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martes, 26 de marzo de 2019

sant Vincente Ferrer, 1575

Vicente Justiniano Antist; La vida, y historia del apostólico predicador sant Vincente Ferrer, 1575.

Estando en aquellas partes le traxeron vn endemoniado, al qual como sant Vicente conjurasse, y le echasse del agua que le auian traydo por bendita: el diablo sin mas verguença recogia el agua, y lauauase con ella la cara, diziendo en Valenciano: A tan bona es aquesta aygua. Entonces dixo el santo, que aquella agua no era bendita: y assi bendiziendola de nueuo, se la echo encima, y el demonio a su pesar huuo de salir del hombre.  


Estando en aquellas partes le traxeron vn endemoniado, al qual como sant Vicente conjurasse, y le echasse del agua que le auian traydo por bendita: el diablo sin mas verguença recogia el agua, y lauauase con ella la cara, diziendo en Valenciano: A tan bona es aquesta aygua. Entonces dixo el santo, que aquella agua no era bendita: y assi bendiziendola de nueuo, se la echo encima, y el demonio a su pesar huuo de salir del hombre.

domingo, 6 de enero de 2019

¿En quín idioma fée sermóns San Vissén Ferrer?

Seguíxco exponén cosetes.   ¿En quín idioma fée sermóns San Vissén Ferrer?   * Rafael Narbona Vizcaíno: Pueblo, poder y sexo: Valencia medieval (1306-1420). 1992

Seguíxco exponén cosetes.

¿En quín idioma fée sermóns San Vissén Ferrer


* Rafael Narbona Vizcaíno: Pueblo, poder y sexo:
Valencia medieval (1306-1420). 1992

Rafael Narbona Vizcaíno: Pueblo, poder y sexo: Valencia medieval (1306-1420). 1992

Una aproximación parcial a las clases subalternas, mediante el seguimiento de una variopinta gama de acciones de soslayada protesta social, constituye el objeto de este libro. Las ordenanzas reglamentista del Consell municipal, los sermones de ardorosos predicadores, y la acción procesal o punitiva del Justícia Criminal constituyen las fuentes de información utilizadas para recomponer algunos testimonios humanos de una ciudad cosmopolita. Valencia a finales del Trescientos experimentaba un increíble crecimiento en el plano demográfico, urbanístico y económico, coincidiendo con la consolidación de un patriciado en los órganos de gobierno local. Precisamente entonces el municipio creaba, organizaba, fomentaba y explotaba un burdel ciudadano –siguiendo el ejemplo de toda la Europa urbanizada– destinado a sufragar las perentorias necesidades de un interminable aluvión inmigrado. Las indefinidas turbulencias de un anónimo e inestable pueblo, escasamente integrado en la comunidad laboral y vecinal, tan propenso a los disturbios y violencias como poco respetuoso con los representantes del poder, no cesaban de alterar de forma peligrosa el apacible y bienquerido orden ciudadano. Los textos de los más aclamados moralistas - obras tan costumbristas como políticas bajo su inevitable discurso cristianizante – nos presenta una población poco proclive a respetar las normas de una ética ciudadana, que desde los poderes públicos pretendía influir en el comportamiento de los hombres pautando un código de urbanidad medieval.