, usó Eutropio de Valencia:
“dátils, manteca y formache / de diferents calitats” (Romans... pera riures en Carnistoltes después de haver almorsat, Valencia, any 1756)
Mongó –al ignorar el valenciano, Vidal escribe ‘ Montgó ’, tal como ha impuesto el IEC de Barcelona; pero nuestro orónimo siempre se documentó como ‘ Mongó ’, sin la –t- epentética que el catalanismo introduce por doquier. Vidal señala origen prerromano iberovasco, emparentado con el étimo del actual mendi-goi, ‘montaña alta’:
“en la montanya de Mongó” (Beuter: Primera part hist. de Valencia, 1538) “derivado del latín Mons Iovis, daría Mongó” (Diago, 1600)
“Mongó significaría Mons Agón” (Escolano, 1608)
“a pres en la montanya del Mongó” (Llib.
Albará, 322, any 1622)
“ermites en Mongó se troben” (Esteve, f. Pere: Storia del Sant Sepulcre, c. 1645)
“En Denia empiezan las raíces del Mongó” (Cavanilles: Obs. 1797)
En los sainetes también figura el topónimo prejaimino:
“de Mongó vullc ser la dóna” (Barreda: La cara de Mongó, Valencia, 1873)
Hoy está prohibido el valenciano Mongó por el fascismo inmersor. Sólo admite el catalán ‘Montgó’. A los colaboracionistas no les importa que el propio Corominas reconociera la grafía valenciana del orónimo:
“Els Collons del Mongó de Denia” (Corominas: DECLLC, II, p. 834)
En el término de San Juan de Alicante existe el antiguo topónimo ‘Mongomit’, ¿diminutivo de Mongó? : “Mongomit” (Toponimia rural de Sant Joan d'Alacant, 1998, p.30)
palop –con la precaución de no citar que es apellido valenciano y nombre de uva valenciana, Vidal dice: “uva grande y gustosa; de origen prerromano” (p.192). Las primeras documentaciones las tenemos en valenciano, y es interesante que fueron aportadas por un aragonés, Lorenzo Palmireno, y un catalán, Onofre Pou,
humanistas del Renacimiento que vivieron en Valencia y ejercieron en su Universidad:
pechina –según Vidal, sería de “origen incierto. Se cree proveniente del mozárabe valenciano, con substrato ibero; y de aquí debió ser transmitido al catalán y de éste al castellano, puesto que pechina es reciente” (p.309)
De etimología desconocida, Corominas desmontó la del latín pecten, -ĭnis, basada en la confusión de Covarrubias en el 1600.
Está documentada desde tiempos medievales con el dígrafo ch:
polp - del latín polypus (‘múltiples pies’) surgieron una serie de cognados: el port. polvo, gall. polbo, cast. pulpo y val. polp:
“polp e serena” (Roig: Espill, 1460)
Todos conservan la etimológica -l- . Sólo el catalán la pierde en pop, motivo para que Vidal, tímidamente, hable de origen onomatopéyico y protocatalanidad de la voz:
«Ahora bien, en otros casos, ciertas palabras aparentan a simple vista un origen onomatopéyico, como podría ser el catalán pop ‘pulpo’, pues sin la ayuda del resto de lenguas románicas, del latín y del griego, rápidamente se podría sugerir un origen expresivo».
Es decir, que el catalán ‘pop’ y el latín ‘polypus’ derivarían en paralelo de una protolengua. Poco convincente está Vidal en este caso.
“polps, sepietes y morralla” (Roig y Civera.: El casament de les borles, Valencia, 1874)
Porcierto,elsusodichovalenciano
‘morralla’ , multitud de peces pequeños o cosas de poco valor, también sería de raíz prerromana. Destaca Vidal que «existe en vasco arrain (pez) que podría ser cognado (demorralla)siprocededeunantiguo *orrain» (p.307).
samaruc –al ser el DECLLC la fuente principal y base de conocimientos del iberista Joan Carles Vidal, veámos que dice el etimólogo barcelonés de esta voz valenciana:
«Samaruc: pececito... vocablo valenciano, común al cast. samarugo o jamarujo, port. samarugo..., italiano dialectal del Sur ciammaruca o samarùgole, calabrés ciamarúculu, gusano o caracol, de origen incierto (...) parece obligado ver una relación entre moruca / maruca y el ibero-románico samarug(o)» (DECLLC)
El ‘samaruc’ ( Valencia hispanica) se encuentra sólo en aguas del Reino de Valencia; no obstante, Vidal diserta sobre ‘samaruc’ sin mencionar que es palabra valenciana, ni que puebla el mar de Valencia. Siguiendo la estrategia de no citar nuestro topónimo y gentilicio, lo relaciona con el leonés moruca o el alto-navarro zalupa. El ictiológico sustantivo es frecuente en la literatura valenciana:
“ y no pegarme picá ni tan sols un samaruc”
(Vicent, J.: Els peixcaors de canyeta, estrenat en Alberich el 01/12/1902; editat en Barcelona, 1903, p. 22)
sapo –voz prerromana valenciana y castellana, Vidal valora la existencia del
ligur tsap, adaptación de un substrato afín al ibero (p.289) Por su parte, Corominas también apunta origen prerromano y supone queesmozarabismoenvalenciano (DCECH, V, p.157).
Dada la antigüedad en valenciano, en el DECLLC se muestra más contundente: “sapo..., puede ser que no sea mero castellanismo, sino heredado del mozárabe... hoy es vocablo único en casi todo el Reino de Valencia ” (VII, p.669), reafirmando su carácter de voz prerromana. Ha perdurado en escritores sainetistas:
“pareix un sapo” (Colom, J.: Lo que fa la roba, Castelló, 1875, p. 46)
siches – de étimo ibero, los cognados son abundantes: arag. cija, prov. cieya, sieja, siejo; cat. sitja, ciga, ciya...; cast. silo, etc.
Respectoalavoz,diceVidal:«La existencia de esta palabra en íbero se demostraría al haber podido pasar al mozárabe como xilyer» (p.135). El iberista sustituye por sistema el dígrafo ch- por x-.
Polisémica según la grafía y lengua a que pertenezca la variable, generalmente señala oquedad, depósito de trigo, hoyo, cavidad, sima, madriguera, calabozo, etc. En valenciano era usual usar el plural desde los clásicos: “ubertes ciges” (Roig: Espill, 1460), aunque su morfología adoptó la prepalatal africada sorda:
“quels moros de Bétera se havíen alçat en les siches” (BRAH, Dietari Porcar, 4 oct. 1609); y, en el mismo manuscrito: “en les Siches de Burjaçot” (Porcar: any. 1622, f. 399).
También hubo cambio de género: “en Burchasot... los Siches” (Peydró, Vicent: D. Juan Treneta, 1882, ed. 1899); manteniendo el significado de depósito de grano o cavidad:
“en lo forat de un rincó aon amagat entre siches ... en lo forat aon yo estaba” (El Mole, Valencia, 2 / 11 / 1863)
socarrar - de raíz ibera y emparentado con el vasco sukar(ra), ‘llama de fuego’, era común al castellano de Berceo. Aparece en les glosas valencianas del Vocabulista de Florencia (s.XIII), traducido al latín comburere. Vidal recuerda que “en vasco existe sugarastatu con idéntico significado al catalán sucarrar” (p.145). Lo de ‘sucarrar’ sólo lo he oído en castellano paródico y catalán, mientras que ‘socarrar’ ha sido y es morfología y fonética valenciana:
“¡Ay, agárram, que les lluernes dels teus ulls me socarren” (G.B.: La Perla d’Alberic, Valencia, 1918, p.15)
También existe el semantismo traslaticio de enfadar: “lo que me socarra es que u fasa aposta” (BNM, Chaques l’olier, c. 1850); y el diminutivo ‘socarraet’, con elisión de - d-intervocálica del valenciano moderno:
“a voreu quin socarrim” (Vercher: En la velá d’un albat, Valencia, 1865)
Existen múltiples cognados en las lenguas peninsulares, sin olvidarnos que Berceo usaba ‘socarrar’ en el castellano del siglo XIII. La existencia de homógrafos de raíz ibera o celtíbera en valenciano y castellano no denota supeditación de una lengua a otra, sino derivación de un mismo étimo y trayectoria morfológica paralela.
taboll - el valenciano taboll, ‘inmaduro’. de origen desconocido, lo incluye Vidal en su vocabulario íbero-catalán (p. 39). Corominas supone que la voz pudo nacer en esferas bilingües valencianas... puede que antes de la Conquista por una amalgama morfológica (DECLLC, VIII, p.182), ¿hibridación de léxico ibero y árabe? . Es valenciano moderno, aunque figuraba en los clásicos:
“taboll, no es eixe el diputat” (El Tío Cuc, nº148, Alacant, 1917)
tos – equivalente al cat. clatell y cast. nuca,
Vidalloenlazaetimológicamenteal prerromano hispánico*taukia (copiando a Corominas) y sus dudosos cognados: gascón tusú, tudu; roncalés taika, etc. El origen, dice, estaría en la protoforma del ibero *toke, sin rechazar *tottia. La voz estaba arraigada en el valenciano clásico de Sent Vicent Ferrer, Jaume Roig, Joan Esteve. etc. En el ms. valenciano Consolat de Mar tenemos tos, toç ; traducido a ‘cuguroz’ en la versión catalana. Es valenciano clásico y de los dramaturgos saineteros:
“te els ulls en lo tos” (Colom, J.: Cuatre comics d’ocasió, Valencia, 1873)
Es significativoque Vidal no recoja ni analice tótina, ‘cabeza’,una de esas voces valencianas de etimología desconocida que suelenarchivarsecomo“deorigen onomatopéyico o expresivo”:
“de la primera nyespla... li encale la tótina dalt del Micalet” (Mollá: El punt, Valencia, 1920)
Turia – analizando el hidrónimo prerromano, dice Vidal: «este adjetivo ibérico *thuri, ‘blanco’, puede plantearse tras conocer que el río Turia tiene como afluente principal el Guadalaviar, del árabe Wadi Al-Abyad 'Río Blanco'. El Turia es conocido popularmente (según Cortés, 1836: 292) como Río Blanco por las poblaciones castellanoparlantes de Ademuz, Chelva, y Chulilla, por lo que tal vez nos hallemos ante una traducción del topónimo prerromano que sobrevivió en el mozárabe local para luego ser traducido al árabe en su curso alto. De ser esto correcto, tendríamos que el ibérico *thuri sería cognado del vasco zuri ‘blanco’».
Wadi Al-Abyad en Omán
turma – según Vidal, «de la raíz pre-romana *turm, el sust. turma (testículo) podría pertenecer a un hipotético ámbito comúniberovasco-indoeuropeomuy antiguo».
El prerromano ‘turma’ generalmente aparece en plural y referido a los de cordero, toro, etc. / tripóns / Se documenta por primera vez en lengua valenciana:
El sustantivo era tan habitual que aparece hasta en motes burlescos como el aplicado a un inocente Jurat de Valencia, al que le gastaron la broma de hacerle creer que las ovejas tenían testículos:
“alias turmes de ovella” (BRAH, Ms. Porcar, J.: Dietari, 1624, f. 445)
En1460,cuandoJaumeRoigescribe ‘turmes’ (testículos, criadillas), en castellano sólo se conocía el significado latino de ‘turma’, escuadrón o contingente de caballería: “assi mesmo se dize turma o esquadra de caualleros” (Alfonso de Palencia: Universal vocabulario, año 1490)
El valenciano turma, testículo, estaba arraigado en el s. XV; no en castellano y catalán. Significativamente, el paleógrafo Milà i Fontanals, queriendo dar verosimilitud a su elaborado Curial e Güelfa, no se atrevió a usar el semantismo valenciano. En el Curial sólo se alude a grupo de guerreros o gente caótica, significado también presente en el castellano de Berceo:
“de rabiosa ira..., romp aquella turma de gent, fan-se fer loch” (Milà i Fontanals. Curial e Güelfa, c.1870)
El léxico valenciano de origen ibero, mozárabe o árabe se filtraba al castellano y catalán por el simple intercambio lingüístico entre comerciantes, funcionarios, soldados, clero, etc. Las filtraciones se manifestaban también en escritores residentes en el Reino. Así, el sevillano Lope de Rueda mechaba voces valencianas en sus obras: ‘casa fosca, buñolera, pancha’, e incluso frases: “no he fet yo tan gran llegea” (El Deleytoso, c.1560). Aparte de vivir en Valencia y tener amistad con intelectuales como Timoneda, Lope de Rueda se casó con la valenciana Rafela Trilles, que le facilitaría el conocimiento del idioma. Valga de ejemplo el sust. medieval ‘pancha’,
presenteenlosclásicos:“lapancha”
(Roig: Espill, 1460). Por su parte, el catalán Onofre Pou, que estudió en la Univ. de Valencia y pudo conocer a Lope de Rueda, también lo recogió en su trilingüe diccionario: “la gran pancha” (Pou, O.: Thesaurus, Valencia, 1575)
El ejemplo de ‘pancha’ es mozarabismo morfológico, del latín pantex, -icis; pero igual proceso de filtración a otras lenguas sucedía con vocablos valencianos de origen ibero, como el citado ‘turma’. El dramaturgo Guillem de Castro pone en pone en boca del escudero Galíndez esta frase, hablando de manjares:
“A la dama mía le di turmas” (Los mal casados de Valencia, c.1595).
Turmalet —El prerromano * turm (asociado a bulto, montículo, hinchazón, altura...), nos dejó también el orónimo valenciano Turmalet, elevación del terreno o colina en la partida del mismo nombre. Modernamente, los ciclistas aficionados que hacen su ruta llaman Tourmalet al montículo, por confusión analógica con el homónimo francés. Los documentos recuerdan su morfología:
“en lo terme de Xixona... una heretat dita del Turmalet” (Llibre del Loreto de Muchamel, 7 giner 1621, f. 172)
Es imposible no asociar el valenciano Turmalet al pirenaico Tourmalet. Las primeras noticias sobre la mítica montaña francesa son del siglo XVII, por lo que el pueblo pudo convertir en comprensible un topónimo enigmático. La fecunda etimología popular transformaría el prerromano Turmalet en Tourmalet. Hoy en día sigue la polémica sobre el significado: ‘viaje malo’, 'camino de mal retorno', ‘montaña lejana’, etc. Algunos etimologistas franceses consideran ‘tur’ como prefijo prerromano que significaría altura / turó ?/; y ‘mal’, montaña empinada. Los vascos, por su parte, argumentan que derivaría de iturrimalda. Nuestro 'Turmalet' no está recogido por el iberista Vidal, al desconocer el valenciano.
Conclusión: la ley del embudo.
Al ser numerosa la relación de palabras valencianas de supuesto origen ibero, sólo hemos citado unas pocas de las incluidas en el ensayo de Vidal que, recordemos, dice:
“La introducción de palabras íberas en el protocatalán debió ser provocada por iberoparlantes bilingües,y al no constar a ciencia cierta ni cuándo se dejó de hablar el íbero” (Vidal, p.29)
No hay motivo para no aplicar esta aseveración al valenciano:
“La introducción de palabras iberas en el protovalenciano debió ser provocada por iberoparlantes bilingües, y al no constar a ciencia cierta ni cuándo se dejó de hablar el íbero”.
Vidal también valora la advertencia sobre Corominas: “que cuando usa el adjetivo vasco puede hacer referencia a palabras de origen vasco o ibero” (p. 691). Sería el caso de voces como, por ejemplo, ‘socarrar’; pero nos queda un tesoro de voces valencianas híbridas de morfología prerromana o ibera con la latina, visigoda, bizantina, árabe, etc. : carchofa, sarnacho, fardacho, carabasa, carrasca, barraca, tocha, etc.
N.B.: Para consultar dudas léxicas, DHIVAM, diccionario histórico del idioma valenciano moderno: